Hace unos días, Ignacio Herbojo publicó su nuevo disco, Terremoto, de manera independiente. Casi cinco años pasaron desde su debut Solo, un álbum hecho en solitario con lo que tenía a su alcance. En este tiempo, el músico con base en Buenos Aires formó una banda para salir a tocarlo, además de tocar en la banda de Rosario Bléfari durante una serie de shows y publicar un EP con Sobrenadar, Enlace.
Mientras todo eso sucedía, su vida personal se reconfiguró y encontró en la música un sosiego, un escape. Comprendió que la música también puede tener esa función, y quiso compartirla a través de sus canciones. Para eso, armó una banda conformada por Federico Tomás Ríos (guitarra), Sebastián González (bajo), Federico Bozzano (coros) y Gabriel Acosta (batería). Así, Herbojo entregó una colección de 10 canciones que desde el primer segundo confirman que es otro Ignacio. El Ignacio de Solo, en Terremoto se expande.
Antes de la presentación oficial del disco junto a Diosque, que tendrá lugar el 18 de mayo a las 21hs. en La Confitería (Av. Federico Lacroze 2963, CABA), nos sentamos a conversar con Ignacio sobre esa transición, las canciones románticas, sus heroínas musicales y más.
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Terremoto es muy diferente a Solo. ¿Puede que el primero haya sido más de catarsis y este más “pensado”?
Yo sabía que quería cambiar de posición, hablar desde un lugar de fortaleza. Cuando empecé a componerlo no tenía banda, no sabía cómo armarla y nunca había tocado con nadie. Solo, mi primer disco, fue como “bueno, saco los demos que tengo, sin demasiada producción”. Terremoto, en cambio, está más pulido. Fue mucho tiempo de trabajo, y fue cambiando constantemente desde mi composición, atravesada por la banda y después por las manos de Juan Stewart.
¿Cuándo empezaste a hacerlo?
Alrededor del 2015 empezaron a aparecer las primeras canciones. El primer disco es del 2013 y empecé con la banda dos años después, más o menos.
¿Cómo fue formarla y cómo fue la selección?
A todos los recluté a través de posteos en mis redes, onda muy 2.0, y lo que más me interesaba era que pudieran tocar a tempo pero sin perder el power porque el disco requería de una fuerza especial.
Hay una canción en Terremoto en la que decís que te sentís diferente. ¿Formar una banda con un sonido más eléctrico tiene que ver con lo que viviste en este tiempo?
En mi primer disco el plan era usar solo el piano y mi voz, que era lo que tenía a mi alcance. Lo que me interesaba en Terremoto era extender ese lenguaje, darle otro lugar al piano, a la canción y al personaje/relator. Con Fede Ríos, el guitarrista de mi banda, siempre nos reímos porque, al principio, yo le decía “¡menos distorsión!”. Después me fueron pasando cosas que me modificaron, que fueron mis propios terremotos, y que me obligaron, de alguna manera, a darle otra intensidad a mi música. Entonces empecé a decirle: “¡más fuerte!” o ”¡más distorsión!”. Siempre me costó mucho explicarles técnicamente qué era lo que quería porque nunca había trabajado con este formato, pero ahora ya alcanzamos una dinámica copada en la que nos entendemos muy claramente.
¿Qué creés que fue lo más difícil del proceso de armar la banda?
Lo más difícil del proceso fue entender que, del otro lado, hay otro músico que tiene sus propias ideas, que quizás no son las que uno busca transitar y al revés. Yo a los chicos les pasaba los demos, que siempre estaban formados por un beat principal, piano, sintes, guitarras y mi voz, y los iba guiando y dando pautas, y construíamos, entre todos, las canciones desde ese punto de partida.
¿Te acordás cuál fue la primera canción que compusiste para el disco?
Sí, “Dar”, que es la canción que describe el paso hacia otra cosa. Me acuerdo que estaba viajando en colectivo. Era un día espectacular, y de repente, me invadieron ganas de escribir sobre eso que estaba percibiendo y me puse a escribir ahí, en el colectivo. Ese momento fue muy simple y muy claro para mí, por eso la letra es tan directa.
En las redes hablás de Kate Bush, Tori Amos, Björk. ¿Cuál elegirías de esas tres y cuándo las empezaste a escuchar?
