Es increíble cómo una canción puede cambiar la vida de las personas. Cuando Lola Aguirre y Julia Ortiz subieron a YouTube un video de ambas cantando una canción de su autoría llamada “Ríe chinito” en julio de 2011, no tenían una mínima idea de lo que vendría después. El dúo logró una cosa inédita: ser uno de los primeros fenómenos virales en Argentina. Algo de su interpretación angelada y “saca-sonrisas” -como describe un texto adjunto al mismo clip- había cautivado por completo a su incipiente audiencia. Sin quererlo, así nacía Perotá Chingó.
“Fue una ola gigante que nos atrapó y nos arrastró a donde estamos hoy“, dice Lola en conversación con Indie Hoy sobre aquella canción que cambió su rumbo para siempre, mientras recuerda con cariño ese momento que quedó inmortalizado en una playa de Cabo Polonio, Uruguay.
De esa tarde pasó poco más de una década y, en el medio, un sinfín de cosas maravillosas que acontecieron gracias al talento y perseverancia del dúo. “Estos once años de carrera nos encuentran en un momento donde lo único que queremos es festejar toda esta trayectoria, nuestra historia“, agrega la artista sobre el presente del proyecto que este viernes se presenta en el Festival GRL Power de Córdoba en el marco de su gira aniversario.
Después del inesperado éxito, Lola y Julia se encontraron con la disyuntiva de hacerse cargo de lo que habían generado y potenciarlo, o hacer que su logro quedara como una simple anécdota para la posteridad y seguir con sus vidas tal cual estaban. “Decidimos mandarnos”, responde con seguridad la cantautora y, de ese pulso repentino -algo inconsciente, pero sumamente convencido-, encararon un viaje sideral a través de la música y el autoconocimiento. Un trayecto que sigue hasta el día de hoy y parece no tener fin.
Con el paso del tiempo, llegaron los álbumes: Un viajecito (2012), Perotá Chingó (2014), Aguas (2017) y Muta (2019). En cada una de estas obras, el dúo fue evolucionando su sonido, probando cosas, y experimentando con nuevas herramientas para hacer de su arte algo expansivo y multiforme. Desde sus primeros trabajos, anclados en el folclore argentino y los ritmos de raíz latinoamericana, hasta su búsqueda en cadencias electrónicas marcadas por beats densos y texturas brillantes, las Perotá Chingó siguieron su instinto creativo en el afán de enriquecer su proyecto, manteniéndose fieles a aquel espíritu aventurero que nació aquel verano del 2011 en Cabo Polonio.
¿Qué otra cosa, aparte de esa tarde en Uruguay donde filmaron “Ríe chinito”, las motivó a seguir una carrera en la música y decir “es por acá”?
Las dos veníamos haciendo música. Yo en particular no lo veía como una forma de vida, sí como algo que me gustaba hacer y disfrutaba. Poder dedicarme enteramente a ella me parecía una utopía. Nosotras nos fuimos de vacaciones juntas, trabajando a la gorra con las canciones, pero a partir de la viralización del video de “Ríe chinito” se armó la banda y empezamos a tomarla como un proyecto serio, donde ya habíamos armado una red con nuestros seguidores. Algo particular es que todo se dio cuando estaba arrancando el auge de Facebook, entonces empezó a darse ese vínculo directo a través de las redes sociales con los seguidores. Eso también hizo que la banda tome un impulso tremendo.
Hay cierta ironía que su carrera se haya vuelto viral en redes gracias a un video filmado en Cabo Polonio, un lugar que es conocido por estar tan desconectado de todo. ¿Volvieron alguna vez? ¿Qué relación mantienen con ese lugar?
Sí, volvimos un montón de veces. De hecho, volvimos al ranchito donde se filmó ese primer video. Tenemos varios amigos allá y se formó un vínculo muy fuerte con la ciudad después de toda la revolución que fue. Cabo Polonio es un lugar súper desconectado, ir ahí significa quedarte sin señal y no comunicarte con nada más que las cosas que están a tu alrededor y eso también fue parte de la magia que fundó a Perotá Chingó.
Parece haber cierta mística indiscutible en ese lugar que sirvió de inspiración para varios proyectos, 12 segundos de oscuridad de Jorge Drexler es un claro ejemplo.
