Mi Amigo Invencible se presenta este jueves 5 de diciembre en Niceto Club para despedir un gran año para la banda. Este 2019 sacaron su más reciente trabajo discográfico, Dutsiland, y acompañamos su proceso de creación desde cerca con una crónica. A días de su show hablamos con sus integrantes, Mariano Di Cesare, Nicolás Voloschin, Leonardo Gudiño, Arturo Martin, Pablo Di Nardo, y Juan Pablo Quatrini, sobre cómo la producción de Dutsiland fue “cambiando minuto a minuto, transformándose hasta último momento,” y las sorpresas que desencadenó este nuevo universo sonoro.
¿Cuál fue la importancia de tener un lugar propio como su sala de ensayo para el crecimiento del nuevo disco?
Mariano Di Cesare: Nos dio un sentido de pertenencia, un sonido propio que era el que no estábamos pudiendo encontrar. Era dificilísimo de encontrar en una sala de ensayo alquilada. Vas de una sala a otra, tenés amplificadores distintos cada vez y el tiempo de dos horas para enchufarte y armarte tu set se agota en minutos. Entonces lo único que pudimos hacer en ese tiempo fue tocar canciones del repertorio, perdiendo cierta personalidad. Nos fuimos debilitando, siendo “otros” todo el tiempo. La sala propia nos devolvió eso, el tiempo, el sonido, la seguridad, entonces la música se relajó.
Nicolás Voloschin: Claro, no solo fue una sala, también fue un lugar de reunión y de mucha charla. Antes era cosa de pasar con suerte cuatro horas por semana juntos en alguna sala alquilada, y ahora estamos todo el tiempo en contacto con nuestro arte y nuestra amistad. Fue un entusiasmo gigante verla vacía y planear levantarla a medida que la idea de disco iba creciendo.
A medida que crecía el disco también crecía la sala, con adornos nuevos en las paredes y ampliaciones de sectores para estar.
MDC: En doce años de banda hay que pasar y sobrellevar buenos y malos momentos. En el último tiempo previo a la sala, necesitábamos un espacio para hablar entre nosotros. Las reuniones las estábamos haciendo en la casa de los pibes y en la última dijimos de parar un toque y que nos íbamos a llamar luego de procesar la conversación, frenar y ver qué onda. No había intensiones de seguir ni de parar, si no pausar indefinidamente el ritmo del grupo. Cancelamos algunas fechas que teníamos y dejamos que el tiempo transcurriera. En esos días de pausa, Arturo fue el paso uno del disco nuevo. Fue quien consiguió este lugar vacío de todo y se encargó de armar un espacio para producir, fue el maestro mayor de obra, levantó las paredes de este disco.
¿Cuándo fue ese momento?
Leonardo Gudiño: Recién estaba saliendo El mismo Sol, tapa negra, un antes y un después. Creo que uno de los quiebres fue que teníamos las sesiones de un viaje al campo grabado, teníamos doce o trece canciones, pero no teníamos ni tiempo ni lugar para ponernos a laburar en eso. Lo importante de este disco fue que, al prepararlo, podíamos tocar hasta cualquier hora, irnos y volver al otro día con las cosas, los arreglos y todo como lo habíamos dejado.
En sus canciones aparece cierto misticismo sobre su viaje al campo. ¿Cómo fue ese viaje?
Arturo Martin: El campo quedaba en un pueblito de San Nicolás. Fue un gran entrenamiento lo que pasó ahí, al margen también fue un espejo. Volvimos de allá y nos dimos cuenta que nos faltaba un espacio, pero también nos dimos cuenta de muchos desgastes individuales, y hacer todo eso y que no haya vuelto lo que pretendíamos en cierta forma fue detonante con el correr del tiempo. Fue una experiencia increíble, que todo músico que está en desarrollo sueña en convivir con algo semejante y más con amigos, pero fue el espejo para ver dónde estábamos y a dónde queríamos llegar y no estábamos ahí. Teníamos que hacer cosas, dar un paso mucho más grande más para lograrlo.
MDC: Sí, prepararse de otra manera antes de salir a grabar.
NV: Fue la primera vez que teníamos esa experiencia de irnos y aislarnos del ambiente diario e internarnos en un ambiente. Despertarnos y estar ahí, enchufando y grabando todo el tiempo.
¿Cómo llegaron a Luke Temple para que sea el productor del disco?
LG: En el ejercicio de pasarnos música durante los ensayos llegamos a Here We Go Magic, una banda que los pibes conocían hace bastante y vimos cosas muy similares. Incluso la tapa de uno de sus discos nos hacía acordar mucho a la de nuestro Relatos de un incendio.
