Hablar de la escena cordobesa no es una novedad. Lo que sí puede serlo es plantear un diagnóstico o una reflexión sobre la actualidad, vigencia, sustentabilidad y proyección de sus variadas propuestas musicales.
En los últimos dos años el panorama se reconfiguró de manera notable, y al intentar entender qué pasó nos encontramos con una mezcla bastante compleja de continuidades y cambios más o menos radicales y azarosos. Algunos hablan de una meseta, de un momento bisagra, pero otros notan cierta desorientación. Lo cierto es que se renovó el público, algunos outsider patearon el tablero (como el caso de Paulo Londra) y artistas con experiencia pasaron por distintos estados dantescos: algunos se consolidaron en otras latitudes, otros cumplieron sus ciclo o se embarcaron en búsquedas nuevas y redentoras.
En un contexto así resulta grato y significativo festejar los 10 años de uno de los lugares más emblemáticos de la movida cordobesa: el Club Belle Epoque. Por un lado porque nos referimos a una de las piezas más importantes en la difusión de la música alternativa e independiente a nivel local y federal; por otro, porque se trata de un espacio vivo y con una escala que, lejos de caer en la despersonalización de las grandes salas o festivales, fomenta la integración y la confluencia de un colectivo muy heterogéneo de personas –artistas, público, técnicos, productores, periodistas y agitadores– que terminan siendo corresponsables de la oxigenación cultural de una ciudad conservadora.
Con la excusa del aniversario del club nos juntamos con Franco Gil –productor y socio del Belle- para charlar sobre el pasado, presente y futuro de este espacio que le puso el cuerpo al desarrollo de una escena.
En marzo hicieron la primera fecha del Remazón Cordobés en Niceto. ¿Cómo surgió la idea de llevar la propuesta del Club Belle Epoque a Buenos Aires?
El ciclo surge a partir de una invitación de Yumber Rojas, periodista y curador del ciclo Indiefuertes. Él nos propuso participar en la curaduría una vez al mes con bandas de Córdoba. El 7 de marzo hicimos la primera fecha con la idea de presentar a artistas nuevos como Morsa Light, Yaz Alvarez e Hiperespacio. El 18 de abril volvemos con algo más electrónico junto a Revelant (que lo podría definir dentro de la canción, como un pop suave y deforme), Union Saint Vincent (orientado al house) y Saturnino (live set groovero). Tenemos previstas más fechas, pero no tenemos cerrado el calendario y las grillas. La intención de la curaduría es mostrar bandas que tengan una conexión con la estética del club y que a su vez tengan un producto que pueda ser defendido en vivo.
¿Qué importancia le dan al Remazón?
El ciclo es una vidriera más que nos permite mostrar lo que venimos haciendo desde hace 10 años. Es otro canal. En este tiempo casi todos los referentes de la escena independiente y alternativa del país se presentaron en nuestro escenario. Ellos conocen qué es y significa Belle Epoque, aunque no pasa lo mismo con sus públicos. El Remazón nos permite llegar a esas personas desde otro lugar. Por eso trabajar con la gente de Indiefuertes y Niceto nos ayuda a legitimar y amplificar la llegada institucional del club.
¿Cómo eran los lugares y la escena local antes del Belle Epoque?
Antes había algunos pocos lugares para tocar, que muchas veces ponían condiciones muy desfavorables para los músicos: o te alquilaban la sala, o te daban cierto número de anticipadas que si no lograbas vender tenías que cubrirlas de tu bolsillo. Era muy hostil el panorama. Cuando nosotros abrimos quisimos romper con esa forma, además de sumar un espacio que le faltaba a la noche de Córdoba.
¿Qué te llevó a abrir el club?
