Juliana Gattas y Blair nunca habían cruzado palabra cara a cara antes de la videollamada organizada como antesala de su primera presentación juntas en el Konex. Hasta ese momento, su interacción se había limitado a algunas reacciones y mensajes en Instagram, pero nada muy profundo.
“¿Y tu pierna?”, pregunta Juliana con genuina curiosidad, rompiendo el hielo al referirse al tropiezo de Blair durante un show de Isla de Caras en Niceto Club, que terminó con ella en la guardia del hospital. “Un esguince muy poco rockstar, la verdad, porque me duró una semana nomás -contesta Blair entre risas-. No es que me sacrifiqué tanto por el rock. Estuve una semana que no podía apoyar el pie, pero después se me pasó y estuve joya. Muchas gracias por preguntar”.
Ambas se encuentran en sintonía y expectantes por el show de inauguración del Parador Konex el jueves 23 de enero. La energía previa a su primera fecha del año es palpable, y aunque cada artista la procesa de manera diferente, es un punto de partida cargado de simbolismo en el que confluyen la emoción, los nervios y las ganas de sorprender.
Por su lado, Blair está entusiasmada por volver a tocar después de tantos meses sin presentarse en Capital Federal, tras tocar por última vez en septiembre en La Plata. “Necesito volver a sentir el cariño, el calor y las ganas de saltar de la gente de Buenos Aires -asegura-. Así que estoy muy contenta. Todavía ni empecé a ensayar, pero estoy contenta”.
La situación de Juliana es otra, ya que acaba de presentar su aclamado álbum debut como solista, Maquillada en la cama -elegido como uno de los mejores discos de 2024 por Indie Hoy-, en dos shows en Niceto Club que quedarán en la historia del pop nacional. “Ahora me encuentro reconectando con todo -admite-. Cumplimos un montón de sueños y pequeños caprichos. Cada persona involucrada, desde los músicos hasta quienes se encargaron de lo estético, aportó sus propias ideas y sueños de toda la vida, cosas que siempre quisieron hacer en vivo. Todo se alineó, desde el vestuario hasta cada detalle. Fue una experiencia muy intensa, pero todos estábamos muy felices con lo que estaba sucediendo”.
Juliana sigue de cerca la música de Blair y siente admiración por cómo maneja su carrera y su estética, aunque aún no tuvo la oportunidad de verla en vivo. La artista oriunda de Punta Alta, en cambio, recuerda que su primer show fue viendo a Miranda! en Mar del Plata. “Creo que Miranda! es la banda que más veces vi en su vida”, admite. En esa época, el dúo tocaba mucho en la costa y a menudo coincidía con los shows de Pimpinela. La mamá de Blair la llevaba a ver a Pimpinela, pero ella siempre insistía: “Bueno, pero antes vamos a ver a Miranda!”.
Divas del pop
Aunque Juliana y Blair coinciden en que no es fácil elegir a una sola diva del pop, cada una tiene una forma entrañable de contar cómo esas figuras moldearon su estética y sensibilidad artística. Se trata de esas artistas que, con su música y actitud, definieron el camino que hoy ellas siguen a su manera.
Juliana lo aborda desde una perspectiva amplia. Al pensar en aquellas que más la atravesaron, menciona nombres más específicos, incluso menos convencionales, como Annie Lennox: “Tal vez ella no es una pop star como Madonna o Kylie, ni como Róisín Murphy que es más contemporánea, pero cuando era chica Annie Lennox me voló la cabeza”.
Lennox, conocida por su imponente androginia y por ser la voz principal de Eurythmics, fue una revelación para Juliana. “Cuando era chica, pensaba que Annie era una travesti y Boy George una mujer -recuerda-. De grande me fascinó esa noción primera que tuve, porque casualmente después viví en la discoteca con trolos, travestis y todo ese universo”.
