En un café de Almagro escucho parte de la conversación de una pareja que está a mis espaldas. En realidad no son una pareja, es un turista estadounidense que habla en inglés con una chica local y quizás se conocieron ese mismo día porque mencionan sus estudios y ocupaciones. “Es un proyecto de educación infantil que ayuda a desarrollar habilidades sociales desde una edad temprana, para evitar que muchos puestos de trabajo sean remplazados por inteligencia artificial”, dice él. No puedo ver la cara de su acompañante para saber si le interesa el tema o asiente por compromiso, pero en ese momento empiezo a notar la música instrumental que suena desde el mostrador y me acuerdo de una cita de Thomas Pynchon sobre el remplazo de intérpretes humanos por sistemas digitales: «Si quisieran podrían prescindir de los músicos de carne y hueso. Mezclás los armónicos que te interesan a la potencia que quieras y te saldrá música de violín». Todo lo contrario.
En otro café de Buenos Aires me encuentro con Gustavo Monsalvo, el Niño Elefante, guitarrista de Él Mató a un Policía Motorizado desde 2003. “Qué loco, somos re viejos”, me dice en chiste porque menciono que fui a una de las primeras fechas de su banda en Capital, cuando presentaron el disco debut que se agotaba al final de los shows y ellos después se encargaban de distribuirlo a domicilio. En medio de la entrevista intento explicar cómo es eso que siempre me llamó la atención en su forma de tocar la guitarra, la elasticidad del tiempo que genera con los desplazamientos a lo largo del mástil.
Ahora que puedo redactar para expresarlo un poco mejor, diría que el efecto no se produce solo con el contacto entre la púa, la cuerda, la yema de los dedos y la madera, sino que empieza mucho antes: con el vaivén de los brazos, el movimiento completo del cuerpo que termina con un gesto inaudible. Es decir, todo lo que escapa a la traducción en partituras porque está alrededor de la nota y también entre las notas, los tonos intermedios que aparecen en el pasaje de un punto a otro. El glissando (término más preciso que aprendí en esa mesa de café) como una caligrafía peculiar que es difícil de imitar por otras personas y que sería imposible de remplazar por los dispositivos tecnológicos que imagina Pynchon en su novela. Algo así diría esta vez.
Varias reseñas sobre La Síntesis O’Konor hablan de un nuevo sonido pero me parece que algunas cosas estaban latentes en otras canciones y proyectos solistas, como el tema que le da nombre al disco. ¿Cómo fue la grabación para vos y qué cosas cambiaron o siguieron una continuidad? ¿Tenían todo armado antes de viajar al estudio?
Sí, lo grabamos allá en Estados Unidos y habíamos maquetado casi todo antes [dice Gustavo mientras mira por la ventana del café, pero se interrumpe porque ve pasar a Nekro, Boom Boom Kid, andando en bicicleta por la esquina de Libertad y Lavalle. “¡Mirá, Nekro! Qué capo, qué genio ese chabón”]. Fuimos entre fines de enero y principios de febrero al estudio pero lo estuvimos maquetando durante todo el año pasado. Igual, si nos remontamos a las maquetas, ya había cosas desde 2015, canciones que mostraba Santi y tratábamos de armar. Me acuerdo que hubo un primer intento de acercamiento y no gustó, no convencía. Pero después nos pusimos las pilas y aún así fue muy largo el proceso, ya estaba un poco cansado porque nos juntábamos en horarios nocturnos y podíamos pasar muchas horas, sobre todo los chicos. Los que se cargaron al hombro la preproducción fueron Willy (baterista) y Lucas (sonidista); Santi vive muy cerca entonces iba todo el tiempo y cada tanto caía el resto para escuchar, armar y tirar ideas. A la vez estaba Eduardo Bergallo, el productor, que nos decía “Nah, hagan las cosas así nomás porque vamos a definir todo allá, no lleven nada armado”. Quería que usáramos el lugar para componer y, si bien fuimos con las canciones medio armadas, cambiaron bastante. Por ejemplo, el tema “La síntesis O’Konor” que decías era como una base kraut con unos acordes que yo tiraba, unos teclados que hacía Chatrán y nada más; pero allá teníamos un piano y un sintetizador que sonaba increíble así que le cambiamos todo, tomó forma. Teníamos el Mellotron, creo que no lo nombraron antes en las notas: ese teclado que imita voces, violines. Lo usamos para “Las Luces” también, uno de los temas que más nos gustaron.
