La aparición del COVID-19 trajo un cambio rotundo en todo el mundo, enfrentándonos con panoramas que solo antes habíamos vivido como espectadores de películas de ciencia ficción y de los que ahora somos protagonistas. En lo que respecta a la industria musical, no solo fueron los músicos quienes se toparon con esta súbita inactividad, ya que las redes de trabajo que se entrelazan en un show en vivo involucran un gran abanico de iluminadores, acomodadores, personal de control, productores, mánagers y discográficas.
El destino de la industria musical es un enorme signo de interrogación, lo que genera diversos pensamientos y sentimientos frente a esta incógnita que se vive en el día a día. La palabra “reinvención” se ha convertido en moneda corriente y obligatoria para subsistir a este trayecto lento y dificultoso hacia la llamada “nueva normalidad”. “Eso de reconvertirnos hacia una nueva industria es parte de un proceso que ya empezamos a desarrollar”, analiza José Luis Camerón, fundador de la productora Gonna Go que tuvo la suerte, por así decirlo lamentablemente, de desempeñar su labor en el festival Rock en Baradero, uno de los últimos eventos musicales multitudinarios que se vivieron en Argentina a fines de febrero. “Hemos visto casos de otros países, de otro tipo de propuestas, la migración hacia lo digital, que vemos que toma fuerza pero que no termina de alojarse como una opción clara de ingresos. Estamos desde este lugar comprendiendo, leyendo, mirando, escuchando, hablando con todas las partes. Es un momento que estamos en permanente contacto con todos los colegas, desde productores, mánagers, artistas para ver cómo encarar hacia la nueva conducción de esta industria que nos aloja a tantos y queremos sostener teniendo como premisa la calidad en producciones”.
Sergio Pabón, cofundador del festival colombiano Estéreo Picnic y la productora Páramo, describe una situación similar: “Nos hemos visto bastante golpeados, hemos tenido que reducir el equipo haciendo un recorte de personal importante. Es una situación donde tenemos que poner la compañía en un lugar que nos permita resistir la mayor cantidad de tiempo posible, ya que esto se ve largo y estamos aprovechando este tiempo para reinventarnos y explorar todo el universo digital y elaborar productos nuevos que no teníamos antes”.
Pero esta emergencia sanitaria no fue el único impacto para la industria musical en algunas partes de Sudamérica. En Chile parece llover sobre mojado, según relata Roberto Parra del festival Fauna Primavera acerca de la situación que están atravesando en su país: “Nos afectó mucho pero de alguna manera podría decirte que nos afectó menos que el estallido social en Chile, que fue en octubre y noviembre cuando teníamos los 10 años de Fauna y un par de eventos grandes. Fue muy difícil sacar adelante todos esos proyectos con la situación que atravesaba el país y desgraciadamente fue mucho más complicado porque teníamos mucho más en juego, por así decirlo. Lo que pasó ahora nos agarró empezando el año y nos vamos a tener que endeudar para poder seguir manteniéndonos para poder trabajar”.
Esta cavilación también es algo característico en las distintas organizaciones que toman esta catástrofe como una oportunidad para girar el timón y cambiar el rumbo a pesar del desastre. José Velásquez, de la agencia peruana Veltrac Music, aconseja planear con precaución. “Hay mucha proactividad, muchos emprendedores y empresas que salieron inmediatamente con ideas y propuestas. Lo primero que tenemos que hacer es mirar qué está pasando. No recomiendo pasar a un plan muy apresurado porque las cosas cambian todo el tiempo. No sabemos todavía medir el impacto que tiene esta crisis económica global. En Perú es un pico que nunca hemos visto y ha sido solo comparable con una batalla histórica de hace montón de años. Es crítico y hay que analizar incluso con un nivel de apertura muy optimista y flexible para saber bien para dónde arrancar y cómo reinventarse sin egos, sin penas y sin asco”.
