El sucesor de La rabia que sentimos es el amor que nos quitan es el disco más extravagante de Los rusos hijos de puta por incursionar en todo lo que se les cante, por ponerse la tormenta encima y tirarse a nadar en el agua del diluvio sin importar nada. Si nos quitan el amor a palazos, hay que tirar una nueva piedra: el tercer disco -el segundo de larga duración- se llama Nos vamos a morir de hacer estrategias de amor porque con títulos largos Los rusos encuentran otra forma de gritar la revolución.
El disco varía en formas y colores, géneros que ya no existen porque las estructuras del pasado son disueltas en un presente, son barreras que se atraviesan y se saltan con una libertad verdadera. Si nos quitan el amor y nos dan palazos afuera, hay que lograr con insistencia un giro, porque si esta generación funciona como una nueva plataforma que cambia el rumbo, la lucha está en los riesgos y no oxidarse en el conformismo.
“Soy horrible” abre la obra como una oda al asco y un buen ejemplo en cómo encontrar la flor en el pantano, el polen en la mierda. Un sonido poderoso y distorsionado merece ser interpretado con todo el atrevimiento que se impone con la voz de Lulú Berret. Le sigue “Capilla del monte” y es el turno de Julián Desbats de acercarse al micrófono. El ruso sale de su culebrón y la amistad del grupo es la contención de su lado más oscuro, grita “Algo va a bajar del cielo” varias veces. Sean flores o la federal, hay que aguantarse la primavera o las patadas.
“Cascada” fue la canción que sacaron en verano junto a un video como adelanto. En la primera escucha te desencaja, en la segunda ya la querés lo suficiente como para volver a escucharla inmediatamente. Fue el primer gesto del cambio, ese primer guiño de ojo, que hace que cada encuentro fuera una primera vez. “Cascada” propone, con un clima de sintetizadores, distorsionar la realidad y meterse en un clima onírico, donde la sensualidad se desdobla y fluye en la corriente proponiendo un nuevo desvío. Y si “Cascada” te descoloca, ni hablar de “Parawita”, una especie de cumbia punki que te hace bailar y agitar la cabeza que se te revienta por tanto fumar.
Casi llegando a la mitad del disco te encontrás en una transformación y hay que dejar atrás el prejuicio de encasillarlo todo: la estética de la banda va más allá de un solo cajón. Si las cucharas están dentro, los cuchillos en el suelo y los tenedores en el patio porque ahora ya no se tiene hambre. Se tiene sed de bronca y vengar todo con amor; un amor real, tan sucio como la calle y un corazón.
Los rusos apuestan a la variedad: en lo nuevo se conserva el polvo de lo viejo, pero con otro color, esa actitud punk que caracteriza su historia anterior. Una de las celebraciones en cada show de 2 minutos es cuando suena “Jason“, porque el Mosca se pone la máscara y empieza a hacer de las suyas en el escenario, es como uno de los himnos de la banda de punk rock. Creo que Los rusos es una de las bandas más punk de todo lo mal llamado “indie nacional”, por su actitud rebelde y luchadora combinada con un sonido agresivo y unos enérgicos shows en vivo. Quizás “Halloween” de Los rusos, sea esa forma de homenajear al punk rock. Como 2 Minutos revivió a una figura del cine de terror de los ’80 con el asesino de Martes 13, Los rusos lo hacen con el espíritu del film con Michael Myers de protagonista, otra figura clásica del género de terror cinematográfico.
La atmósfera punk se retoma con “Poca cosa”, una canción poderosa que dialoga en cierta manera con los dos últimos temas del disco anterior. El riff inicial va a llevarte directamente a “Los pibe” con ansiedad y un poco de delirio, y el pie de voz es repiqueteando en el lugar, como también se hizo en “Hambre” con el tartamudeo de una sílaba determinada para entonar con firmeza. Luego sigue “Porquería”, una canción de amor no correspondido, entre la clientela y la clandestinidad de alguna sustancia o sentimiento; como aquel canto contra el tranza que Ricky Espinosa llamó “Demasiado nada”. “Insistencia” es una de las mejores canciones del disco por sus cambios de alturas y formas de pararse frente a la canción: un recorrido se vuelve agresivo si se meten con tus amigos.
Con sintes y dirtosión se escucha “El sabor de lo nuevo”, mientras la batería te envuelve en un círculo y te transporta a una selva: los sintetizadores y los coros suenan como monos alborotados en los árboles y parece que se va a pudrir todo. Lo único que queda es rugir. Lo rítmico y vivaz del bajo en “Quiero cortarme” hacen que pasar del pogo al baile sea una custión del shock. Los rusos experimentan nuevos territorios y van trasladándose de un lugar a otro: si imaginamos la selva, después viajamos a Ciudad de México, en “Perdido en el DF“. Lo importante es ese movimiento constante, tanto físico, musical y poético para no quedarse quietos en un solo lugar.
Este disco, por lejos, es el más distinto de los tres, pero el cuarto seguramente sea más diferente aún. Los rusos hijos de puta cambian la sangre porque no está bien estancarse en ninguna corriente que no llegue a un océano y encuentre la libertad.
Los rusos hijos de puta – Nos vamos a morir de hacer estrategias de amor
2018 – Sony Music
01. Soy horrible
02. Capilla del Monte
03. Cascada
04. Parawita
05. Poca cosa
06. Porquería
07. Insistencia
08. El sabor de lo nuevo
09. Quiero cortarme
10. Perdido en el DF