Se juntaron varias cosas. Por un lado me había aburrido de la oferta de la ciudad: estaba cansado de ir a los lugares del circuito de aquella época. Noté que hacía falta un espacio que contenga e identifique a las personas que quedaban fuera de la tendencia, como yo. Con esa inquietud, surge la posibilidad de administrar un bar que quedaba en Barrio Observatorio, el Gould Pub. El bar era súper alternativo y under, y funcionó muy bien durante un año… pero no pude sostenerlo por cuestiones de ubicación y habilitaciones. Dejarlo fue un golpe fuerte, porque venía con algo que estaba bueno -me había permitido conectar con un público muy particular- y de golpe hubo que bajarle la persiana, me quedé sin trabajo, con un puñado de pesos y algunos equipos. En ese bajón un amigo me cuenta que el dueño del Valentina Bar (otro bar alterna de Güemes, de corte psicodélico y setentoso) estaba pensando en ampliar el lugar o abrir otro espacio. Fue así que lo encaré a Alejandro, mi socio actual. Nos juntamos y le presenté la idea de lo que sería Belle Epoque: un bar que mixture esa cosa alternativa que teníamos los dos pero agregando la posibilidad de organizar espectáculos y música en vivo. La idea era hacer algo accesible, que permitiera difundir y ayudar a desarrollar a los artistas emergentes acercándolos a ese público que quería escuchar cosas distintas. La idea le copó, nos juntamos un par de veces más y empezamos a buscar lugares para abrirlo.
¿Cómo dieron con el local? ¿Tenían otras opciones en vista?
Estuvimos anotando y marcando los clasificados durante una semana, agotando todas las opciones en la zona del centro y su periferia. El primer día que salimos a buscar, después de muchas vueltas y sin haber encontrado nada que estuviera a la altura, encaramos por calle Lima como para ir a un lugar a comer una pizza y tomar un porrón. Ahí fue que nos encontramos de casualidad con el local. Cuando veo el cartel de alquiler le pregunto al gordo si sabía qué había ahí… y él me contesta que ahí estaba el Teatro María Castaña. El local tenía todo: dos ambientes, galería y escenario montado. No había dudas: ese era el lugar. Quedamos re manija y al día siguiente lo fuimos a ver. Estaba detonadísimo, pero sabíamos que era lo que necesitábamos. Eso fue en diciembre del 2008. Estuvimos todo el verano armándolo a pulmón, con amigos que aportaban con lo que sabían y podían. Lo levantamos con nuestras manos porque apenas teníamos la plata para los materiales.
¿Recordás cómo fue la primer noche?
Fue en abril, el 11. Abrimos con una habilitación provisoria, porque teníamos que generar algo de dinero para pagar el alquiler y empezar a cubrir costos. Fue un éxito y un descontrol… Tocaron Poliester (que luego pasaron a llamarse Smoke Sellers) y una banda de rockabilly que no recuerdo el nombre. Pusieron música Gorgax de los Demasiado Revueltos, DJ ZZ y también pusimos música con mi socio. Fue una locura. Metimos como 500 personas, facturamos lo que teníamos que facturar y el lunes a primera hora pagamos todo lo que debíamos. Así arrancó Belle Epoque, y de ahí no paramos en 10 años.
¿Qué otros momentos memorables se te vienen a la cabeza?
Hay muchos puntos altos. Aniversarios que fueron fiestas únicas, que siguen siendo muy recordadas. También shows increíbles… como el de Las Bistecs, Hidrogenesse, varios de Los Frenéticos, Usted Señálemelo, Diosque, Los Espíritus, Palo Pandolfo, Daniel Melero, El Mató en el 2010. Hay puntos muy altos. El club tiene una energía y un clima muy particular.
A la distancia es lindo ver los resultados y el impacto, pero supongo que una movida de producción como la del club exige mucho. ¿Qué implica gestionar un espacio así?
Siempre tenés que estar muy arriba, lúcido y concentrado. Cuando sos más pendejo vivís para trabajar y joder, como en esa dinámica se mezclan ambas cosas. Ya con un par de años encima, mirás las cosas desde otra perspectiva, más seria y madura. Entre los 22 y los 30 años las hice a todas, fue suficiente. Ahora es tiempo de capitalizar la experiencia y crecer.
¿Se puede decir que pusiste el cuerpo?
Literalmente, sí. La parte fea del asunto es la presión que viene cuando el ritmo con el que evoluciona el proyecto y la programación son imparables. Tuve un par de episodios donde la cabeza y el cuerpo me hicieron tomar conciencia de los riesgos que ese ritmo generaba. Eso me llevó a armar equipos de trabajo y delegar, pero en la primera época con mi socio hacia de todo: programación, redes, relaciones públicas, proveedores, trámites, limpieza, mantenimiento… algo que llevó a ocupar todos los días de mi vida. Muchos piensan que administrar un local nocturno implica trabajar desde que se abren hasta que se cierran las puertas, pero estás trabajando todo el día, todos los días. La gestión y producción demanda muchísimo laburo. Por otro lado, es una gestión 100% independiente. Sin apoyo del Estado. No hay nadie que se ponga la camiseta por los gestores, productores y espacios culturales de Córdoba, siendo que somos fundamentales para el ecosistema artístico de la ciudad.
