¿Se puede hablar de una contracultura postpandémica? Para Mujer Cebra, no existen dudas de que las crisis traen cambios rotundos a nivel sociopolítico, emocional y estético. Por eso la banda porteña sitúa en contexto de aislamiento un punto de fuga, influido por el encierro, la crueldad y desolación que perdurará en el imaginario colectivo.
El power trío integrado por Santiago Piedra, Gonzalo Muhape y Patricio García Seminara es un golpe de frescura multidireccional: atañe al pasado con reminiscencia supersónica, al presente con actitudes imperiosas y al futuro con la convicción que las formas no caducan cuando pueden aggiornarse a una óptica en boga, desprejuiciada y en concordancia con los trastornos sociales de la época.
Publicado a través del sello Casa del Puente Discos -hogar predilecto del shoegaze nacional-, su debut homónimo arremete con un estampido de cien cañones que acrecienta la tensión a partir de capas ruidosas análogas al caos y la destrucción. A modo de purgación, Mujer Cebra aborda las fantasmagorías y ensoñaciones de una atmósfera hipnótica en un repertorio saturado de estímulos que amalgama post punk, shoegaze y dream pop para contrastar la densidad del abismo con climas etéreos sin perder equilibrio.
La banda se encarga de estructurar sus canciones a partir de opuestos complementarios: tienen picos y altibajos estruendosos, calma y frenesí alternándose con estilo, lágrimas y enojo a flor de piel. Cuando están abajo se siente el vacío desgarrador, pero arriba mimetizan la intensidad de algo que se está por romper en pedazos, como extasiados por volver a juntarlos solo para volver a hacerlo chocar contra el suelo en un vendaval demoledor.
¿Cuál es la historia detrás del nombre de la banda?
Santiago Piedra: Desde un principio teníamos ganas de hacer algo con el “cebra”. En algún momento, fui a una exposición de obras de Miró y vi una serie de cuadros que decían “Mujer Pájaro”. Después de un tiempo, apareció Mujer Cebra como en un plano de algo griego, una figura mítica. Pero no nos interesa darle un significado porque cada persona le busca el suyo
Patricio García Seminara: De hecho, un ilustrador que le gusta mucho la banda, Santi Moscardi, diseñó unas remeras. El logo es una cebra mujer, medio centauro, como una figura mitológica. Es lo que teníamos en la cabeza, no se lo dijimos y lo hizo.
¿Cuándo arrancaron a tocar?
PGS: Alrededor del 2017, 2018, tenía una banda con Santi y, en paralelo, otra con Gonza. Se separaron las dos, pero con Santi seguíamos juntándonos en nuestra sala de ensayo. Un día llamamos a Gonza para que venga a zapar con nosotros.
Gonzalo Muhape: Hacía poco me había comprado un ampli que no podía usar en mi casa por el volumen que manejaba. Llegué a la sala, conecté y dije… “me quedo acá”.
PGS: Desde el 2018 hasta el 2020 tocamos con una batería y dos guitarras. Experimentábamos componiendo en un formato para que haya un bajo. Probamos muchos bajistas pero ninguno anduvo. Cuando Gonza tomó la decisión de tocar el bajo, arrancó la cuarentena.
GM: Fue una suerte de epifanía. Tuve un sueño en el cual tenía un bajo Rickenbacker enchufado a mi amplificador de guitarra y me resultó obvio que teníamos que ser nosotros tres.
PGS: Encima nos cerró porque Gonza, al no tocar el bajo desde antes, lo ejecuta como si fuese una viola.
En sus bandas anteriores, ¿qué sonidos experimentaron?
SP: Cuando tocábamos en esas bandas, eran proyectos de otros amigos en los que estábamos involucrados, por lo que eran muy diferentes. En la banda que estaba con Pato tocaba el bajo, era un estilo bastante noise mezclado con cosas más grooveras.
PGS: Sí, era un bajo conectado a muchos pedales, tenía algo punk también. Y la banda que tenía en paralelo con Gonza era más funky, como Ca7riel en lo instrumental, pero en lo vocal más melódico, sin el rapeo.
GM: Ahí yo tocaba la guitarra, era el que metía ruido.
SP: Cuando vinimos acá nos pusimos a experimentar a full, con Gonza teníamos pedales de viola con los que estábamos recontra manijas haciendo cosas muy etéreas. Con la pandemia en el medio, se terminó dando toda esa amalgama de cosas en una misma dirección.
PGS: Durante los primeros dos años en los que aún tocábamos con dos guitarras hubo mucha experimentación de distintos géneros, cambiando los pedales y el enfoque todo el tiempo. En un momento la premisa fue seguir nuestro corazón y hacer lo que nos gusta.
¿Qué bandas escuchaban cuando empezaron con este proyecto?
GM: En ese momento hicimos una playlist donde pusimos un par de temas cada uno, desde Silvio Rodríguez a Dinosaur Jr., pasando por The Chameleons, Swans, Soda Stereo y Los Redondos.
SP: En los Flaming Lips descubrimos un sonido de batería que nos copó mucho.
PGS: Particularmente dos discos: Yoshimi Battles the Pink Robots (2002) y The Soft Bulletin (1999).
SP: Hay bandas que para los tres son muy importantes, como Green Day. De hecho, hubo una coincidencia: sin conocernos nos encontramos en su show en 2010 en el [festival] Pepsi Music, fue un reci que a todos nos marcó durante la adolescencia. Y hay un momento por año en el que siempre volvemos a The Beatles, que es como nuestro momento de volver a casa.
