Juli Giuliani no se detiene. Desde que el artista español congenió con el productor Mabreezee en el álbum de 2021, Summer Never Ends, ambos continuaron trabajando arduamente en el estudio para dar forma a un experimento que involucra las aristas de la contingencia y de lo fugaz, esas que vuelven único e irrepetible al instante. Entre la improvisación, la destreza y la sensibilidad, sumaron a Karmasound como segundo productor en pos de consolidar una propuesta fresca, jovial y colorida con múltiples influencias que van del rap clásico al jazzy, pasando por el funk y la música electrónica.
Su más reciente trabajo discográfico, titulado Ginga y publicado en enero, cuenta con la participación especial de numerosos instrumentistas de la talla del guitarrista Adrián Miras, los trompetistas Eudald Payés y Felix Rossy, el saxofonista Nala Rami, el vibrafonista Aaron Vibes, el baterista Hosss Benitez, Nicole Torrealba y dos colaboraciones en el apartado vocal con la cantante Sara Bee y Elevado. Este menjunje de talentos en clave jam conllevó una mirada esperanzadora frente a la falta de coherencia que esconden los sentimientos.
Editado por el sello Costa Futuro, el seguidor de Gotta Do Me (2022) es una colección de pequeñas historias y collages sonoros que trasluce la sinergia del grupo mediante una oda optimista a la libertad más pura y urgente. Sus canciones manifiestan la espontaneidad melodiosa, en una búsqueda meticulosa de extirpar la incandescencia de lo único e irrepetible.
“Todo lo que salía era muy improvisado. Hablo de jam porque era precisamente eso. Agarrábamos los instrumentos, empezábamos a zapar y a mí se me ocurría una melodía -cuenta Giuliani en conversación con Indie Hoy-. Todos nos conectábamos de una manera muy orgánica. No había un beat, ni una premisa a trabajar sobre tal idea. Natural, salió todo de forma muy natural”. De la luminosidad de la noche a la intensidad del alba, el paso elocuente de esta decena de canciones plasma los pensamientos y emociones del artista español de 32 años sobre un swing vibrante que interpela de inmediato.
¿Cuál es la idea detrás de la elección de un nombre como Ginga para un álbum enraizado en la jam session?
Cuando acabamos juntos mi disco anterior, Summer Never Ends, empecé a trabajar a tope con Mabreezee. Fue una seguidilla de discos, 2021, 2022, 2023 en donde hubo una dinámica de trabajo increíble, conectamos mucho en el estudio, luego nos juntamos con el Karma y fue como la pieza que faltaba y dijimos, “bueno, aquí sale magia, esto va solo”. Era todo como hacer una jam. Uno se ponía a tocar unos acordes y otro lo seguía, era pura improvisación, puro jamming. Cada sesión que quedábamos salía un tema y así le empezamos a llamar a las sesiones Ginga. No sé cómo salió, creo que fue idea del Karmasound. “Ginga” en brasileño significa como el swing del baile de la capoeira, ese rollo, como el swingeo.
Este abordaje que mencionás corrompe la idea tradicional del hip-hop, ¿hubo una premisa inicial de trabajar todo juntos?
Totalmente, en general se trabaja con un productor que le pasa un beat a un rapero y hacen una canción. Aquí hicimos todos juntos, y la verdad que los tres somos muy amantes de la música brasileña. A mí me encanta todo el soul y el funk de los setentas y de los ochentas de Brasil. Creo que la música brasileña tiene algo muy especial. Nos encanta la música negra, tanto el hip-hop como el soul, de lo más antiguo hasta lo más moderno. Pero en Brasil le dan su toque particular a ese rollo.
En Ginga hay una impronta multicultural por combinar destellos de diferentes épocas y estilos con un fuerte hincapié en la música brasileña. Sin embargo, poco tiempo antes de la salida del disco, publicaste el single “Volver” que nos lleva directo hacia esas tierras. ¿Qué nos podés decir sobre esa canción?
Aun así, creo que el tema brazuca falta en Ginga. Al final no entró en el disco, y lo publiqué unos meses antes. Se llama “Volver”, es un single que hicimos también juntos, pero bueno, yo creo que al final Ginga tiene un poco esa idea del concepto del swing. Y quedó afuera porque no se acabó de dar, terminé desarrollando el tema por otro lado y lo acabé haciendo yo solo.
En cuanto a las letras, hay un positivismo latente a lo largo del repertorio, que guía cada una de las canciones. ¿Podés profundizar en el trasfondo más poético del disco?