También pasó que, como estuvimos tanto tiempo maquetando, a fin de año les pedí a los chicos que me pasaran todo lo que habíamos grabado y me encerré en casa a estudiar los arreglos de guitarra porque ya me había olvidado. Entonces estuve repasando para aprender todo a fines de diciembre y enero, antes de viajar, y cuando llegué grabé las guitarras así, de toque. Y para colmo no toqué tantas guitarras, dejé un poco de lado la impronta más guitarrística, aunque hay algo de eso también. El riff de “Ahora imagino cosas” es re de guitarrista [canta tu-ru-ru-rú-ru-ru-ru]. Pero me copé más con eso, con los sintetizadores, con el piano.
Por eso las partes instrumentales me hacían acordar a algunas de tus canciones solistas, donde ya experimentabas con teclados y otros sonidos.
Puede ser. Igualmente, en los discos que tengo de solista hay uno que se llama El Niño Elefante de 2009 y después no me gusta casi nada. Pero siempre me interesó grabar más teclados y otras cosas. Hay algo que me pasa con la guitarra y el otro día trataba de teorizarlo: es muy difícil que me quede quieto, tengo que estar haciendo cosas todo el tiempo, medio molesto. En cambio con el teclado no, me gusta más porque no sé tocarlo tanto y me limito a tirar un acorde y dejar que siga. En definitiva, en la música que estoy escuchando, esto me parece mucho más interesante que rellenar con guitarras. Antes de viajar, Eduardo Bergallo me decía “allá hay sintetizadores” y si bien yo tenía una idea no sabía manipularlos mucho. Es como un instrumento muy orgánico, buscás sonidos que son únicos. Y como no sabía nada me compré mi primer sintetizador analógico. Siempre tuve órganos o teclados Casio, me encanta cómo suenan. Pero entonces me compré un Yamaha CS-5 del ’78 y me puse a estudiar un poco qué es un filtro LFO, el portamento, el decay; cosas que sabía de oído pero ahí pasé a estudiarlas. Por un lado me encerré a estudiar los arreglos de guitarra y por otro a jugar con el sintetizador, pero cuando terminó el disco lo guardé y ahora está arriba del ropero, pobre. Voy a tener que reclutarlo en cualquier momento.
En La Ruta del Sol contaste que habías decidido dejar la guitarra para estudiar viola en el conservatorio, justo antes de empezar con Él Mató. ¿Cómo fue esa época y esa decisión?
Me encanta cómo quedó el libro, Walter Lezcano es un genio. Y nada, éramos un grupo muy grande de amigos, algunos lo somos hasta el día de hoy, y teníamos varias bandas interconectadas. Santi tocaba en Aneurisma, Manu tocaba en otra que no recuerdo y yo tocaba en Mazinger. Y en un momento, no sé, no me gustó más tocar la guitarra; había empezado a estudiar arquitectura y viola. Me acuerdo que mi profesor dijo “Mirá que este instrumento te va a demandar mucho tiempo”. Habíamos grabado un disco con Mazinger, habíamos tocado un par de veces, pero no sé, me dieron ganas de estudiar viola. Ese año estuvo buenísimo porque éramos un grupo de amigos y yo seguía yendo a ver todos los recitales, siempre nos mantuvimos en contacto. Y una vuelta Manu estaba armando la banda que al principio se llamaba Benji Gregory y estaba el Chango, Gato (107 Faunos) y Diego (Koyi). Después ellos dos se fueron, sumaron a Willy en batería, probaron un par de guitarristas y después de unas vacaciones en las que nos fuimos todos juntos me preguntaron si quería tocar, porque no estaba en ninguna banda. Me acuerdo que fue en la casa de los viejos de Gato y dije “Sí, de una, ¿qué hacen?”. Después el primo de Manu me prestó una guitarra y usábamos los amplificadores que había en la sala, pero yo no tenía ni instrumento ni pedales ni nada. De hecho, la primera guitarra que me pude comprar fue con plata que empezó a entrar de Él Mató, después de tocar un montón de tiempo. Todo lo que tengo me lo dio El Mató. Y bueno, al principio Santi quería tener el disco listo antes de salir a tocar en vivo, porque siempre pasaba que tocábamos un montón, ensayábamos y tal vez uno se iba o se enfermaba de la banda.
