La silenciosa disolución de Dietrich se dio por 2015, mientras también comenzaba a palparse en el aire un cambio de ciclo político que, a su manera, se impregnó fuertemente en la cultura nacional en los años previos. Paradójicamente, la última etapa del proyecto fundado por Hakinen y Frisco estaba en un período de gracia, logrando recordados shows en escenarios como Niceto Club y festivales como el Music Wins, el Lollapalooza -ambos en su edición 2014- y la apertura del primer show del estadounidense Tycho en nuestro país. En ese tiempo, contemporáneo a la salida de su segundo disco, Providencia, se forjó el mito que se sostiene hasta hoy.
Para entonces, Dietrich se había instalado en el under porteño como un secreto a voces, particularmente, por sus shows en vivo, configurando una suerte de ritual que tenía lugar en cada una de sus presentaciones. Fue tal la pregnancia de esos recitales que, ocho años luego de la separación, continúan llegando mensajes a las inactivas redes de la banda y hasta de algunos de sus integrantes preguntando por el regreso.
El retorno fue, al igual que su largo hiato, bastante discreto, aunque no estuvo eximido de contratiempos. El primer acercamiento fue en los meses previos a la pandemia de covid, motivo por el cual la reunión se demoró un tiempo más, hasta que logró concretarse en el primer semestre de 2023 con los primeros ensayos. La decisión de volver, al igual que la de tener una pausa indefinida, es mucho más pragmática de lo esperable. En palabras de la banda, la justificación no podría ser más clara: “La vuelta dependía de poder sostener esa energía particular que implica un proyecto como Dietrich”.
En una época signada por la posibilidad de dejar un titular provocativo y exhumar los restos de casi cualquier género, el análisis en profundidad de la música parece incluso demodé, pero es, en esencia, gran parte de lo que hace a Dietrich. En este sentido, y más temprano que tarde, aparece una pregunta retórica: “¿por qué hacer las cosas como se vienen haciendo?”. Quien le pone la voz a esto es Hakinen, uno de los dos fundadores del grupo, en lo que es una interrogación que puede aparecer en varios pasajes de la entrevista.
Desde su génesis, la banda encarnó esa pregunta desde varios ángulos. El primero, naturalmente, está vinculado a su configuración musical. Si bien lo primero que surge por parte de los entrevistados es mencionar otros proyectos electrónicos -con sus matices entre sí- como Daft Punk y Underworld, rápidamente aparece la dimensión de la producción sonora al agregar a esta lista un disco como Graduation (2007) de Kanye West. Apropiarse de estas influencias, de todos modos, no implicó una traducción lineal para la banda dada la formación inicial de dos guitarras, bajo, batería y teclados. Así, con la materialidad propia de un formato de tales características, el sonido logró mantener la lógica de la música electrónica de pasajes largos y loopeados, transiciones lentas y un tratamiento sonoro delicado, mientras, el género quedaba en un limbo más difuso para definir, dando como resultado una mixtura, por lo menos, original.
Por fuera de las influencias musicales, aparece lo que mencionan como “un mismo imaginario”, donde se encuentran tanto libros de los escritores beat Jack Kerouac y William Burroughs, como nociones más abstractas como pueden ser la nostalgia de los programas de tele de la niñez o la imagen que puede evocar un lugar que ya no existe. El segundo lugar donde puede verse esto es en la escuela que fue el under de ese período: tras la tragedia de Cromañón de 2004, la candente escena independiente que tenía lugar en Buenos Aires se vio brutalmente cercenada como consecuencia de una serie de clausuras de diversos locales. Esto dio como resultado una brusca reconfiguración que obligó a los artistas a tomar las riendas de sus proyectos en todos los aspectos, siendo quienes debían ponerse al hombro la logística de una fecha. Lejos de entenderlo como inconveniente, esto forjó el carácter y la identidad de un conjunto de bandas, entre ellas, Dietrich.
Al indagar en este terreno resultan inevitables las comparaciones entre cómo se configuraba la escena independiente entonces y algunas agudas observaciones sobre el presente. “El under del que formamos parte nosotros en ese momento era como un purgatorio, porque ninguna de esas bandas llegó a un éxito comercial y, sin embargo, copamos la parada ocho o diez años. La razón por la que no llegamos al éxito comercial es porque éramos todas bandas post Cromañón, post 2001… era todo bastante antisistema, algo muy distinto a las bandas que vinieron o explotaron algunos años después, que venían con inquietudes distintas a las nuestras. El rock, entendido como la expresión de tener una banda y tocar, se volvió mucho más pop, más de entretenimiento, más agradable”. En esa línea, afirman que resulta natural que la respuesta de la irreverencia aparezca “por el lado del trap”.
Otro de los factores que analizan alrededor de este tópico tiene que ver con la homogeneización que también aparece en los espacios. Configurado un circuito en el que se hace música en vivo, los shows tienden a parecerse por el simple motivo de que la técnica y los técnicos son, en mayor o menor medida, los mismos. Esto, a sus ojos, trae como consecuencia que los espectáculos de distintos proyectos tiendan a parecerse entre sí, por más de que las diferencias musicales sean notorias. Para ir contra eso, el grupo se encargó de conseguir un espacio sin equipos -ni de sonido ni de luces- para luego montar su propio sistema. Esto se refuerza con el planteo de que “desde un sentido efímero y artístico, sí estamos haciendo política. Estamos diciendo que hay otras formas de hacer las cosas a través de las cuales se pueden crear universos mucho más ricos”.
Así, el retorno de Dietrich este sábado va, en sintonía con su esencia, en contra de todo: se presentan a menos de 24 horas de una asunción presidencial, en un espacio que está por fuera del circuito mainstream de espacios para tocar, rearmándose en formato banda -sin operador de Autotune y sin pistas-, y montando un espectáculo sin precedentes, armado artesanal y autogestivamente por las mismas cinco personas que posteriormente se subirán a tocar. Será, tal vez, esa búsqueda incansable por su propia esencia la que les habrá dado el lugar de mito a casi una década de su pausa o, como explicaron ellos, que en el fondo nunca importó otra cosa más que buscar borrar cualquier límite artístico y fundirse en Dietrich, algo que, de alguna forma, su público percibió.
Dietrich se presenta el sábado 9 de diciembre a las 22 h en Unione e Benevolenza (Tte. Perón 1352, CABA), las entradas están agotadas. Escuchá Providencia en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).