Sí, totalmente. Martín Buscaglia también tiene un disco hermoso que lo hizo ahi, El Evangelio según mi jardinero. Cabo Polonio tiene una magia espectacular que de alguna forma incentiva a lo creativo.
Durante todos estos años recorrieron más de 20 países en diferentes continentes. ¿Qué experiencias o momentos destacados recuerdan de estos viajes que se les hayan marcado a fuego?
Uno que se me viene inmediatamente a la cabeza es estar tocando en un festival en Dinamarca, salir de donde estábamos tocando, y que de repente esté Stevie Wonder. Poder verlo cantar y tocar de cerca fue uno de los momentos más increíbles que me pasaron. También haber ido a Brasil por primera vez y encontrarnos con un teatro lleno o conocer artistas como Chico César y cantar junto a él. En los primeros años viajábamos en una combi escolar por toda Sudamérica, parando en diferentes casas de personas, y eso era una locura. Una vez nos prestaron un lugar que quedaba al lado de la casa de Pablo Neruda frente al mar. Cosas que no pudiésemos haber hecho si no fuese por la música.
¿Hubo algún momento en especial en el que dijeron “llegamos”?
Yo creo que tuvimos varios de esos momentos. Por ejemplo, cuando este año le abrimos el show a Rubén Blades o cuando tocamos en el Palau de la Música en Barcelona. Son cosas históricas que te marcan. Este año también vamos a tocar en el Gran Rex. Todos esos momentos son muy potentes y te hacen dar cuenta del lugar en el que estás.
Llega un momento en el que aparece un deseo de querer superarse constantemente…
Sí, siempre. Es que ese es el deseo que siempre va cambiando y motiva a la banda a seguir. Yo soy muy capricorniana en esa situación, entonces es que como que no se llega nunca, siempre se puede dar un paso más. Nos gusta seguir avanzando y no quedarnos con lo que hemos logrado.
¿Hay algún sueño personal, más allá de lo musical, que hayan logrado?
El sueño más grande, pensando para atrás, es el de haber viajado por todo el mundo y conocer tanta gente asombrosa. Ya sea España, México, Brasil o Centroamérica, haber ido a esos lugares es una de las cosas más increíbles que me pudo pasar.
Ver gente de países tan lejanos, donde quizás no se habla el mismo idioma, y sintiéndose identificada con sus canciones debe ser algo impactante.
Es una locura. Cada lugar tiene su energía y es re diferente todo lo que genera tocar. Cómo reacciona el público habla mucho de cómo son como sociedad. Por ejemplo, cada vez que vamos a Córdoba es una fiesta siempre, un público muy muy arriba. Por el otro lado, tenés público como el alemán que es súper tranquilo y viven la música de otra manera.
Inicialmente, su música se caracterizaba por ser acústica con influencias folk y raíces bien latinoamericanas, pero con el tiempo fueron abriendo el abanico hacia otros sonidos. ¿Cómo describirían la evolución de su música a lo largo de los años? ¿Qué les llevó a experimentar con nuevos ritmos y sonidos?
Tuvieron que ver muchos factores, entre ellos, los viajes y el hecho de que la música también cambió. Cuando nosotras arrancamos, la música era de una forma y después fue mutando con la llegada de la digitalización y nuevos sonidos. La industria dio un giro de 180° con el auge de géneros como el trap o el reggaetón. En eso también nos animamos a jugar, no por decir “hicimos trap”, pero sí por el lado de que logramos romper con lo folclórico purista que teníamos al principio y que tenía que ver también con todo lo que teníamos a disposición en ese momento: nuestros instrumentos y nuestros gustos. En el recorrido fuimos aprendiendo y experimentando con nuevas herramientas que no dudamos en aplicar a la música.
Tomar este tipo de decisiones creativas muchas veces conlleva riesgos, como fallarle a tu audiencia o presentarles algo que tal vez no estaban preparados para escuchar.
Muchas veces lo discutimos y lo planteamos, pero aún así nos mandamos. Por un lado, hubo un montón de resistencia por parte de muchas personas que estaban contentas con lo que hacíamos y nos pedían que no cambiemos. Al mismo tiempo, entendíamos que esto, la música, siempre fue un juego y un espacio de experimentación, por eso nos permitimos ahondar en otros sonidos como lo electrónico. Ahora que pasaron once años entiendo que nuestra música no se define por nuestro estilo sino por nuestra historia.
