Cada obra de Dani Umpi se siente como una manifestación de su alter ego. Desde sus primeros pasos como cantante hasta la evolución presente, el artista uruguayo construyó un universo en constante transformación. Guazatumba, siendo su cuarto álbum, presenta una dualidad intrigante, con raíces que se hunden en lo orgánico y ramas que exploran lo tecnológico. Esta vez, la música es una entidad más acogedora, más cercana, sin perder la complejidad que lo hizo brillar.
Detrás de este título enigmático se esconde un viaje ancestral meticulosamente diseñado. Atravesando giras, mudanzas y conexiones digitales, Umpi colaboró con el productor Dr. Taba para ofrecer un álbum íntimo y eléctrico. Este no es solo un conjunto de canciones: es un tapiz sonoro que revela capas más profundas de la identidad artística de Umpi. Al igual que un árbol de guazatumba al norte de Uruguay, sus letras y melodías actúan como desinfectantes para el alma, curando con la misma fuerza que desafía.
La relación de Dani Umpi con Dr. Taba es un encuentro entre dos mentes frikis que se complementan perfectamente, que se originó en el disco colaborativo de Umpi con el artista argentino Coghlan titulado Umpi/Coghlan (2022), y desde entonces mantivieron una conexión profunda, marcada por un intercambio constante de datos y una inmersión compartida en tecnologías. Aunque ambos son nerds en su propio derecho, la dinámica es fresca y relajada, con una apreciación auténtica por lo que hacen.
Hoy podemos decir que el electropop de Umpi no fue plenamente apreciada en su momento, pero con el tiempo experimentó una legitimación, siendo ahora una fuente de inspiración para artistas contemporáneos. El cantautor uruguayo observa cómo su trabajo pasó a ser considerado un referente por sus colegas, superando factores extramusicales que afectaron su percepción inicial. Ahora, con una nueva generación descubriendo su música, espera que siga siendo un puente entre distintas épocas y estilos.
Umpi, multifacético en sus expresiones artísticas, conversó con Indie Hoy acerca de su faceta literaria, revelando una conexión íntima entre la escritura y otras formas de expresión. Mencionó una novela en constante evolución, una narrativa que se desdobla en diversas formas. La necesidad de autodisciplina en la escritura contrasta con la prioridad fluctuante de esta expresión artística, explorando la intersección entre música, literatura y artes plásticas. La obsesión por clasificar, coleccionar y recortar se refleja en sus obras musicales, visuales y escritas, creando un universo donde “el duende”, entendido para él como una fuerza creativa incontrolable, guía su proceso artístico.
¿Cuál fue la inspiración detrás del título Guazatumba y los conceptos que exploraste en el álbum?
Guazatumba es un árbol autóctono de hay en el norte de Uruguay, también en Brasil. Se lo nombra en la canción “Saturno”, que escribí cuando falleció mi abuelo. Él siempre tenía guazatumba con alcohol, se usaba mucho en el campo y todavía lo siguen usando. Es una planta que es desinfectante y también sirve como antiofídico para algunas mordeduras de unas víboras. Eso es lo que me gustó. Y está hecho como en complemento o espejo con Lechiguanas, mi disco anterior, el cual hacía referencia a unas avispas que hacen un panal muy particular, todo puntiagudo, y también tienen una miel que supuestamente es tóxica pero también tiene esto de antídoto. Dialogo mucho con eso. Con Lechiguanas también pasó que después la avispa estaba presente en un montón de lados, incluso me mandaron videos de gente comiendo la miel sin intoxicarse.
¿Cómo es para vos la experiencia de cambiar de personaje en cada disco?
Siempre pensé en Dani Umpi como un alter ego. Estoy formado por esa manera de construcción del artista como performer. Cuando empecé a cantar, lo hice de grande y siempre pensando en hacer canciones para Dani Umpi como si no fuese yo. Ahora estamos mezclados. Björk también fue muy importante para mí, salvando las enormes distancias, pero yo soy de esa generación de las riot grrrls, de la foto de PJ Harvey, Björk y Tori Amos. Yo soy team Tori Amos, porque siempre trabajé mucho con los arquetipos, una cosa conceptual de mitos y simbología. Las canciones son melodramas, tienen una cosa medio esotérica.
Hablaste de Guazatumba como un espejo de Lechiguanas, ¿en qué aspectos diferenciarías ambos discos?
Lechiguanas es un disco más de la voluntad, sobre una fuerza interior, es más aguerrido. En cambio, Guazatumba es más contenedor, tiene otra energía. Yo soy muy de los números, y este es mi cuarto disco. El cuatro es mucho más estable que el tercero, entonces siento que tiene una cosa más de acogida. Y musicalmente es muy nerd, pero muy orgánico, por eso lo del árbol. No quería que fuese una cosa tan máquina, sino que va fluyendo, tiene muchas capas y a la vez es aireado.
¿Pudiste incorporar la metáfora del árbol en el proceso de creación de Guazatumba?
Sí, porque tiene algo medio botánico, de ramificaciones, algo que se va podando. Es muy delicado, toda la producción quedaba en ese sentido. Medio jardinero, como una idea que va creciendo y después se va podando. Lo hicimos hace muchos años y fue tomando su forma con el tiempo.
