Foster the People irrumpió en 2010 con “Pumped Up Kicks” y nada volvió a ser igual. Pero detrás del ritmo contagioso y tono jovial del gran hit de la banda californiana, su letra cargaba con una fuerte oscuridad y temáticas como la violencia juvenil y otras problemáticas sociales. Esta aparente contradicción –un sonido que podía pasar por bailable en la superficie, pero que invitaba a reflexionar y tomar consciencia– puede que haya sido uno de los factores que impulsó la explosión de popularidad del proyecto encabezado por Mark Foster, y desde entonces se convirtió en su sello distintivo.
El álbum debut de la banda, Torches (2011), marcó a toda una generación y consolidó a Foster the People como referentes de la escena alternativa. El disco logró capturar un sonido fresco, brillante, y sobre todo sincero, en un momento en que el llamado indie ganaba tracción. El sucesor, Supermodel (2014), mostró a una banda dispuesta a adentrarse en terrenos más experimentales y menos comerciales. A través de un enfoque más crudo y realista, Foster the People criticó abiertamente la cultura de consumo y la superficialidad de la fama.
En 2017, con Sacred Hearts Club, la banda tomó un giro hacia un sonido más ecléctico, tomando inspiración del funk, el soul y el rock psicodélico. Foster se permitió jugar con el sonido y la producción, sin renunciar a la pegajosidad de sus estribillos, aunque en un intento de mezclar temas políticos y sociales con una vibra más ligera.
Paradise State of Mind (2024), su más reciente álbum, refleja un pop radiante y contagioso con letras sombrías que exploran la incertidumbre y el caos de la vida moderna. La banda establece un contraste entre la música funk y disco, y un trasfondo de inquietud, abordando temas como la alienación y el temor colectivo. En canciones como “See You in the Afterlife” y “Lost in Space“, Foster pinta imágenes de un mundo perturbado, infundido de referencias a eventos actuales y reflexiones personales, mientras coquetean con lo excéntrico y lo disruptivo desde la producción.
Pasaron seis años desde la última visita de Foster the People a Argentina, cuando deslumbraron en el mítico Estadio Obras Sanitarias a fines de 2018. Ahora, la banda estadounidense regresa con toda su energía para formar parte del lineup del Lollapalooza Argentina 2025 y con su propio sideshows. “Pueden esperar el mejor show que hemos hecho en nuestra carrera. Estamos súper emocionados. Nos morimos de ganas de volver, ¡pasó mucho tiempo!”, asegura Mark Foster en conversación con Indie Hoy.
¿Qué recordás de su último show en Argentina?
Fue uno de los shows más divertidos que hemos tocado. Cuando supimos que nos invitaron a volver, todo el grupo nos pusimos muy emocionados porque los fans en Argentina son los mejores. Hemos estado trabajando muchísimo en los ensayos con este nuevo disco, Paradise State of Mind, que es un álbum profundo y musicalmente complejo. Tiene mucho en cuanto a instrumentación, cambios de compás, voces, influencias de jazz… Y en esta nueva etapa estamos haciendo cosas en vivo que nunca habíamos intentado como banda. No puedo esperar a mostrar eso frente a un público grande, va a ser algo muy emocionante. A veces estoy en el escenario y me quedo mirando a los chicos tocar, casi como un espectador. Solo los dirijo, pero en realidad estoy ahí al lado, disfrutando como un fan. Es el mejor lugar para estar, viendo de cerca cómo logran cosas increíbles.

¿Qué significa para ustedes Paradise State of Mind y cómo se refleja en las canciones de su más reciente álbum?”
Diría que el disco trata sobre la transformación. Cambié mucho en los últimos seis años; me alejé de los excesos y, para mí, eso era necesario. Con eso vino mucho crecimiento espiritual. Este álbum habla tanto de lo que significa ser humano como de una conversación con Dios a lo largo de estas canciones. Cuando te sumergís en algo espiritual, muchas veces sentís que hablás al vacío y no escuchás una respuesta, pero otras veces sí… aunque es solo una sensación, algo que te dice que no estás solo. Y en eso hay esperanza y belleza, en explorar esa relación, en preguntarse por qué estamos acá y cuál es el sentido de la vida. Paradise State of Mind para mí tiene que ver mucho con la percepción y en qué decido enfocar mi atención. Tengo una elección cada mañana al despertar. Si agarro el teléfono, entro a las redes sociales y me encuentro con un titular lleno de miedo, fácilmente podría aferrarme a eso y pasar el día obsesionado con algo que no puedo controlar, perdiendo el momento presente. O puedo elegir enfocarme en la belleza del mundo, en las personas que amo, en las cosas simples de la vida, como ser amable, conectar con mis amigos y familia. Esa es una decisión que tengo cada día. Mi imaginación puede ser un lugar oscuro y peligroso, y para mí era realmente importante que este disco explorara eso, tratando de centrarme en la esperanza, porque eso es lo que necesito para sentirme bien.