MDC: Deliberamos varias opciones de productores y productoras. Pero una noche escuchando un disco de Luke, así como un impulso, casi sin preguntarle a los chicos, le mandé un mensaje por IG: “¿Te gustaría venir a grabar a Argentina?” y su respuesta a los pocos minutos fue “sounds good.” Chau, se dio.
NV: Después todo se dio en una videollamada que tuvimos con él. Nos dijo un montón de cosas lindas, y que el flash estaba más en el estudio, que ahí es donde aparece la magia. Que él trabajaba así, y que le gustaba trabajar rápido. Después por un tiempo dejó de haber comunicación y hasta estaba la incertidumbre de saber si el tipo iba a venir.
MDC: Días previos le mandé un audio por WhatsApp: “Nos interesa que vengas con los oídos vírgenes y no escuches nada, porque te mandamos maquetas, preguntas y no respondés. Pero decinos si venís o no por favor.” Después nos contó que estuvo laburando mucho y que nuestro disco era la última sesión de grabación de una larga temporada.
¿Cómo fue el período de producción de Dutsiland?
NV: Nueve días en los que se empezó grabando en cinta las baterías, bajos, guitarras y teclas. La cinta tenía una duración de quince minutos en veinticuatro canales, hicimos tres tomas por canción, que era lo que entraba en el rollo, y lo pasábamos a Pro Tools. Ahí fueron las escuchas para Luke pero fue muy piola porque ya ahí estaba tomando decisiones, cambiando baterías y demás cosas. Muy comprometido con el trabajo, tomaba unas decisiones muy heavys con total naturaleza. Era determinante, fletó temas, no tenía problemas de cambiar la canción completamente. Aparte de que me flasheaba lo que hacía, me sacaba del eje y terminé entendiendo las cosas mucho después de hacerlas. Fue la primera vez que ensayábamos tanto un disco antes de grabar y tantos ensayos también conlleva a un acostumbramiento de los temas, estructurando cosas. Y Luke nos cambió el paradigma, aportó frescura para nosotros.
AM: El primer día en Beverly G me dijo que el dibujo estaba bueno, pero en vez de al tambor, pegale al aro y que el palo se apoye en el medio del parche. Lo probé y hermoso, funcionó. Y así con todo. Fluido y efectivo, muy rápido. Un disco en nueve días de grabación, cuatro de edición y seis de mezcla. Una locura.
¿El idioma era un límite?
AM: Bastante. En otras producciones éramos los siete hablando a la vez, un quilombo. Pero ahora como estaba Luke, había que hacerse entender, entonces hablábamos de a uno sí o sí, lento, poco y sobre todo, nada. Entonces no arrollabas con ideas y creo que eso ayudó un montón en el lenguaje traducido a la música.
¿Cómo fue la experiencia de mezclar el disco en Estados Unidos?
NV: Fue en Tiny Telephone, un estudio boutique de John Vanderslice, un gran músico que vive de gira y que, según nos contaba Luke, es medio un loco de los estudios, abre estudios por todos lados y se mueve kilómetros para generar esos espacios.
MDC: Fue un viaje de nueve días y estuvimos siete dentro de un estudio, eso fue San Francisco para nosotros. Era despertarse a las 7 am para completar el cuaderno que habíamos dejado en El Attic. Fuimos Jopo, Leo y yo.
AM: Contratamos a John McEntire, baterista de Tortoise, para que viajara de Nevada a San Francisco a obrar de ingeniero de mezcla. La tiene muy clara, además con una trayectoria inmensa. Tiene un estudio que se llama Soma que es muy importante para la movida indie yanqui. Ha sido productor de Yo La Tengo, entre otras bandas en su estudio. Sucedía lo mismo que con Luke, confías en él, lo que te diga va a tener criterio y por algo lo elegiste, para que tome las riendas. Todos entraron por la puerta, hicieron lo que tenían que hacer, nos dimos la mano y quedó el disco. De afuera no se va a notar, pero yo noto todas las partes, escucho El Attic, escucho a Luke, escucho a McEntire y escucho a Mi Amigo Invencible. Todas las capas. Y eso es un éxito en términos de producción, que todas las personas que hayamos elegido para que se involucren, hayan respondido así de fluido y concreto.
Y conocer otro lugar para hacer un disco debe ser algo muy particular…
MDC: Si algo flasheamos con San Francisco, fue que tuvimos un día previo a la mezcla para salir a dar unas vueltas. Eso fue clave. Todos los nervios de la inversión estaban y nos preguntábamos si estaba bien lo que estábamos haciendo. Fue el único día que estuvimos libre, ese día nos re acercamos a Luke, nos llevó a su casa en un bosque y fuimos a adentrarnos a los terrenos por los que sale a caminar todos los días.
