La ciencia aboga su saber en la sistemática repetición de estudios, pruebas y observaciones que convergen en el mismo resultado. Camionero utiliza esta premisa y vuelve a experimentar con sus deseos, amparados en una rara ecuación de libertinaje que no permite fracturas: canciones de latencia hard rock prepotente, una verborragia compositiva y un reloj que pareciera favorecerlos ante la falta de tiempo. La misma fórmula del disco anterior, con alteraciones en algunos de sus elementos, volvió a funcionar en Todo lo sólido se desvanece en el aire, disco que presentarán en vivo este fin de semana en Buenos Aires.
El dúo de la Zona Norte del Conurbano se atreve a jugar en territorio foráneo manipulando melodías que coquetean con el pop -como construcción cultural y no tanto por el género-, pero transpiran energía rockera, asumiendo el riesgo de llevar al escenario una bola de sonido que jamás va a revelar que son simplemente dos.
El país piensa en términos políticos, emana rabia partidaria y se espanta ante el reiterativo futuro apocalíptico del deterioro gubernativo. Pero el dúo formado por el cantante y guitarrista Joan Manuel Pardo y el baterista Santiago Luis construye un duomo insobornable en el que la amenaza a la destrucción de la cultura argentina se reduce a la diatriba que impera en el discurso espectacularizado de la política.
Siendo un proyecto independiente donde los costos de toda producción o presentación en vivo corren por cuenta propia, ¿creen que el resultado de las elecciones puede afectarlos?
Santiago Luis: No soy de militar por ninguna causa, no me gustan los fanatismos ni estar detrás de nadie. Tengo mis creencias, mis convicciones, mi sentir, pero es muy personal, no le creo a los políticos. Hay una generación de jóvenes que explotó todo, salieron de sus casas y reventaron la escena. Son hijos de la pandemia, el encierro los agarró justo en la adolescencia y todos esos pibes ahora están activos. Hablamos de una generación que viene re informada de data de música especializada.
Joan Manuel Pardo: Yo no imagino una merma en los recitales. Hay mucha gente que sale a ver shows y consume sin ningún tipo de problema, no porque la plata sobre, sino porque hay una consciencia de consumo súper instalada. “La guita no vale nada entonces la gasto hoy”.
Esta innegociable defensa por el disfrute del vivo se remonta a los orígenes del rock nacional y fue mutando -y soportando, tolerando, aceptando, naturalizando- características a lo largo de los años: desde los cruentos 70 con razzias policiales a la orden del día, atravesando el happening cocainómano de los 80 hasta el desamparo de la codicia privado-estatal con resultados trágicos para nuestra historia en el comienzo del nuevo siglo. Como contracara, Camionero se siente ajeno a la aparente tendencia en los recitales del under donde el goce se asocia de manera inherente con la ira.
“Vos vas a los recitales de bandas post pandemials, que tienen entre 23 y 26, y observás claramente esa onda, donde el vivo tiene que ser un ambiente donde las leyes desaparecen, las normativas desaparecen, un lugar de liberación plena y pura -cuenta Joan en conversación con Indie Hoy, días antes de las elecciones-. Cosa que a nosotros, no post pandemials sino post Cromañón, no nos cierra porque entendemos muy bien que hay un límite, lo tenemos muy presente, arriba del escenario y como público. No nos cabe la destrucción por la destrucción, porque la experiencia ya nos demostró que en un caso extremo podés prender fuego un lugar“.
Santiago es tajante desde una sinceridad que para cualquier fundamentalista cerril no condice con el desgastado arquetipo del rock: “Nosotros no somos un descontrol, estamos en otra, transitando el rock más desde lo intelectual, desde el goce y el disfrute”.
El disco anterior, Club Camionero de 2021, fue grabado con celeridad en quince días porque el productor Dylan Lerner mudaba el estudio. ¿Tuvieron más tiempo para el registro de este segundo LP?
