Sentados en un café del barrio de Constitución, los chicos de Pommez Internacional se mostraron muy relajados y reconstruyeron la historia de la creación de su nuevo trabajo de estudio Canto Serpiente.
A tan solo días de su presentación en Niceto Club, Juan Ibarlucía e Ignacio Cruz se explayaron sobre estas “trece crónicas de iluminación y desgarro al calor del sur global”, que vieron la luz el viernes pasado y que las podremos escuchar por primera vez en vivo, en todo su esplendor, este próximo domingo 9 de octubre.
Sin ser muy profundos, y en pocas palabras, ¿cómo definirían este nuevo disco?
Juan: No le escapemos a la profundidad, no está mal ser profundos. Canto Serpiente es un disco que está armado con elementos de diario íntimo, de crónica de viaje, de manifiesto político… Tiene un montón de distintos registros.
Algo bastante curioso que está pasando hace tiempo, con las entrevistas que estamos dando, es que todo el mundo se da cuenta de que el disco es como una especie de diario de viaje. Les recuerda a ese tipo de género. Creo que en ese sentido Canto Serpiente es una trayectoria, es una especie de narración musical. No es un disco conceptual en el sentido tradicional de The Wall, ni nada por el estilo, pero de alguna forma tiene un universo, que además es bastante vasto.
Si tuviese que definir Canto Serpiente en este momento, la definición sería “trece crónicas de iluminación y desgarro al calor del sur global”, la cual me parece una definición bastante acertada. El tema del desgarro y la búsqueda de iluminación son los dos ejes centrales temáticos del disco, mientras que el sur global tiene que ver con que el contexto emergente y el contexto político muy volátil están presentes todo el tiempo. Es como si fuese una especie de historia de amor donde afuera del cuarto está todo prendido fuego.
Eso podríamos decir en términos temáticos. En cuanto a términos musicales, el disco se trata de una especie de mapeo de muchas músicas del mundo, un mestizaje entre músicas de África Occidental, tradiciones afrolatinas, música electrónica… Ése es el ADN del disco.
Ignacio: Me parece que la búsqueda tiene que ver con otra cosa. A menos que tengas una idea a priori y la ejecutes, que no es cien por cien nuestro caso, es un poco difícil definir el concepto de un disco. Las letras, que las escribe Juan, están muy teñidas por el tema de los viajes y por la lógica de la crónica. De alguna manera eso se filtró hacia la música y terminó siendo un poco el hilo conductor del disco, más allá de que podés agarrar dos temas distintos y no encontrar elementos conscientes que los aten. En este caso, el concepto tiene más que ver con una lógica de funcionamiento.
¿Creen que hubo alguna evolución con respecto al trabajo anterior? ¿Cómo podrían compararse ambos discos?
J: Con el paso del tiempo, la imagen mental que yo tengo de nuestro disco anterior, Buenas Noches América, es la de una especie de “fresco del centro porteño a la noche”. Para mí, Buenas Noches América es eso: esa furia urbana, esas historias de las pibas haciendo fila en el boliche, de Frente Vital en la Provincia de Buenos Aires… Es Gilda, es sampling. Es un disco mucho más urbano. En cambio, Canto Serpiente es un disco mucho más arriesgado musicalmente, es medio carnívoro. Hay momentos donde tocamos salsa, y momentos donde tocamos música electrónica. Es un disco que tiene mucho más que ver con la vida, con cierto mundo sensual que en BNA no estaba tan presente, ya que la emoción predominante tenía más que ver con un enojo continuo. Es un cambio de actitud, aún cuando este nuevo disco tiene momentos muy filosos.
I: De todas maneras, fue súper gradual para nosotros, ya que si vos ves la cronología en el lanzamiento del disco, eso se nota. El primer single, que fue “Imperio“, es el tema que más relacionado está con el disco anterior. De hecho, fue la primera canción que terminamos de este nuevo álbum, por lo que de alguna forma existió una especie de proceso de transición. No creo que sea un borrón y cuenta nueva con respecto al trabajo anterior. Me parece que existen algunas temáticas en común, aunque con un enfoque completamente diferente.
