Santiago Barrionuevo quien es, desde hace mucho tiempo ya, Santiago Motorizado, empezó la pandemia sin saber bien qué hacer. El cantante de El Mató tenía un disco solista que venía dilatando, un par de bases ya grabadas y una lista de colaboraciones en espera. Pero como pasan con estas cosas, también existía un mundo en donde la gente ya no podía salir ni ir al cine ni a recitales ni a bares, y así fue que ese mundo empezó a consumir muchísimas más series y películas por no tener a dónde ir.
Fue entonces que sucedió algo que veníamos deseando hace tiempo: que las series míticas argentinas dejen de estar en bahías piratas y cumplan el ciclo del culto masivo, que sean remasterizadas y que podamos verlas de maneras más fáciles, para poder rememorar la nostalgia y poder preguntarnos qué había sucedido, después de tantos años, con esos elencos, con esa gente.
Así, el año pasado resultó ser un hito cuando Netflix, la plataforma de streaming más vista del país, decidió estrenar Okupas, esa serie creada en el 2000 por Bruno Stagnaro. Pero por las cláusulas económicas que implicaban los usos de las canciones originales, Bruno decidió llamarlo a Santiago para crear una nueva banda de sonido para la serie. Fue así como a partir de ese proceso surgió Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro, un disco en donde el artista prueba géneros con los que nunca había trabajado.
Santiago, parte constitutiva de esta banda ya mítica, en la que canta y compone hace casi dos décadas, no lo dudó un segundo. “Siempre había fantaseado con algo así -admite en conversación con Indie Hoy-, algo que haga descubrir mi voz de otras maneras, desafiando los riesgos“.
Y en vísperas de una nueva presentación del disco este domingo en Niceto Club, el artista nos cuenta cómo entiende su vida formando parte de esta banda que hace años dejó de pertenecer al nicho del indie para estar a la par de las grandes ligas de la música popular argentina, por qué todavía le presta tanta atención a lo cotidiano y cómo vive este presente: “Está siendo todo tan intenso, tan genial que todavía me cuesta creerlo“.
Este domingo te presentas en Niceto Club con tu proyecto solista. ¿Necesitás a veces tocar solo?
Sí, y sobre todo ahora que sacamos este disco de Okupas, me divierte mucho tocar esas canciones. Porque estuvo bueno que, en la necesidad de cumplir con la narrativa de Okupas, en lo que me pedía Bruno, en lo que me pedían las escenas, tuve que componer muchas cosas raras que nunca había hecho, como folclore, cumbia. Todo eso lo vamos a hacer en vivo en el show, me divierte mucho cantar eso y la verdad que sí, pasa un tiempo y extraño eso, porque es un universo bastante diferente a El Mató. Siempre busqué que sea diferente cuando grabo así, en solitario, pero siento que ahora es más diferente aún. Así que me encanta y sí, ya estoy con muchas ganas, pasó mucho tiempo.
¿En algún momento te resultó tedioso abordar esos géneros musicales?
No, me pareció muy divertido hacerlo así, a la fuerza. Porque Bruno me decía: “acá tiene que haber folclore, acá tiene que haber cumbia…” y tenía que hacerlo así. Y sucede también que siempre estoy fantaseando en probar otros géneros. En una época me copé mucho con el heavy metal más melódico tipo Rata Blanca y compuse un montón de canciones con ese estilo que nunca las desarrollé. Siempre voy fantaseando un poco con el synth pop o con cosas más electrónicas o lo que sea… pero siento que con el folclore o con la cumbia nunca hubiese hecho nada, no porque no me gustase, si no porque no me salió la pulsión. Pero apareció lo de Okupas y fue suficiente excusa, fue muy placentero en todo momento. La verdad es que agradezco que me haya invitado Bruno a ser parte de esto y también que me haya abierto esa veta que disfrute mucho hacerla.
Pensando en el folclore y en que tu papá y tu hermano participan en el álbum, ¿no te habían surgido las ganas de hacer un tema así antes?
No, porque incluso -y esto es algo muy típico también de la torpeza adolescente- en un momento hasta me generaba lo contrario el folclore, era como “esta es la música de mi viejo”. Yo escuchaba punk rock y con el tiempo empecé a redescubrir el folclore, pero nunca muy de lleno. Después sucedió lo que pasa en general, uno va sumando un montón de conocimientos con el correr de los años, y si te gusta mucho la música de todo tipo vas a caer en canciones folclóricas increíbles. Fue con el proceso de Okupas que me metí más a investigar y descubrir este universo infinito de miles de millones de canciones. Lo mismo con el tango, aunque no se escuchaba tanto en mi casa. Pero sí, desde hace ya años que estoy fascinado, sobre todo con las letras que me parecen algo increíble, incluso como un arte perdido en un punto. Son letras que no tienen ni una palabra de relleno, ni una palabra de más, es todo una obra tan genial, me explota la cabeza. Y ahí sí sentí un poco de pánico, fue la última que compuse. Fue el tango que cantó Melingo. Sentí pánico por la letra sobre todo, quería que tenga esa mística.
