La atmósfera es onírica y las palabras son escuetas, pero precisas. No podría ser de otra manera. Es esa y no otra la fórmula perfecta de la neoyorquina Helen Ballentine, también conocida como Skullcrusher.
Su primer EP publicado en 2020, y que lleva por título su nombre artístico (en español, “aplasta cráneos”), hospeda canciones que justifican esa autodenominación. Pero, a contrario de lo que se esperaría, no se trata de una obra violenta, sino de una cadena de pensamientos que llenan la habitación de humo negro, dudas y momentos encapsulados en formol. Lo que Ballentine rescata no es la muerte, sino lo que llega inmediatamente después de ella: los recuerdos semi-vivos, todavía brillantes, y el arrepentimiento.
Si canciones de ese debut -como “Two Weeks In December“- narraban relatos breves sobre intercambios, cigarrillos y enfermedades, su álbum debut, Quiet the Room (2022), puso todo lo vivido en duda. En un sentido muy cercano a Phoebe Bridgers, Skullcrusher propone la repetición de las palabras como un método para encontrar respuestas o, en su defecto, reafirmar dolores.
En ese sentido, su sonido lúgubre y tenue introduce a Ballentine en el mismo grupo de artistas como Elliott Smith, Radiohead o la misma Bridgers: músicxs que agrupan palabras livianas pero intensas con nubes de sonidos densas, pausadas y reflexivas. No hay grandes saltos, sonidos estrepitosos o superposición de componentes. Más bien se trata de un camino parejo donde el golpe final lo protagoniza el mensaje y no tanto así el canal mediante el cual viaja.
Lo que otros dijeron, lo que ella misma manifestó, todo lo que escuchó y también el silencio. Cada pieza recae en un rompecabezas donde la cantautora busca armar un paisaje que tenga sentido, incluso a través de los sueños. Mientras las guitarras y el piano sostienen su voz susurrante, Helen formula cuestionamientos e hipotetiza los posibles caminos que podrían abrirse si sus decisiones hubieran sido otras. “Take a picture of my room/ Hold the colors, green and blue/ Looking back, do I recognize it?”, se la escucha preguntarse en “Sticker“.
Como si de poner un candado en el puente y tirar la llave al mar se tratase, Skullcrusher cuenta secretos incompletos. Construye personajes pero no elabora al respecto, guarda movimientos y palabras ajenas en su mente. Se hace de toda la información recolectada y alimenta con ella a sus monstruos nocturnos. Y a la persona atrás de la ventana, que pronuncia su nombre, sin saber que ella no lo reconoce y que su intento de ataque es inútil, porque hace rato que no es más que un recuerdo sin fuerza ni poder.
Escuchá a Skullcrusher en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).