“Fue una lucha, pero finalmente la entendimos”, dice Fabián Tripi, voz y guitarra de Medalla Milagrosa, mientras se distiende en un patio cervecero ubicado a pocas cuadras de la sala de ensayo. El guitarrista Marcos Díaz coincide: “Había que limpiar un poco, porque si no, todo competía con todo”, agrega. Faltan apenas tres días para el lanzamiento de Onda mental, segundo larga duración de la banda, y con la expectativa a flor de piel, el quinteto reflexiona sobre el proceso de grabación y post producción que dio forma a las diez canciones que componen el álbum. La lucha a la que hacen referencia tiene que ver con su propia maduración creativa; porque después de grabar Fantasía peligro, aquel debut urgente en el que supieron explotar al máximo el sonido etéreo del shoegaze y el guitarrerío lo fi noventoso, había llegado el momento de atravesar ese manto de reverb y asomarse a la superficie.
Con Ignacio Castillo como aliado en la producción, entendieron por dónde iba el desafío y lo aceptaron. En el disco, recientemente disponible en plataformas de streaming, se refleja el resultado: todo es ganancia en esta nueva versión de Medalla Milagrosa, más preciosista y lúdica, que no prescinde en absoluto de atmósferas sonoras, pero elige priorizar la canción por sobre el cuelgue introspectivo. Se trata de un trabajo mucho más minucioso que su antecesor, depurado y rico en matices. La formacion que completan Leandro Farina en bajo, Martín Saralegui en batería, y Nicolas Tomassino en teclados y coros, se prepara para presentar por primera vez en vivo estas canciones el sábado 6 de noviembre en el Centro Cultural Richards.
En 2017 publicaron su primer EP, y dos años después grabaron versiones nuevas de esas mismas canciones. ¿A qué se debió esa decisión?
Fabián Tripi: No me gusta tanto cuando otros artistas regraban sus propios temas, pero en este caso valía la pena, porque esas primeras versiones eran bastante distintas a las que veníamos tocando en vivo. Pasadizo se grabó de forma muy casera, fue como decir “che, hay que sacar algo para empezar a tocar”.
Marcos Díaz: Ni siquiera existía la banda todavía. Después el sonido fue evolucionando y eso coincidió con que teníamos la posibilidad de grabarlas en un estudio. Pasadizo aumentado fue un gusto que nos dimos.
Ese salto cualitativo ya se notaba en Fantasía peligro, su primer larga duración.
MD: La verdad es que con eso no puedo ser tan objetivo, pero sí lo recuerdo como muy primer disco. Lo grabamos todo en tres días a las apuradas, me acuerdo de estar hasta último momento metiendo percusiones… no significa que sea algo negativo, pero cuando lo escucho lo siento como un disco urgente, que se hizo en poco tiempo. Suena a eso, no hay muchos matices.
FT: Recién después, al día siguiente, dijimos “¡uh, hicimos todo esto en tres días!”
MD: En cambio, para este último disco alquilamos más horas de estudio, pudimos dedicarnos más con los efectos, los arreglos… tuvimos la libertad de probar sin que nadie nos persiguiera con el tiempo. Estuvimos dos jornadas enteras grabando guitarras, que no es poca cosa.
Hasta se animaron a incorporar un saxo…
FT: La idea de que hubiera un saxo en algunos temas siempre estuvo presente. Para ese momento no habíamos conseguido la persona, así que le pasamos las ideas a Nacho [Castillo] y se grabaron después. Fue algo medio separado del disco, en cierta manera.
Es un instrumento que siempre suma, aunque tiene sus detractores…
FT: Tal cual, él grabó cosas que decíamos “¡no, esto es re los Redondos!”, porque claro, en los Redondos queda bien. Algunos hasta son medio grasas y vos decís “mejor todavía”.
Pero al final se las ingeniaron para que encaje en la propuesta de ustedes.
FT: Claro, la idea era ir poniéndolo de a poco. No que entre de golpe, sino que se empiece a escuchar desde antes, con carpa… cosa que digan “che, ¿y eso qué fue?”.
MD: Justamente, hubo una intención de generar algo nuevo y rupturista. En lo personal, celebro cuando las bandas que me gustan meten saxos, como War On Drugs o Deerhunter, por ejemplo. En el caso de War On Drugs, siempre los compararon con Bruce Springsteen, y me imagino que el chabón dijo “¿ah, sí? Entonces vamos con Bruce Springsteen a fondo”. Pero nunca se me hubiera ocurrido que Deerhunter podía salir con un saxo.
FT: Sin embargo, cuando aparece decís “y sí, obvio”. Te cierra por todos lados.
Con Ignacio Castillo es la primera vez que trabajan. ¿Qué expectativas tenían cuando lo convocaron como productor?
FT: En realidad fue algo mutuo. El primer disco le había gustado, y medio en chiste, medio en serio, siempre decía que iba a grabar el próximo. Nosotros queríamos trabajar con alguien que estuviera entusiasmado con el proyecto, así que cuando llegó el momento de grabar pensamos en él.
MD: En este caso no estuvo en la producción de los temas, sino que hizo más post producción sobre el material que grabamos. Es también un poco lo que quisimos que pase, porque estábamos en cuarentena, ensayando los temas, y no había mucho tiempo de “a ver qué te parece”, digamos. Nosotros ya teníamos las canciones cerradas y en la cuarentena aprovechamos para grabar mucho en nuestras casas. Íbamos probando partes, intros, cierres… todo ese laburo de pre producción lo fuimos haciendo nosotros.
¿Y qué tanto influyó su visión en el resultado final?