JMP: Queríamos hacer un disco de diez temas y no nos dio el tiempo. Desde el año pasado veníamos hablando sobre hacer un nuevo álbum, pero veníamos con una vorágine de tocar casi todos los fines de semana y no encontrábamos momentos para componer. Así que se repitió el mismo proceso que con el disco anterior. Yo tengo las vacaciones de invierno que son dos semanas [Joan es docente de Literatura], y en ese tiempo hicimos prácticamente todo lo que pudimos. A fines de julio grabamos los dos singles [“Rico chico” y “Lo hago mal, me siento bien“] y el resto de las canciones entre agosto y septiembre.
SL: Funcionamos un poco así, no sé si tener más tiempo nos serviría. Las cosas salen y fluyen en la sala. Hay cierta cosa de esa espontaneidad que tiene su potencia y en un punto abusamos de eso. Es nuestra esencia, desde el principio tenemos mucha química en la sala.
El arranque seco de batería en “Rico chico”, con dos guitarras incansables que batallan al mejor estilo rock stoner por el protagonismo de la canción, sirve como preámbulo para un disco ecléctico que elude las etiquetas. Todo lo sólido se desvanece en el aire es enérgico y ambicioso, pero siempre bordeando las asfixiantes orillas del rock. “Películas anónimas” se ubica como la gran apuesta del disco, de estructura impasible y con un estribillo vertiginoso.
Acompañando la estética analógica que invade el álbum, y para promocionarlo, la banda editó dos videoclips. A cargo de las visuales, el artífice Estefanía Rey Quintana compaginó imágenes reales de icónicos instantes anárquicos en recitales -Nekro de Boom Boom Kid en estado de éxtasis, la célebre fractura de Juanse en River 1992-, con flashes de Camionero en vivo y penosos momentos de violencia social. Un VHS de los 90 sádico y festivo.
La búsqueda sonora en el estudio puede ser genuina, pero no por eso factible o propicia. Como intermediario de ese dilema, apareció el productor Dylan Lerner -con quien ya habían trabajado en su debut discográfico- para materializar las voluntades del dúo. “Su presencia es fundamental en la toma de decisiones, sino estás un año modificando cosas”, aclara Joan Manuel. Para Santiago, es más que un vínculo profesional: “Tiene algo parecido a nosotros en ese sentido. Aprieta rec y no te permite hacer más de dos tomas. Dylan es un Camionero más”.
El disco pareciera tener una intención mucho más rockera que el anterior, alejándose de las melodías bluseras para indagar en otros géneros. ¿Fue algo deliberado?
JMP: No lo ponemos como una meta, pero sí hubo una búsqueda un poco más rara, no tan clásica. En muchas canciones fue buscarle una vuelta de tuerca desde el sonido y en otras salir del blues, pero no para abandonarlo, sino para probar algo nuevo. Nos gusta desafiarnos a nosotros mismos.
SL: Al principio se me ocurrió tener un sonido más Daft Punk y empezamos a compartirnos cosas entre nosotros. Siempre tratamos de innovar y buscar cosas nuevas. En esa búsqueda, van quedando temas muy variados unos de otros que nos sirve un montón a la hora de salir a tocar porque nos vincula con muchos géneros y bandas a la vez. Yo hasta lo siento más pop que rock, pareciera que se quiere meter en la cosa radial. Salió así, no fue intencional.
Siendo un dúo de rock, ¿cómo logran llevar al vivo el trabajo de guitarras que se distingue en el álbum cuando hay varias pistas o algún arreglo de cuerdas?
JMP: Los temas siempre los componemos para que suenen en dúo. En “La distancia“, por ejemplo, más allá de la viola principal hay una guitarra acústica y otras cosas. Después en el vivo lo transformás, más parecido a la versión original del ensayo cuando surgió el tema. Los pedales ayudan un montón y la dinámica de las canciones va cambiando.
SL: Tratamos de no cebarnos en el estudio haciendo pistas. Desde que empezamos la banda, la filosofía fue siempre la misma: cómo transmitir en el disco esa sensación que hay en la sala de ensayo. Lo que nos caracteriza es que la gente viene con la intriga de pensar que estos dos chabones son de estudio y se van con la cabeza explotada. En vivo sonamos como en el disco. Lo nuestro es la originalidad de sonar como cinco siendo dos.