¿Cómo fue el proceso de creación y grabación del disco?
J: Fue larguísimo (risas). En cuanto a la creación, existió una especie de incubación artística que fue imposible de apurar. No es que quiera hablar mucho del disco anterior, pero es necesario, ya que tras la salida del mismo la formación de la banda implosionó. Salieron músicos, entraron otros… El disco entonces despegó, tuvimos que ir a muchos lados a girarlo, y fue en ese proceso cuando se empezaron a acumular observaciones, reflexiones, pedazos de música de 30 segundos… Comenzó a construirse una especie de reserva que se empezó a filtrar a cuentagotas.
En el proceso de en un año y medio escribimos dos temas, mientras que el resto del disco se compuso en el transcurso de un año. Hubo un momento durante el año pasado donde teníamos “Imperio“, “Celebrar es un Derecho Divino” e “Iluminación“. “Iluminación” nos dio el norte para el resto del disco, por lo que una vez que tuvimos ese norte en claro el disco se escribió rapidísimo.
I: Entre 2013 y 2014 compusimos tres temas, muy lentamente. Y durante la mitad del año pasado escribimos tres más. Finalmente, y desde la segunda mitad del 2015 a febrero de este año, compusimos siete temas. Fue un proceso de aceleración bastante importante. De hecho, hacia el final del proceso de grabación del disco compusimos tres temas en dos meses.
J: Tuvimos la exigencia de llegar al proceso discográfico final con la instancia del demo muy avanzada, ya que queríamos juntarnos en estudios muy buenos, y muy caros. De hecho, lo que ocurrió fue que terminamos haciendo un disco antes del disco. Esto nos permitió ser muy conscientes de lo que estábamos haciendo, por lo que al llegar la instancia de entrar a grabar en Romaphonic ya teníamos muy claro el mapa.
I: A nivel grabación fue súper interesante. Una vez que empezamos el proceso oficial de grabación del disco, éste nos tomó, entre grabación y mezcla, cuatro meses completos de trabajo. Esos cuatro meses fueron de muchísimo laburo, pero de laburo muy enfocado: no había pruebas, no había dudas… era simplemente sentarse y trabajar. Se trató más de un refinamiento, de pulir ideas más que generar ideas nuevas. Llegamos a esa instancia con el disco casi terminado, al punto de tener secuencias de orden de temas posibles.
J: Además, esto nos permitió salir a buscar estudios que se especializaran en alguna cosa en particular. Por ejemplo, en el disco una de las canciones tiene una orquesta de cámara, la cual pudimos grabar en un estudio determinado. Asimismo, la electrónica del álbum fue grabada en otro estudio acorde.
¿Son perfeccionistas? ¿O son más despojados a la hora de crear y grabar su música?
J: Somos enfermamente obsesivos. Así y todo, también hay mucho lugar para la improvisación y las resoluciones completamente crudas. Lo que sí hay es una exigencia muy alta. No creo que sea un tema de procedimientos. No creo que ser metódico y perfeccionista sea necesariamente mejor que ser improvisado. En definitiva, ponemos play y escuchamos lo que pasa. Y eso que tiene que pasar debe ser algo especial. De lo contrario, no hay motivo para editar un disco. Creo que hoy por hoy discos sobran, música sobra. Entonces, si uno va a tener el tupé de pedirle a la gente que lo escuche, uno debe realmente tener algo que decir. No puede ser sólo la voluntad de exponerse.
I: En el trabajo del detalle exigimos tanto el material que al momento de llegar a la etapa final no hay tantas dudas. Hay otros artistas que trabajan y hacen 15 temas, para luego elegir 10. A nosotros nunca nos sobra material. Siempre cortamos de raíz. Cuando vemos que algo no funciona, lo exponemos y lo matamos.
¿Quedaron satisfechos con el resultado? ¿Era lo que estaban buscando dentro de sus cabezas?
