Las cadenas rotas de su portada hablan por sí solas: la libertad es ilimitada y vivamente valiosa. El tercer disco de Antonia Navarro es una declaración de que su música se retroalimenta constantemente de la experiencia y que para tornarla enriquecedora hay que poseer claridad. En Lucidez, la artista oriunda de Santiago de Chile y radicada en La Plata atraviesa diferentes coordenadas en pos de expandir su propuesta a horizontes velados en su trabajo anterior, Ciudades (2019). Publicada en noviembre de 2020, esta nueva obra propone un recorrido por paisajes crepusculares que revelan la madurez y el punto de inflexión de una artista que absorbe la gradación de la incandescencia y la nebulosa con sutileza y convicción.
En las ocho canciones de Lucidez, Antonia aglutina al dream pop que marcó sus trabajos anteriores con un vendaval de sonoridades que abarca desde el R&B, el blues y el reggaetón hasta destellos del house y el techno. Entre baladas dulces y melancólicas, hay momentos enérgicos que apuestan al pulso bailable, obrando la conjunción de serenidad y movimiento como un péndulo. No es algo para extrañarse, ya que esta inclinación a la pista de baile es un indicio de cuánto bebió de las aguas de la nueva ola del sonido platense. Y una cualidad que caracteriza a Navarro es la de ser versátil: en paralelo a su proyecto solista, le dio vida junto a Benjamín Riderelli a Rumore, un dúo puramente electrónico; y durante este último tiempo se sumó a la formación de Fus Delei en teclados y coros.
Luego de haber trabajado juntos en Ciudades, Antonia se volvió a asociar con el productor Cristian Villarreal para configurar la totalidad del álbum en su home studio. “Ya estamos metidos en el estudio abordando cosas nuevas”, cuenta la cantautora en diálogo con Indie Hoy en una conversación en la que repasó su trayectoria y los detalles de su más reciente disco.
¿Cómo describirías el concepto detrás de Lucidez?
El concepto es el momento en el que brilla una especie luz que ayuda a romper con ciertos patrones, con ciertos comportamientos, el momento de claridad en donde eso termina de sentirse y empieza una nueva etapa. Tiene que ver con liberarse de un montón de patrones antiguos que venían rigiendo todo.
Cristian Villareal es tu mano derecha y colaborador habitual. ¿Cómo es su relación laboral?
Siempre es bueno trabajar con él porque nos entendemos muy bien y hay muy buena comunicación. Y tenemos también ritmos súper parecidos. Cuando hicimos Ciudades empezamos a conocernos, a conocer nuestro lenguaje, a conocer nuestros gustos, todo eso. Y ya para Lucidez habíamos encontrado una forma de manejarnos. Entonces fue muy cómodo, súper rápido y demasiado productivo.
A diferencia de Pleamar (2018) y Ciudades, Lucidez tiene una impronta mucho más bailable, influenciada por la música house y el electropop. ¿Cuál es el la procedencia de esta incursión?
Me acerqué de a poco a ese tipo de música, me empezaron a llamar la atención esos ritmos. También tenía ganas de cambiar un poco, porque si bien me gusta mucho el dream pop, soy fan de las baladas y de las canciones lentas, con la electrónica descubrí algo nuevo. Y quise llevar mi música a un lado más bailable principalmente por el vivo. Pensaba en el vivo porque las veces que toqué anteriormente me di cuenta que si bien la gente está ahí escuchando atenta, no hay mucho movimiento y es algo que me gusta que se genere en el público.
Es un disco muy ecléctico en el que si bien paseás por distintos climas y géneros, los contrastes pasan desapercibidos y el viaje es muy llevadero. ¿Fue una premisa previa a comenzar a trabajar o surgió en el proceso?
En un momento íbamos a ser un par de cosas distintas. Por ejemplo, queríamos hacer una canción acústica que al final no hicimos porque quisimos mantener una estética y un concepto general. Pero por suerte terminó saliendo un rework de “Hogar” hecha por Marineros, que es un grupo de electropop chileno, y en vez de hacerla re arriba y house, la hicieron media acústica, así que algo de la idea terminó saliendo. Fue loco porque habíamos pensado en distintas formas de hacer el lanzamiento y además siempre es lindo trabajar con otra gente para darle vuelta al tema. Además fue todo a distancia, por WhatsApp, algo muy entre pandemia.
Si bien las canciones ya estaban producidas desde 2019. ¿Te afectó en algo la pandemia o te adaptaste a terminarlo a distancia?
Estuvo bien porque estoy acostumbrada a trabajar a distancia. Al viajar desde Chile, siempre estaba mandando o recibiendo proyectos. En 2019 nos juntamos a producir pero Ciudades lo hicimos todo a distancia. En cierta parte es práctico además, porque te permite hacer otras cosas. Tiene algo menos orgánico, pero aún así se encuentra el punto medio.
¿Cuál fue el impacto de los hechos ocurridos en Chile durante ese año en la composición del disco?