Creo que todos los géneros musicales y el rap en especial tiene como un discurso muy marcado. Un tono muy marcado, unos códigos muy marcados. Y yo con el tiempo me estoy intentando desmarcar de eso para encontrar mi propio tono. Quiero decir en cuanto al mensaje, a lo que tú dices. El rap se caracteriza por ser una música de alguien que está un poco enfadado. Aunque no sea líricamente contestataria, en el tono del discurso, desde dónde hablas, hay una bronca implícita y es un poco el carácter del rap. Yo estoy intentando proyectar cosas positivas, intentando cambiar el punto de vista desde el que habla el rapero. Intento irme a otro lado y hablar desde otra perspectiva para transmitir un mensaje positivo y no recrearme en el drama ni en la negatividad. Y claro que si tengo que hacer un tema profundo y triste, lo hago. Pero intento transmitir otra energía, creo que también uno recibe lo que da, y si uno está proyectando angustia, sufrimiento, drama, oscuridad, negatividad, todo eso volverá de alguna manera. Es todo una rueda, tú mismo te recreas tu propio malestar. Por eso, yo estoy intentando con mi música transmitir otra cosa. Y creo que hay pocos raperos que transmiten otra energía. No un enfado, sino a lo mejor un bienestar o una alegría, o transmitir la tristeza, pero desde otra manera. No entrar en ese discurso negativo y catastrofistas.
¿Y qué sentís que fue ese punto de quiebre en tu forma de escribir?
Yo creo que desde el disco anterior, Summer Never Ends, ya se palpa ese cambio de rumbo, de discurso y de actitud. Creo que tiene que ver con mi crecimiento personal, mi madurez y asegurar que no quiero estar transmitiendo cosas negativas ni oscuras, sino al revés. Yo quiero sacar mi luz, proyectar cosas positivas y poder inspirar a la gente de manera positiva. No me parece que las otras maneras de hacer música no sean válidas, todas me parecen válidas, pero tú mismo como oyente de música hay momentos que están súper down y te pones canciones que te hacen sentir súper bien en tu depresión. Yo para esos momentos en que uno está así medio mal, intento aportar algo más de luz para que en vez de ir hacia abajo te vayas hasta arriba.
Ya pasaron más de cinco años de la salida de tu disco Giuliani, un álbum intimista, entrañable y titulado con tu propio apellido. ¿Cuál es tu impresión al escucharlo después de haber transitado la evolución personal que te llevó hasta Ginga?
Creo que en ese álbum hay una mitad de lo que soy ahora, y hay otra mitad de lo que era antes. Digo esto en cuanto también a mi forma de abordar lo que quiero transmitir, o cómo utilizo la música. Yo siento que ese disco tiene momentos de luz, pero tiene momentos también de oscuridad, de mucha búsqueda. Cuando hice este disco tenía 24 años y en aquel entonces estaba más mambeado. Creo que en la mitad del disco me recreo un poco en mi malestar. Ese cambio de chip aún no lo había hecho. Entonces creo que medio disco es así más rap, hablando desde la posición más clásica del rapero, con una actitud más derrotista; y la otra mitad es luz, aunque aún estaba en ese proceso de mutación. Creo que los raperos somos muy esclavos de lo que es ser rapero. Uno tiene que ser calle, tiene que ser tal, uno tiene que ser duro. Y con el tiempo ese plan cambió. Yo no soy un pibe de la calle. Y, ¿por qué hago esta música? Porque me conozco más a mí mismo y soy capaz de aceptar quién soy. Que yo no sea de la calle no significa que sea menos real. Además soy consciente de quién soy, y me represento en lo que es hoy.
¿Cómo describirías tu postura frente a la nueva oleada de raperos?
Creo que mi rap al final abarca temas muy humanos, porque yo hablo de la vida, de las búsquedas, del amor. Son temáticas que trascienden de donde seas. Da igual que seas de la calle o que seas el hijo del rey, el amor nos afecta a todos por igual. Claramente mi rap no le está hablando al hijo del rey. Pero tampoco yo estoy representando al pibe más jodido de la villa. No es mi realidad, y obviamente a la vez también le estoy representando porque yo represento a la gente humilde, intento trascender lo que son las barreras de las procedencias sociales, al final no somos tan distintos. Nos hacen creer las diferencias entre los ricos, los pobres y la clase media, pero al final somos todos iguales, y mi rap le habla a todo el mundo. Pero soy consciente que no tengo nada que ver con un rapper de un gueto de Estados Unidos, esa no es mi realidad, Entonces con 20 años a lo mejor uno está ahí en todo ese discurso, pero ahora tengo 32 y hay cosas que no me representan. Aunque ame el hip-hop y haya crecido escuchándolo, yo no tengo por qué estar replicando eso. Siento que los raperos son muy esclavos de la pose del rapero, todos te hablan desde ese punto de vista, desde esa actitud, con esos códigos, y creo que las movidas van cambiando y hay que hay que ser capaces de encontrarse a uno mismo y de saber quién es uno realmente dentro de un movimiento.
Juli Giuliani se presentará el viernes 3 de marzo a las 24 h en Niceto Humboldt (Humboldt 1358, CABA), entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Ginga en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).