¿Hay un concepto que une a las canciones de su primer disco?
SP: Tiene un hilo muy ligado a la cuarentena, fue un momento en el que estábamos chupando mucha data. En lugar de ver qué pasaba afuera, me volví más hacia adentro. Veía muchas películas. Es un disco con mucha influencia audiovisual, estábamos viendo muchas películas de terror.
PGS: Hay mucha influencia estética del terror y en especial del slasher, cine que estábamos viendo en ese momento.
SP: Se puede notar en el homenaje a Carpenter con el tema de Halloween que metimos en el puente de “Otro lado”. También recuerdo haber visto la película Sur de Pino Solanas, se asemejaba con lo que se vivía al salir a la calle y con esa fantasmagoría que implicaba no ver gente desde hacía tres meses. El disco tiene mucho de esa ausencia, también lo que ya veníamos cargando previamente, una energía musical que aún no sabíamos dónde depositar. Con el freno que impuso el contexto, nos juntamos y se condensó todo rápido.
PGS: Fue medio borrón y cuenta nueva la vuelta a la sala después de la pandemia.
SP: Nos contactamos con Estanislao López y, en menos de tres meses, grabamos el disco. Sin saber ilustrar, hicimos las tapas de los singles y el álbum nosotros mismos.
¿Qué nos pueden decir acerca del proceso de producción con Estanislao López?
SP: Él tiene mucha vocación y compromiso. Le gusta mucho la movida y hacer movidas.
PGS: Es muy militante de la cultura. Le hablé, le enviamos las maquetas y me dijo que al principio no entendió nada.
SP: Sucede que a las maquetas las grabamos desde un celular, usamos las pistas por separado e hicimos una mezcla muy precaria.
PGS: Nos contó que le gusto un día que salió a correr y se puso a escucharlas mientras corría. Un par de días antes había visto un tweet suyo que decía “Tengo ganas de que salga un disco que me den ganas de romperme la cabeza contra la pared”. El enfoque de las maquetas fue eso: bola de ruido, quilombo.
GM: Nosotros estábamos buscando alguien para grabar ya. Cuando tuvimos la primer reunión con Estani nos entendimos enseguida.
SP: Es una persona que va para adelante todo el tiempo. Nosotros que somos gente más neurótica, que tenemos ese flash de que siempre podemos arreglar algo más, nos sirve esa energía que nos dice apagá la tele y vamos a laburar.
PGS: Por parte de Estani fue “mirá… tengo este estudio que sale tanto y que podemos alquilarlo tal día”. Antes de juntarnos ya había hecho la tarea, lo tenía todo resuelto. Era lo que necesitábamos. De hecho, cuando nos juntamos con él no teníamos el disco terminado, le enviamos cuatro maquetas. Nos dijo que en dos semanas iba a ver el ensayo, así que nos pusimos a cerrar los temas.
https://youtu.be/irvhFJiCN_w
¿Qué importancia tiene para ustedes pertenecer a un sello discográfico como Casa del Puente?
SP: Nos sirvió como nicho de comunidad. De repente nos linkeó con gente que queremos mucho y nos hizo conocer a más personas. Mezcla cosas que quizás no tienen que ver musicalmente, pero compartimos unas relaciones profundas. A Buenos Vampiros los conocimos a través del sello y hoy somos amigos, además de ser una banda que admiramos.
PGS: Cuando comenzó la vuelta de los shows, nosotros teníamos dos singles. Se hablaba de la movida “postpandemia”. Primer fin de semana que habilitaron la música en vivo, salimos a tocar y desde ese momento no paramos. Había demanda de cultura. Salieron bandas que nos gustaban y que nos invitaban a tocar, también las invitábamos nosotros, bandas nuevas que se formaron antes y durante la pandemia. Comparando la escena antes de la pandemia y después de la pandemia, es casi completamente distinta. Hubo un recambio.
¿Cómo inició su relación con Buenos Vampiros? ¿Qué fue en particular lo que unió a ambas bandas?
PGS: Fuimos a ver a Buenos Vampiros en Capital Federal a principios del 2021 y nos enamoramos. Al día siguiente nos cruzamos de casualidad, nos reconocieron porque tenía una remera de ellos puesta. Hablamos y ahí se generó la mística. Teníamos dos guitarras criollas con Nacho, él me enseño “Momentos” y “14 de febrero“. Ese día lo tocamos acústico en vivo en un bar. A veces en recitales de Buenos Vampiros lloro.
GM: En ese mismo recital que hicieron junto a El Club Audiovisual y Fin del Mundo fue cuando sentí que se venía una nueva escena y que por primera vez había proyección hacia el futuro.
PGS: Nos ayudamos entre todos porque sino no nos ayuda nadie.
¿Pueden adelantar algo del álbum nuevo que están preparando?
SP: Lo sentimos como una nueva etapa, menos inocente si se quiere. El primer álbum se grabó en un contexto muy raro. Este tiene algo más de descontrol en el sentido de la cantidad de cosas que estamos haciendo al mismo tiempo y el orden que te da la experiencia.
Mujer Cebra se presenta el viernes 4 de noviembre a las 19 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA) junto a Atrás Hay Truenos y Dum Chica, entradas disponibles a través de Passline. Escuchá su disco homónimo en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).