Así se abre el debate acerca de cuáles son estas alternativas que la industria puede generar como formas de reinvención frente a la imposibilidad de producir la materia prima de una productora como son los shows en vivo. Como iniciativa frente a este parate, Niceto Club, uno de los epicentros culturales en Buenos Aires, semana a semana presenta una grilla de actividades que mantiene la maquinaria en movimiento. El periodista y productor Yumber Vera Rojas nos contó sobre algunos de los proyectos que emergieron de esta disyuntiva contemporánea. “Hay dos maneras que estamos utilizando: participando en la creación del protocolo para poder generar transmisiones en streaming con artistas en la sala y, por otro lado, en Niceto tenemos la particularidad de que también estamos dos periodistas en la programación, Tito Del Aguila y yo. Estamos tratando de recrear unos conversatorios para mantenernos como marca, tratando de recrear esa sensación de ir a Niceto que tiene dos salas, una sala más pequeña para propuestas experimentales que es de ahí donde sale “Indi(e)scretos” y el otro más main que lo lleva Tito y se llama “Bipartito”. [Queremos] recrear el universo de Niceto a través de las entrevistas, vamos a generar mucho contenido y a partir de ajustar algunos detalles, realizar eventos interactivos pagos”.
Pabón tiene planes similares para generar un poco de acción en la escena musical de Colombia: “Creamos un festival que se llama Unión, donde hacemos shows streamings de artistas en vivo, clases de cocina, entrevistas a personalidades. Es un festival que ya hicimos tres veces. Es súper masivo y estamos enfocados cien por ciento en apoyar a UNICEF, todos los ingresos de los patrocinadores van directo a ellos. Por lo menos ha sido una acción social como intermedio de estas circunstancias”. Pero el gran obstáculo con el que se encuentran estas alternativas es la pregunta de cómo monetizar este paradigma para solventar de alguna manera el trabajo. “Ahí hay otra cosa que se ha tergiversado en Latinoamérica: todo aquello que proviniese de la órbita de internet era gratuito”, agrega Vera Rojas. “Netflix ya venía capitalizando esto y ha sido un éxito junto a Amazon como grandes triunfadores de esta época. Pero nosotros entendimos que la cultura vista desde la virtualidad era gratuito, nos malacostumbramos a eso y ahora hay que cambiar la manera de entenderlo. Y de esta manera ofrecer también contenidos diferentes, dividir la promoción de la profesión, porque también surgieron muchas preguntas, como el lugar de la cultura dentro de esto”.
El streaming ha sido una herramienta fundamental para que artistas de todas partes puedan seguir en relación con su público a través de plataformas como Instagram, YouTube o la fama repentina de otras como Zoom y Twitch. Ya hubo casos de grandes festivales nacionales que optaron por esta inmediación, como sucedió con el pasado Quilmes Rock, con el festival de 24 horas de música a beneficio de Billboard Argentina, y lo que pasará en agosto con la edición virtual del Cosquín Rock. Con distintos canales de comunicación, hay una premisa que se equipara en todas las voces: el streaming llegó para quedarse y ahora lo que queda es ajustar el engranaje. “Creo que la gente todavía no valora los eventos digitales”, reconoce Velásquez. “Hay tanto contenido hoy en día en las redes sociales, hay tanta información circulando en internet, tanta demanda de videos en las plataformas virtuales, que el gran esfuerzo de digitalizar un evento pasa desapercibido. Muchos artistas han optado por la opción del streaming pero hasta que este no se pueda rentabilizar es como regalar shows gratis a todo el mundo. Lo especial que tiene dar un streaming exclusivo, íntimo y directo a la gente se está desvalorando”.
Parra coincide con que hay poca sustentabilidad económica en lo virtual, “pero le está dando la posibilidad a artistas, promotores, salas y sellos de interactuar de alguna manera distinta con la gente. De generar contenido que en otro momento no hubieran hecho”. Vera Rojas se imagina un futuro en el que lo virtual y lo físico conviven: “Si bien antes era una herramienta promocional, hoy es una realidad que se va a sostener junto con la del encuentro físico. Van a ser dos maneras de entender la música y desde ahí sus debilidades, falencias y posibilidades que tenemos. Esto es un nuevo orden mundial que estamos viviendo y el mundo ya no va a ser el que era, entonces hay que acostumbrarse y agradecer también que tenemos estas oportunidades para poder sobrevivir. También va a haber una especie de darwinismo social, donde la supervivencia del más apto vuelve a estar como de moda y vuelve a ser contemporánea. Si bien había indicadores de que nos teníamos que reinventar en muchos rubros, porque ya quedaban muy antiguos, la misma coyuntura nos obliga ya a hacerlo”.
