Hablar de los Stone Temple Pilots sin nombrar a Scott Weiland es tan insípido como inútil: hasta podría ser frustrante. Nos arrimamos al tercer año de duelo por la muerte del alma mater de una de las bandas más representativas del genuino rock and roll estadounidense y la herida todavía está abierta. Pensar en que alguien más pueda reemplazarlo parece un despropósito. Tal vez esa sensación se diluya levemente cuando uno termine de darle varias escuchas al flamante nuevo LP homónimo de la banda, el cual cuenta con la habitual pirotecnia instrumental de los hermanos DeLeo (guitarra y bajo) y Eric Kretz (batería).
Cuando una leyenda pierde a su cantante, tiene tres caminos y todos tienen espinas: el que eligieron los Pilots es el más seguro pero a la vez el más arriesgado a la hora de perder adeptos. Porque la voz de Jeff Gutt, su nueva voz, es excelente, da en cada nota y en vivo tiene personalidad. El problema es que lo pusieron para cantar… como Weiland. Diferente, por ejemplo, es al caso AC/DC: se nos fue Bon Scott y cuando arribó Brian Johnson, el hombre de boina y sonrisa alargada jugó a otra cosa, no fue puesto por puesto. De hecho, Back in Black es el segundo disco más vendido de toda la historia de la música y fue testigo de la transición de los australianos. En el rock, las estrategias también cuentan.
Si viniese Will Smith y nos tirara la luz del neutralizador, diríamos que este es un discazo de pe a pa. Que no tiene hits descollantes pero que suena bien a lo largo de los 48 minutos de duración. Que es aún mejor que el anteúltimo disco del 2010, el cual también se llama Stone Temple Pilots. La realidad marca que si bien la música siempre trasciende por sobre todas las cosas, es heavy verlos en vivo y escuchar “Crackerman”, “Plush”, “Vasoline” o “Wicked Garden” y no tener en frente a Scott.
El séptimo disco (el tercero recién del nuevo milenio) arranca con todo de la mano de “Middle of Nowhere” para mostrar el sonido más Pilot en “Guilty”: batería a medio tiempo, guitarra y bajo en armonía, y voz entonando bien alto. “Meadow” es sin duda el que más vida le da al grupo, mientras que “Just a Little a Little Lie” es otra que nos remite a los primeros tiempos oscuros y épicos. Todo esto es una prueba de fuego para Gutt, quien anteriormente a su inclusión como frontman en STP, tenía el antecedente de ser ganador de un programa de talentos. Con respecto a otras bandas, tuvo una breve incursión en Dry Cell, hasta abandonarla en 2009.
En la balada “Thought She’d Be Mine” uno puede jurar y recontra jurar que el que canta es Weiland y pide de vuelta que le apliquen el neutralizador. Melancólica y desgarradora, demuestra que el dolor es lo que nos hace dar cuenta que estamos vivos. “Never Enough” te tira toda la carrocería encima, con un solo magistral de Dean DeLeo. “The Art of Letting Go” y “Finest Hour” son dos nuevas piñas al corazón y vienen justo cerca del cierre del disco, cristalizado con la incandescente y perfectamente orquestada “Reds & Blues”. Pocas veces en el rock hubo tanta incertidumbre como lo hay hoy con Stone Temple Pilots. ¿Habrá llegado la hora de soltar?
Stone Temple Pilots – Stone Temple Pilots
2018 – Rhino
01. Middle of Nowhere
02. Guilty
03. Meadow
04. Just a Little Lie
05. Six Eight
06. Thought She’d Be Mine
07. Roll Me Under
08. Never Enough
09. The Art of Letting Go
10. Finest Hour
11. Good Shoes
12. Reds & Blues