Por más que su nombre remita a un personaje de ficción, Basket no es un alter ego pensado para enmarscarar. Más bien, se trata de una armadura que permite asomarse al abismo y hacer frente a búsquedas muy reales. Desde que publicó su primer disco en 2021, el músico y productor argentino Federico Milstein se embarcó en un proyecto solista que mezcla electrónica, rap, rock, sensibilidad y una necesidad constante de experimentar.
“Lo que caracteriza al personaje de Basket, más allá de los cambios, es el amor por la música y todo lo que hay para aprender de ella —cuenta Milstein en conversación con Indie Hoy—. Eso se traduce en los samples y en la forma de trabajar. Desde la primera canción hasta la última, siempre hay una búsqueda de bajar toda esa data que fui absorbiendo”.
Aquel primer disco titulado ¿De qué sentido común me están hablando? nació casi como un experimento de aislamiento pandémico y se armó con las herramientas que estaban al alcance de la mano. “Nunca había puesto voz a nada, y cuando lo hice, como no me sentía cómodo cantando, lo primero que me salió fue rapear. Eso terminó dándole un tono muy rapero al disco”, recuerda. Aunque hoy siente que evolucionó mucho desde entonces, ese impulso inicial todavía está presente: “Es parte de la identidad del proyecto y no me puedo despegar del todo, pero tampoco me interesa encasillarme ahí”.
Lejos de ubicarse en el centro de alguna escena o género, Basket prefiere mantenerse en movimiento. “No me considero parte de la música urbana. No me interesa pertenecer, aunque la consumo — admite, por eso decidió salir de la computadora y llevar el proyecto a un formato banda—. Me siento más cercano al rock, no solo sonoramente, sino en la forma de hacer y presentar las cosas. Incluso aunque se trate de un proyecto electrónico desde su concepción: todo nace en la compu. Son tres elementos que conviven, pero hay una intención consciente de llevarlo más hacia lo rockero y lo electrónico que hacia el rap”.
Su segundo disco, titulado Para sorpresa de nadie y publicado hace unas semanas a través del sello 1/4 Compañía Discográfica, es el resultado de esa nueva etapa, con un sonido más enfocado, sin perder la hibridez que lo caracteriza.
“El primer disco fue más de encontrarme, desarrollar una estética, entender cómo pasar de ser violero en una banda de rock a hacerme cargo de todo y construir ese personaje que es Basket —explica—. Este disco lo encaré con más madurez, con las cosas más claras y un enfoque definido. Ya no estaba tan en modo exploración”. Esa claridad también fue acompañada por una evolución técnica. “Me encontré en una etapa con muchos más recursos que en el primero, así que pude conectar mejor con lo que quería expresar, con la estética que buscaba”, continúa.
Más allá del crecimiento artístico, Para sorpresa de nadie también propone una bajada mucho más visceral que su predecesor. A medida que el universo estético del proyecto se volvió más sólido, también apareció con más fuerza lo introspectivo.
“En este disco, lo metamusical aparece más desde lo emocional —señala Milstein—. Se trata de poner sobre la mesa todo el mundo del enrosque, lo sentimental y lo introspectivo. Eso se alimenta de lo que leo, de la coyuntura, de lo que me pasa. Hay una mezcla constante de insumos musicales y no musicales que terminan configurando el disco”.
Esos insumos no son menores. La crisis personal, la situación del país, las rupturas afectivas: todo termina filtrándose en las canciones, incluso aunque no estuviera planeado desde el principio.
“Creo que hubo tres ejes muy importantes a nivel emocional —reflexiona Milstein—. El primero tiene que ver con mi laburo: pinto y dibujo, y estos últimos años tuve una crisis existencial fuerte con mi obra y con cómo se relacionan la música y lo visual en mi vida. No siento que lo que dibujo suene a la música que hago, ni al revés. Después está la coyuntura del país, que me interpela mucho. Es inevitable cuando ves a la gente cercana, muchos artistas, pasándola mal. Y por último, una separación reciente, que me afectó bastante. No me considero alguien que hable mucho de estos temas, pero esta vez me vi obligado a hacerme cargo, a ponerlo en palabras. En el primer disco todo era más en tono jocoso; acá fui más literal”.
El resultado, cargado y catártico, también se sostiene en un trabajo en equipo con todos los ojos puestos en la producción. La mayoría del álbum fue producido por Juan Cruz Marino —integrante de la dupla Pyura—, con aportes de Fausto Aguirre y el mismo Milstein.

Para Federico, la química del equipo fue fundamental: “Juan ya había producido el primer disco. Me siento cómodo con sus ideas, pero también diciéndole que no cuando hace falta. Sé que donde más se luce es cuando le suelto la correa y le digo: hacé lo tuyo. Hay temas que volvieron muy parecidos a la maqueta original, solo un poco más prolijos, y otros que me los devolvió hechos mierda en el mejor sentido posible, completamente transformados. Él es una persona que vive un par de años más adelante que el resto. Tiene una visión zarpada, y me interesaba mucho absorber un poco de la estética que estaba manejando en sus propios proyectos”.
Hay una línea que atraviesa todo el disco: la decisión de no escaparle a lo doloroso, incluso con el vértigo y la exposición que eso implica. “'Oner' es una carta a mí mismo para salir del pozo. Lo escribí en el fondo del abismo, en el subsuelo —confiesa Milstein— Y muchos amigos, incluso integrantes de la banda, me dijeron que les resultaba muy movilizante. 'Fobofobia' también es un ataque de pánico, trata sobre el mal viaje. Casi podría decir que terminó siendo un disco de autoayuda, que es algo a lo que le escapé toda la vida”.
Esa exposición tiene algo de exorcismo, pero también de sorpresa. “Todo lo controlado que tenía el proyecto desde un punto de vista estético, lo terminé vomitando por el otro lado —admite Milstein—. Se me fue de las manos ser autorreferencial. Se me fue de las manos tocar temas profundos, que es algo a lo que siempre le había escapado”.
Aun así, en esa entrega sin filtro encontró algo que no se puede medir en cifras ni técnicas. “Obvio que en todo proceso uno crece. Creo que me siento mucho mejor cantante, mucho mejor productor. Pero quizá la parte más interesante no es la técnica, sino otra cosa. Estuvo bueno exponerme un poco más y encontrar otros matices de lo que puedo hacer”, concluye.
Basket se presentará el jueves 3 de julio a las 21 h en Cultural Morán (Pedro Morán 2147, CABA), entrada gratuita con inscripción previa. Escuchá Para sorpresa de nadie en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).