Influenció casi directamente porque mis familia está allá, como también mis amistades. Había una conexión directa, pero cuando estoy haciendo las canciones no me sale decir las cosas literalmente, no hay una bajada de línea hablando políticamente pero sí estaba empapado de todo lo que pasó y todo lo que venía pasando. Las letras de los discos anteriores también habla mucho de eso, de la ciudad, de cómo nos comunicamos, cómo nos movemos, y más que nada hace hincapié en el despertar de las nuevas formas.
¿Cómo fue la etapa de adaptación cuando llegaste a La Plata y te encontrarse con una colectividad musical tan amplia?
Fue fácil porque primero viví en Buenos Aires y el primer año estuve trabajando y fui a un taller de composición de canciones con Florencia Ruiz. Estuve como seis meses en el taller y le conté que tenía ganas de empezar a estudiar pero en la UNA [Universidad Nacional de las Artes] no quería porque era distinto a lo que yo quería hacer. Entonces me recomendó que viniera a visitar La Plata y ni bien llegué me re gustó la ciudad directamente con verla. Después me inscribí en la carrera de Música popular, así que viajaba desde Capital para La Plata a estudiar. Ese año no conocía nada de la escena, estaba más en la facu, hasta que un día fui a Pura Vida y me cambió todo. Fue al primer bar que fui, tocaba una banda punk y me la puse a ver tomando una birra. Después fui conociendo gente, empezando a ir a ver las bandas de mis colegas, me empapé de muchos shows.
¿Y cuándo decidiste empezar con tu proyecto?
Siempre hice canciones pero nunca me lo tomé muy en serio. Me gustaba pero no sabía cómo enfrentarme con ir a tocar sola. Un amigo que se llama Marian siempre me motivó para salir a tocar y me conseguía fechas. Después fui parte de Las Trampas por un tiempo y ahí también conocí a un montón de personas con las que hoy sigo trabajando.
Hace unos meses fue el streaming del Festival Vértigo del sello Club 73, en donde tocaste con Rumore, un proyecto paralelo que a su vez se relaciona con esta búsqueda electrónica que hay en tu nuevo trabajo discográfico. ¿Cómo empezó el proyecto?
A Benji [Riderelli] también lo conocí en la facu porque cursábamos juntos y hacíamos un trabajo de chacarera, nada que ver. Años después, un día me dijo de que fuera a su casa a hacer un tema y después salió otro. Planeamos hacer una canción y terminó saliendo un proyecto. Ahora estamos en proceso de producción del disco. Lo lindo es que son cosas muy diferentes. Con Rumore es con un poquito menos de letra y las melodías son distintas a lo que hago como solista. En mi proyecto también estoy trabajando en nuevas canciones y va a ser diferente a lo que venía haciendo también. No sé si lo logro diferenciar, pero inmediatamente cuando me siento a escribir la canción ya sé en qué proyecto va a funcionar mejor.
¿Cuáles fueron tus influencias en Lucidez?
Mucho Álex Anwandter, me encanta, lo estuve escuchando muchísimo en todo el proceso del disco, es un gran referente. También escuchaba mucho Bomba Estéreo. Y conocí a una artista que se llama Yaeji que hace trap y se va pasando por distintos tipos de electrónica.
Después de sacar el disco, cerraste el año con el single “Romance de fin de semana” junto a la banda platense Vita Set. ¿Cómo se surgió esa colaboración?
Vita Set es alta banda. En el verano me escribieron cuando yo estaba en Chile, me dijeron que querían sacar un single y que participara. Me habían pasado una primer versión del tema y ya me había gustado mucho, así que les dije que sí. Ni bien volví a La Plata me fui a grabar las voces al estudio. Después la pandemia nos pausó el rodaje del video y además ellos estaban produciendo a la vez otros temas. Pero estoy muy feliz porque el resultado final fue hermoso.
Uno de tus últimos shows antes de la pandemia fue abriéndole a Marilina Bertoldi en el Teatro Ópera…
Fue lo de Marilina, después toqué en Nuevos Vientos y ahí cortamos. Estuvo muy bonito, estaba repleto, nunca había tocado para tanta gente. Encima estaba solita en el escenario, tenía un cagaso… Pero fue bacán, el equipo entero de Marilina, les musiques, ella, toda la gente con una onda súper amorosa. Yo me sentí muy cómoda, fue un show muy hermoso. Además no me la veía venir porque no fue planeado. Directamente me preguntó un amigo que le había gustado mi disco si podía tocar con Marilina, fue así de la nada. Después me escribió su manager, que también lo había escuchado, y quería que le abra. No lo podía creer, pensé que me estaban boludeando.
Además de tu proyecto solista estás tocando con Fus Delei. ¿Cómo te sentís pisando el escenario con sus canciones?
La verdad es que han sido ensayos y momentos súper lindos con les Fus Delei. Hace bastante que me gusta su música y hace un poquito más de un año que les conozco. Desde el primer momento siempre han sido y son muy bacanes conmigo. Me he sentido muy cómoda y relajada en los shows, que también es algo súper loco por que hace tanto tiempo que no tocábamos en vivo, por lo que ya sabemos, que fue como un momento muy emocionante. Siento que son amigues y personas hermosas con las cuales estoy súper feliz y agradecida de compartir, en la música y en la vida.
Escuchá Lucidez de Antonia Navarro en plataformas de streaming (Spotify, Apple Music).