J: Sí, totalmente.
I: Personalmente, a mí me cuesta un poco más hacer una buena lectura de mis trabajos. Pero en el caso de este disco, tuvimos tanto tiempo de desarrollo y pudimos dedicarnos con tanta atención al mismo que, si lo hiciéramos de vuelta no sé si cambiaríamos algo. Pero sí, estoy satisfecho.
¿Cuáles son las expectativas de este nuevo disco? ¿Creen que los va a exponer más a una audiencia mainstream?
J: Creo que en un punto eso ya está ocurriendo. Nos pasó con los dos adelantos que ya sacamos, en nada de tiempo. “Iluminación” tiene más escuchas que todos los videos anteriores de Pommez acumulados. “Amor Hierro” está generando cierto tráfico en México, y me parece que es un tema que tiene un tipo de audiencia que nunca nos había escuchado. En ese sentido, y objetivamente, este disco tiene algunos puntos de acceso mucho más sencillos que Buenas Noches América. Pero las expectativas no dejan de ser una trampa para los artistas, ya que pueden ser una fábrica de frustraciones. ¿Me parece que el disco es bueno? Yo creo que el disco es muy bueno. Tenemos que cuidar que todas las cosas que se deriven de esto –de lo que se hace en vivo, de los videos-, sigan la misma línea conceptual.
¿Vamos a hacer todo el esfuerzo para que la mayor cantidad de gente nos pueda escuchar? Sí. Ahora, si cierta audiencia prefiere escuchar a Pommez Internacional o a alguna otra cosa, eso es algo que tampoco nos toca a nosotros decidir. Hasta acá hemos tenido suerte de que nos han escuchado y hemos tenido en ese sentido un buen recibimiento. Pero ése no es el motivo por el cual lo hacemos. Aunque si llegara a ocurrir estaría buenísimo, sería muy lindo.
I: Personalmente, yo creo que hay elementos musicales en este disco que no estaban en el trabajo anterior. Esto genera que, indefectiblemente, nueva gente se acerque. Son como procesos muy dinámicos. Tenemos una manera de hacer música que está ligada a cómo escuchamos música y cómo percibimos el arte: con un desprejuicio total. Escuchamos música de todo tipo y nuestro parámetro es básicamente aquello que nos parezca que tenga valor. Me parece que siempre que haya un público así, ese público se va a mantener. Pero vas a tener también ese público que rota y te dice que le gusta más un disco que otro, o aquellas personas que se acercan porque tal tema les llama la atención.
Como dice Juan, tampoco lo podemos controlar. Pero sí somos conscientes de que hay un universo musical acá, o algunas cosas en el universo musical que son nuevas y que probablemente nos expongan a otros espacios.
¿En qué etapa se encuentran cómo banda? ¿En la adolescencia, en la juvendud o la adultez?
J: Creo que en el fin de la juventud.
I: Yo le escapo un poco a esas cosas. A veces se le atribuyen a la juventud o a la adultez, a la experiencia o a la frescura, ciertas características que para mí no hacen a la obra. Creo que en el fondo lo importante es tener algo para decir. Obviamente, si tenés 50 años y tenés algo para decir, no va a ser lo mismo que si tenés 20. Pero a mí, personalmente, me importa más eso. Me importa más que la banda esté en este momento con un mensaje para dar y que estemos haciendo un arte con el que sentimos que tenemos algo para transmitir.
J: Cuando digo el fin de la juventud, me refiero a que la instancia de un tercer disco es una especie de afirmación. Un primer disco es siempre como una forma de aprendizaje, mientras que un segundo disco al que le va bien es un testeo. Y el final de la juventud tiene también que ver con un momento de cierta madurez. Si bien la mayoría de la gente que admiro tiene carreras kilométricas, también me doy cuenta de que muchos grupos nunca llegan a un tercer disco. Y mucho menos a la edad que tenemos nosotros. En ese sentido, yo sé que hay gente que ahora está esperando con qué vamos a salir.
