Andrea Álvarez habla como escribe, escribe como canta, y canta como vive. En todas sus formas, no hay lugar para titubeos o complacencias. Su devoción por el tiempo pasado no le limita el disfrute (o por lo menos la aceptación) de lo que sucede en el ahora. Su último disco, La cadena del mal, es un manifiesto personal de admiraciones artísticas y una proclama por lo genuino, la libertad y los dolores dulces.
Abrir un disco con la misma intro que “Rock and Roll” de Led Zeppelin (publicada hace más de 50 años) es más que un mero gesto de devoción por John Bonham. Es una advertencia para el oyente: lo que vas a escuchar a continuación, te gusten o no las etiquetas, es ambiciosamente rockero. Sin fisuras, (casi) sin respiros, todo en un solo aliento.
Desde su hábitat natural (una sala de ensayo en su propia casa), la icónica artista del rock nacional habló con Indie Hoy sobre su reciente lanzamiento discográfico y su mirada acerca de la escena actual. Aunque la música es el tema que nos compete, la palabra pandemia y sus consecuencias parecieran estar aún vigentes, y la situación política se escurre entre la charla sin permiso y con vehemencia.
Las producciones independientes son cada vez más complicadas, ¿hay algo que haya quedado afuera del disco por cuestiones económicas?
Por suerte no, por ahí lo hubiera hecho más arriesgado con más tiempo y más plata. Todo lo que es experimentación lleva tiempo, no se te ocurre todo en un mismo momento. Por ejemplo, me gustaría poder usar más pedales de guitarra para trabajar la voz con distintos equipos porque no me gustan los plugins, lo digital no va mucho con mi música. Pero después cuando lo escucho me olvido. Estoy muy conforme con mi voz, creo que es el disco que más disfruto respecto al trabajo vocal.
En “Cuando me muera” cantás: “Gente que nunca me conoció/ Va a destruir esas canciones que hice yo”. ¿Te importa qué se puede decir o hacer con tu obra cuando no estés?
Seguramente van a decir que era una genia y cómo no me di cuenta antes. “¡Qué grosa que era! ¡Lo había dicho veinte años antes! ¡Mostró las tetas en Dormís? [su segundo álbum publicado en 2005)!”. Yo le dije a mi hijo, cuando me muera vos ponés un cartel que diga se van todos a la puta madre que los parió. Tiene que ver con esto de los homenajes. Yo en general los rechazo a menos que sean hechos por gente que quiero o admiro. Desde afuera veo una cosa, pero cuando me toca participar me doy cuenta lo que la gente se emociona.
Tomaste clases de guitarra y mencionás mucho a Foo Fighters, ¿en algún momento pensaste en delegar el lugar de la batería para ocuparte exclusivamente de la voz?
¡No, ni loca! No puedo tolerar que otro toque la batería en mis temas. Además, siento que esa es mi identidad como artista, estar cantando y tocando la batería al mismo tiempo; aunque técnicamente es bastante molesto para resolver ciertas cuestiones. Imaginate que arriba del escenario armo la batería de determinada manera, y eso mismo condiciona los lugares en los que toco. Nuestra estructura algunas veces se presenta como una dificultad para las personas que no tienen un interés musical genuino.
En algún momento se barajó la idea de nombrar al disco “Policía de la corrección”, pero rápidamente Álvarez la desestimó. “Me pareció que no tenía que poner la palabra policía con mi nombre -afirma-. Mientras miraba las últimas elecciones decidí que se tenía que llamar La cadena del mal. Era claro el abuso del poder”. Según ella, “Sos la muerte del rock” es “ese enemigo que viene desde el poder a querer romper estructuras, cosas que a uno le encantaban, para direccionar lo que se debe escuchar ahora”.
La política de las cancelaciones, la sobreactuación de lo bueno y lo malo, la palabra punzante del juzgamiento y el dedo acusador son abordajes líricos que se mezclan con guiños musicales a Phil Collins, Jimi Hendrix y AC/DC. La cadena del mal es lascivo y virulento; sus primeras canciones se acoplan para formar una embestida apabullante. Recién en “Dos minutos“, una ¿balada? introspectiva con reminiscencias sonoras de su primer disco –Andrea Álvarez, de 2001-, el embate se apacigua gracias a la sutilidad de la guitarra acústica y el fade-out jazzero del bajo a cargo de Lonnie Hillyer.
Haber escuchado mucho a Dr. Dre en el último tiempo fue clave para el armado de “Crash“, un rapeo elocuente donde las palabras se escupen, y al finalizar le da lugar a la canción más experimental del disco, “Dando letra“. El guitarrista Tomás Burgués completa la formación del power trío y se luce con un riff cautivante en “Cazafantasmas“, una línea sensual para acompañar los coros libidinosos de la propia Andrea.
El disco cierra con “Uh uh“, una suave síntesis melódica sacudida por un afligido estribillo. “Tiene que ver con la muerte, con la sensación de que nos puede tocar en cualquier momento a cualquiera -explica la artista-. Una angustia que te obliga a gritar por seguir en este mundo”.
¿En “Dos minutos” te hablás a vos misma?
