Si de bandas de la escena indie platense se habla, Pérez seguro esté entre los nombres infaltables, junto a El Mató a un Policía Motorizado, 107 Faunos y Un Planeta. Aquel grupo que empezó, como muchos otros, tocando en espacios como el bar Pura Vida, quince años después sigue haciéndolo pero con el distintivo de que sus canciones ahora son cantadas por personas de toda Hispanoamérica.
Su pasión por la música de bandas como Virus, Los Twist y Talking Heads los ha llevado a renovarse con cada nuevo disco y así mantener vigente su autenticidad. Las canciones de Pérez entremezclan el espíritu vigente en la escena de los últimos 20 años con lo que sus integrantes escuchaban como adolescentes en los ochenta, sin perder ese aventurado horizonte de vivir de la música sin ser mainstream.
Tras un silencio de cuatro años, el pasado abril publicaron su esperado séptimo álbum. Curiosa exhibición de habilidades de un corazón encuentra al trío profundizando en su búsqueda sonora por el rock alternativo, la new wave, el post punk, el folclore y la música de raíces afroamericanas. El cantante Ramiro Sagasti habló con Indie Hoy sobre las experiencias que inspiraron este nuevo trabajo y el presente de la banda.
El disco se titula Curiosa exhibición de habilidades de un corazón, ¿cuáles son esas habilidades?
¡Las que cada uno quiera ponerle! Uno somete al corazón a todo tipo de situaciones, agradables y desagradables, sea por el aspecto físico o emocional… Uno expone su corazón y pasan cosas, pero a mí me puede pasar algo y a vos otra cosa, ¿no? ¡Es el sentido que cada uno le quiera aportar!
¿Y para Pérez? ¿Cuáles son esas habilidades?
Yo pienso que es la habilidad de resistir. El corazón resiste aunque lo castiguemos física y emocionalmente. Pero tampoco sé si es algo puntual, es más bien un concepto poético. Forma parte de una canción, “Dos peligros”, y ahí hay un contexto que se puede identificar. Pero no me gusta explicar el sentido de las canciones, es como que se pierde una magia. De repente alguien entendió una cosa y es como que le estás diciendo que Papá Noel no existe.
Es que hay algo de la poesía que es interpretable según cada uno, ¿no?
¡Sí! Hay un sentido, se le puede dar un sentido si uno lo busca. Pero por ahora prefiero que cada uno le ponga lo que quiera. El título sí está encerrado en esa canción y también es un disco en el que el corazón, las relaciones entre amigos o en pareja, están muy presentes en las letras. Es un disco bastante emocional. Del título te puedo contar una cosa: la primera vez que pensé en el título fue al ver un afiche en el Centro Cultural Richards, donde vamos a presentar el disco. Ahí hay cosas muy lindas, tiene objetos muy lindos. Entre ellos hay un aparato, un cuadrado con láminas que atrás tiene una luz y una cosa que gira. Si vos vas cambiando las láminas hay una de, por ejemplo, cómo funcionan los satélites y está ilustrada. Y había uno que se llamaba “La actividad del corazón”, entonces había un corazón y explicaba el sístole, el diástole… las actividades del corazón a nivel biológico. Entonces dije, “¡Uy, qué buena tapa para un disco! ¡Actividades del corazón! Porque no solo puede ser interpretado biológicamente. De hecho, si uno habla de amor es un corazón… ¡es un símbolo muy fuerte! Y eso quedó flotando. Después, cuando empezamos a pensar el nombre del disco volvió esa imagen de ese afiche en el Richards y justo estaba esa frase. También barajamos ponerle como título “Actividades del corazón” porque “Curiosa exhibición de habilidades de un corazón” es muy largo, pero a la vez es un verso que tiene un carácter poético.
Hay una cuestión en esto de la personalidad de cada uno que está presente en canciones como “Sos quien…” y “¿Quién sos?”. ¿Cómo apareció esa cuestión tan conceptual?
Nuestras canciones surgen mucho de la contemplación de lo que nos pasa afuera. No dentro nuestro, la aspiración es hacia afuera. Es más que una consideración que uno pueda decir, o algo como una opinión. Nuestras letras hablan de situaciones, de cómo se comporta uno en determinados momentos, y de aceptar los diferentes comportamientos de las personas. Pero no desde un lugar moral, sino desde el hecho de que los seres humanos vamos experimentando y nos van pasando cosas. A la vez, todo es medio autobiográfico porque tiene el filtro de uno, estamos hablando de cosas que nos pasan o que vemos que pasan alrededor. “Dulces punks” habla de un tipo que está sacando el cartel de algo que no es. Está en la canción de Sumo, esa frase de “Un pseudo punkito con el acento finito quiere hacer el chico malo”. Pero no es que sea un punk, puede ser cualquier cosa. Es básicamente eso, una interpretación de algo que uno ve. O ni siquiera una interpretación, es como algo que transmitís y que te pasa. Aunque a veces también es uno, ¿no? Eso que uno está cuestionando… Muchísimas veces en las canciones uno se inventa un personaje, pero en realidad está hablando de uno porque todos podemos ser un poco así. Es como que son cosas que se nos vienen.