I: Se siente a nivel grupal. Al menos yo, personalmente, siento que hay otro tipo de confianza que se genera porque uno empieza a ver en el desarrollo de la química grupal, y en el desarrollo de la obra, una lógica propia que no depende de factores externos, y eso también da tranquilidad. Tal vez, cuando un grupo está empezando, todo está como muy a la espera de ver cómo reacciona la gente; o ver si realmente hay algo que decir después de un primer disco. Pero en este caso me parece que existe una consolidación de una serie de intereses, lo cual a nivel grupal nos da otra soltura.
J: Yo creo que si mañana se terminara este grupo, podrías mirar estos tres discos como una obra cronológica en la cual se ha dicho mucho. El que la quiere escuchar, que la escuche.
¿Arrancan con una nueva gira? ¿Qué nos pueden adelantar?
J: Arrancamos el 9 de octubre en Buenos Aires. Después tenemos el 22, con Foals. Ya en noviembre vamos a estar en Vicente López, en el Festival Jalea. El 4 en Rosario, el 5 en Pilar, el 18 en Quilmes y el 25 en Córdoba. Después, en diciembre tenemos un show por semana, y creemos que en marzo y abril estaremos por México y los Estados Unidos. La idea es que el año que viene tengamos una gira, aunque es imposible saber por qué países. Seguramente se lleve a cabo en los mercados en los que ya estuvimos, Estados Unidos y España. A lo que aspiramos es a poder expandirnos.
I: También hay otros países en Sudamérica que no visitamos nunca. Nunca fuimos a Chile. Nunca fuimos a Perú, y tenemos público allá. Eso es algo que también estamos esperando. Estamos en una etapa preliminar, el disco acaba de salir y el primer show del disco es el domingo. En ese sentido logramos armar una gira que tiene que ver un poco con lo que nosotros esperábamos, para movernos acá, en una primera etapa. Pero todavía falta lo que pasa cuando un disco sale.
¿Qué nos espera en el show de octubre en Niceto?
I: Vamos a tocar el disco nuevo, eso es lo más llamativo. Además, nosotros tuvimos un solo show este año, tocamos en mayo y no tocamos más. Decidimos parar, ya que veníamos de dos años de mucha gira. Hicimos 130 shows en dos años y viajamos un montón. Decidimos parar y eso nos dio tiempo para repensar el formato del show. Decidimos repensar cómo presentarnos y, realmente, va a ser muy diferente de lo que veníamos haciendo antes a nivel show en vivo. También va a haber una puesta visual de la cual no vamos a contar absolutamente nada, muy loca. Hay que ir con anteojos de sol, con protección para la cara.
J: La idea es siempre trasladarte a una experiencia. Como decía antes, no hacen falta más recitales porque sí. Creo que si vos vas a hacer que una persona salga de su casa, pague una entrada y vaya a un lugar, tienen que pasar unas cosas, ¿no? En ese sentido, tratamos humildemente de generar en los otros aquellas cosas que nos gustan a nosotros. He visto desde Totó la Momoposina hasta Massive Attack, y tuve experiencias muy fuertes con esa música que me dijeron un montón de cosas. No solamente de la música, sino de la vida, y me parece que eso es a lo que uno aspira. Pero sí, lo esencial es que va a haber mucho repertorio nuevo y va a tener un repertorio anterior. Y es bastante interesante lo que pasa cuando ponés “La Celebración” al lado de un tema del disco nuevo, porque se genera un diálogo que al menos a mí me alucina un montón. En algunos cosas tienen mucho en común y en otras nada que ver. Tenemos como todo un repertorio, podríamos tocar una hora cuarenta.
I: La idea del tercer disco te habilita eso también. Si tocarámos toda nuestra música junta, creo que son como tres horas de show. Eso ya te da otra versatilidad a la hora de pensar la lista de temas, y a la hora de pensar el tipo de experiencia que querés dar. Podemos hacer un show más tranquilo, podemos hacer un show más arriba. Hay opciones que tal vez antes no teníamos. De repente se abren muchas puertas con eso.