Es como mi otra yo diciéndome “¿Qué esperabas? Si vos elegiste ir por acá”. Son los dos minutos entre tomar una decisión y otra en la vida. Junto con “Desigual”, y un poco “La cadena del mal”, hablo de abusos que recibí y que afectaron bastante mi carrera, aunque es difícil de comprobar. Yo pensaba que no me habían afectado a mí como persona, pero me di cuenta ahora que sí, y bastante. Cuando quise escribir sobre esa situación me di cuenta que me dolía y me costaba mucho, hasta que me la saqué de encima. Decir “no” tiene sus consecuencias y, aunque pueda generar un gran dolor, te deja tranquila. De eso se trata “Desigual”: cuando decís que no, nadie se entera que después no figurás en ningún mapa.
¿Sentís que falta el reconocimiento de entender a Andrea Álvarez como artista solista?
Claro, exactamente. Ahora aparece cualquiera e inmediatamente ya es “la cantante”, “la artista”. Cuanto menos tenés, más te tienen que justificar. Y después sucede a la inversa, cuando tenés un montón, no dicen nada de vos, hablan respecto a otro, como si la otra persona te armara, cuando en realidad el otro te llamó a vos. Estamos viviendo un tiempo donde la gente común es artista, personas sin carisma que llenan estadios. No estamos hablando de gente inocente, les gusta el poder y la guita, no la música. Antes el artista se plantaba ante el empresario y le decía “quiero cambiar al mundo”, ahora se sientan y dicen “quiero pegarla”. A mí me hicieron un vacío importantísimo como artista solista, me cajonearon fuerte. Durante mucho tiempo el periodismo se la pasó criticando a los músicos y ahora no se animan a decir una palabra.
El enojo y la molestia de la desilusión no solo se percibe en el álbum sino también en su propio discurso. A pesar de que la risa le sirve como cierre de oración, algunas frases se presentan como sentencias fatídicas: “Prácticamente no existe el pensamiento crítico, la gente cree que es libre de elegir y no es libre de elegir nada porque está todo totalmente manipulado”.
Su afición por la música de los 70 es evidente (exceptuando a sus amores contemporáneos Jack White y Liam Gallagher), pero sostiene que el gusto es algo que se construye. “A los pibes en las escuelas hay que mostrarles folklore, el rap lo tienen en la casa”, afirma. En la charla se discute el rol de la industria discográfica y su injerencia para determinar lo que “debe gustarte”, pero también aparece la crítica a aquellos que anhelan el reconocimiento y se regocijan con los flashes: “Mucha gente que está tocando ahora, lo está haciendo para contar una anécdota después”.
¿Disfrutás los recitales como espectadora o está siempre presente el ojo crítico?
No, los disfruto. Hasta me vuelvo cholula, si voy a ver una banda que me gusta me transformo como si tuviera 15 años. Por suerte tengo la capacidad de disfrutar y alejarme del análisis. Pero también puedo identificar cuando en un show no está pasando nada aunque a mi alrededor estén todos entusiasmados. No voy a actuar lo que no me está pasando, pero no porque lo esté juzgando, sino porque ya soy grande, hay recitales que no me están hablando a mí.
¿Hay alguna fecha estimativa para la publicación del libro que estás haciendo con la periodista Adriana Franco?
Con los proyectos me da mucha bronca no terminar las cosas. Pero cuando hacés algo con otra persona, ya no depende solo de vos. Adriana se mudó y yo no me banco hacerlo a la distancia, me cuesta comunicarme por Zoom. Pero a la vez, la creación del libro fue lo que más me ayudó a sacar el disco, porque tenía tanta necesidad de decir y de hacer, que lo cerré con lo que podía hacer yo sola. Mucha gente cree que mi libro va a hablar de chusmeríos. Por un lado te piden anécdotas y por el otro no les gusta que las cuentes. Yo no quiero juzgar a nadie, me gusta decir lo que siento, y cuando lo hacés te estás exponiendo. Lo divertido son los nombres y la gente no se sabe divertir. No hay nada mas feo que no hacerse cargo de las cosas que uno hizo.
La carta de presentación de Álvarez, aunque saturada de nombres históricos, muchas veces omite lo más relevante. Haber compartido escenario y estudios de grabación con algunos de los artistas más grandes del rock nacional terminó relegando para el final del discurso su labor como cantautora. Sus trabajos con Soda Stereo, Divididos, Charly García y David Lebón, entre muchos otros, opacaron injustamente su propuesta solista que al día de hoy comprende cinco discos de estudio.
El revisionismo histórico del rock argentino tiende a omitir la presencia femenina desde una perspectiva individual y soberana. Artistas como Hilda Lizarazu, Fabiana Cantilo, y la mismísima Andrea, fueron casi siempre descritas como anexos, agregados, apéndices de bandas establecidas (“la percusionista de…”, “la corista de…”, “la baterista invitada de…”).
“Sos la muerte del rock” le refriega en la cara a todos que el rock es “no” (“Cuando es sí, es entretenimiento”, en palabras del Ruso Verea), y que los mandatos generacionales y la estética del momento no pueden nunca discutirle a la verdad. No hace falta escuchar a Atahualpa Yupanqui o Roberto Goyeneche para entender su genialidad. Por eso ella prefiere marcar una clara grieta (una más en nuestra historia) entre preferencias y realidad: “Yo siempre digo esto: si venís al show, te puede no gustar, pero que está buenísimo está buenísimo”.
Andrea Álvarez se presenta el viernes 4 de octubre a las 20 h en The Roxy Live (Av. Niceto Vega 5542, CABA), entradas disponibles a través de AllAccess. Escuchá La cadena del mal en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).