Boom Boom Kid se presenta, como ya nos tiene acostumbrados, el 25 de diciembre en Groove. Esta vez, Nekro festejará sus 30 años de trayectoria musical, una extensa carrera en donde publicó una cantidad prolífica de discos y pasó por distintas facetas. Su primera banda, Fun People, fue una explosión hardcore que comenzó a finales de los 80 y publicó cinco discos: Anesthesia (1995), Kum Kum (1996), Toda niño sensible sabrá de lo que estamos hablando (1997), The Art(e) of Romance (1999) y Angustia No, No (2000). También experimentó con canciones lentas y boleros bajo el nombre de Il Carlo, y finalmente como Boom Boom Kid, y grandes trabajos como Okey Dokey (2001), Smiles from Chapanoland (2004), The Many Many Moods of Boom Boom Kid (2005), Frisbee (2009), por solo nombrar algunos.
Boom Boom Kid se mantiene siempre en constante actividad. Este año sacó varios singles a partir de distintos viajes que fue haciendo por el mundo. También se mantuvo ocupado con un proyecto llamado Las cuatro estaciones, que consistió en sacar cuatro discos durante el lapso de un año: en otoño, invierno, primavera y verano. Hablamos con él a días de su show sobre su obra, la libertad, su compromiso contra el maltrato animal y sus diversas experiencias a lo largo de estas tres décadas de música.
Siempre fuiste y seguís siendo alguien inquieto. Llevaste tu música a todos los lugares del mundo, hasta hace poco estuviste en el sudeste asiático en lugares como Indonesia, y siempre trabajaste de forma muy independiente. ¿Cuál es el secreto para esta expansión cultural de tus recitales?
En realidad secreto no hay, simplemente ganas de viajar, de ir a conocer otras partes del mundo e ir a visitar amigos. Tengo 47 años y desde que tengo 16, 17, tengo correspondencia con diferentes personas interesadas en la música que se está gestando en todo el mundo y no solo en la que te da la radio, o la televisión, o las revistas de aquella época; sino que, gente como yo, que descubrió que había otro circuito paralelo a eso y nos empezamos a escribir. Por eso visitar amigos, visitar paisajes, energizarse, limpiarse con el viento, descargarse y hacer esto que hago: la danzaterapia y escribir y eso me hace muy bien. No sé, es lo que me termina pagando a mí, ver y darle un abrazo a un amigo, sacarle una sonrisa a una persona sin siquiera saber el idioma, pasarle eso es buenísimo. O estar en alguna parte del mundo mojando los pies en el mar, tomando un vinito, tampoco es irme a un lugar muy loco, esto puede ser Quilmes, Campana, Uruguay o Lima. Es lo que me gusta hacer, lo que hago yo las veinticuatro horas. Esto no es algo que hago yo, el “hacelo tú mismo,” de fin de semana, es mi vida completamente así, vivir mi vida y si no la vivo de esta manera, me muero, porque es de la única forma que vivo, siendo yo y de esa manera soy. Entonces quizás el secreto es que vivo la vida como quiero vivirla y me esmero en eso, quizás, no lo sé.
En estos viajes por el mundo siempre te encargás de conocer música nueva y compartirla con tus seguidores. ¿Qué más te llevás de los lugares a donde vas?
Lo que me llevo siempre son más amigos y una familia más amplia. Cada vez mi familia por el rock and roll es más grande y está buenísimo. Experiencias muy bonitas, ruidos, escritos y vuelvo cada vez más suave, es lo que traigo.
Hace varios años que venís haciendo este show el día de Navidad, para muchos es una tradición verte ese día. ¿Qué es lo que te gusta de esto?
Es para tener mi propio encuentro y es algo que generé para encontrarnos con amigos y para parar un toque, para bailar y para cantar. Y las personas van a ese evento, que se empezó a armar hace bastante tiempo, porque se sienten bien y hay mucha buena onda, y como hay buena onda, lo seguimos haciendo, así que vengan.
Músicos como Darío Spiguel y Joaquin Pannissi interpretaron las canciones de Boom Boom Kid en versiones de música clásica. ¿Qué te parecieron estos proyectos?
Es un honor que estos grandes maestros hagan mis canciones y que se hayan interesado en el ruido que hago yo. Mi madre cuando escuchó lo de Darío creyó al fin que lo que yo estaba haciendo era música, me lo dijo hace tiempo atrás. Me sacó una sonrisa, valió la pena, muy bueno. A Darío Spiguel lo conozco hace mucho tiempo, hizo el tecladito de “Masticar”, lo pusimos ahí con Fun People en el estudio gracias a Álvaro Villagra, que es uno de los grandes productores de Argentina y grabó con mucha gente. Y la verdad que es una persona que escucha mucho jazz y Weather Report, y que se haya interesado por el proyecto de Boom Boom Kid es muy sorprendente. Y bueno, con él también montamos el proyecto Il Carlo. A Joaquín lo conocí porque alguien me empezó a pasar unos links, él estaba en Nueva York estudiando y empezó a subir videos en un canal y era buenísimo. Nos pusimos en contacto y pensamos ¿por qué no hacerlo? Próximamente se va a venir más, y también de Darío todavía faltan mezclar un par de temas, pero ahora está un poco mal de salud, así que le mando un beso muy grande y lo quiero mucho.
