En Camargo al 400, a metros de la Avenida Scalabrini Ortiz, pleno Villa Crespo –y tal vez la ocasión sea propicia para acotar que no es Palermo, como ciertos mercaderes quieren adjudicarle a esa zona de la ciudad- se destaca un bar pizzería bien porteño, Angelito. Los precios son accesibles, el ambiente popular y las paredes están plagadas de fotos de héroes nacionales provenientes del deporte, la música, la actuación y otros quehaceres. También hay una diversidad de banderines de clubes y de camisetas de futbolistas, varias con la firma del tipo en cuestión. Allí, asimismo, comenzó a tomar forma cierta banda: Pérez. Ramiro Sagasti, vocalista del grupo, narra el génesis: “Se empezó a armar en Angelito, en Villa Crespo. Desde ahí, Martín Lambert, baterista, y Matías Zabaljáuregui, guitarrista, me llamaron para preguntarme si quería armar una banda de rock. Yo lo conocía a Martín, habíamos tocado algunas veces en lo de un amigo en común. Me sumé al toque. Después le dijimos Diego Goldszein, que también se copó. Cada tanto volvemos a comer a Angelito. Mantuvimos la formación original hasta ahora: luego de la grabación de Caracas, Matías decidió tomar un descanso. Se incorporaron Gastón Le, de Un Planeta, en la guitarra, y Germán Tschudy en sintetizadores.”
En diversas notas, Ramiro Sagasti es enrolado en un árbol genealógico equivocado: se le adjudica ser el hijo del gran Alejandro Medina, el mítico integrante de la banda Manal, ya se sabe. Ramiro explica el entuerto: “No soy el hijo de Alejandro Medina. El hijo es Kubilai Medina, cantante de Mostruo! La confusión es porque Kubilai es un amigo mío de toda la vida, con quien comparto otro proyecto: Roto.”
Dicen que los Pérez tienen una diversidad de influencias: John Lennon, bandas inglesas, Charly García, Luca Prodan. Pero los tipos lograron, con todos esos condimentos, lograr un sonido personal, rutero, macerado con sus virtudes jazzeras y bien platense. Editaron cuatro discos, desde ese origen en 2008: Pérez (2010), 17 canciones para autopista (2012), La hora de los pájaros (2015) y el reciente Caracas, un disco que apuesta aún más por la variedad rítmica, con mayor preponderancia de la electrónica. “Le damos mucha importancia al vivo, pensamos que el vivo es crucial en la evolución de una banda. Tocamos en varios lugares del país, en bares y varios festivales, y en 2014 nos fuimos de gira a Europa. Eso, además de probar con distintos instrumentos, sonoridades, ritmos. No nos hemos quedado quietos, siempre estamos en movimiento”, analiza Sagasti. En cuanto a esa continua exploración sonora, explica: “La exploración sonora se dio naturalmente, probando con nuevos instrumentos y nuevas maneras de encarar la composición, la producción y la grabación. Seguimos descubriendo música y sumando influencias. Cuando empezamos, había batería, bajo, una guitarra y voz. Ahora usamos teclados, más elementos de percusión, máquinas de ritmo, dos guitarras, más coros. No en todos los temas usamos todo. No lo planeamos, se dio así, y tiene que ver con eso de estar en movimiento.”
Pérez es una banda formada en el bar Angelito, Villa Crespo, pero oriunda de La Plata, una ciudad altamente contributiva a eso llamado rock nacional. Sagasti opina: “No sé si influye ser de La Plata. Es cierto que el contexto y las circunstancias también te influencian. Es una ciudad universitaria, un lugar de encuentro cultural y social. Muchas realidades diferentes, muchas historias se encuentran aquí y el cruce cultural siempre provoca algo nuevo. La escena platense debe tener mucho que ver con eso. Tiene una historia muy rica, desde La Cofradía de la flor solar, en los sesentas, hasta hoy. Además, desde ese entonces la autogestión, los proyectos colectivos, eran fundamentales en las movidas culturales.”