¿Ustedes se pueden considerar entonces “dulces punks”?
¿Nosotros? ¡No, ni en pedo! No quiero ser ese personaje… No te digo que en mi vida no me he comportado como un boludo porque te estaría mintiendo, pero no quiero ser una persona que saca el cartel de algo que no es. Tampoco te voy a decir que no lo fui en algún momento o en alguna circunstancia, porque es así. Pero no es algo que yo aplauda, no me gusta.
Y en esa canción hay algo muy surf rock, quizás mucho por el lado de Pet Shop Boys, pero también de Virus.
Tiene una cosa a Virus, a “Wadu-wadu”… También están Los Twist… Es como un estilo al rock and roll clásico. También hay una canción de Mostruo!, “La polilla”.
Es como bailable, pero a su vez tiene una letra muy profunda…
¡No sé si tan profunda!
En “Tormentas” se puede escuchar una milonga, ¿qué relación encontrás entre Pérez y el folklore argentino?
Es como la música de acá, la música folclórica. En realidad no sé si folclórica, pero sí es la música de Latinoamérica… ¡Y es música de acá, música argentina! En todo el disco hay bastantes cosas de raíz. No solo eso, sino de raíz afro o afrolatina. También hay un tema que se llama “En el sur”, que es un groove que se parece a un malambo o a una cosa así, es un blues que tiene algo folclórico por detrás.
“Tormentas” también tiene algo que conecta con su disco 17 canciones para autopista, ¿no? Esa cosa de escaparse, salir a la ruta, cruzarse con un camión…
¡Sí! Hacer dedo… Esas imágenes son reales, son cosas que me pasaron. Estar en un camión o haciendo dedo y ver el último atardecer, un muelle nocturno o la luz de las olas. Parece que las olas tienen luz a la noche, son como unas manchas blancas bajo la luna. Y no es algo nuevo. Cuando la estaba escribiendo me dije “¿otra vez el mar?”, porque lo menciono en muchísimas canciones. Y le puse en la misma canción: “Otra vez termino en la playa, pero es así”. Así como está escrito es lo que nos pasa con la composición, siempre de alguna manera vuelvo al mar… ¿y por qué ocultarlo? Es algo que está muy presente. A mí me encantan las montañas, pero bueno, se ve que el mar está más cerca. Mis abuelos vivían en Mar del Plata… algo de eso tendrá que ver.
En “Un tiro” juegan con los instrumentos para recrear una especie de blues rock and roll que tiene que ver con una búsqueda en la música afroamericana. Un poco de eso se vuelve a escuchar en “Martín, el pescador”, donde intentan generar una sensación de western. ¿Qué influencias tuvieron para componer estas canciones?
“Un tiro” y “Martín, el pescador” son canciones viejas… “Un tiro” incluso es un poco distinta, pero está en el disco de Los Viernes, la primera banda que hicimos con Faustina, donde también estaban Yaz Huenchuman y Santiago José. Hicimos un EP que está por ahí y ahí están “Un tiro”, “Astronauta”, ese tema de Pérez que dice “Las luces tiemblan es temprano”, y “Mi próximo movimiento” de El Mató a un Policía Motorizado. Es un disco viejo, ya estaba grabado ahí y ahora lo retomamos y lo reinterpretamos. Y no es que lo planeamos, está medio como bien crudo, es como es. Le agregamos unas estrofas, unos acordes, le dimos otra intención a la canción. La otra canción, “Martín, el pescador”, es un tema que Martín y Matías hicieron cuando estaban de vacaciones en el sur, pero es una de esas canciones medio en chiste. Ellos no se la habían tomado en serio, como que quedó ahí. A veces suele pasar con algunas canciones que por ahí están bien y todo, pero les falta una atmósfera o una idea que las convierta en algo sustancial. Digamos, la tenés ahí a la canción, pero todavía no tiene la potencia necesaria. Entonces le hicimos estos cambios y salió así, bien cruda. Le grabamos tres bajos, unas guitarras y algunas cosas más, pero está hecha medio en vivo. Después le fuimos agregando capas, pero quedó de esa manera. Pienso que le dimos peso a la canción y la pudimos hacer. Y la verdad es que probamos un montón de ritmos o maneras de tocarla, y nos quedó de esa manera. Fue casual que quedara tipo western.
En “Ojos” llevan esto hacia el reggae de Bob Marley y los Wailers, y junto a la letra logran ese aspecto de psicodelia. ¿Fue cómodo para ustedes tabajar con un género tan diferente a lo que siempre hacen?