La primera de las tres fue Björk, que empecé a escuchar a los 12. A mi hermano mayor ya le gustaba, y tengo el recuerdo de estar viajando con mi familia en el auto en el sur (yo tendría 10 años), y puso “Hunter”, y yo le pedía que lo sacara. Hasta que un día me empezó a gustar y mucho… después me bajé un video del Kazaa que decía algo como “Björk with piano teacher – Tori Amos”. Lo descargué y resulta que era una especie de documental de Björk con una pelirroja tocando un clavicordio pero que no era Tori. Entonces empecé a buscar y la primera canción que encontré fue “Spark”. Me voló la cabeza y me terminé enganchando más con Tori. A Kate Bush la conocí de grande, con su canción “Under the Ivy” y después escuché Hounds of Love y me volvió loco. Creo que no podría elegir entre las tres. Todas me formaron demasiado.
¿A qué edad empezaste a tocar?
A los 6 o 7 años, con un tecladito de juguete que nos había regalado mi vieja para Navidad a mis hermanos y a mí. Un Casiotone con el que fui aprendiendo. Tocaba algunas canciones muy fáciles y jugaba con los seteos. Más de grande, cuando escuché Boys for Pele de Tori Amos, me di cuenta de que quería tocar de verdad y empecé a estudiar con Mauro Kaseiri.
¿Cómo te posicionás en la “diferencia” de la música académica y popular?
Creo que ninguna es mejor que la otra. En las dos encuentro mucha belleza. Hay cosas que me inspiran de la música clásica y que terminan influyendo mucho en lo que hago, más allá de que lo que hago esté re alejado de lo que es la música clásica o académica. De hecho, en el puente de “Dar”, el sinte hace una melodía de una toccata de Bach… es como mi tributo a uno de mis compositores preferidos. Sin embargo, en una de mis últimas clases de piano, mi profesor me mostró una sinfonía de Beethoven y me acuerdo que me sentí un poco abrumado por tanta complejidad. A partir de ese momento, elegí posicionarme en un lugar en donde mi música pueda ser de fácil entendimiento para los demás, totalmente directa, aunque el mensaje sea complicado o no.
Decís que tu terreno en la composiciones es el amor, o las relaciones. ¿Creés que actualmente está infravalorada “la canción romántica”? ¿Como que la gente está buscando otra cosa?
Mmm, no sé. No importa mucho si habla de amor, si habla de política, o de qué. Para mí lo importante es que la canción haga algo que te transforme. Para mí la música, o el arte en general, tiene que hacer que yo diga: bueno, ¿a mí qué me pasa con esto? ¿Qué me está queriendo decir? Me gusta escuchar una canción y que me deje pensando, o tildado.
También noto que le prestás mucha atención a la producción del disco. Casualmente ayer me junté con un ingeniero de mezcla, y me decía que para él no hay música buena o mala, si no música bien producida y música mal producida. ¿Qué pensás de esto?
Sí, creo que es así. Hoy en día incluso escuchamos música desde YouTube, o grabaciones hechas con celulares de recitales en vivo, y si el tema está bueno lo escuchás entero, porque detrás de esa grabación de mala calidad, hay una gran producción que prevalece.
Hay canciones que al estar tan sobre producidas pierden la esencia original y en realidad estaban buenas. Como alguna canción de Ricky Martin, que a lo mejor es un temazo pero después queda un pastiche de cosas.
Sí, quizás no es lo que más escucho, pero algunas tienen melodías re buenas. Son canciones hechas por grandes productores y grandes músicos.
También hoy se mezclan los límites entre lo comercial, lo emergente y lo mainstream; hay menos prejuicios.
De una. También yo creo que lo mainstream toma mucho del under y lo capitaliza porque tiene las herramientas para poder hacerlo. Pero entonces surge la pregunta de ¿por qué mucha música, que no persigue meramente un fin comercial, no es tan escuchada? El otro día veía playlists de Spotify y no podía creerlo. Hay mucha música que, en mi humilde opinión, tiene un gran valor artístico y que se queda afuera y eso es un poco triste, ojalá cambie.
Una vez te leí decir que Instagram era como tu diario personal. ¿Seguís pensando lo mismo? ¿Cómo es tu relación con las redes?
Hay días que digo: la puta madre, no quiero más redes sociales pero, como todos, hago uso y abuso de ellas. Ya forman parte de nuestro día a día. Entonces sí, un poco siento que Instagram es como mi “diario”, porque documento parte de lo que hago y me parece divertido, así que síganme en Instagram [risas].
¿Estuviste alguna vez en algún terremoto o temblor?
Literalmente, no. Al disco le puse Terremoto porque entendía que, para mí, todo esto significaba un gran cambio, tanto musical como en mi vida. Una especie de punto de inflexión.
¿Sentís que Solo estaba más encriptado?
No sé si encriptado, pero sí que era más introspectivo. Esta vez quería transmitir a los demás la fuerza y la vitalidad que me dio siempre la música. Algo que la gente escuchara y pudiera sentirse un poco mejor.
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