Plastilina abrió un nuevo capítulo en su historia con Marca de nacimiento. Publicado a fines de 2024, el primer disco de la dupla argentina no solo reafirma el amor por el pop que ya habían demostrado en sus singles y EPs previos, sino también profundiza su vínculo con la música electrónica, la pista de baile y la sensibilidad a flor de piel.
Cada canción parece condensar distintos momentos de su breve pero intenso recorrido: desde la calidez acústica a la energía de la pista, siempre con la impronta teatral que los distingue. Entre la confesión y el movimiento, Marca de nacimiento refleja la madurez de un proyecto que no teme mostrar todas las facetas de su identidad en constante evolución.
Tomás Wicz y Paloma Sirvén gestaron el disco desde la emoción y fueron encontrando el concepto a lo largo del proceso. “No partimos de una idea cerrada, sino que las canciones nos fueron mostrando el camino. Cuando terminamos el álbum, entendimos de qué se trataba“, explica Tomás en conversación con Indie Hoy. Ese camino hecho de intuiciones y búsquedas sonoras se tradujo en un disco con elementos de synth pop y R&B, todo envuelto en un halo onírico.
Fue cuando empezaron a trabajar en las imágenes y la visión estética alrededor del disco que el concepto tomó forma. “Hubo una fantasía medio circense atravesada por algo más pop, con personajes que parecían sacados de un freak show, mostrando sus particularidades“, cuenta Tomás. Esa construcción visual ayudó a reforzar el mensaje del álbum: una exploración de lo que hace único a cada uno. Una mirada íntima sobre aquello que traemos con nosotros, que nos define y no podemos cambiar.
Para Paloma, la emoción guió el proceso más que cualquier teoría previa. “Primero vimos qué había y después nos dimos cuenta de que era sobre esto“, recuerda la cantautora y actriz. Las canciones de Marca de nacimiento no solo hablan de amor, sino también de la identidad y de aceptar lo bueno y lo malo de uno mismo. “Esto soy yo ahora, puedo cambiar cosas, sí, pero hay algo que es una marca de nacimiento“, afirma.
El título del álbum llegó al final del proceso, inspirado en un verso de “Luz mala”: “Tu marca de nacimiento es un mapa dado vuelta”. “Nos costó encontrarlo porque no queríamos que fuera el título de una canción -cuenta Paloma-. Me gusta que a cada persona le genere algo distinto. Tiene muchos sentidos: algo que uno trae sin saber de dónde viene, pero también algo mágico, de presencia, de humanidad“.
La pregunta por la identidad atraviesa el disco en todos sus niveles. “El amor es casi una excusa para ver expuestas las luces y sombras con las que uno viene al mundo -reflexiona Tomás-. Es un escenario donde uno se enfrenta a su propia complejidad”. Para Paloma, esa vulnerabilidad es clave. “Además de estar con el otro, estás con vos, con tu pasado y con tus cosas“, agrega.
El impacto de Marca de nacimiento se sintió en el público de Plastilina, que recibió el disco como una experiencia compartida. “Mucha gente nos dijo que el disco invita a estar acompañado, a hacerse preguntas -cuenta Paloma-. Para mí es re lindo que se sienta eso, porque no fue algo buscado. Pero bueno, también Plastilina es como dos”.

A veces, una canción nace de un concepto. Otras, de una imagen que aparece y se queda. “Luz mala” no fue ninguna de esas dos cosas. Fue el encuentro de dos ideas que, en un principio, parecían no tener relación entre sí. “No solemos componer de un tirón -explica Tomás-. A veces sí, aparece una canción entera de una, pero lo más común es que nos queden fragmentos sueltos, pequeñas semillas que después crecen y toman otra forma”.
Así pasó con “Luz mala”, hecha a partir de dos ideas que existían desde hacía tiempo, sin saber que pertenecerían a la misma canción. El día en que volvieron a trabajarla, estaban buscando un estribillo y apareció la frase “Dejame entrar”. Y con esas palabras, una conexión inesperada con la película homónima del director sueco Tomas Alfredson de 2008 sobre un niño solitario que entabla una amistad con una niña vampiro. “Yo la vi de muy chico, es una de mis favoritas -dice Tomás-. Nos ayudó a unir las piezas, a entender que había algo de lo vampiresco en esta canción”.
Ese fue el punto de partida para un juego. Empezaron a escribir en un “idioma vampiro”, y a poblar la canción con todo tipo de señales. “De hecho, la letra menciona las reglas de los vampiros”, señala Tomás: “No abras la puerta sin invitarme a pasar/ Tapá el espejo/ Cerrá la ventana que me voy a quemar”. Reglas clásicas de la mitología vampírica, pero que, en el contexto de la canción, adquirieron otro significado. “Porque también habla de otra cosa -dice Tomás-, de personas que aparecen en tu vida para absorberte. O de esa pulsión de vampirizar a otro”.