La maldición del primer EP.
Tal cual, entonces me sumé y empezamos a ensayar directamente las canciones del primer disco. Me acuerdo que la primera que me enseñó Chango fue “Nuestro verano” y me parecía re difícil, tenía un montón de acordes, me mareaba porque hacía un montón que no tocaba, bah, un año. Pero estuvo buenísimo, aprendí las canciones y de toque nos pusimos a grabar el disco, de toque estaba el disco editado, de toque había gente interesada en nosotros. Después en la radio de la Universidad de La Plata hubo una camada de periodistas jóvenes a quienes les gustó el disco y lo pasaban un montón, eso estuvo bueno también y fue como un cambio de paradigmas conjuntos. A la vez, Santi siempre fue muy ducho con internet y todo eso, siempre era el amigo al que le pedíamos que nos bajara discos y supo capitalizar ese manejo de información: hizo una página de Él Mató. Entonces era una banda que recién empezaba, que ya tenía un disco en CD y una página; una cabeza muy zarpada que hoy sigue con todo lo que hace Laptra.
Entonces pasaste de tocar en los primeros días con una guitarra prestada, que era una Squier emparchada con cinta, a tener varias. ¿Cuáles usás o cuál es tu preferida?
Ahora tengo varias pero mi preferida sigue siendo una Telecaster mexicana, que ya no estoy usando aunque es la única que no vendería. Las otras no, todo el tiempo las cambio. Tenía una guitarra que compramos con plata de Él Mató porque yo no tenía, era una Deluxe ’72 que le imité a un modelo de Lee Ranaldo; creo que con esa grabó Washing Machine y es un disco que me fascina. Entonces compramos esa guitarra y la perdí en la primera gira que hicimos en Inglaterra, fue muy doloroso para mí.
¡¿Cómo la perdieron?!
En realidad la perdió la compañía aérea y después me giraron un cheque. A la vez, antes usaba la que nos prestaba un amigo de Los Japón, era una Telecaster Special. Justo cuando perdí esa guitarra alguien vendía la misma que me prestaban, el mismo modelo, hasta los números de serie eran muy similares. Así que compré esa y es mi guitarra favorita, la Telecaster. También tengo una Jazzmaster pero está en casa, la uso a veces porque ahora estoy tocando con una Stratocaster americana y una Mustang japonesa.
¿Y usaron las guitarras del estudio para grabar La Síntesis?
Sí, nos dijeron que no lleváramos ningún instrumento, eso también fue mejor para pasar por migraciones. Allá usé sobre todo una Jazzmaster que era del sesenta y pico, no me acuerdo, y una Rickenbacker para grabar los slides. Después me copé con las guitarras acústicas, creo que fue lo que más me gustó de todo el estudio. Tenían una Gibson Firebird, ¡ah! Hermosísima, me fascinó. Así que cuando no tenía nada para hacer agarraba una guitarra acústica de esas y me iba por ahí a tocar afuera, así pasaban las horas.
¿Pensaste en grabar otro disco en formato solista?