El desarrollo del club se dio a la par de lo que actualmente reconocemos como la escena cordobesa. Desde tu perspectiva, ¿cómo viste la evolución de la escena en estos 10 años?
El Belle Epoque surgió en el momento justo, cuando empezaron a plantarse con proyección algunos artistas como El Mató y la movida platense. El club creció a la par de esas novedades, y terminó siendo una plataforma de exposición fundamental en esa configuración de lo nuevo. Fue un factor de desarrollo de la escena de Córdoba, porque nuestra manera de producir ayudó a que tome estructura y crezca. Nosotros empezamos a pagarle a los músicos y cambiamos las condiciones. No solo te llevabas algo, también poníamos a disposición todo el equipamiento que teníamos para que la fecha salga lo mejor posible. La camaradería, el respeto y el laburo en equipo son cosas que caracterizan al club, porque todos estamos al servicio de lo mismo: generarle sensaciones y emociones a la gente. Cuando empezamos a aceitar el trabajo y atraer más bandas de distintas partes del país, y al haber restricciones para tocar en otros lados, el local pasó a ser un punto de inflexión y de referencia: si eras músico y hacías algo alternativo sabías que la parada era tocar en el Belle Epoque. Creo que eso convirtió al club en un pilar fundamental en la configuración de la escena nacional de la que hoy hablamos: es una sala que se volvió medio de culto y un espacio de legitimación. Un engranaje que aportó a que se desarrollaran y surjan nuevas bandas, nuevos sellos y un nuevo público. El Belle Epoque es un bastión de la música independiente y alternativa del país.
¿Tenés una estimación de cuántas bandas pasaron por el escenario de Belle Epoque?
Hace poco hice un repaso y conté más de 600 presentaciones de todo tipo: bandas, DJs, musicalizadores. El espacio es súper heterogéneo, es un club de música y no nos cerramos a ningún estilo. Siempre mantuvimos lo alternativo, hasta para reivindicar expresiones del cuarteto como Cachumba (que es la banda de cuarteto más federal e independiente del país).
¿Ustedes producen todas las fechas o trabajan junto a otras productoras?
Durante muchísimo tiempo la agenda la llevamos nosotros. Luego empezamos a construir relaciones con bandas y productores que se acercaron a proponer fechas y ciclos, lo cual derivó en co-producciones.
¿Cuáles fueron los ciclos que más se mantuvieron?
Tuvimos muchos ciclos. Ska Fever duró 7 años y nos permitió traer a todas las bandas de la escena porteña; Poptopia Mix estuvo 3 o 4 años; The Future is Here fue un ciclo de house y techno que programamos a lo largo de 7 años; Blackdown de dubstep. Ahora tenemos Quién te Quita lo Bailado, que es un formato de fiesta electrónica más freestyle… A muchos ciclos los discontinuamos porque quedaron desactualizados, así que pasamos a programar cosas nuevas. Después tuvimos ciclos de bandas que organizaban fechas como anfitriones, como ser el caso Hijo de la Tormenta o Árboles en Llamas. Tengo muy buenos recuerdos de esa época.
Desde hace varios años venimos hablando de la escena de Córdoba, y en esa referencia parece que se tratara de algo homogéneo. ¿Vos cómo lo ves? ¿Hay una o varias escenas?
Creo que en estos años existieron diferentes focos: había una escena hard-core punk con un circuito de bandas, una movida stonner, había proyectos de pop alternativo, rock, y bandas que cultivaban una mixtura de sonidos latinoamericanos. Hoy me parece que la tendencia va por otro lado. Creo que hoy la escena está en una meseta, y un tanto desorientada. Tuvo un momento en el cual, más allá de los focos, el pulso lo marcaban bandas indie pop/rock como las de Ringo Discos y semejantes. Hubo propuestas que estuvieron a punto de explotar pero no pudieron reventar la plaza. Si lo hubieran logrado el impacto hubiera sido mayor y tendríamos el triple de bandas. Esas experiencias contagian. Así y todo siguen surgiendo cosas, y ayuda que haya más espacios para tocar.