MD: Él nos siguió, pero también tuvo sus ideas que defendió a capa y espada. Y banco a full eso, porque si yo tiro algo de lo que quizás no estoy cien por ciento seguro y veo que la otra persona me responde con seguridad, me da confianza. Me quedo tranquilo de que está muy convencido de lo que está diciendo. Así que cuando le pongan play al disco, sepan que en lo que están escuchando hay mucho de Nacho.
FT: Los paneos, cómo plantea el sonido de la batería y los planos de las cosas, que esté fuerte la voz y que se entiendan las letras… sobre todo en esto último, él influyó mucho. Quería despegarse del disco anterior, que estaba todo empapado en reverb.
¿La voz estaba empapada en reverb por una cuestión de timidez, o tuvo que ver con un criterio estético?
FT: Más que nada porque me acostumbré a estar grabando en mi casa, a cantar bajo y poner la voz a un volumen en el que yo me entendiera.
MD: A mí había un montón de gente que me decía “che, está buenísima la música y todo, pero las letras como que no las entiendo, no distingo lo que dicen…”
El público también lo pedía…
FT: Sí, y ya incluso en los ensayos se le venía dando más espacio a la voz. Pero en realidad fue algo progresivo. Cada vez que Nacho subía mucho la voz, yo decía “no, pará, bajala un toque”. Capaz que no la bajaba, pero a mí me quedaba la idea de que sí lo había hecho, y me dejaba más tranquilo.
MD: Con la escucha uno va aprendiendo, y entendiendo también el laburo del productor. Es abrirse a la óptica que tiene la otra persona, que por algo está trabajando en el disco. Nunca habíamos trabajado con alguien que nos guíe de esta manera.
¿Onda mental es un disco más extrovertido?
MD: A mí me da la sensación de que es re rockero. Sin embargo, cuando se lo comenté a otras personas, no estuvieron tan de acuerdo. No sé por qué. Aparentemente es algo que solo yo siento. Acoté mucho el reverb en la guitarra, entonces está todo más definido, y eso hace que un riff se pueda entender más como un riff. Como en “Rival”, por ejemplo, cuando empiezan a sumarse las guitarras. Nunca había pasado algo así en Medalla…
FT: Es como un método nuevo que aprendimos y ahora en los temas viejos hay como una limpieza también. Ese aprendizaje lo estamos trasladando a todo.
MD: También influyó mucho Nico [Tomassino], que no estaba el disco anterior, y su visión está buena porque trabajó muchos años en sala y estudio, y tiene una óptica un poco más amplia que la que podemos llegar a tener nosotros. Contar con él en todo el proceso de composición ayudó mucho en esto de ordenar, separar las partes, y fue algo que después retomó Nacho en su postproducción.
A diferencia de Fantasía peligro, Onda mental está lleno de matices. Con cada escucha uno va descubriendo cosas…
MD: Sí, el disco tiene muchos detalles que invitan a ir descubriéndolo con cada escucha. Y sobre todo, creo que las canciones tienen una raíz muy pop, en el mejor sentido del término: melodías pegadizas, frases memorables y fáciles de aprender. Eso me resulta re atractivo de todo lo que compone Fabián. Aunque lo bañemos en guitarras eléctricas, me parece que el corazón del disco es pop. Esa sensibilidad pop o la tenés, o no la tenés. No se puede aprender. Y Fabi definitivamente la tiene.
La portada es tan minuciosa como las canciones…
FT: Está inspirada en los gabinetes de curiosidades. Armamos toda la escenografía nosotros, fue lo más autogestivo que hicimos. A veces está bueno delegar esas cuestiones, pero no había mucho tiempo, y esta idea de ir juntando objetos ya venía dando vueltas. Queríamos encontrar cosas que fueran significativas, basura significativa. Cosas que no sirven para nada, pero que se pueden resignificar. Y los objetos que elegimos para armar esta especie de altar pagano, de una u otra manera terminan enganchándose con el significado de las letras o la temática general del disco.
En ese sentido, Medalla tiene un universo estético y conceptual muy fuerte, que termina funcionando como hilo conductor.
FT: Tampoco es tan concreto ni tan pensado. De hecho, no es que no crea en la magia, por ejemplo, o en esas cuestiones. Me encanta creer que esas cosas pueden suceder, pero no me gusta cuando se van para un lado demasiado new age o de autoayuda, cosas tipo “che, si vos pensás positivo te va a ir todo bien”. En el caso de Onda mental, creo que tiene más que ver con una idea, desperdigada entre las canciones, de todo lo relacionado con poder mental o pensamiento interno. Diálogo interno. Porque si yo leo las letras no es que les encuentro un sentido, y creo que otra persona menos se lo encontraría. O bueno, no tan fácilmente.
Eso también tiene su atractivo. Es como una película de David Lynch: resulta inevitable teorizar, pensar qué habrá querido decir con tal o cual cosa… pero no todo tiene un sentido, o no tiene por qué tenerlo. Hay decisiones artísticas que son casi instintivas.
FT: Bueno, no me compararía con Lynch, pero está bien que pase eso. Porque hay gente a la que le funciona contar algo más situacional, y puede ser una historia hermosa también, pero a mí no me sale de esa manera. Voy llenando espacios con frases que por ahí no tienen que ver una con otra, pero pasa un tiempo y digo “ah mirá, esto puede ser tal cosa”. Al final sí les termino encontrando un significado.
Medalla Milagrosa se presenta este sábado 6 de noviembre a las 20 h en el Centro Cultural Richards (Honduras 5272, CABA) junto a Roberto Monstruo, entradas disponibles a través de Al Pogo. Escuchá Onda mental en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify).