Tanto para búhos como para alondras, Fantasmagoria condensa la oscuridad de la noche, con rastros de un compositor que se coció al calor del hardcore y ahora se sirve de la luminosidad de una guitarra acústica, tan fogonera como enamorada de la psicodelia.
“La primera vez que fui a ensayar con Fantasmagoria, ya tenía las canciones grabadas en una porta estudio con guitarra acústica por una cuestión de practicidad, porque vivía en un departamento muy chico -rememora Gori en conversación con Indie Hoy-. Además, había mandado al luthier mis dos guitarras eléctricas. Nos dimos cuenta que lo acústico sonaba distinto y bien. Decidí que seguir tocando así, porque era algo inesperado en mí, viniendo del hardcore punk de Fun People. Como la música, en especial el rock y el punk, están asociados con la rebeldía, me parecía lo más punk que podía hacer”.
19 discos y 22 años después, el guitarrista y cantante mantuvo una fidelidad inquebrantable hacia esa estética sonora que en un principio fue puramente circunstancial. Llegado cierto punto, la casualidad se transformó en identidad. “Hubo una vez que, para renovar, decidí salir a tocar con una guitarra eléctrica Telecaster. Me di cuenta que la banda perdía la personalidad, que las canciones no sonaban a nada, como si hubiese cambiado de cantante”, admite el músico.
En cierto sentido, a Gori le divirtió exponerse al desafío de intentar hacer más con menos, e investigar cuánto ruido y experimento se podía hacer con una batería, un bajo y una guitarra acústica. “No era el camino fácil -reflexiona-. Cuando lográs algo que está bueno, el camino difícil suele ser el más atractivo”
Su último lanzamiento, el single “Distintas frecuencias” de abril pasado, insiste con nuevas indagaciones sonoras. “Es muy derecha, a diferencia de otras canciones de Fantasmagoria que tienen más sobresaltos y son bipolares, oscilando entre velocidades distintas y muchos cambios -describe Gori-. Para mí, es una canción pareja e hipnótica. También es la primera vez que invitamos a una voz femenina como parte del tema, que fue Flor Bocona, mi compañera”.
La novedad respecto a este tema también se contagió al plano audiovisual. “El videoclip es una especie de joda, porque siempre me preguntan qué hago con el pelo, cómo me peino y todo eso -cuenta el músico-. Me parece una estupidez, pero mi amigo Penumbra, que es director de cine y es muy bueno, me decía: ‘Me encantaría hacerte un video, pero no tengo tiempo. Si se te ocurre hacer algo de cuatro minutos, hacemos el video de un plano secuencia’. Le respondí: ‘Bueno, dale, firmame mientras me peino’, y de ahí surgió la idea, que es como un tutorial”.
Más allá del chiste, también se aprecia a la legua que este proyecto va mucho más allá de desafíos técnicos y asuntos de relojeros. “La identidad del proyecto es intentar dar con alguna combinación musical que no se había hecho antes -pronuncia Gori con una mirada encendida-. Esa es mi forma de poner mi granito de arena para que la música que a mí me gusta, que es el rock, siga teniendo algo nuevo para para que la gente escuche, algo que no sea una copia exacta de algo que ya estaba hecho”.
Para dar con la alquimia de esa singularidad que aún así es rockera, el compositor enarbola la bandera de todo el género desde la década del 50 en sus diversas ramificaciones, incluso las que se alejan de su origen hasta volverse irreconocibles. En esta amalgama entra también un poco de jazz e incluso música clásica. “Pongo estos géneros instrumentales cuando ya tengo los oídos quemados, y lo escucho sin entender absolutamente nada -cuenta-. Me gusta cuando tiene mucha dinámica, y pasa de ritmos suaves a ritmos violentos en un segundo. A pesar de no comprenderla, puedo tomar eso para Fantasmagoria”.
La sed por aportar, componer, experimentar y tocar es tan grande que es difícil encauzarla. “Me entretengo mucho haciendo, grabando y componiendo -enumera Gori-. Y si hago todo eso en una sola banda, a mis compañeros de banda se les quemaría la cabeza. Si fuera por mí, ensayaría cinco veces por semana. Pero como no hay banda que resista, esa energía la la separo en varios proyectos”.