En 1995, Lennox publicó Medusa, un álbum en el que reinterpreta clásicos de otros artistas, dándoles su toque especial. Canciones como “No More ‘I Love You’s” y “A Whiter Shade of Pale” se transformaron en piezas íntimas y teatrales gracias a su poderosa voz y arreglos que mezclan melancolía y sofisticación. “De Medusa tengo recuerdos muy claros, aunque yo era muy chica, antes de la adolescencia, y tal vez no entendía del todo lo que escuchaba -aclara Juliana-, pero ese disco quedó grabado en mí desde el momento en que lo escuché”.
Blair describe su relación con las divas como algo casi maternal. “Lady Gaga es como una de mis madres artísticas“, asegura, recordando cómo descubrió The Fame Monster y lo convirtió en la banda sonora de su infancia, jugando a los Sims y Harry Potter en la computadora mientras el disco sonaba de fondo. Gaga representa para ella una fusión perfecta de elementos: la teatralidad, la capacidad de reinventarse y su versatilidad camaleónica.
“Siento que Lady Gaga es todo lo que me gusta en una sola persona -cuenta-. Nunca conecté tanto con Britney Spears, aunque me encanta, pero con Gaga fue distinto. Me fascina esa cosa monstruosa que tiene. Además viene del jazz, y un día decide sacar un disco con Tony Bennett y no le importa lo que la gente espere de ella. Me encanta esa manera de crear personajes y las performances en vivo”.
Blair también menciona a Lana del Rey, a quien considera una influencia trascendental. “Sin Lana, muchos artistas actuales no estarían haciendo música“, afirma, destacando el impacto de su sentimentalismo y su estilo que roza el rock alternativo pero se convierte en pop, similar a figuras como Kate Bush. “De hecho, Billie Eilish misma dijo que, sin Lana, no sabe qué estaría haciendo”, agrega.
También aparece la figura de Miley Cyrus, quien para Blair comparte una cualidad monstruosa con Gaga. “Esa rebeldía de ser una chica Disney que después hace hitazos pop y saca un disco con alto contenido sexual sin importarle nada“, dice, resaltando la impronta que tienen las divas de su panteón de romper con los moldes. Por último, menciona también a Taylor Swift y a su influencia masiva, se guarda las palabras para no extenderse demasiado: “Podría hablar tres horas de Taylor“, concluye entre risas.
Maquillada en la fiesta y llorando en la cama
Ambas artistas encontraron un punto en común en el poderoso imaginario detrás de sus últimos discos. Maquillada en la cama y Llorando en la fiesta -el más reciente disco de Blair- son relatos llenos de emociones crudas, marcados por una estética y actitud muy propias. Cada uno refleja una vivencia íntima y una mirada particular sobre momentos de vulnerabilidad y liberación.
“Encuentro mucho en las imágenes que disparan las letras de Llorando en la fiesta“, cuenta Juliana. Aunque asegura que fue pura coincidencia, admite compartir intereses similares con Blair, sobre todo en lo que buscan en un artista: alguien que haga lo que quiera. “Eso me fascina. Esa actitud de ‘me chupa tres carajos’ y sacar un disco porque sí, de lo que le pinte, es algo que rescato muchísimo. Lo veo como un gesto muy genuino”.
“Quizás porque ya estoy vieja o porque soy intuitiva, lo reconozco enseguida -agrega Juliana con una risa ligera-. Apenas veo a alguien haciendo lo que realmente le da la gana, me doy cuenta. Con Blair me pasó algo así. Sin conocerla mucho, vi dos o tres gestos suyos y pensé: ‘Esta está cumpliendo sus caprichitos’. Y creo que tanto Maquillada en la cama como Llorando en la fiesta son eso: grandes caprichos amorosos de nuestros corazones”.
Al ahondar sobre la imagen y el concepto que se desprende de un título tan sugerente, Juliana no duda en responder con humor y sinceridad. “Bueno, soy yo. Maquillada en la cama soy yo: una señora, una popstar que a veces está un poco triste… y maquillada en la cama”, dice entre risas, encapsulando en esa frase la esencia del disco.