¿Cómo describirías el proceso de producir Paradise State of Mind? ¿Qué recuerdos te llevás de esta experiencia?
Yo produje la mayor parte y en algunas canciones colaboré con Isom Innis, mi compañero de banda. También trabajé con Paul Epworth, quien fue un mentor durante mucho tiempo y es uno de los mejores productores que conozco. Fue genial volver a hacer canciones con él, ya que no habíamos trabajado juntos desde Supermodel, nuestro segundo álbum. También colaboré con Chrome Sparks en una canción, que es otro productor increíble. Grabamos un doble cuarteto de cuerdas en vivo, trompetas y varios instrumentos más. Muchos amigos músicos vinieron al estudio. Hicimos el álbum en el Pet Sounds Room, donde The Beach Boys grabaron Pet Sounds, un estudio icónico en Los Ángeles donde también trabajaron The Mamas and the Papas y The Wrecking Crew. Nos instalamos ahí unos meses y nos perdimos en la música. Diría que es, sin duda, lo más profundo que creamos musicalmente. Al principio no quería producirlo, pero terminé haciéndolo, y ahora me siento muy orgulloso. Mirando atrás, me doy cuenta de lo aterrado que estaba al comenzar. Ahora siento que aprendí muchísimo con esta experiencia.
Desde el inicio, el disco marca ese contraste característico de la banda entre un sonido luminoso y versos incisivos. ¿Qué podés contarnos sobre “See You in the Afterlife”?
Escribí esa canción cuando estaba en Londres trabajando en The Church, el estudio de Paul. Me instalé en el estudio B junto a Riley McIntyre, que es ingeniero, y estábamos prácticamente viviendo allí. Al crearla, me obsesioné con el swing de la canción. Remontándome a los años 70, escuchás cosas como el swing de Tom Tom Club, lo que Bernie Worrell hacía en los sintetizadores, o las colaboraciones de Nile Rodgers, especialmente con Bowie. O bandas como Ohio Players o Parliament-Funkadelic, tienen esa sensación, ese mismo rebote. En cuanto a la letra, diría que es probablemente mi mirada más actual sobre dónde está la cultura hoy en día. La canción toca temas como el sensacionalismo y el miedo, pero de manera sarcástica, casi como una sátira. Pensé en algo como lo que Prince hizo con 1999, esa idea de “el mundo se está acabando, así que bailemos”. La letra tiene ese espíritu y toca algunos de esos temas desde esa perspectiva.
En tus canciones, las letras suelen tener una gran carga emocional y social. ¿Cómo es tu relación con la escritura? ¿Qué temas te resultan más inspiradores al momento de escribir?
Amo los libros, me encanta leer. Creo que si no fuera músico probablemente sería periodista de investigación; soy un escritor de corazón, siempre estoy estudiando la cultura y tratando de anticipar hacia dónde se dirige todo. Me interesan las conexiones socioeconómicas, los juegos de guerra política, las operaciones psicológicas… Últimamente estuve pensando mucho en cómo las redes sociales se están usando para dividirnos. Todo esto me inspira para mantenerme conectado con el estado actual de la cultura y la dirección en la que se mueve. Como artista, intento abordar mi trabajo con la responsabilidad de contar la verdad, casi como un periodista. También busco esclarecer algunos aspectos que quizás la gente no esté observando o plantear algo de una manera nueva que nos ayude a entenderlo.
¿Cómo diferenciarías ambas formas de expresión?
El arte me ayuda a entender el mundo de otra manera. Creo que es la forma más elevada de comunicación porque uno puede sentir algo sin saber realmente por qué, y a veces es imposible ponerlo en palabras porque hay múltiples capas que lo componen. Lo mental, lo emocional y lo espiritual son las múltiples dimensiones que comunican una gran película o una gran obra de arte. Pienso en filmes de Kubrick como A Clockwork Orange, o de Charlie Kaufman como Adaptation, Being John Malkovich o Eternal Sunshine of the Spotless Mind. El año pasado vi Possessor de Brandon Cronenberg y esa película realmente me tocó, me activó en una forma profunda. Podría intentar explicar por qué, pero nunca haría justicia a la experiencia. Ese es el tipo de arte que me apasiona.
¿Qué otros cineastas te llaman la atención?
Recientemente vi una serie documental llamada Ren Faire sobre la feria renacentista y, aunque no esperaba mucho, me sorprendió. Es un estudio humano honesto, hermoso y también aterrador. Para mí, eso es lo esencial del arte: cuando ves algo que te conmueve de una forma inesperada. Pienso en Parasite de Bong Joon-ho, es un maestro. Beau is Afraid, la última de Ari Aster, me dejó boquiabierto con todas sus capas. A veces, el arte está tan adelantado a su tiempo que no es apreciado hasta mucho después. Y esa es parte de la valentía de ser un artista: te exponés, puede que la gente no lo entienda, pero aun así tenés que seguir, crear una y otra vez.
Escuchá Paradise State of Mind de Foster the People en plataformas (Spotify, Tidal, Apple Music).