¿Cómo surgió la idea de que sea un disco lleno de colaboraciones?
Bruno me dijo: “Fijate si podes, o invitá algún amigo o vos cambiale un poco el tono a tu voz”, porque eso iba a estar en muchas escenas diferentes y se iba a romper un poco el verosímil si estaba yo cantando folclore, si estaba yo cantando en la radio, en la tele. Me pareció lógico y me parecía divertido que sea el pie para invitar amigos a cantar. Invité primero a Nina Suárez, que cantó una cumbia, a Anabella [Cartolano] de Las Ligas Menores que cantó una más rockera, y justo en esos días de pandemia me había hecho amigo de Vicentico y le había dicho si podía y se copó enseguida. Vino a Boedo donde estábamos grabando todo el disco y fue un sueño para mí, es lo más grande que hay. Y después con Melingo me costó un poco más, él estaba medio encerrado en la pandemia y no quería salir, así que la grabó en su casa, a la distancia. Jorge [Serrano] lo mismo, porque vive en Villa Gesell, grabó desde allá. Y fue como todo junto a la vez, tan intenso y tan genial que todavía me cuesta creerlo. Eso me llevó también a tenerlos ahí, esas cosas de fan que ahora las vivo de otra manera. Los veo subirse al escenario y pienso en lo geniales que son y que es un sueño haber podido grabar con ellos.
¿Cómo surgen tus colaboraciones en otros proyectos? Te debe llamar mucha gente…
Sí, me escribe mucha gente y yo no tengo mucho tiempo, esa es la realidad. Pero cuando tengo un huequito y puedo, lo hago. Si me gusta el proyecto, me creo ese espacio. Y de las últimas colaboraciones que hice, Juana Aguirre me parece increíble y la participación en el disco de Lara91k me encantó, porque lo sentía más ajeno a mí, su universo. Pero cuando la conocí me contó que era fan de El Mató, que había crecido escuchándonos… me hizo sentir viejo, pero contento. Y me gusto eso, cómo El Mató también interpela a alguien que hace una música que va por otro lado, ahí te das cuenta que todo se conecta con todo. Y fui una tarde, llegué con la idea -como siempre- de que me iban a dar la letra, que yo la cantara y listo, pero acá fue: “Tu parte la tenés que hacer vos ahora, la letra, la melodía, todo”. Fue improvisación y lo hicimos un poco entre todos. Estuvo buenísimo, entré en pánico, pero después salí adelante.
Fue similar a tu colaboración en el primer disco de Amaia, ¿no? ¿Cómo fue ese proceso de producción?
Fue muy loco, a mí me llamaron primero para hacerle compañía a Amaia en sus primeras composiciones. En un momento pensé que me llamaban para que componga yo, pero después me di cuenta que ella tenía composiciones increíbles y eso me encantó. Componer en equipo, trabajar canciones que están ahí, es lo que más me divierte. Y en eso me propusieron hacer la producción del disco. Me encantó hacerlo, no sé si lo volvería a hacer, pero fue algo que me llevó mucho trabajo, estar en cada paso. Y quedaron muy reales, fueron sus primeras canciones donde querés decir todo, que sos más inocente con las palabras, no estás midiendo tanto todo. Y eso a mí me encanta, lo urgente de los primeros discos.
Pensando en esto, ¿qué cambió en la banda desde su primer EP, Tormenta roja?
Muchas cosas cambiaron. A nivel artístico un montón, a nivel producción más todavía. Pero a nivel espiritual no tanto. Yo siento ya que a veces cuesta reconocer momentos de nuestra historia, se volvió circular el tiempo en un sentido. Y me gusta porque hay algo de la esencia de los primeros años que se mantiene, un amor inocente por la música que me encanta verlo también en la banda. Y pasa que con las letras, que después de un momento ya no son tuyas, ya son de la gente. Por eso lo importante siempre es que hayas sido sincero en ese momento, que hayas capturado ese momento. Después crecés, cambiás, querés que te vaya diferente, te alejás de ese momento, pero ese momento fue sincero con esa época.
¿Cómo vivís este presente? ¿En algún momento de tu adolescencia soñaste con este momento?