Pero cuándo y cómo volverán los eventos presenciales no lo sabemos, lo que sí podemos asegurar es que el período estacional en gran parte de Sudamérica no favorece para nada el avance de la problemática. Así que intentando imaginar esa luz al final de este extenso pasillo y ver los posibles escenarios, Pabón imagina una transición progresiva: “Creo que se irán abriendo puertas desde eventos más pequeños y las capacidades van a ir aumentando gradualmente. Va a haber una cantidad de requisitos de bioseguridad y de higiene nuevos que los recintos van a empezar a operar. No se va a poder ocupar el máximo de su capacidad, lo cual va en contra del negocio, va a ser difícil trabajar en esas circunstancias. Pero habrá que estudiar cómo serán”.
Camerón, por su parte, no quiere que la industria musical sea la primera en parar y la última en volver: “Porque si no parece que todo el mundo empuja por recuperar su actividad y nosotros somos los únicos que tenemos que esperar. Entendemos que no somos una actividad esencial en cuanto alimento, medicina, transporte, pero sí sabemos la implicancia que tiene la cultura en la sociedad”. Pero Parra se mantiene más optimista: “Hay muchas ideas que todavía no funcionan porque estamos en invierno y todo se debería hacer a puertas cerradas, pero creo que en octubre en adelante se pueden abrir las opciones de hacer cosas al aire libre, con más espacio. También va a ser lindo ver cómo todos los promotores se tornan hacia lo local para poder salir de esta. En el fondo siento que esto nos está uniendo a toda la industria en algún punto. La gente deja un poco de lado sus diferencias y empieza a conversar más y ver cómo colaborar más para tratar de hacer proyectos que nos beneficien a todos y que cada uno no corra por su lado. En estos tiempos se necesita un poco más de esa colaboración colectiva”.
Tras el avance de la pandemia, muchos sectores se vieron obligados a pedir algún tipo de ayuda al gobierno para resistir este tiempo crucial, pero con un escenario como el actual, la cultura no es una prioridad cuando el foco está puesto en la salud y la economía se encuentra devastada. Esto es algo general y acompleja a la mayoría de países que se encuentran bajo este conflicto. Para Velásquez, en Perú se trata de un problema estructural: “La música nunca estuvo tan articulada, tan unida, no hay suficientes gremios, entonces los ministerios no tienen la información tan clara, ni la comunicación con los participantes del sector. Y al no estar la data no se tiene la precisión de cuánto se ha afectado la industria y cuál es el nivel de urgencia, por eso el gobierno no reacciona a los tiempos necesarios”. Lo mismo sucede en Chile, según comenta Parra: “No hay un subsidio especial por ser la industria de la música. Son muchas las industrias que están siendo afectadas por esto. En ese sentido, el gobierno ha tomado medidas que de alguna manera nos están dando una ayuda que quizás no hubiéramos tenido en una circunstancia normal.
En Argentina, Vera Rojas reflexiona sobre esta dicotomía en la que la industria se encuentra encajada: “Esto también tiene que ver con modelos caducos, la dependencia del estado. Latinoamérica está acostumbrada a vivir del Estado, porque también el Estado nos acostumbró a eso y tampoco funciona. Uno está esperando a que el Estado los ayude cuando realmente nosotros somos los que tenemos que ayudar al Estado generando ideas, colaborando. El gobierno está en unas circunstancias bastante débiles y hace lo que puede, con muchas presiones y acá la prioridad es lo sanitario. Entonces tenemos que hacernos cargos de nuestros actos y de hacer lo que queramos hacer. Esta forma gravitacional de entender al Estado también caducó, el Estado lo que tiene que hacer es legislar, nada más que eso. Nosotros tenemos que lidiar con propuestas, lo que hizo SADAIC es una bestialidad que nos atraviesa a todos, hay un aprovechamiento del miedo. Hay que atacar ese tipo de cosas y organizarnos sobre todo. Algo que nos ha ayudado esta época es a unir fuerzas y pensar en colectivo al darnos cuenta que el Estado hace lo que puede, tenemos que actuar. Todo el mundo machaca al Estado la responsabilidad de tener que ayudarnos y el Estado no tiene ningún tipo de responsabilidad”.