Sí, el otro día fui a ver una muestra que hay en el CCK, “Les Visitants”. Son un montón de fotógrafos y hay una parte con dibujos de David Lynch, una serie de bocetos tremendos en papeles, servilletas; algunos son muy buenos y otros de mediana calidad, técnicamente hablando, pero en cantidad y en conjunto se ven increíbles. Yo siempre estoy acomplejado con todo lo que hago, pienso que no está tan bueno y no lo grabo, pero vi esta muestra que eran bocha de cosas juntas y tomaban así un significado hermoso, entonces me puse a buscar todo lo que había grabado durante años. Y encontré muchísimo material con grabadores de MP3, con el teléfono o con una computadora vieja. También encontré un montón de cuadernos con un montón de dibujos viejos y quisiera hacer algo con eso. Lo estoy organizando. Y me está llevando mucho, mucho tiempo. Además los otros proyectos están medio parados, colgué un poco con Ovvol y no tocamos con Sue Mon Mont porque estuvieron todos muy ocupados este año, yo también. Además retomé mis clases de viola y estoy tratando de hacer algo con eso. Y después mi idea es hacer un proyecto con Julián Gómez que es iluminador de Él Mató, que hace música experimental y el otro día presentó un disco que me encantó; con él estuvimos mucho tiempo en la gira hablando de música, sabe mucho, mucho, y siempre me dice “hagamos algo, Gusti”. Lo vamos a hacer.
Volviendo al tema de la viola, ¿ese instrumento cambió tu forma de tocar la guitarra?
Cuando empecé a estudiar vi que es un instrumento que requiere muchas horas, mucha dedicación y usar mucho el oído. Antes creo que me mandaba y sonaba cualquier cosa. De hecho, por ahí suena medio “inventado”, pero cuando tocás la viola, a menos que sea pizzicato o stacatto, casi siempre es algo constante, con el arco. Y medio que con la guitarra estoy todo el tiempo haciendo así, no despego. El slide es producto de eso también; me acuerdo que mi profesor de guitarra me mostró el slide, pero él tocaba blues. Después en “El mundo extraño” el teclado ese tiene un glissando que es eso, cuando hacés subir una nota así [produce un gesto y melodía imposible de transcribir]. Me acuerdo cuando la estábamos haciendo con Chatrán, yo decía que tiene que ser así [gesto y melodía imposible de transcribir]. ¿Qué es eso? Entonces lo buscamos y me dice “Ah, es glissando”. Cuando me compré el sinte vi que tiene una perilla que es glissando, o portamento se llama, pero sí, supongo que en parte es eso o me gusta pensarlo así. Tengo un amigo que es uno de mis guitarristas favoritos, el Caco, y ahora no estoy con profesores pero siempre que va a mi casa le digo que me enseñe algo porque soy malísimo, y él me contesta: “No sos malo, vos tenés eso que heredaste de tu instrumento de mierda”. Un capo el Caco, toca jazz, de todo.
Este sábado es la nueva edición del Festi Laptra, ¿tienen algo preparado como en los años anteriores? ¿Qué pensás del festival y su crecimiento durante estos años?
Sí, vamos a tocar La Síntesis O’Konor entero. Creo que en los Vorterix tocamos todo menos “Alguien que lo merece“, pero nunca los habíamos presentado en el orden del disco. Lo bueno de este último tiempo es que hay bandas que crecieron mucho, Las Ligas Menores o Bestia Bebé hacen un Niceto solos y mucha gente va a La Plata a ver a Hojas Secas. El año pasado, Atrás Hay Truenos sacó el mejor disco de la década, es mi banda favorita del sello y estuve grabando violas con ellos en el estudio ION que fue hermoso, me encanta ese disco. En otras ediciones también tuvimos invitados que no son de Laptra, una vuelta vinieron Los Zapping que son amigos nuestros de Perú y este año toca Winter que es una banda de Los Ángeles, la cantante pegó buena onda con nosotros cuando fuimos de gira por allá así que vienen para hacer algunas fechas en Buenos Aires. Siempre lo pasamos bien en el Festi Laptra, están nuestros amigos.