Por un tiempo realmente inimaginable ha existido la discusión sobre el concepto de autonomía en la música. Una creación musical depende del artista para poder materializarse, para existir. Ese artista no es ajeno a su contexto socio-histórico y esas particulares contingencias difícilmente puedan obviarse en su obra. Pero… una vez que esa creación está a merced del resto de los mortales… ¿Qué tanto es del artista? ¿Qué tan determinada está por el espacio y el momento histórico que le dio forma? ¿Qué tan inmutada puede permanecer cuando forma parte de la vida de otros seres capaces de sentir? Según me gusta pensarlo, mi subjetiva apropiación de Blonde, así como la del millardo de personas que se adueñaron de sus canciones, es tanto o más válida que los elementos que le dieron forma.
Blonde es gigante en sí mismo, y es por eso que se presta a complejas y ricas interpretaciones (una cualidad difícil de alcanzar contemporáneamente). Me gusta identificarlo como una exteriorización del Frank Ocean actual: un hombre intrincado acercándose a los treinta años de una vida rica y a su vez tumultuosa, que supo revelarse contra la heteronorma y el convencionalismo social cuando necesitó hacerlo y que continuamente inspira a jóvenes de todo el mundo aun trascendiendo la impronta racial inherente en sus canciones.
A través de Blonde, este maduro e insaciable Frank Ocean vocifera muchas de las constantes reflexiones que invaden a quienes vamos a ver el futuro antes que nadie (“We gon’ see the future first”): la superficialidad que envuelve la mente de los consumistas en el atrapante opener “Nikes”, el desamparo frente al vértigo de la rapidez con la que se mueve todo y la fugacidad con la que se va (“Pink + White” y “Self Control”, mi favorita), la inescapable soledad (retratada de un modo muy sentido en dos creaciones con el mismo nombre) y la conciencia de mortandad acechando cada una de esas instancias. Todas son condensadas con maestría en el incuestionable punto álgido del disco: “Nights”. Durante la primera mitad se siente tan fresca, esperanzadora y jovial como ese ímpetu intrínseco en el sentirse joven: querer llevarse el mundo por delante con una hermosa dosis de rebeldía y justo libertinaje. Sólo para develar en el inevitable descenso después de semejante escalada, el momento de la noche en el que el peso de la vida tira abajo por sí mismo: “Want to see nirvana, but don’t want to die, Wanna fell that na na tough, could you come by”.
La importancia de refugiarse en familia y amigos para sobrellevar esta cambiante y desesperada época, sus vicios, obsesiones y frivolidad encuentra voz en los fantásticos interludios que articulan la obra: “Be Yourself” en un estandarte, seguido por “Good Guy” o el hidden track de “Futura Free”, que incluso cuenta con la participación del hermano de Ocean. Finalmente, lo importante: la insistencia a animarse a la proeza de construir vínculos reales en un contexto hostil para el amor, la estremecedora “Sigfried” se encarga de eso, junto con la interesante y reveladora anécdota “Facebook Story”, la imponente “Godspeed”, las demandas afectivas de “White Ferrari” o el estremecedor “I thought that I was dreaming when you said you loved me” que Ocean recita con dulzura en “Ivy”.
Siguiendo la línea de las producciones más importantes del año (Freetown Sound, Lemonade o A Seat at The Table) Blonde no es ajeno a las demandas expresivas que se depositan sobre él. En un particular contexto de opresión y desamparo a la comunidad afroamericana en Estados Unidos, de manera sutil y a veces hasta implícita, Ocean puso su importante creación a merced del proclamo de orgullo racial y compromiso social que requiere este atroz escenario.
Las intenciones, reflexiones, y los nostálgicos reclamos de Blonde no podrían conmover, movilizar o alcanzar ese nivel irreal de empatía sin la belleza de las composiciones que les dan forma. Tal como lo hizo líricamente, también es con dinamismo que se desenvuelven sus elecciones estéticas (frenesí y despecho separados en cuestión de minutos). La nueva producción de Ocean es un vaivén de emociones contrapuestas. Adoro la predominancia de la guitarra y los cambios de ritmo en el disco casi tanto como aquellas necesarias dosis de introspección y susurros. Blonde es fuerte compositivamente. Refleja la versatilidad de un artista que se presume importante en cada una de sus elecciones estéticas y con esa confianza se afirma de tal modo. La posibilidad de dejar los sentimientos a merced de Ocean, sus frescas guitarras y punzantes ritmos, y dejar que los lleve a dar una vuelta es el componente más adictivo del disco.
Expresé en párrafos anteriores que la interpretación de una obra tan rica como Blonde supone en esa misma cualidad diversas manifestaciones. Y que las subjetivas apropiaciones de sus complejos escenarios (y la hermosa manera en la que son presentados) son tan importantes como el disco en sí mismo. Es verdad, Blonde puede encontrarse retratando escenarios propios del contexto actual (“Facebook Story” por ejemplo), pero también apela a sentimientos universalizantes que trascienden el espacio y tiempo: la preocupación de una madre cuando sus hijos se independizan (“Be Yourself”), el desenfreno juvenil y el miedo a la muerte (“Nights”), la búsqueda de un sentimiento tan puro como el amor (a lo largo de todo el disco).
Su merecida trascendencia lo dejará a merced de aquellos que llegan un poquito atrás de nosotros a ver el futuro. Me encanta fantasear con las apropiaciones que pueda llegar a tener una persona que escuche el disco por primera vez con mi edad dentro de quince o veinte años. La hermosura del elemento de autonomía de la música radica especialmente ahí. ¿Será que esas guitarras seguirán estremeciendo de la manera que lo hicieron conmigo? ¿Qué paisajes o contingencias sociales estará musicalizando en ese entonces? Hasta que pueda contestar esas preguntas, soy yo la que impone el significado que el nuevo disco de Frank Ocean tiene en mi vida (con sus paisajes, personas y sentimientos) del mismo modo en el que millones de otros lo hacen en lugares y tiempos distantes. Intento con esta reseña dejar un poco de eso retratado para aportar con mi grano de arena al mar de interpretaciones que Blonde ha tenido y va a tener a lo largo de su existencia. Es una hermosa incorporación a la que recurrir mientras se develan esos nuevos tiempos.
Frank Ocean – Blonde
2016 – Independiente
01. Nikes
02. Ivy
03. Pink + White
04. Be Yourself
05. Solo
06. Skyline To
07. Self Control
08. Good Guy
09. Nights
10. Solo (Reprise)
11. Pretty Sweet
12. Facebook Story
13. Close to You
14. White Ferrari
15. Siegfried
16. Godspeed
17. Futura Free