Hablando de música clásica, estuviste embarcado en un proyecto de cuatro discos en el tiempo de un año, inspirados en Las cuatro estaciones de Vivaldi. ¿Cómo fue ese proceso?
Las cuatro estaciones fue una de las cosas más bonitas que me pasó en la música, en el ruido, en lo que hago, como se llame. La verdad que ponerme esa meta me hizo activar de una manera muy grosa, a toda la banda en general, porque con esto de meterse en cuatro discos en un año fue muy bueno. Con procesos muy diferentes, el más loco de todos fue El disco de la primavera, que es el más extremo en todo sentido. No solamente en sonido, sino también cuando los chicos entraron al estudio, no sabían qué iban a grabar y se grabó todo en vivo. Entonces se sacaba la canción y quedaba así, medio a lo jazz, y cuando tocábamos la canción, no era igual a la que habíamos hecho. Entonces era mirarse y conocerse, y darle para adelante. Haciendo un disco onda grindcore, black metal, pero sin saber incluso a dónde iba a terminar. Los procesos de todos los discos fueron muy lindos, estamos todos muy contentos.
En El disco de la primavera aparece la idea de transmitir la estación a través del metal y a la vez introducir cada tema con un poema. ¿Por qué?
Yo escribo y a algunas cosas que escribo les meto melodía vocal, no le meto a todas porque es muy difícil eso. Toda persona que toca en una banda sabe lo que es escribir y ponerle una melodía, o tener una melodía en la cabeza y ponerle una poesía, como vos decís, te agradezco lo de poesía. También hay pequeñas introducciones de piano, con decisiones propias de el Chelo [Vidal], mi baterista. Lo quisimos hacer así porque necesitábamos ampliar lo que queríamos decir previo a todo lo que se venía luego con la canción. Por eso decidimos hacerlo así, y también lo hacemos así en los conciertos, que es donde casi ni paramos. Y de la manera en que canto es muy difícil entender lo que quiero decir, entonces eso me ayuda a hacer saber de lo que estoy hablando y también a mí me hace bien decirlo porque cuando uno dice algo que necesita decir lo saca de uno y lo hace sentir mejor. La música para mí, o escribir, o decir las cosas que uno siente, le hace muy bien al cuerpo, hace muy bien. No hay que quedarse callado cuando no hay que quedarse callado y sentir en ese sentido eso. Y el motivo de Las cuatro estaciones también es porque tenía mucho para decir. Terminamos haciendo 60 canciones en un año que publicamos en discos, pero somos muy prolíficos, grabamos mucho más y tenemos mucho más que eso, pero es lo que necesitábamos compartir en ese momento. Estoy muy agradecido por haber terminado.
Siempre fuiste un referente con tu militancia contra el maltrato animal. ¿Cómo ves los cambios que se fueron generando en la ideología de la sociedad estos años?
Mirá, yo muchos cambios no veo, lo que veo es que las empresas van cambiando su forma de economizar dinero y de ir, bueno, no sé, a veces no matan animales por eso y ven la opción quizás. Por eso esas empresas se apoderaron de todas las semillas que existen en el mundo y antes no le daban casi nada de bola. Yo aún veo a un montón de gente que usa a los animales para trasladarse, en la calle los maltratan, los usan para divertirse, para jugar, para apostar… Yo no sé por qué no lo hacen ellos con sus parientes, subirse uno arriba del otro y correr. Es muy triste, hay todavía corridas de toros. Yo estoy en que cada uno haga lo que quiera, pero maltratar a otro, o reírse a costa de otro, me parece muy triste. Y eso aún lo veo en la calle, no ha cambiado mucho. Sí puedo decir que hay más conciencia, sí, se habla un poco más, pero las palabras cuando no hay actos se las lleva el viento. Por eso yo sigo insistiendo en la idea de plasmarla en una canción y seguir con mi modo de vida también, yo trato de no usar animales ni para comer, ni para vestirme, ni para vivir. No lo hago por una cuestión de salud, creo que eso se sabe lo profundo que voy con este tema. Hay una canción nueva que se llama “¿Qué clase de joda es esta?” que sale a hacerse esa pregunta y bueno, eso es lo que tengo para decir, preguntar por qué.
El primer disco de Boom Boom Kid fue dedicado a Simón Radowitzky y también siempre reivindicaste la memoria de Severino Di Giovanni y otros anarquistas. En El disco del otoño también mencionás a Jules Bonnot. ¿Creés en el anarquismo como forma política o poética?
Yo estoy en pro de proteger y defender mi libertad individual por sobre todas las cosas, y en eso creo y en eso baso mi vida, día a día, desde que me levanto hasta que me voy a dormir. Incluso en mis sueños, sueño que todos los seres humanos tengamos eso como una meta, que no se olviden de lo que son, para qué vinieron y que no se olviden que son seres únicos y libres. Nada más y nada menos, por eso también comparto cosas con todas las personas que nombrás y seguiré haciéndolo en mis discos y en las cosas que hago, porque es lindo también compartir cosas de las personas que se la han jugado por la libertad, por la justicia y por un hombre nuevo, que sea libre y que defienda eso.