Unas de las consecuencias más visibles de la pandemia fue la reprogramación de los grandes festivales del mundo. El Lollapalooza sigue con la esperanza de poder realizarse en noviembre aunque todo parezca que será muy complicado por cómo viene la mano. Festivales como el Primavera Sound de Barcelona optaron directamente por pasarse al 2021. Para entender la importancia que tienen estos eventos en el circuito global, dado que su presencia en Latinoamérica condiciona la agenda de muchas agencias y que funciona como efecto dominó teniendo como cabecera la gira europea de varios artistas, Velasquéz nos brindó una panorámica sobre las implicancias de estos poderosos fenómenos: “Con el surgimiento de los festivales se ha comenzado a estructurar una serie de lineamientos en las agendas que se plantean alrededor de la circulación de los artistas entre los diferentes grupos de mercado según temporadas basadas en ofertas de festivales. Hay cierta frecuencia de festivales distribuidos por el mundo que dictan la ruta de preferencias en las agendas de los mánagers. Básicamente siempre termina uno pudiendo planificar su año con tendencias que se repiten. Para irnos a un caso cercano, marzo y abril para Sudamérica es el Lollapalooza en Chile y Argentina y el Estéreo Picnic en Colombia, hace varios años que vienen transcurriendo esos festivales. Uno ya sabe que cuando llegan esos monstruos hay una oferta de artistas en esas fechas. Si eres uno de los países en donde están esos festivales, sabes inmediatamente lo que no tienes que hacer, que es no poner una fecha que el festival va a aplastar. Directamente se te dicta un comportamiento como empresa o de repente planificas fiestas alternas, sideshows, pero poner otro festival que compita es muy riesgoso porque estos monstruos ya están muy bien posicionados. Si estás en un país como el mío, donde no están esos festivales, lo que termina sucediendo es que hay una catarata de artistas y comienzan a venir en manada todos los shows a Lima. Pero eso dicta enseguida la importancia que tiene marzo y abril para todas las agencias y toda la industria en general. Luego junio y julio es Europa y septiembre-octubre normalmente Norteamérica. Lo que empieza a suceder es que si el Lollapalooza no pudo ser en su fecha por la pandemia y lo pones en noviembre o diciembre, la primera pregunta que aparece es si será que el Lolla en 2021 va a ser también a fin de año para que haya un año de distancia. Eso te genera una incertidumbre en tu planificación y cómo viene la mano no se sabe nada todavía si será posible congregar semejante cantidad de gente por esas fechas. Imaginate la misma incertidumbre en los tres conglomerados con Europa y Estados Unidos y pensemos en los miles de festivales que están sufriendo lo mismo. Muchas agencias están optando saltar un año, como Primavera Sound. Pero hay que ver qué termina sucediendo. Las bandas que están bien capitalizadas pueden parar de tocar porque no prescinden del dinero, pero qué sucede con todas las demás que necesitan trabajar para poder realmente vivir y en la cadena de su equipo también, desde el ingeniero de sonido al tour manager. No es tan fácil patear un año para empezar a trabajar y se está buscando en qué mercados ya las cosas se empiezan a activar para poder meter shows”.