Soñar soñé siempre, ese fantasear estuvo siempre. Cantar en la ducha y pensar que estás cantando para una multitud… pero siempre fue una fantasía inocente, no un plan. Y todo se fue dando, muy de a poco y me gustó que haya sido así. Las sensaciones que tengo son extrañas, obviamente soy feliz con todo esto que pasa, me emociona un montón, eso es así… y a la vez siento algo que está bueno para mí, y es que siento que todos esos artistas que tengo ahí arriba van bajando, pero no bajando como si fuese algo malo, si no que todos vivimos acá en este plano, en la tierra. Las fantasías nos llevan a posicionar cosas en lugares de fantasía celestial, pero me di cuenta que a mí me gusta conocer a la persona y poder verla cómo son, más terrenales. Siento que el arte está en un lugar que no lo podemos describir, en un lugar mágico, pero después las personas están acá en la tierra igual que nosotros, y eso está bueno porque te sirve para todo… para cuando estás nervioso o cuando estás poniendo demasiada expectativa en algo, para bien y para mal, para vivir más relajado y disfrutar más el presente y esas cosas que son las que hay que buscar. Sé que cuestan, pero bueno, hay que tenerlas más claras.
¿Y qué te da tierra a vos? ¿Cómo hacés para tener ese discurso en la diaria, en la cotidiana en vez de solo en la mente?
Bajo mucho cuando me junto con mis amigos, sobre todo con mis amigos que no se dedican a la música. Con la banda estamos todo el tiempo en un plano que a me encanta, porque cuando estamos entre gira casi no nos vemos, pero cuando estamos de gira conectamos con un humor muy propio que lo extrañás cuando no lo tenés. Y eso a mí me relaja mucho, porque en la cabeza hay mucha expectativa cuando estamos de gira, estamos esperando si se venden las entradas, los viajes, si vendrá gente, conocer una ciudad nueva. Pero después estoy con los chicos y yo me relajo, yo lo disfruto mucho, soy muy agradecido de los compañeros que tengo. Y también disfruto mucho cuando me alejo de todo lo que tenga que ver con la música, soy muy amigo de mis compañeros de la primaria que nos vemos seguido y también de mis compañeros de la secundaria que ninguno se dedicó a la música, y me junto con ellos y me disperso un poco de la música, que es lo que amo. Necesitás un descanso de lo que amás y eso me relaja mucho.
Muchos esperan tu disco solista. ¿En qué instancias se encuentra el proceso?
Empecé a grabar mi disco en diciembre de 2016 y en enero nos fuimos con la banda a Sonic Ranch, en Texas, a grabar La síntesis [O’Konor]. El disco salió y mi disco quedó en espera. Hicimos mucha gira con el disco, mucho viaje, tuvo una buena respuesta y el mío quedó ahí. En la pandemia lo retomé, cuatro años después, y me puse a escuchar esas viejas grabaciones que estaban por la mitad y no me gustaban… bah, algunas más o menos, pero no me gustaba cómo estaba encarada la producción, sentía que por ese camino no iba. Y el año pasado, entre las grabaciones de Okupas y algún que otro hueco, me puse a grabar de vuelta. Y lo mismo, grababa las bases, grabé más canciones porque en estos años se sumaron más canciones… no va a ser un disco de 25 canciones pero no sé, me gustó eso de encararlo así. Ahora el desafío es que no pase de nuevo lo mismo, que no pase el tiempo, poder definirlo, poder grabarlas. Estas últimas giras fueron muy intensas, vamos a ver cómo lo hago, porque se va a sumar justo ahora la grabación del disco de El Mató…
¿Y con esa otra grabación cómo vienen?
Bien, bien. Después de la gira de México nos fuimos de nuevo a Sonic Ranch en abril y grabamos tres canciones. Fuimos con poco plan y esa fue la diferencia con La síntesis. Con ese disco teníamos las maquetas, los arreglos, la preproducción re armada, ya toda planeada… que es lo ideal, sobre todo cuando no tenés mucho presupuesto y estás con el tiempo justo. Pero ahora con las giras no tuvimos tiempo para hacer un plan muy armado. Entonces vamos con canciones que tenemos que desarrollar ahí y está bueno, me gusta el plan. Es el no plan, es ir al momento urgente de la grabación final y ver qué surge ahí. Y a veces surgen cosas muy especiales, y a veces no. Es el riesgo, pero me gusta el ejercicio y ver qué pasa con todo eso. Siento que pasa algo con ir sin planes, pasa algo ahí en la urgencia. Ya tenemos tres canciones, a algunas les falta un poco de mezcla. Teníamos muchas canciones, como quince, pero están ahí. Esperemos lo mejor.