¿Podemos hablar de un cambio generacional?
Sí. El cambio generacional es muy rápido y eso trae aparejado un cambio en las formas de consumo. Ahora lo que marca la tendencia son los likes de Instagram o las escuchas en Spotify. Eso te obliga a adaptarte.
¿Cómo impactó ese cambio en la producción del club?
Nosotros teníamos un público cautivo que se dejaba sorprender. Eso nos daba un handicap para poder realizar apuestas. Ahora es otra cosa, y vivimos en una disyuntiva: necesitamos adaptarnos a tendencias y formas de consumo que no son como las nuestras, pero sin resignar nuestra propia mirada. Los pibes no buscan investigar en la historia, como lo hacíamos nosotros. Hay otra escuela musical y otra manera de definir conexiones. Volvimos a los singles, que eran el formato de la industria de hace décadas. Ese cambio es una reconfiguración de intereses y de entendimiento que nos pone a prueba: porque podés generar propuestas que están buenísimas pero que a su vez no llamen la atención o despierten el interés de estos pibes. Nosotros queremos mantener el espíritu alternativo que nos define, eso que nos hace ir por fuera de lo mainstream o la vorágine de la tendencia, en este sentido, buscamos redefinirnos sin perder ese toque. Aunque hoy el pulso lo marque el pop, el trap, el perreo, nosotros no queremos descuidar otras experiencias que creemos que hacen falta. Otras catarsis. Los sonidos ásperos y deformes son súper necesarios… más aun cuando estamos atravesando una crisis social, política y económica como la actual. Necesitamos esos canales de descarga para equilibrar con otras miradas más naif y banales.
Con este público nuevo ¿se sigue manteniendo el espíritu de encuentro de antes?
Sí, todavía se mantiene ese espíritu. El público nuevo sigue encontrando en el club un espacio de contención y de sociabilidad. Incluso hemos generado un club dentro del club a través del ciclo Limbo POP, que es una referencia LGTB.
El Lollapalooza representa esos cambios en los consumos y las formas de experimentar los espectáculos musicales. Si tuvieras que definir la grilla de un festival alternativo, ¿qué propondrías?
Esa es una materia pendiente que en algún momento vamos a hacer. Hay opciones contemporáneas, que tienen una propuesta claramente marcada, orientada a ciertas tendencias. Creo que la visión musical de Belle Epoque va por otro lado y nos permitiría generar algo distinto, más amplio… imagino algo más heterogéneo, también experimental y con pasajes más oscuros, que estimule otras emociones.
¿Qué bandas cordobesas te imaginás en ese line up?
Me las guardo para cuando ocurra (risas).
¿Qué tienen planeado para festejar estos 10 años?
Van a haber festejos a lo largo de todo el año. Arrancamos en abril: el jueves 25 tenemos programada una muestra llamada “Antologías”, que es un repaso de la historia del club en fotos y afiches (va a ser en la Casona Municipal). Además vamos a hacer tres fiestas, que representan tres capítulos de una historia: la primera es el próximo 26 y se llama “La Tercera Posición”, donde van a tocar Peces Raros, Telescopios y Las Sombras. Además de esas cuatro actividades vamos a hacer una intervención en la vía pública, ciclo de conversatorios y algunas cosas más que estamos desarrollando.
¿Al Tío Billy lo van a exponer en algún lado?
Al Tío Billy lo vamos a embalsamar y lo vamos a poner en alguna parte del club (risas).
¿Cómo ves la escena de acá a 10 años?
Están surgiendo agentes que quedaron libres de otros proyectos, junto a caras nuevas que tienen nuevas ideas. Hace falta que la gente con más experiencia participe para poder estructurar ese movimiento. Si no caemos en una “hippeada súper arty” que luego queda en la nada y no logra canalizar toda la energía. Creo que van a pasar muchas cosas, pero hay que enfocarse bien. No solamente en lo musical sino en otras áreas, porque hay gente que viene de otros espacios con muy buenas ideas. Además, si todos nos sacamos algunas cargas conservadoras que hacen a la idiosincrasia de esta ciudad, y los prejuicios de pueblo grande, podemos enfocarnos en la misma dirección, podemos lograr que Córdoba sea una plaza mucho más importante y que ocupe el lugar que le corresponde. Tenemos grandes artistas, de todo tipo, solo falta una chispa para que exploten.