Escuchar Fonso y las Paritarias es como entrar a una casa ruidosa un domingo al mediodía. Un hogar en donde se cocina algo en frente de todos que es para todos y que tiene las ventanas y las puertas abiertas para que no retumbe el griterío de risas, pensamientos y secretos que se dan entre brebajes y existencias.
En el show de “despedida” de Día del Trabajador, la puesta de la banda en escena simulaba un bar, donde entre él tumulto de gente estaban ellos, con sus respectivos instrumentos y un cable rojo de alto voltaje que los unía en una conexión divina. En el escenario hicieron lo que quisieron, la pasaron bien y se desarmaron ante su público con una postura implacable. Más que una banda, son una cofradía.
Lucas Difonzo, ese cantautor maratónico de frases impregnadas de significancia, guitarras acústicas y canciones que podrían haber sido escritas por un tipo encerrado con sus libros, un atado de cigarrillos, un whisky y una grabadora en un camarote que navega hacía el más allá, siempre aparentó ser muy del singular en cuanto a su música. Esto es así incluso desde Some Plays, su inabarcable segundo álbum solista de 2017 que cuenta con veintisiete canciones de las cuales solo tres son colaboraciones, y dos de esas tres con la misma persona.
Cuenta la leyenda que la banda venía tocando temas viejos de Fonso, y luego de una ocurrencia de Elena Radiciotti -bajista y también integrante de Isla Mujeres– en alguna gira, pasaron a llamarse Las Paritarias, entonces se adosó: Fonso y Las Paritarias. Con esa conformación, se metieron al estudio a crear Día del Trabajador (2023). Elegido como uno de los discos del año en Indie Hoy, este último fue una producción de Leandro Lopatín y una composición exclusiva de Difonzo, pero la impronta, ejecución y artimaña de recursos musicales era de Las Paritarias.
Ahora, Fonso y Las Paritarias se plantan con un álbum que le permite a Fonso soltar la batuta, o mejor aún, permitir que otras cinco manos la tomen con él. Es el disco que adosa su singular a un colectivo que le propone una pluralidad extra potente de nombres propios que deleitan cada vez que se suben al escenario: Elena, Octavio Majul, Martín Luchina, Sebastían Puntillo y Piter Mazda, + Lucas Difonzo.

Si Día del Trabajador transmitía que todos ellos eran trabajadores precarizados de la música que se conocieron marchando y se juntaron para crear un sindicato que paradójicamente terminó convirtiéndose en una banda, en su disco homónimo esto se materializa. En Fonso y Las Paritarias, estamos frente a un grupo de amigos que no actúa su entereza y que ilumina con recursos vanguardistas pero tradicionales, clásicos pero llamativos, excéntricos. El resultado es un álbum que narra con ironía y un pesimismo poético lo que tal vez sea un testimonio y manifestación de una época incierta donde prima la desesperación por falta de horizontes y consensos.
Más allá del innegable sentimiento grupal y nacionalista (y también de la participación estelar de Ramiro Sagasti y El Mono de Kapanga como únicas voces invitadas), la irrupción más interesante del proyecto es la de Elena. Desde que aparece su voz, siempre dulce e inconfundible, el disco toma otra temperatura. Cuando canta, las canciones se vuelven habitación propia. Es imposible pensar en este disco sin su presencia: es incandescente, necesaria y vital. Toca, canta, dialoga y rompe el molde difonzonista sin necesidad de desplazarlo, sino abrazándolo. Dándole un nuevo centro, una nueva gravedad y una nueva cuota de ternura también. Ante todo y contra todo, rock artesanal.
Escucha Fonso y Las Paritarias en (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).