Siendo un dúo, deben tener sus diferencias marcadas, tanto artísticas como personales. ¿Tuvieron momentos de choque a causa de esto?
Recontra, un montón. Somos muy diferentes con Juli, pero creo que ahí también radica lo lindo del proyecto. A lo largo de todo este tiempo fuimos aprendiendo a tratarnos. Nuestras diferencias quedan claras ya desde los timbres de voz, pero cuando se juntan se aúnan en algo que es la esencia de Perotá Chingó. La banda no soy yo, ni es ella, es lo que hacemos y logramos juntas. Durante todo este tiempo hemos tenido todo tipo de situaciones donde pasamos del amor y el entendimiento a otras de conflicto y desentendernos por completo, como cualquier vínculo o relación.
¿Alguna vez pensaron en separarse?
Sí, de hecho, esa idea siempre está. Al mismo tiempo, eso es lo que nos motiva a disfrutar nuestro presente y a no pensar en que esto es algo eterno. Sin embargo, yo creo que Perotá Chingó es un proyecto que, a esta altura, sigue para toda la vida. Mientras sigamos acá, con la posibilidad de juntarnos y armar cosas nuevas, el proyecto siempre va a estar ahí.
Dentro de sus lanzamientos más recientes, se encuentran colaboraciones con bandas y artistas como Ainda, Juana Molina, Ernesto Snajer. ¿Qué encuentran en trabajar con otros colegas que muchas veces hacen cosas completamente diferentes a lo suyo?
Son experiencias espectaculares y súper enriquecedoras. Tenemos la suerte de que siempre terminamos cantando con gente que admiramos y que nos gusta su trabajo. En su historia, Perotá siempre tuvo mucho de inspiración de otros artistas y de jugar con eso, con lo ajeno agregándole algo de lo propio. Este año también estuvimos con Jorge Drexler cantando en un encuentro hermoso y con Chico César en Brasil, que ya es amigo, y con varios más que fuimos colaborando.
A lo largo de toda su carrera se manejaron de forma independiente, algo llamativo en estos días con lo complicado que puede ser en una industria avasallante. ¿Cuáles fueron los mayores desafíos y beneficios de mantener esa independencia en la industria?
Nos encontramos con límites de lo que podíamos hacer solas, por eso a veces hubieron crisis. Aun así, siempre terminaron siendo un aprendizaje. Hubo mucha prueba y error. Por otro lado, nos limitábamos a decir “somos independientes” cuando en realidad estábamos buscando otra cosa: ser independientes pero no completamente autogestivas. Eso en algún momento nos llevó a aislarnos en la nuestra porque capaz íbamos a festivales, nos encontrábamos con un montón de músicos de acá, y nos dábamos cuenta que no conocíamos a nadie.
Este viernes se presentan en el festival GRL Power que justamente destaca el talento de mujeres artistas y bandas formadas por mujeres en la escena argentina. ¿Qué tan importante les parece que existan este tipo de eventos?
Es algo loquísimo y necesario. Se viene moviendo cada vez más esa data y está buenísimo. Como espectadora me encantaría asistir a un festival protagonizado esencialmente por mujeres. A lo largo de nuestra carrera, hemos sentido situaciones de machismo y es por eso que ahora también nos damos cuenta cómo este último tiempo se trata de revertir las cosas y es ahí donde veo lo positivo. De repente nos llaman mucho más, se organizan más cosas con colegas mujeres, y aparecen posibilidades para todas.
¿Por qué celebrar los 11 años y no, por ejemplo, los 10?
Tenemos una relación con el 11 bastante fuerte. De hecho, tenemos un tema que dice: “son las 11 y 11 minutos y estamos donde tenemos estar”. Por otro lado es un número bastante simbólico, como si los dos unos representaran a dos personas. Nos hacía mucho más sentido el 11 que el 10, tiene otra potencia.
Perotá Chingó se presenta el viernes 15 de septiembre a las 17 h en el Festival Grl Pwr (Plaza de la Música, Córdoba), entradas disponibles a través de Alpogo.