El análisis exhaustivo carece de sentido -o al menos pierde fuerza- cuando es el propio autor quien sintetiza acertadamente su trabajo en una frase irrefutable: “Son canciones simples”. Es Joaquín Carámbula, cantante y guitarrista de Detonantes, quien describe así los temas de Bola rápida, el último disco de una banda que permaneció en silencio por más de diez años. No hay dudas de que su veredicto no busca justificaciones ni intenta disfrazar carencias, por el contrario, es una robusta declamación de placer: “Lo que nos representa, nos gusta y disfrutamos, es esa esencia cruda y natural del rock”.
Cuando la banda publicó su primer disco en 2013, se embarcó en un futuro prometedor que quedó truncado en la vorágine de los 15 minutos de fama warholianos. A pesar de la sugestiva propuesta que acompañaba a un incipiente cambio estético nacional con claras partículas de glam rock extranjero, la banda recorrió los principales festivales del país, pero no perduró en el tiempo y los deseos individuales comenzaron a ocupar espacios sustanciales.
Hablar de una formación original en Detonantes sería arriesgarse al error. Pero identificar a Joaquín Carámbula, el bajista Nicolás Bolo y el baterista Juan Manuel Colonna, como parte de ese caldo primordial, sirve para entender la complicidad que brotó de sus venas a la hora de retomar canciones que habían quedado ocultas en el cajón de los recuerdos adolescentes. Cabe remarcar que dentro de esa cuadrilla, sumergida en la exquisita pretensión y avidez juvenil, también se encontraba un Mateo Sujatovich que aún no tenía edad para votar.
¿En qué se basó la decisión de publicar canciones inéditas que fueron compuestas hace más de diez años?
Fue la clara intención de volver a las raíces, al origen primitivo. De hecho, son canciones súper simples, que nos conectan con esa raíz rockera clásica que tanto nos gusta. Decidimos ir por ese estilo crudo y sin efectos con la impronta del power trío. Son canciones que las hemos hecho en vivo hace varios años pero que nunca las grabamos; hermosos pendientes que ahora nos dimos el gusto de plasmar en un disco.
¿Trabajaron de alguna manera particular el tratamiento del sonido para aggiornar las composiciones?
El disco está grabado en vivo haciendo apenas un par de tomas los tres juntos. La búsqueda de lo simple también estuvo presente en la forma de grabación: la Flying B [la icónica guitarra eléctrica Gibson], un equipo Marshall, el mismo bajo y la misma batería en todas las canciones. Más allá de algunas tomas individuales para los solos, el registro fue algo bien visceral.
Aparte de los temas que fueron elaborados en el pasado, ¿cómo trabajaron el armado del resto del disco?
Por lo general partimos de un riff o alguna idea musical. Por momentos es zapando con los chicos o por ahí solo a las cuatro de la mañana, puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar. Hoy en día con un celular podés grabar esa idea que aparece de la nada para tener una referencia futura, aunque muchas veces la melodía queda girando en algún lugar de nuestra cabeza y no te la olvidás, lo que termina siendo un indicio de que te gustó. Y ese riff lo llevás a la sala de ensayo y comienza a ser una canción, que para mí es una especie de cuadro con un marco claro, sino las líneas podrían ser infinitas y es una locura. Es como cortar un lienzo para resumir las ideas a un tiempo determinado, sea cual fuese. Hay composiciones de apenas un minuto y medio donde no es necesario seguir agregando elementos; es un extracto que a su vez representa un momento de tu vida.
La resurrección de Detonantes dispara un interrogante: ¿cuál es realmente ese sonido primigenio? La distancia, no solo cronológica, entre sus dos discos es insondable. Bola rápida es un rock arrogante con destellos de glitter que encuentra el descanso en la escala clásica del blues, mientras que el debut del 2013 quedó marcado por un post punk castellanizado.
Sin embargo, la decisión de regresar luego de una década con el mismo nombre – y por lógica la misma pretensión – pareciera ser un hecho que no se sometió a votación, tal vez porque no fue necesario. Tal vez, porque la química de los primeros ensayos fue motivo suficiente. Según Joaquín, “la amistad ayudó a que todo fluya como siempre, a pesar del parate de diez años fuera del escenario”.
Polemizando sobre este giro musical, Carámbula llega a reconocer las diferencias artísticas entre sus obras, pero las avala con el argumento del tiempo y el espacio: “En ese momento escuchábamos mucho los Strokes y bandas populares que sonaban en los 2000. Pero originalmente nosotros somos un poco más de la vieja escuela a pesar de que consumimos muchísimos estilos de música”. Ese origen pareciera tener más de un punto de partida.
¿Cómo fue la primera reunión después de tantos años sin tocar juntos?
Los ensayos se ponen cada vez más divertidos, sobre todo ahora que estamos preparando lo que va a ser el show de presentación de este disco, y obviamente de los temas viejos también. Estamos craneando algunas sorpresas y el listado de los invitados. Se nota cuando estamos juntos que realmente lo disfrutamos; para mí es como el sentido de la vida, es conectar conmigo mismo, con algo sagrado. Hay un montón de bandas que van mutando con el tiempo, en nuestro caso fue volver un poco al orígen, enchufar la viola al amplificador sin intermediarios y disfrutar de esa conexión real con los pibes.
¿Pensaron en volver al formato de cuatro integrantes o sumar colaboradores para los shows?