La colaboración del público también es fundamental para el futuro de la industria y su restauración, ya que la crisis ha generado distintas posturas de acuerdo a la devolución de entradas y el reintegro del dinero de aquellos eventos que no se han podido realizar pero está garantizado su reprogramación cuando este cataclismo se calme. “Hay mucha incertidumbre y es lamentable no poder darle más explicaciones al público”, declara Pabón, “pero la verdad es que por ejemplo en Colombia el gobierno no ha regulado el tema. Entonces por el momento uno no tiene la obligación de hacer esa devolución y no hay mucha claridad de cómo son las reglas del juego. Para los empresarios el tema de la devolución es durísimo porque en la mayoría de casos todos los artistas ya están pagos, incluso también hay casos donde ya hay producción montada o gastos de comunicaciones. Salir a devolver todo puede llevar a una quiebra fácilmente”.
Parra confía en el púbico: “Saben que no es algo de los artistas ni de los promotores. Pero al mismo tiempo, la industria se ha regulado, por ejemplo en Brasil por ley no se devuelven los tickets de los shows que se reagenden. Eso por lo menos le da una certeza a la industria de poder trabajar con la idea de reagendar sin tener que pensar, porque en el fondo nosotros hoy en día podríamos estar reprogramando cosas que me devuelven todos los tickets y luego no vuelvo a venderlos porque la economía está hecha mierda. Entiendo que la gente quiera su plata de vuelta, pero creo que lo que se hizo en Brasil es una buena política, tiene sus matices como todo, pero ayuda a la industria. No es que le están diciendo a la gente que cagó con su plata, se necesita de su aporte y si el concierto finalmente no se da, se devolverá obvio, pero se va a hacer el show y si después alguien me dice que no puede viajar, se entiende y listo, se verá en su minuto, pero le quita un poco de incertidumbre a la industria”.
El impacto de miles de devoluciones puede quebrar a una industria entera, opina Velásquez, y desarrolla: “La gente no entiende que en los procesos de producción de un concierto la recaudación del dinero no es que uno se la mete en el bolsillo y es todo ganancia, en paralelo mientras se va recaudando ya se van financiando los costos de producción. Parte se la llevó el artista, otra parte el marketing de publicidad, otro el local, otro los proveedores. Es toda una industria en peligro. El consumidor se quedaría sin su entrada igual porque quiebra la empresa. El fan tiene que ser responsable y en vez de pedir, tiene que ponerse en el contexto de que aquí nos cayó un meteorito a todos. ¿Cómo el fan puede ser tan egoísta de creer que a él solo le cayó el meteorito? Y quiere que el productor, que sabe que tiene el meteorito enfrente de su casa, le devuelva su entrada sabiendo que si se la doy a uno se la tengo que dar a todos los que iban a asistir al concierto. Este monstruo nos ha afectado a todos. La plata es parte de un proceso financiero de un evento y está comprometida, piensan que la plata la tenemos en el bolsillo, pero no funciona así lamentablemente. Es muy importante que el fan entienda esos misterios que los productores les hemos querido compartir, que transparentemos los procesos y el fan conozca cómo realmente se desarrolla la industria. Para que vea los flujos de los dineros y entiendan dónde está dinero y por qué actualmente no se puede devolver. Es información importantísima para que la gente se dé cuenta de cómo es la realidad”.
La industria musical ha tenido que mostrar mayor resistencia frente al aislamiento social, y si hay algo en que todas las voces entrevistadas concuerdan es que el futuro es algo incierto. La reinvención es el paradigma que rige las normas de la actualidad de las productoras y la virtualidad será una realidad a la que nos vamos a tener que acostumbrar como una alternativa cuando esta situación vuelva a recobrar un equilibrio. La situación es drástica, pero esperanzadora, un mundo entero cruzando los dedos a las expectativas de cómo será el regreso a los eventos que conocemos, amamos y forman parte no solo de un estilo de vida, sino de los engranajes de la maquinaria que le da fuerza a la cultura. Anhelando con paciencia, sabemos que el regreso será épico y triunfal. Mientras tanto, bienvenidas sean todas esas nuevas formas que sirven para resistir este golpe profundo y para volver con la enseñanza de haber aprendido que ni las peores tormentas pudieron apagar el fuego que hemos construido.