Entre todos estos proyectos, Fantasmagoria es quizás el más amorfo y también personal. “Aunque es un proyecto mío, me gustan más las bandas que los sesionistas -explica-. La banda es como una pandilla donde los cuatro integrantes están involucrados con el hecho artístico y tiran todos para el mismo lado. En cambio, los sesionistas lo toman más como un trabajo, cosa que no veo muy apta para una banda de rock”.
Es precisamente esta pasión la que conmueve a Gori a querer pasar la llama del amor a la música en sí misma (y no como un medio para otro fin) de generación en generación. “Hace poco, en un recital -cuenta-, conocí a un pibe que me decía ‘A nosotros nos gusta My Bloody Valentine y Dead Can Dance‘, pero tenía 20 años, y le digo ‘¡¿Cómo?!’. Pero claro, esos chicos son el primer revival de esas bandas. Yo los escuchaba cuando las bandas estaban tocando e incluso fui a verlas. Ver a estos chicos en los recitales, todos lookeados, me daban ganas de abrazarlos y cuidarlos, de decirles “por favor, sigan escuchando esto, que está buenísimo”.
En este sentido, el músico también se complació en comprobar que nadie puede pregonar la muerte del rock nacional. Como todo aquel que sabe de qué se trata apreciar lo contemporáneo, Gori no es de esos que despotrica contra los nuevos sonidos. “Hay gente que opina que la música urbana se comió todo -señala-, pero creo que está buenísimo que esa música exista y es recontra lógico por el paso del tiempo. Porque el rock fue un chiste que se contó hace 10 mil años y si lo seguís contando igual a como era no le va a causar gracia a nadie”.
Por otro lado, es innegable su alegría al ver que todavía existen los ermitaños del underground que retoman las raíces que a él lo enamoraron en sus años de hardcore punk. “La moda es para gente que es insegura o que no sabe bien qué escuchar, entonces prefiere que le digan qué tiene que escuchar, a dónde tiene que ir, qué ropa se tiene que poner y qué tiene que ir a comer -reflexiona-. Me parece que ahora hay una escena que se caga en lo que está de moda y hace la música que le gusta. Hay un montón de pibes que, por suerte, están interesados. El rock se va refrescando y hay una camada de bandas nuevas, como los Winona Riders, los Mujer Cebra, Dum Chica, incluso El Mató, que a mí me encanta que les vaya bien y noto que cada vez los va a ver más gente. Veo que se va difundiendo la música de una manera que me pone re contento”.
En Gori, este abrazo y cuidado son lo que motoriza el festival Guardianes de la Llama, que conduce junto a Valeria Facchini y que tuvo su primera edición el pasado 7 de julio. “Se trata de cuidar la llama de la música que nos gusta a nosotros, de la contracultura -cuenta-. El objetivo es tratar de juntar bandas y públicos que estén interesados en esta movida que no tiene nada que ver con las modas. Tratamos de generar el espacio para que eso se potencie y se expanda. También para que los chicos más chicos conozcan esta música que quizás no se la sirven en bandeja los medios masivos. Todo para que la llama no se apague y perdure”.
Este viernes 2 de agosto, en el escenario de Club Lucille, la segunda edición del festival recibirá a Fantasmagoria, Bestia Bebé y Ok Pirámides. Para Gori, se tratará de una celebración de la sorpresa y la interrupción sobre el escenario. “Lo que yo busco es que pasen cosas, que sea entretenido, no solo cuatro chabones tocando en un escenario”, cuenta Gori.
“La idea es que el festival tenga una curaduría suficientemente interesante como para que las personas se aventuren a venir independientemente de si conocen a quien toca -concluye-. En un futuro, si es posible, traer bandas del interior que no tienen tan fácil la llegada a Capital. La primera edición salió muy bien y estamos contentos con [la productora] Flash Music de poderlo llevar a cabo”.
Fantasmagoria se presenta el viernes 2 de agosto a las 23 h en Club Lucille (Gorriti 5520, CABA) junto a Bestia Bebé y Ok Pirámides. Entradas disponibles a través de Passline, 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy. Escuchá “Distintas frecuencias” en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).