La música de la canción, oscura y con algo de crudeza, iba en la misma dirección. “Es la canción más datera del disco -cuenta Paloma-. Casi sin producción, solo guitarras y voces. Tiene guitarra eléctrica, que nunca usamos. Es simple, directa. Nos daba un poco de miedo cómo la iban a recibir, pero cuando hicimos una escucha con amigos y oyentes, generó un impacto. Fue una de las que más quedaron resonando”.
Desde sus inicios, Plastilina abrazó el pop en todas sus formas, pero fue con “Cuando la luna caiga”, su colaboración con la dupla de productores Pyura elegida como una de las mejores canciones de 2023 en Indie Hoy, que descubrieron una nueva manera de integrarlo a su universo. “Siempre nos gustó mucho el pop acústico y etéreo -cuenta Tomás acerca de lo que derivó en canciones como “Aire” o “Dos al medio”-, pero también teníamos ganas de hacer una canción que te haga bailar, que pase por un lugar más físico, que te den ganas de ponerle el cuerpo“.
Ese fue el punto de partida para una exploración más amplia dentro del álbum. “Cuando los chicos de Pyura nos propusieron la idea, nos sentimos muy cómodos -recuerda Paloma Sirvén-. Además, Juan Cruz [Marino] ya era nuestro productor y Santi [Mealla] hacía las mezclas, así que estamos muy cerca de ellos”. La recepción de la canción y la energía de tocarla en vivo les hizo querer llevar ese sonido un paso más allá. “Siento que en este disco están todas nuestras influencias más mezcladas y presentes. Lo acústico, lo sentimental y también lo más electrónico, lo más oscuro“, explica Paloma.
Hubo otros discos que también marcaron ese camino bailable para la dupla. “A mí, Confessions on a Dance Floor de Madonna me pegó mucho de chica -dice Paloma-. No sé si eso se escuchaba antes en lo que hacíamos, pero ahora siento que todo eso está en el disco”. Tomás, por su parte, encuentra en Melodrama de Lorde un referente clave. “Es un disco precioso, lleno de sensibilidad y profundidad, pero que de principio a fin te hace bailar -dice-. Esa idea nos inspiró mucho en los sonidos de algunas canciones”.
Algunas canciones llegan en fragmentos. Otras aparecen de golpe, como si ya estuvieran completas en algún rincón de la cabeza, esperando el momento justo para salir. En el caso de “Cuchillos que brillan“, fue la única canción del disco que Tomás y Paloma hicieron en un solo día.

El tema empezó con una impresión, un color. “Había salido el disco de Troye Sivan y nos había gustado mucho”, recuerda Paloma. No era cuestión de copiar una referencia, sino de capturar una sensación. “Había una canción en particular, ‘In My Room’, que no es un hit, pero me encanta. Y algo de eso nos despertó ganas de explorar. Es una de nuestras canciones más físicas, más sexuales. No es algo que habíamos tratado de hacer antes, y sin embargo, apareció de una forma muy natural”.
La historia detrás de la letra también tiene algo de collage de pequeñas confesiones dispersas en el tiempo. “No soy una persona que viva muchas historias de amor -aclara Tomás-. Me pasa más de observarlas en mis amigos, de escuchar sus experiencias”. En “Cuchillos que brillan”, esas voces se mezclaron hasta formar una sola historia, hecha de varias. Habla de amores imposibles, pero no desde la melancolía, sino desde el deseo, desde la tensión.
Y el título llegó como un regalo. “Es una frase que me dio Ariana Harwicz -cuenta Tomás sobre la escritora argentina-. “Yo actué en Precoz, la adaptación teatral de su novela, y en el proceso nos hicimos amigos. Un día, tomando un café, me dijo algo así como: va todo al mismo tiempo, como un cuchillo que brilla”. La imagen quedó resonando en su cabeza. No sabía en qué momento iba a usarla, pero sabía que iba a volver.
Para Paloma, también había algo poderoso en esa imagen. “Un cuchillo es algo peligroso, amenazante -dice-. Pero al mismo tiempo brilla, es hermoso. Es una imagen muy concreta”. Y la canción se convirtió en eso: una llama entre el peligro y la atracción, entre lo que se quiere y lo que no se puede tener.