¿Tienen alguna anécdota copada o divertida que quieran compartir?
I: Les voy a contar una anécdota de gira muy buena, que nos pasó con Juan el año pasado mientras estábamos en el festival South By Southwest, en Austin, Texas. El festival tiene una especie de conferencia, en la cual se realizan diferentes actividades. Una de esas actividades consiste en una especie de muestra de instrumentos, donde exponen desde marcas de instrumentos grandes hasta productores chicos. Lo que ocurrió fue que, mientras estábamos en la zona de pedales, apareció a mi lado Adrian Belew, de King Crimson, ídolo total de mi adolescencia. El tipo quería probar un pedal y nadie le daba una guitarra, ya que nadie se daba cuenta que se trataba de él, de que estaba ahí. Entonces salimos con Juan a conseguirle una guitarra a Adrian Belew. Me acerqué a un tipo y le dije: “Mirá, está Adrian Belew ahí y no tiene guitarra, vamos a darle una”. Fui y le llevé una guitarra, me re-agradeció y entablamos un poco de conexión en el momento. Nos quedamos hablando unos minutos más, le di un disco y me dijo que tal vez pasaría a ver el show. Después se fue, desapareció. Eso me hizo acordar a un capítulo de Los Simpsons, en el cual viajan para recuperar a la mujer del abuelo y, mientras están en una obra de teatro con actores viejos, alguien pregunta a uno de los personajes: ¿Vos no estás muerto? Y desaparece cuando le dicen eso (risas). Me hizo acordar a eso, fue como si nunca hubiera estado. Apareció en la esquina y no lo vi nunca más. Es algo que si hubiera pensado diez años atrás, nunca lo hubiese creído. Fue algo muy surrealista.
J: Una anécdocta bastante loca ocurrió cuando tocamos en Madrid, y sin dormir nos fuimos a Bilbao. Queríamos ahorrarnos una noche de hotel, por lo que nos pareció una buena idea terminar de tocar y subirnos al auto, e irnos directo a Bilbao. Había mucha niebla, y ya estábamos cada uno por el café ocho, todos dormidos, malhumorados y a punto de cagarnos a trompadas entre nosotros. Y puesto que Bilbao es muy lindo, cuando íbamos llegando empecé a decir “Miren las montañas, qué bueno”, a lo que todos me miraron mal y dijeron: “Callate Juan” (risas).
I: También le pasamos por arriba con un auto a una Stratocasater, y no le pasó a nada. La dejamos afuera del auto y, sin darnos cuenta, arrancamos y le pasamos por arriba con una de las ruedas. Eso fue en New York. Las giras tienen momentos de ese tipo, que pasan muy rápido y que cuando recapitulás, de repente no podés creer algunas de las cosas que ocurrieron. Esos son los grandes momentos.
Finalmente, ¿qué música están escuchando? ¿Qué nos recomiendan?
(se fijan en sus celulares)
J: Ahora mismo estoy escuchando mucho el disco de Daniel Melingo, el último álbum de Nick Cave & The Bad Seeds, el último de Marilina Bertoldi… También estuve escuchando el último single de Zack de la Rocha, un disco de John Coltrane y un grupo electrónico que se llama Lorn. También Fina Estampa, de Caetano Veloso. No sé, mil cosas.
I: Yo esucho música todo el día, todos los días. Es una cosa medio de adicto, medio insoportable. Si no estoy tocando música, estoy escuchando música. Estuve escuchando mucho el último de Frank Ocean, el último disco de PJ Harvey -somos muy fans de ella-. Escucho mucha música más vieja. Boleros, tango…
J: Hay un tanguero buenísimo, al que no lo conoce nadie, y que es un buen momento para decirlo: Alfredo Tape Rubín, que es un genio, un genio oculto. Él vive acá, en Parque Patricios, y está cambiando la historia del tango y nadie se está enterando.