Lo que pasa es que, en verdad, el reggae y rock and roll o la música latina están muy presentes en el rock nacional. Están presentes en Virus, están presentes en Los Fabulosos Cadillacs, están presentes en Sumo, en Los Twist… Estoy hablando de bandas que escuchaba en los ochenta, que también está muy presente en el new wave y el post punk el reggae… No era solo Bob Marley, sino que hay un montón de música que llegó en los ochenta y que estaba muy influenciada por esa música. La música de Inglaterra en general está muy influenciada. Si uno escucha Gorillaz, la influencia del reggae es notoria… De hecho, no sé si sigue tocando el bajista de The Clash. Es una música que está muy presente. Por ejemplo, Talking Heads también tiene una influencia de otros ritmos y otras búsquedas. En aquella escena, y creo que ahora también, era normal ir experimentando con diferentes ritmos. A nosotros nos fue saliendo, hace rato que venimos tocando. Lo que pasa es que por ahí tardás en encontrar tu modo de tocarlo, porque hay que evitar que quede como una copia de algo. Tenés que encontrar tu manera de reinterpretar ese folclore o esa música tan de raíz, tan popular. Tenés que encontrar una manera de decirla que sea propia y ese proceso puede tardar. “Ojos” por ahí hace un montón que está, pero recién ahora encontramos la manera de interpretarla.
Es un genero muy marcado también…
Bueno, el tema “Fin” también tiene una raíz de esa música africana, que ahora no me acuerdo como se llama el ritmo, pero nos la pasó Hernán [Ascóniga], quien grabó los primeros discos de Pérez. Estuvo un montón de tiempo en Venezuela y conoce mucho del reggae. Tiene una raíz que recién ahora le encontramos nuestra manera. También eso entró en la situación de trío, empezamos a meter otras cosas que estaban dando vuelta y salió así.
En “Zapatos mojados” cuentan con la participación de Mariano Di Césare de Mi Amigo Invencible y El Príncipe Idiota. ¿Cómo se llegó a esa colaboración?
Nosotros nos habíamos cruzado en algunos conciertos. Después Martín [Lambert], el batero de Pérez, había trabajado con él en producciones de otros artistas. El verano anterior nos encontramos en Monte Hermoso, compartimos una fecha, estuvimos paseando, charlamos un montón y dijimos “hagamos algo juntos”. Y así se dio, estuvo buenísimo. Él es talentoso, muy creativo y además es un copado como persona, así que estamos contentos y agradecidos de hacer música con él.
En 2014, Diego Goldszein dijo a Indie Hoy que Charly García era uno de los nortes que perseguían. Nueve años después, ¿pueden seguir diciendo lo mismo?
¡Sí! Charly García es John Lennon…
¿En qué aspectos lo encontrás en este disco?
Me da pudor compararme con Charly García. Lo que te puedo decir es que lo que comparto con ese tipo de artistas es la intención a la hora de hacer música, de tratar de ser transparente con lo que a uno le pasa y de no tratar de ser algo que uno no es. Por ejemplo, nosotros estuvimos un año grabando y hay canciones que tienen mil tomas porque lo que tratamos de hacer es tener las tomas completas, no editar, dejar los errores… Como parte de la obra, trabajamos con los elementos que tenemos a mano y con eso buscamos generar algo que sea lo más transparente posible, incluso desde la interpretación. No afinar la voz, no editar, no hacer mil pinches… Y todo para que las canciones del disco estén vivas. Me parece que para que algo esté vivo tiene que ser interpretado así o grabado de esa manera. O por lo menos ahora lo busco así.
Y hay algo con respecto a esa sencillez que tiene que ver con el arte de tapa del disco. Otras tapas, como la de 17 canciones para autopista o la de su primer disco, son más complejas. Tal vez la de La hora de los pájaros es algo más directa o sencilla y se acerca más a esta.
Sí, es como más despojada o con menos elementos. Pasa que la sencillez… hacer algo sencillo puede encerrar una complejidad. Nuestras canciones pueden parecer despojadas, por ejemplo, pero para llegar a ese nivel de pulir las canciones hasta dejarlas como están por ahí estuvimos un año. Se trata de sacar un montón de cosas y dejar lo menos posible. Tiene que ver con un proceso de composición que es muy complejo para que todo se entienda, desde dónde ponés las cosas, qué es lo que querés decir, si no estás dando información al pedo o de sobra… Después eso se traduce como “sencillez” y en realidad es un trabajo muy complejo, para lograr esa simpleza hace falta mucho trabajo. Es más fácil tirar un montón de data, dejarla ahí y que parezca más complicado, que llegar a una síntesis.
Pérez se presenta el sábado 10 de junio a las 22 h en Centro Cultural Richards (Honduras 5272, CABA), entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Curiosa exhibición de habilidades de un corazón en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).