Aunque sus procesos creativos suelen variar de un proyecto a otro, en este caso hubo un punto de partida clave: su amistad con el cantautor y productor chileno Alex Anwandter. “Hace años que somos muy amigos, y él me insistía con que tenía que hacer un disco solista. Pero yo siempre le respondía: ‘No, yo quiero trabajar menos, no más’. Cada vez quiero trabajar menos, de verdad”, confiesa Juliana.
Sin embargo, fue Alex quien logró captar, casi como un radar, frases que Juliana soltaba al pasar, transformándolas en posibles ideas para canciones. “De repente me marcaba algo como: ‘Eso que dijiste, tiene que ser una canción’. Cosas como ‘borracha en un baño ajeno’ o ‘en la cama’ salían de charlas entre amigos”, recuerda. Poco a poco, esos momentos se convirtieron en un ejercicio creativo.
El proceso fue peculiar, ya que la distancia física —Alex vive en Estados Unidos— los obligó a trabajar principalmente por mail. “Empezamos a hablar sobre qué cosas quería contar. Y casi todas las canciones del disco giran en torno a lo mismo: este personaje que quiere y no quiere el amor, que sufre la soledad, pero también se regocija en ella, que se saca fotos, que llora desde la cima de la felicidad. Es como una versión de mí misma, un poco más oscura, otro personaje que manejo”.
Con el tiempo, Juliana comprendió que Alex tenía razón: era momento de mostrar algo más honesto, algo que reflejara quién era realmente. “Las canciones cuentan cosas que me pasaron durante mucho tiempo, incluso durante la pandemia, porque empezamos a trabajar en esto hace cuatro o cinco años”, explica. Así, Maquillada en la cama se convirtió en el resultado de años de observación, conversaciones y una introspección profunda, condensada en ocho tracks que oscilan entre el electrodance, el synth pop y algunos guiños al jazz.
Para Blair, la creación de Llorando en la fiesta fue un proceso mucho más intuitivo y visceral. “Mi explicación no es tan poética ni tan linda como la de Juli, pero creo que tiene algo de eso. A mí me pasa que hago cosas, y después encuentro el significado”, confiesa.
El disco nació casi por accidente. Durante una visita a Buenos Aires, Blair tenía solo diez días para trabajar junto al músico y productor Dante Saulino, así que no había espacio para grandes planes ni estrategias. “Hacíamos una canción por día, a veces una canción y media. Cuando llegaron los diez días, de repente había siete canciones y un tema más que ya había sacado antes. Así que dijimos: ‘Bueno, ya está, tenemos un disco’”, recuerda.
Ese enfoque improvisado incluso le valió un premio por disco conceptual, aunque Blair se ríe de la etiqueta. “Si te ponés a cavar hondo, capaz que encontrás un concepto, pero la verdad es que no lo pensé así. Lo único que sabía era que tenía el corazón roto. Encima, mientras lo hacía, me lo seguían rompiendo. Era literal: a la noche dormía con la persona que me rompía el corazón, y al otro día me levantaba a escribir sobre lo que acababa de pasar”.
El título, Llorando en la fiesta, surgió con la misma espontaneidad. “Dante dice que llegué al estudio un día y lo declaré: ‘Se va a llamar Llorando en la fiesta’. Creo que fue algo que se me ocurrió después de… bueno, de llorar en una fiesta. Era algo que me pasaba seguido a los 20. Tenía una exnovia con la que siempre terminábamos llorando en las fiestas, o algún tipo también me hacía llorar. Era tan recurrente que el nombre salió de ahí”.
Aunque el título parece hechizar perfectamente el espíritu del disco, Blair insiste en que todo fue fortuito. “Si lo analizás, el título encaja con las canciones. Es ese contraste: un ritmo alegre, casi britpop, pero cuando prestás atención a las letras, te querés morir. Es algo muy The Cure, o medio The 1975 y Harry Styles. El disco tiene esa vibra: estás en un ámbito divertido, pero la estás pasando mal”.