La industria discográfica encontró en las colaboraciones una nueva forma de impulsar artistas que estaban quedando relegados en los charts, o simplemente como un camino para estrujar la popularidad ajena. Un acuerdo comercial de partes para congregar fans que en algunos casos poco tienen en común. Pero en tiempos donde cada reproducción cuenta (y suma unos centavos a la cuenta), podemos contradecir a Divididos y asegurar que “un Chalchalero puede ser un Rolling Stone”.
Al ser consultados sobre la posibilidad de incorporar artistas invitados o imaginar un feat. lucrativo dentro del estudio, Camionero escupe honestidad brutal y le cierra la puerta a toda propuesta que no esté impulsada por el legítimo disfrute musical. “No es que no nos guste, pero estamos muy atareados haciendo el disco. Nos sacamos las ganas con Juanse porque es mi ídolo del rock, aprendí a tocar escuchando los Ratones”, se sincera Santiago Luis.
En una época donde el género masivo es el trap y el reggaetón, ¿cómo se vinculan con la música actual y la constante sentencia de que el rock murió?
SL: Hay una movida under rockera muy fuerte que volvió a surgir. Son la contracara de los géneros urbanos, se volvió a vivir el espíritu del rock. Nos compartimos cosas nuevas entre nosotros, pero somos más de otra generación, no estamos en lo mainstream.
JMP: En un sentido, se ha creado una especie de construcción teórica generalizando a los jóvenes. La realidad indica que se sigue escuchando música de la misma manera: hay pibes que escuchan rock, otros que les gusta la cumbia y otros consumen trap. Nosotros nunca quisimos tirar un guiño a lo que estaba de moda, siempre supimos que nuestro público era un público de rock y nunca intentamos salir a pescar otro ámbito de pertenencia.
El resurgimiento del rock en el under al que hace referencia Santiago se personifica en bandas como Mujer Cebra, Winona Riders, Dum Chica y Sakatumba. Una escena que recoge lo estilístico del post punk británico, emplea como dogma la distorsión de las guitarras y propone desde el escenario una dosis de liberación para el outsider sub-25. Según el baterista de Camionero, la clasificación under no se condice con la realidad de estos grupos “porque te llenan un Niceto o el Teatro de Flores”. Y agrega: “Yo hago lo que me da satisfacción, lo que mejor me sale, donde puedo sentir y expresar, que es el rock. Con la intención de que a la gente le llegue y lo disfrute”.
Hay un patrón deliberado que se repite en todos los trabajos discográficos de Camionero: una última canción que se distancia de la euforia para llevarte a un apacible lugar de calma. El primer registro de este orden metódico data de 2018 con “Mañana suburbana” y “Despedida“, pertenecientes a su primeros dos EP. Un año después publican como cierre de Confianza en tí solo, “Agua asesina“, un seductor blues barrial junto a Juanse de los Ratones Paranoicos. Y a fines de 2021 publicaron su primer larga duración, Club Camionero, donde un lánguido manifiesto proletario defiende la tradición de terminar en armonía: “Trabajando para el Capital (2040)“. Para Joan “es una especie de marca registrada, en este caso también conceptual en la letra”, haciendo referencia a “Loop dorado“.
En esta oportunidad el nombre del disco no proviene directamente de las canciones, sino que es una célebre máxima que atraviesa obras literarias, llegando al Manifiesto Comunista de Marx y Engels…
JMP: Si bien hay una cita explícita o evidente al Manifiesto Comunista, no hay una manera concreta de interpretarlo, no hay que ir al libro para entender lo que queremos decir. Es una frase muy linda y tiene esa capacidad, esa fuerza de suscitar en cada persona una especie de conexión diferente en la interpretación de la realidad. Probablemente con Santi no la percibamos de la misma manera, pero los dos coincidimos en que tiene esa potencia. Las grandes estructuras que sostenían a la sociedad de alguna manera se están evaporando, se fueron desvaneciendo, instituciones sociales como la relación de pareja, la amistad, la tradición, rutinas que cada uno tiene. No es necesario realizar un análisis sociológico, es tirar la frase disparadora y observar qué le pasa a cada uno.
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