Quizás resulte llamativo que una guitarrista de rock (y de rock fuerte, duro) evoque, como primer recuerdo ligado a la música, la sensación de tener sus manos de niña sobre las de su abuelo, en el piano. Pero en el caso de Lucy Patané, artista atravesada por una creatividad y sensibilidad pluriforme, hablamos de una excepción a la regla, que se corre de los márgenes. Crecida en una familia de padre y madre artistas, esa creatividad pareciera venir de lejos: de generaciones, de vidas pasadas. ¿Algo que quizás el sol en el signo de Géminis, o la luna en el signo de Aries pongan en evidencia en su carta astral, la cual conoce en profundidad?
Una precisión tan clara como la ternura de ese recuerdo primitivo impregna los territorios poéticos que sus canciones recorren. Precisión probablemente forjada en la voluntad de vencer obstáculos. Al evocar esa imagen de su abuelo, señala: “Tengo dos o tres recuerdos con él, y ese es uno de los que más atesoro. El recuerdo es solo esa imagen, no tiene sonido. Él quería ser pianista de tango, a sus 15 años Mariano Mores quiso llevarlo de gira, pero sus padres no lo dejaron”.
En el caso de Lucy, en lo que al cumplimiento de deseos, metas y objetivos artísticos respecta, no parece haber obstáculo suficiente: va por todo y más. La noticia de sus múltiples nominaciones en los premios más importantes de la música argentina lo ratifican. Y a pesar de ser aún muy joven, es algo que aprendió a hacer a lo largo de una firme trayectoria en el arte independiente, ya más que consolidada. ¿Una pandemia alcanza para poner en jaque los deseos de una guerrillera artística en el nuevo mundo post apocalíptico? Pongamos esta pregunta en suspenso, al menos por un momento.
Su trabajo homónimo, por el cual ganó en la terna de “Mejor álbum de rock alternativo”, no es la única prueba de su cualidad de excepcional. Su último lanzamiento, el single Ramón, confirma esta esencia nómade que escapa al lugar común. La emergencia sanitaria por la pandemia del COVID-19 la sorprendió en el medio de una gira por México, donde fue a presentar su material solista, acompañando también a su amiga Barbi Recanati en el bajo. “Lamentablemente mi gira se canceló casi de comienzo por la pandemia y mucho no tengo para contar. ¡Compartir escenario y estadía con Barbi estuvo muy bueno! Nos conocemos hace muchos años: en los inicios de La Cosa Mostra, mi banda con Paula Maffía, solíamos coincidir mucho con Recanati en espacios culturales. Luego ambos proyectos tomaron distintos rumbos. Así que fue, de alguna manera, volver a reconectar”.
La presentación de su disco planeada para mayo en Niceto, también tuvo que suspenderse. Posteriormente en junio, el breve pero poderoso Ramón fue publicado el día de su cumpleaños. Una suerte de “auto regalo” formado por dos composiciones instrumentales. En ellas, Lucy se sienta al piano para transportarnos a lugares (tanto en tiempo como en espacio) muy lejanos de este contexto incierto de aislamiento obligatorio, acompañada por amigxs como Mene Savasta, Pablo Hadida, Pedro Bulgakov y Santiago Martínez. Música que brota sutilmente de la yema de sus dedos para atravesar oídos con la fuerza de un paisaje inabarcable, sonoro, que interpela la totalidad de nuestros sentidos. El Sol (astro que define la individualidad del Ser) en Géminis: la dualidad, el complemento de los opuestos, lo oculto que se muestra. Un signo de aire, plenamente ligado con las sensaciones estéticas, propias de artistas y poetas.
Lucy mamó en sus inicios la ideología DIY del hardcore autogestivo e independiente. Quizás fue esta misma conciencia de lo autónomo, de la gestión propia del trabajo artístico, lo que la llevó de a poco a independizarse de proyectos a los cuales alimentó (y aún alimenta) fuertemente con su talento musical para pasar al rol de front(wo)man. Sin perder, no obstante, la conciencia colaborativa, de equipo, y fundamentalmente de sororidad, que nutrió su carrera desde siempre. El proceso, señala, fue duro, aunque también necesario: “Fue un calvario y lo disparó una insatisfacción enorme. Siempre me sentí cómodo siendo el Keith Richards o Richie Sambora de los proyectos, podía expresarme con la guitarra y ser libre, total quien lideraba el escenario o las canciones era otrx. Pero llegó un momento que estaba insatisfecha y me ponía muy triste pensar que quizás debía probar estar al frente”. Y puntualiza: “Me daba pena pensar que quizás era un pequeño berrinche de ego. También empecé a detectar que en mi rol de producción en los proyectos empezaba a perder entusiasmo y básicamente tenía mucho mal humor”, admite entre risas.