La verdad es que no estamos cerrados a nada y ya tenemos muchísimas ganas de grabar un disco nuevo. Voy registrando todas las ideas que van surgiendo para proyectos futuros, riffs o leitmotivs que aparecen. Pero todavía muy concentrados y contentos, metiéndole a full a estos ensayos previos al show de presentación. Respecto al futuro de la banda estamos dispuestos a explorar otros mundos pero manteniendo la esencia rockera de este álbum.
Más allá de la famosa Flying V que usó Pappo sus shows en el Madison Square Garden de 1993, no es una guitarra con mucha presencia en el rock nacional, ¿por qué su elección para Bola rápida?
Me gusta mucho una banda de rock de los 70 que se llama UFO, su violero Michael Schenker es una gran influencia para mí desde su estética visual y sonora. Imaginate que de chiquito tenía un póster suyo en el cuarto. Tiene un sonido particular y una gran actitud rockera. También es bastante importante el equipo, y la combinación Flying V con Marshall es infalible. No solo no uso pedales, sino que es la única que utilicé para este disco.

Conversar sobre música con Joaquín es ingresar a una wikipedia abstracta, una decantación inagotable de nombres difíciles de linkear para un fundamentalista. Con el pelo a lo Marc Bolan y una remera de Aerosmith comenta: “Empecé escuchando jazz de chiquito, guitarristas como George Benson o Joe Pass, pero con el tiempo el abanico se fue abriendo”. Su ostensible impronta rocker genera un contraste llamativo con su encanto por la música folk, el reggae y esencialmente el jazz. “En estos diez años de inactividad con Detonantes grabé un disco de baladas acústicas. En la trayectoria de la vida uno va recorriendo diferentes estilos, climas, distintos colores y sonidos”, argumenta al ser consultado por los años de parate con el grupo.
Las primeras escuchas no llegan nunca por motus propio sino a través de un canal más experimentado (un primo más grande, un tío melómano), o suelen ser el simple recuerdo de la música hogareña, aquella que uno no elige y sola se empeña en refugiarse inmortal en lugares recónditos de nuestro cerebro. En el caso específico de Joaquín, la ambigüedad familiar fue el génesis de su espectro musical. El jazz fue una transferencia paterna de Berugo Carámbula, el reconocido actor y humorista uruguayo con una vasta trayectoria en la Argentina; y, probablemente, su afición por las seis cuerdas punzantes culpa de su hermano Gabriel, fundador de los Ratones Paranoicos y de Los Perros Calientes, banda que acompañó a Fabiana Cantilo en sus primeros discos solistas.
¿Tuviste la oportunidad de compartirle el disco a Mateo Sujatovich?
Obvio, lo escuchamos juntos en su auto antes del lanzamiento. Con Mateo nos vemos siempre y viene a los shows. Éramos compañeros de colegio y nos criamos tocando juntos. En ese momento él estaba empezando a tocar la guitarra y sacaba temas de Spinetta, esos acordes imposibles que solo él podía sacar de oído. Como yo tocaba rock y blues, se empezó a dar un intercambio cultural que terminó en zapadas en los recreos, y en algunas clases también. Era compartir la música todos los días, todo el tiempo. De esas juntadas se terminó armando Detonantes. Siempre es un placer vernos y compartir, disfrutamos mucho cuando tocamos juntos o participamos en los proyectos del otro [Joaquín fue invitado a tocar en algunas canciones de La dirección, el disco de 2021 de Conociendo Rusia]. Nos acompañamos en la vida como hermanos, él siempre está. Es un fanático de la vida y yo también.
¿Puede ser que el riff inicial de “Mal trago” evoque algunos pasajes de “Blues de la libertad” de los Redondos o “Desconfío” de Pappo’s Blues?
Detonates es 80% rock y 20% blues. Puede sonarte también a “Little Red Rooster” por ser un blues bastante clásico en su forma y estructura. Nos encanta el blues sobre todo por esa espontaneidad que tiene y esa libertad que te permite soltar la mente a pesar de tener una configuración clara. El blues me acompañó de chiquito y a la hora de tocarlo sucede una ambigüedad extraña: esa desconexión de la que te hablo con la liberación de la mente y una conexión con el presente.
Bola rápida es justamente esa conexión, pero a todo voltaje. Desde el arranque con “Medianoche” se establece el común denominador que va a imperar el disco: una estructura clásica de stoner rock con letras de anécdotas que suceden cuando baja el sol. A pesar de que “Abismo” y “El 60” van a repetir este patrón sin cuestionamientos, el sólido groove del bajo de Nicolás Bolo incita al movimiento involuntario. Los porcentajes de rock y blues se confunden en “De vuelta en la carretera“, donde la sinergia del trío se hace carne, y “Locura” le da la oportunidad a Juan Manuel Colonna a contener la enajenación con un golpeteo que sabe aprovechar los espacios.
Hurgar en las influencias de Joaquín Carámbula es perderse en un laberinto donde pueden toparse Jimmy Page con Al Jarreau, hasta encontrar en un rincón perdido a Bo Diddley. Bola rápida es su manifiesto, su ley y su mandamiento: “No me imaginaría la vida sin esas seis cuerdas. Así que gracias blues y gracias rock and roll”.
Detonantes se presenta el jueves 5 de junio a las 20 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA). Entradas disponibles a través de Passline, con 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.
Escuchá Bola rápida en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).