Hay otro guiño en la letra. Un pequeño capricho personal. “Siempre fui fanática de Babasónicos -admite Paloma-. “Y me gustaba la idea de responder una de sus canciones”. En su estrofa, canta: “Soy tan espectacular que no puedo ser tuya nada más”. “Me parecía lindo tomar esa voz femenina que siempre está en las canciones de Babasónicos, pero que casi nunca escuchamos de este lado”.
Entre las canciones de Marca de nacimiento, “Taylor” destaca no solo por su título, sino por la historia detrás. “A mí me pasa que la vengo como estudiando hace unos años -cuenta Paloma sobre Taylor Swift-. No soy fanática ni nada, pero a la vez sí. Con los últimos discos entramos bastante en su mundo y fue como empezar a prestarle atención. Siempre fue una popstar que nos pasaba un poco por el costado”.
El nombre de la canción, sin embargo, surgió casi por azar. “El boceto fue grabado con una guitarra Taylor, y entonces le pusimos ese nombre“, explica Tomás. Pero además, empezaron a notar que tenía sentido por otra razón. “Nos remitía a la honestidad desde la que Taylor Swift compone“, dice.
Esa sinceridad se convirtió en el centro de la canción. “Me gusta algo de ella, que tiene una manera de componer con imágenes muy cercanas. Es una gran compositora“, reflexiona Paloma y Tomás agrega: “Siento que ‘Taylor’ es la canción que tiene más esa cosa de diario íntimo, de confesión concreta. No es solo ‘estoy triste’, sino ‘estoy triste y mi tristeza se expresa de esta manera, de esta manera y de esta manera’”.
“Taylor” también marcó un cambio en su manera de escribir. “Siempre teníamos esta idea de que para componer había que pasar nuestras experiencias por un filtro de poesía -cuenta Tomás-. Pero ‘Taylor’ abrió un nuevo espacio porque podíamos nombrar imágenes muy concretas de nuestra vida, sin rodeos. Y también podemos encontrar una manera bella de decirlo, aunque sea sumamente cruda”.
El tiempo suele ser una de las variables más difíciles de manejar cuando se hace un disco. No solo por el proceso creativo, sino por lo que implica llevar esas canciones al estudio y transformarlas en algo que deje de ser una idea y se vuelva tangible. En el caso de Marca de nacimiento, Plastilina no tenía prisa.
“Es nuestro primer disco -señala Paloma-. Habíamos sacado EPs y canciones, pero nunca habíamos hecho un álbum, y había algo del síndrome del impostor”. Ambos venían de la actuación y, aunque el proyecto crecía, todavía sentían ese vértigo de pensar si realmente eran músicos. “Nos pasaban cosas buenas, pero no terminábamos de creérnosla”, admite.
El proceso llevó dos años. “Nos dimos nuestros tiempos sin apurarnos -explica Tomás-. Nuestros métodos de producción y composición son deformes”. Hay canciones que nacieron rápido y otras que quedaron en el limbo hasta que un día cobraron sentido. “Siempre hubo juego, siempre nos dejamos guiar por el capricho”, dice Paloma.
En ese juego, mirar hacia atrás también fue parte del proceso. Por eso, cuando llegó el momento de hacer el disco, quisieron que todas las personas que fueron parte del proyecto desde el principio estuvieran involucradas. “El día que salió, hicimos una retrospectiva de nuestras canciones -cuenta Tomás-. Escuchamos el disco entero y después todo nuestro repertorio. Fue como un pequeño viaje por nuestra evolución“.
Ese recorrido, en cierta forma, también es parte de la identidad de Plastilina. “Escuchar las canciones viejas es como ver una foto tuya de cuando eras chiquito -dice Tomás-. Más allá de las inseguridades, siempre fuimos para adelante. Nuestro proceso y nuestro crecimiento están inmortalizados en la música“.
Para Paloma, borrar el pasado nunca fue una opción. “Esa idea de poeta que quema su primer libro porque es una mierda me parece una estupidez. No se trata de dejar solo lo mejor, sino de mostrar lo que sos ahora -explica-. Obvio que hay cosas que no nos gustan tanto, pero da ternura ver el recorrido. Es lindo pensar que, aunque para nosotros en ese momento fue algo enroscado, para alguien esa canción significó algo“.
Tomás lo sintetiza en una frase: “Más allá de nuestras ambiciones y sueños, esto sigue siendo la historia de dos amigos que se juntaron a jugar y a hacer música. Siempre pensamos que podríamos haber hecho las cosas mejor, pero lo que fue es perfecto tal como es”.
Plastilina se presenta el domingo 20 de abril a las 20 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA). Entradas disponibles a través de Passline, con 20% de descuento para socios de la Comunidad Indie Hoy.
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