Juan Pablo Quatrini: Era un lugar en las afueras de San Francisco, una zona que se llama San Rafael. Nosotros pensábamos que San Francisco era como un lugar Beach Boys surfistas, y era un lugar corte Mendoza profundo, o Patagonia. Nos llevó por caminos entre montañas con unos bosques hermosos y gigantescos. Una larga excursión por la montaña, nos metimos a caminar y llegamos a un lugar con una vista increíble y una niebla bien baja. Empezamos a charlar de la vida y se abrió un montón, nos contó cosas de su intimidad y de su pasado. Fue increíble ese día.
MDC: En ese largo día de picnic, oxigenándonos, encontramos la seguridad que necesitábamos. Nos dimos cuenta de que el lugar donde estábamos era, en cierta medida, como el disco: iba cambiando minuto a minuto, transformándose hasta último momento. Estábamos primero en una zona muy fría, abrigados sobre el risco de un acantilado frente al océano, y de repente, a los 15 minutos, calor, en cuero, tomando unas birras entre pastizales perdidos entre las colinas. Eran microclimas muy extremos. Y yo pensaba que nuestro disco no tenía linealidad, que era demasiado ecléctico, todo fuera de registro. Al curtir esa variedad de ambientes, me relajé, asimilé y sentí que el disco podía convivir dentro de ese mundo tan irregular también.
¿Cómo fue la experiencia de la gira que hicieron en México y Colombia?
MDC: Desde los principios del grupo estábamos con una necesidad imperiosa de visitar Latinoamérica, sobre todo México, que es de donde más nos escribían para visitarles. Tuvimos una serie de cuatro shows en México y tres en Colombia en dos semanas de viaje. Ya en Monterrey, que fue la primer presentación de la gira, se olía que iba a ser mejor de lo que imaginábamos. La gente que fue nos sorprendió bocha, todas muy hermosas personas, agitando y cantando nuestras canciones en el lugar más lejano en el que habíamos llegado. Al otro día fue la fecha más esperada, en Ciudad de México, compartida con Ruzzi, una amiga artista súper talentosa que pegamos un lazo de amistad muy hermoso. Fue un show para unas 400 y pico de personas y la verdad que no paramos de sorprendernos, quedó todo prendido fuego ahí. Ese fin de semana nos quedaban dos shows más en un pueblo llamado León, donde no sabíamos dónde íbamos a caer, poca gente pero también muy hermosa, medio que nos conectamos con una vibra del desierto un poco psicodélica arrastrados por el tequila, fue una experiencia muy fuerte. Al otro día, fin de gira en Toluca, una ciudad a dos horas de Ciudad de México, también, compartiendo con grupos hermosos en un lugar muy zarpado, pero al que habrán ido unas 20 personas como mucho, creo que fue la mejor versión de nosotros arriba del escenario. Ya cuando pensamos que todo había terminado, caímos en la cuenta de que todavía quedaba lo mejor, una semana más en Colombia para visitar y encender los shows. Previo al show de Bogotá fuimos a ver a una banda de unos amigos, Margarita Siempre Viva, que tocaban con Interpol y Franz Ferdinand en el Arena Bogotá. Alucinados con los shows nos fuimos a dormir extasiados y ansiosos porque se venía el show en un lugar muy particular, el más bello y especial de los venues que nos han tocado, Disco Yaguar, el nombre lo dice todo. Con un lugar bastante lleno lo dimos todo y la gente también, una vez más sorprendidos por la cantidad de gente que nos fue a ver. Tuvimos que salir rajando de Bogotá porque se venía la protesta y se sabía que iban a haber situaciones complejas por parte de las fuerzas armadas y los medios, como en Chile y Bolivia, donde la gente se congrega pacíficamente para combatir las injusticias pero la mano estatal es dura y cruel, en toda Latinoamérica, lo sabemos. Somos el foco de extracción más grande del momento para el gobierno norteamericano y las grandes corporaciones. Vienen por todo. Así que así llegamos a Medellín, en una situación de un país en llamas, lo que no quitó que la gente se congregara en un lugar muy hermoso, La Pascasia, para vernos. Fue el show más intenso de todos, el último de la gira y el más explotado de gente, real. En un momento de trance musical se alzaron las cacerolas en público y casi llegamos al llanto. Mientras te cuento esto se me eriza a full la piel.
Mi Amigo Invencible se presenta el jueves 5 de diciembre en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA), entradas disponibles a través de Ticketek.