Y es que vencer el miedo a que se escuche la voz propia suele ser un escollo corriente en lxs músicxs que siempre enriquecieron, desde su instrumento, el espacio de centralidad ajeno. La Luna (astro que define el mundo del deseo inconsciente) en Aries: la vitalidad, la independencia, el carácter impetuoso que se antepone a la dificultad y por ende, al temor. Un signo de fuego, plenamente ligado con el logro de objetivos y metas, propio del liderazgo y el carisma. Al hablar de sí mismx, la percepción de Lucy también es dinámica (cómodo/insatisfecha), no solo respecto a su rol artístico sino de autopercepción de género.
Algo de esa esencia tan nómade y a la vez autoconsciente se mostró en un evento singular: el Festilucy en el teatro Mandril, a fines de un noviembre de 2019 tan cercano y lejano a la vez. En él, participaron todos sus proyectos pasados y presentes: La Cosa Mostra, Panda Tweak, El Tronador y su propio proyecto solista, festejando sobre el escenario sus 25 años de trayectoria musical junto a compañerxs de ruta diversos: entre otrxs, Paula Maffía en La Cosa Mostra, Marina Fages en El Tronador, y la banda que la acompaña para tocar sus canciones, compuesta por Carola Zelaschi, Melina Xilas y Mene Savasta. Viendo el carácter disímil de propuestas tan distintas, ella misma se reconoce como un “Frankenstein hecho de sus propias elecciones”, unidas como por un fino hilo que enhebra sus inicios en el hardcore independiente con su último lanzamiento. La carcaza se transforma, se mantiene un mismo espíritu autónomo, fluctuante, curioso, pero por sobre todas las cosas sensible a su propia esencia y entorno.
Respecto a su visibilidad actual en un panorama (menos, pero todavía) dominado por el “género opuesto”, se la nota molesta, hinchada las bolas respecto a las preguntas por su condición de “mujer”. Y ¿cómo no cansarse, siendo ella misma quien desde su propia construcción identitaria busca derribar esas barreras desde hace tiempo? Basta entrar a su perfil de Instagram y ver sus fotos con bigotes, evocando cuando le pinta una estética de chongo mostrando bíceps. O, camaleónico, de gentleman que invita elegantemente a subir a su auto. O también su costado de mujer disidente, por fuera de la heteronorma patriarcal, que plantea lisa y llanamente una deconstrucción surgida desde su propio deseo. ¿No fue Judith Butler quien dio cuenta, ya hace varios años, que los roles de género obedecen a una cuestión performativa y, por ende, a una decisión política? Como lesbiana y feminista, la deconstrucción del género femenino y su opuesto binario, la mezcla de ambos, es la batalla que está librando Lucy hoy, frente a las preguntas del tipo qué-se-siente-ser-chica-en-un-mundo-de-hombres, que no hacen más que ir a la retaguardia de un frente que libra, al mismo tiempo, otro tipo de peleas y foguea otro tipo de discusiones. “No puede ser que sigan preguntando ‘¿Cómo ves hoy a la mujer en el mundo del rock?’ a una piba. Esa pregunta es el eterno peaje que tenemos que pagar las personas que no somos varones cis para poder hablar de nuestra música”.
La frescura en la manera de entender el arte que se desprende de Lucy, parece contrastar con el contexto de aislamiento actual, que a pesar de ser un tránsito denso para cualquier persona (especialmente para las naturalmente inquietas), no la ha detenido del todo. “Algunas personas me han dicho ‘Debés estar componiendo un montón’. La verdad que no. No tengo mucho para decir por ahora. No me considero una compositor de oficio, de esos que sacan canciones de la galera todos los días. Necesito salir para recolectar ideas, historias, emociones. Todo el día adentro de mi casa me cuesta ser creativa. Sí se activaron muchas colaboraciones y con eso estoy contenta porque estoy recibiendo propuestas de artistas que admiro muchísimo. Con respecto a mi entorno, estoy más atenta a la salud mental y emocional de las personas que quiero y me relaciono desde ese lugar”. Hace poco, por ejemplo, salió el EP Isla de Shaman Herrera, en cuyo segundo track, “Tecka en repeat”, se la puede escuchar machacando su guitarra, en una canción bien uptempo y bailable.
Para lxs artistas, al imaginar un mundo distinto hoy por hoy, se debe desconfiar de cualquier pronóstico ya que todo se muestra en un fuerte estado de incertidumbre y dinamismo. Sin embargo, a la hora de fantasear la presentación de su último lanzamiento cuando todo esto termine, se ilusiona con la idea: “Me gustaría interpretarlo en cualquier casa que tenga un piano. ¡Invitenmé a sus casas que tengan piano! Me gustaría hacer una gira conurbánica o por todo el país en busca de pianos”. Se nota que pervive algo de esa cálida frescura, casi lúdica, que remite al recuerdo de sus manos chiquitas sobre las de su abuelo en el instrumento, con este lanzamiento que ayuda orientarse, a recuperar la brújula en medio del caos. Y también remite al disco que, a pesar de toda esta vorágine, la puso en el centro de una escena musical que hoy por hoy es más una trinchera de amistades sobreviviendo, produciendo y agitando, que otra cosa. Sol en Géminis, Luna en Aries. ¿Y ascendente? Libra. Un signo de aire, plenamente ligado con la armonía y el equilibrio.
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