¿En qué momento empezaste a trabajar el disco? ¿Cuánto tiempo abarcó el proceso?
Fue prepandemia, con canciones algunas viejas, pero después atravesó toda la pandemia. Atravesó mudanzas también, porque yo me volví a vivir a Uruguay. Taba hizo muchas giras, y yo no estaba acostumbrado a hacer cosas a distancia. Muy de la época, muy del momento, de las reuniones de Zoom, de todo por WhatsApp. Pero con paciencia, nada apresurado. Esta vez, sí seguí todos los consejos. Lo pensaba sacar el año pasado, pero me dijeron que no por el Mundial, y mientras se iba postergando fue cambiando todo. Es un disco que tiene algo muy milimétrico, es muy tecnológico pero a la vez es más cercano a lo artesanal que a la inteligencia artificial. Taba es muy obsesivo y eso a mí me encanta. A veces lo quiero trasladar al vivo y son arreglos imposibles. También cedí en algo que nunca quise hacer que es cantar canciones viejas. Siempre quiero hacer solo lo nuevo, porque me aburro y reniego de muchas cosas, pero ahora ya está. En el show voy a pensar más en rescatar cosas de otros momentos de mi vida.
Tu música siempre suena actual, incluso 18 años atrás cuando salió tu álbum debut, Perfecto. ¿Cuánto cambió con el tiempo la percepción del público hacia tu proyecto? ¿Cómo era la escena electropop en aquel entonces?
Habían artistas en el electropop, un cimbronazo del electroflash y de todo ese momento Miranda! y Fangoria, pero en su momento no era de la gente melómana. Ahora hay otros músicos que de alguna manera han cambiado la visión sobre mi trabajo. Una especie de legitimación con el tiempo, medio meritocrática. Yo ahora me siento mejor, pero estuve muy resentido con eso, porque no podía creer, por ejemplo, que a alguien no le guste mi música. En Uruguay siempre hubo gente que cantó raro y nadie le dice nada. Siento que habían varios factores extra musicales que ahora no se llegaron a superar, pero sí es diferente. Es algo que siempre estuvo dentro de lo LGBT o lo indie también, pero después había un sector que no, que siempre fue medio raro y yo también la iba de raro.
¿Cómo lograste equilibrar la emotividad del disco con la vibrante energía que invita a la pista de baile, especialmente en canciones como “Altar“?
“Altar” surgió cuando me vine a vivir a Maldonado y me reencontré con un amigo que hacía muchos años que no lo veía. Él también hace música, tiene un proceso que se llama Quintelman, algo más experimental. Hicimos esa canción juntos. Por un lado es muy predadora, y por otro lado, tiene una cosa medio de vagancia, de elegir lo que tenga más cerca. “¿Cuál me comeré primero?”. Al final, es a quien esté más cerca, pero tiene algo muy avasallante a la vez.
Por la misma línea, “Vieja loba” está cargada de dramaturgia y un sonido electrizante…
Hay algo también de una nueva etapa y también tiene algo sensual esa canción, algo medio de película, porque tiene varios momentos. Cuando ensayo con la banda me dicen que es como si fuesen dos canciones juntas. Hay algo de máquina que va cambiando la voz. Yo nunca había usado tanto efecto para la voz como en este disco, así que tuve que ensayarlo mucho para que salga perfecto en el vivo.
¿Qué te llevó a elegir las distintas colaboraciones del disco?
La de Faraonika tiene unos arreglos de cuerdas hermosos de Agustín Della Croce, y me parecía que le iba muy bien por la voz que tiene. Aparte, admiro mucho su trabajo. El imaginario de la canción iba perfectamente con ella. Pensamos mucho en una cosa medio sophistipop, tipo “Eyes Without a Face” de Billy Idol. Son cosas que le gustan a ella. Después, está Joaquín Vitola en “Saturno”. Su voz me encanta, y él es muy encantador. Me parecía que era una buena compañía para esa canción que es muy masculina, como de amigos jodiendo en un bar. Después me sorprendió con “Gente loca”, no pensé que fuera a gustar tanto. Yo conocí Masoniería por Papa Topo. Nos conocimos de casualidad en Madrid en un toque de Elsa de Alfonso. Es una canción muy graciosa también en un disco que es bastante solemne. Es sobre el lobby y todo eso que se da en todo tipo de ambientes: artístico, político, médico, yo qué sé. Y en cuanto a Elli Medeiros, es una cantante súper referente para mí y muy importante para el electropop, porque estuvo en el dúo francés Elli et Jacno, y también estuvo en Stinky Toys, una banda re importante en el punk. Es una uruguaya que vivía en Francia y ahora está viviendo también acá en Uruguay. Nos hicimos medios compinches y grabamos esa canción que es una oda a bailar juntas por ahí.
Dani Umpi se presenta el jueves 30 de noviembre a las 20 h en ND Ateneo (Paraguay 918, CABA) junto a Ceretti y Matt Montero, entradas disponibles a través de Plateanet. Escuchá Guazatumba en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).