“Ese disco es como ver una foto vieja mía: un recuerdo de quién era en ese momento”, concluye. Ahora, con 23 años, asegura que muchas cosas cambiaron. “Hoy en día, un tipo no me haría llorar en una fiesta. Me iría a casa feliz, me pondría a ver una peli y listo”. Pero Llorando en la fiesta sigue siendo una oda a esos días caóticos, una prueba de que las lágrimas pueden transformarse en canciones con las emociones a flor de piel.
Bailando en la nada
Para Juliana, la preparación para el show en el Konex tiene un objetivo claro: disfrutar más y dejar atrás los nervios que la dominaron en Niceto. “Antes de la presentación no podía respirar, me temblaba el cuerpo. Era un salto al vacío”, recuerda. Sin embargo, el resultado fue inolvidable: “El escenario todo rojo, que era un capricho mío, quedó increíble. Me iba aplastando el momento, pero al final fue inolvidable. Hasta me gritaron ‘mamá, te amo’… esas cosas me las tatué para siempre”.
En cambio, Blair vive el preshow con más tranquilidad. “Antes de los shows no me pongo nerviosa. Pero después, cuando bajo del escenario, me quiero morir. Soy muy autoexigente”, admite. Aún así, las experiencias de 2024 en festivales la ayudaron a relativizar la presión. “Si mi show no salió como quería, igual hay otros 800 artistas para ver. Pero en un show propio, si no sale como quiero, es más difícil no torturarme”. La clave para ella está en encontrar un equilibrio, especialmente al enfrentarse después con el “bajón”.
El futuro de ambas está marcado por la experimentación. Juliana, entre ensayos y escenarios, además piensa en nuevas canciones. “Lo de Niceto me tomó por sorpresa, incluso lo que pasó con Alex Anwandter en su show en el C Art Media fue una cachetada: me invitó a subir, canté mis temas y hubo pogo. ¡Pogo en mis canciones! No lo podía creer”, dice Gattas haciendo referencia a la visita del artista chileno el pasado 24 de octubre.
Para Blair, el sucesor de Llorando en la fiesta es un desafío diferente. “Tiene como una narrativa, casi como un cuento o una novela, donde hay un personaje que sigue una línea temporal de eventos. A veces lo miro entre líneas y es bastante autorreferencial, pero lo importante es el personaje, lo que hace, lo que piensa… y a veces incluso me detenía a escribir canciones de amor, pero pensaba: “No, no puedo. No le encaja a este personaje”, explica acerca de lo que será su segundo disco. Inspirada por álbumes como Motomami de Rosalía, busca romper con lo predecible: “Ese tipo de dinamismo quiero lograr, que el disco te agarre por sorpresa en algunas partes”.
Cuando se trata de elegir las canciones favoritas de la otra, Juliana dice enseguida: “Me gusta mucho ‘Otra noche en los 70’, y también me encanta ‘Rothmans’”. Para Blair, la respuesta incluye anécdotas: “‘Otra noche en los 70’ la grabé en mi casa, durante la pandemia, deprimida. Compré un micrófono y la grabé acostada, sin pensarlo mucho. A veces pienso que mi canción con más reproducciones la hice sola en mi cama, sin preguntarle a nadie. Hay algo en eso”.
Y entre halagos, Blair cierra con un reconocimiento: “Para mí, el disco de Juliana es el mejor disco argentino de 2024. Me peleo con quien sea por eso. ‘Botas negras’ me parece una bomba, muy hot. Y mención especial para ‘Un taxi al Infierno’. Me encanta el concepto del taxi al infierno, y cómo está escrita la letra. Esa frase de “Sola en el mundo por siempre, bailando hasta la muerte”, me parece increíble. Juliana, visiblemente emocionada, responde con una sonrisa: “Te amo. Gracias”.
Juliana Gattas y Blair se presentan el jueves 23 de enero a las 19 h en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, CABA). Entradas disponibles a través de la web del Konex, con 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.