Este año perdimos a un gran artista, Daniel Johnston, al cual eras muy allegado. ¿Qué nos podés decir sobre él?
Supe de Daniel Johnston cuando viajamos con Fun People porque nuestro sello discográfico que lanzaba nuestros discos en Estados Unidos tenía su base en Austin. Creo que a mí, en lo personal, el artista más grande que hemos perdido es Roky Erickson este año. Yo soy más del rock de Erickson que de Daniel Johnston, aunque me gustaba mucho su estilo. De hecho no tengo música en mi casa y no lo suelo escuchar. Sí hay un par de temas de su primer tape que están muy buenos que me acuerdo de escucharlos en algún casete, porque lo habíamos grabado de alguien que nos lo había prestado. Los chicos con los que íbamos en la camioneta también eran de Austin, entonces era algo que se escuchaba, era como escuchar Tanguito acá en Buenos Aires, o Mateo en Uruguay. Es una tristeza que se haya ido. En Buenos Aires lo conocí porque cuando vino a tocar aquí di una mano en algunas cosas, conecté alguna gente cuando fue a la avenida. De hecho, tengo que ver con una presentación que hizo de firmas en una tienda de cómics. Y lo loco que pasó es que yo estaba pasando música y le dijeron que agarre todos los libros que quisiera y el primero que manotió fue el mío, Incendio en foto #1, una locura. Y después agarró a sus héroes de cómics que es lo que le gustaba. No le dije absolutamente nada, solamente le dije “Hola, ¿cómo andás?,” ni más ni menos. No me gustó verlo en vivo cuando vino a Buenos Aires, me puse a llorar muchas veces, pasé música ese día que tocó en Niceto, fue muy triste, pero bueno, es una opinión muy personal. Yo tampoco me crucé a Chuck Berry en su último concierto. Pero bueno, muy triste que no esté más entre nosotros y tampoco que no esté Roky Erickson.
En la escena contemporánea, alguien que siempre se encargó de tenerte presente, tanto en entrevistas, remeras y canciones, es Julián Kartun de El Kuelgue. ¿Cuál es tu relación con él?
No lo conozco al muchacho, una vez lo encontré en una previa de un concierto de Babasónicos en Obras Sanitarias. Me lo presentaron y él me dijo que hacía una canción de Fun People en su disco. Sé que le va muy bien con la música y que tiene muchos seguidores. Qué bueno, qué lindo, que lo cuide y que le vaya muy bien y le agradezco por acordarse de la banda en que tocaba yo. Tiene ojos de buena persona, no lo conozco más que eso, igual es mucho. Voy a chequear más la música que hace él y a ver capaz que si me gusta, un día quien te dice que toquemos juntos. Estaría bueno, si me gusta y a él le gusta, se hace la unión.
¿Qué bandas nacionales que están tocando ahora te gustan?
A mí siempre me gusta Babasónicos… de ahora hay un tema que me gusta de Ca7riel. El Mató a un Policía Motorizado me gusta mucho, me gusta Bandera de Niebla y me gustan los espectáculos que da Rata Blanca en vivo.
¿Cómo fue el descubrimiento de la película casera que se llamó Drácula en Campana?
Esa película la conozco desde que era chico, era un mito. Cuando yo andaba en patineta que era skater y andaba todo el día, había un amigo mío que se llama Dante, que me decía que su madre había actuado en una película de terror. Y yo cada vez que podía veía películas de horror, Jonathan que tocaba conmigo la guitarra, tenía un hermano que trabajaba en un videoclub, entonces veíamos casi todas las noches una película de horror. Siempre nos preguntamos qué onda esa película y en un momento apareció, luego de muchos, muchos años, te estoy hablando de diez, once años atrás. Llegó a mis manos y la empecé a compartir en un ciclo muy cercano a amigos míos que son cinéfilos más que nada, entre ellos Pablo Conde, que es curador del Festival de Cine de Mar del Plata y lo conozco de hace muchos años atrás. También a un amigo mío de Usuahia, Jota, que hacían ciclos de cine y de música, que son grandes conocedores, le encantó y le impactó la idea. Se me ocurrió a mí de investigar quién había sido el que había hecho esa película y vi que había varios vecinos míos de cuando era chiquito que habían participado. Y ahí me metí y me metí hasta que le comenté a Zurita que es cinéfilo también, Martiniano que también es un gran conocedor de música y de arte en general. Le dije que hagamos en conjunto este documental que se llama ¿Qué clase de joven le abre la puerta a un vampiro?, en el cual aún estamos trabajando en la edición. Y la película la encontramos gracias a Polincho, un gran artista y deportista de Campana, la encontró física, la digitalizamos y le pusimos la música porque era muda en súper 8. La estrenamos en un par de festivales y ahora estamos en la parte final de edición para terminar este documental, que espero que lo podamos tener para que lo puedan ver muy pronto.