Cuando en 2020 un adolescente de Georgia llamado Ryan Hall publicó un EP titulado Give Me Peace!, su autoproclamación del género angstpop cobró sentido, como esas conceptualizaciones que solo terminan de entenderse cuando se ejemplifican. Esas cinco canciones ayudaron a construir esa idea de pop angustioso, o angustia expresada en bases pop.
Al derecho o al revés, el mensaje de Hall no era otro sino ese: de acompañar sus palabras con una base instrumental y electrónica que las justifique. Era un estilo desacomodado, incómodo por momentos, ecléctico. También podía escucharse como un primer acercamiento a diferentes elementos del pop y soft rock que perfeccionó unos proyectos más tarde: algo de la melancolía de Elliot Smith, el dejo de instrumentos de Thom Yorke, la construcción escalonada de Frank Ocean, el soft rock y pop alternativo que alguna vez ejecutó Gorillaz.
El camino entre ese proyecto debut y sus primeros álbumes, Candy Corn de 2020 y Chasing Butterflies de 2021, fue la metamorfosis que llevó a Hall a dejar atrás la experimentación para adoptar un modo mucho más preciso de hacer las cosas. Sin renunciar a su característico angstpop, lo elevó a un lugar mucho más cercano al hyperpop, con una producción donde cada decisión tenía que significar un acierto necesario.
Si bien su versatilidad sonora sigue presente, su último proyecto publicado en 2023, Postteenangst, es congruente aunque complejo. Retrotrae a piedras fundacionales del pop como lo fue Post, el osado proyecto de Björk que puso al género entero en necesidad de reinvención. Escuchamos en el disco de Hall una percusión de presencia inaudita, sonidos electrónicos cambiando de patrón entre versos, y una voz que canta, habla y sobrevuela en bases caóticas o queda expuesta cuando el fondo desaparece repentinamente y nos quedamos solo con una distorsión exacerbada.
Con cada nuevo proyecto, Ryan Hall apuesta al cuestionamiento del status quo de las tendencias que reinan en la industria musical. Pero no deja de lado sus principios, sobre todo el que fundamentó sus comienzos artísticos: usar el arte como un medio para depurar sus mayores angustias, tanto las de su adolescencia como las posteriores a esa etapa. Una maduración personal fuertemente aliada a una maduración artística que empieza a ganar su lugar en la escena.
“I’ll probably hate this version of myself in ten years anyway”, alega en “Everything Is“, el track final de su último disco de estudio. Como si el pasado fuese un elemento descartable que se renueva segundo a segundo, donde lo que solía ser una totalidad omnipresente se convierte en la nada misma. La insaciable aspiración a la novedad y el gran monarca de su reino.
Escuchá a Ryan Hall en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).