Pensando en la excelente repercusión que tuvo La síntesis, ¿cómo encaran estos nuevos desafíos?
Con La síntesis estuvimos tanto tiempo armándolo, haciendo la preproducción… y acá no estamos teniendo tanto tiempo. Al principio, la idea que buscamos con este disco es que también tenga el concepto de disco, que es algo que buscamos con todos nuestros laburos… pero la idea ahora es que cada canción vaya para donde sea, no pensar tanto en un concepto final. Y veremos cómo sale. De alguna manera, esos registros sonoros, esas capturas que corresponden a una misma época, tienen algo en común y se amoldan entre ellas, aunque uno no lo planee, eso sucede, inevitablemente. Pero la idea de estas canciones es que si una tiene que ser más rockera que vaya para ese lado, si tiene que ser más electrónica que vaya para ese lado, no importa que queden en polos opuestos entre ellas. Y están saliendo cosas que están buenas, estoy contento con eso.
¿Cómo viven con la realidad de haber empezado como una banda independiente a ser proyecto masivo y popular que está presente en todos los fogones?
Yo cuando veía que un pibe en Twitter escribía “aguante Los Piojos y aguante El Mató” no entendía demasiado. Cuando arrancamos sentía que teníamos que estar en contra de eso, era como “este es nuestro lenguaje alternativo que va en contra de lo que suena en la radio”. Pero jamás en contra de que nuestro lenguaje pueda conmover a quien sea. Nunca fue para un público exclusivo, es para cualquier persona que encuentre en eso una conexión. Y cuando pasan cosas como la frase de Twitter, eso yo lo disfruto el doble. Cuando veo un público que le gusta La Renga o le gustan esos grupos que cuando crecimos queríamos ser la alternativa a eso, y también le gusta El Mató, es porque nosotros con nuestras canciones y lenguajes y forma de ser pudimos llegar más allá. Y eso a mí me parece genial, me conmueve lo popular. Las canciones de El Mató son para cualquiera y que así suceda me encanta.
¿Cómo lográs incorporar lo cotidiano para conmover?
No sé, las letras salen así como salen, no hay mucho plan. Pero sí entiendo que hay un hueco entre lo cotidiano y las cosas que se mueven de lo cotidiano, eso le da profundidad a algo que parece un poco superficial y le da cotidianeidad a algo que parece complejo. Es una conjunción de las dos recorridos, generan una simbiosis rara. Eso me gusta, me gusta cuando lo escucho. Y yo trato de escribir así, un poco como hablo, un poco como siento, como vivo. Porque me traslado por esos lugares profundos, melancólicos o con mucho amor a lugares muy cotidianos y lugares retorcidos de mi cabeza. Y todo eso se mezcla y trato de escribirlo de manera directa, me parece que se pueden encontrar palabras lindas, bellas y ser directo también.
Hay algo valioso en lo honesto, ¿no?
Sí, también tengo esa premisa. Y es que solo me sale escribir algo que lo siento propio, algunas canciones incluso no hablan de mí ni de mis experiencias personales, pero la mayoría son cosas que me conmueven mucho y termina siendo muy directo, muy honesto, muy sincero y me gusta también sentirlo cuando lo escucho. Me gusta escuchar cuando alguien está cantando con el corazón. Y a mí me sale así, si no tengo la motivación para eso no lo hago.
¿Y qué te motiva?
Muchas cosas. Me acuerdo de Judd Apatow diciéndole a Lena Dunham cuando escribía Girls: “No uses twitter porque después cuando tenés que escribir los capítulos ya descargaste todo ahí, tus emociones quedan a la mitad”. Y hoy estoy en esa. Me inspira la realidad, las relaciones, el cine, me gusta mucho ir a las salas de cine. Me cuesta mucho estar con la compu, no veo películas en el avión, me molesta. Y ver en casa también me distrae. Me gusta que haya gente que celebra. El otro día fui a ver Top Gun y la gente aplaudió cuando aparecía Tom Cruise o cuando recordaron a Tony Scott. Me emocionan esas cosas. El día a día.
¿Te gusta tu público?
Sí, me encanta mi público.
Te debe pasar de gente que te considera cercana aunque ni te conozca…
Me encanta que pase, es raro. Pasa que me escriben por las canciones, dedicaciones, me escriben mucho diciendo que les gusta cómo hablo. Y a mí me sale así, no pienso mucho en nada más que en ser genuino.
Santiago Motorizado se presenta el domingo 14 de agosto a las 19 h en Niceto Club (Av. Niceto 5510, CABA), entradas disponibles a través de Passline. Escuchá Canciones sobre una casa, cuatro amigos y un perro en plataformas de streaming (Spotify, Tidal, Apple Music).