Stephin Merritt es impredecible. No hay nada en su exigua gestualidad que pueda delatar o anticipar algún tipo de emoción. Tampoco hay respuestas claras en sus pausados y eternos silencios. Más allá de eso, el líder y vocalista de The Magnetic Fields sabe que su expresividad es una cualidad furtiva que prefiere preservar para sus canciones, como lo viene haciendo hace ya más de 25 años.
Aunque parezca mentira, la escritura para él es más un trabajo arduo que un instante precoz de inspiración repentina. Pero cuando arranca, le es difícil percatarse en donde cortar con el envión. “Nunca tengo problemas para iniciar una canción, siempre tengo problemas para terminarlas“, dice Merritt en conversación con Indie Hoy sobre su forma de componer, y que en su haber tiene más temas de los que puede recordar.
Un claro paradigma que refleja la metodología creativa del músico de 57 años son los discos que fue lanzando a través del tiempo. Por medio de ellos, Merritt hizo lo que quiso: se expresó, se quejó, se contradijo y se autohomenajeó. De todas sus obras, la recordada con más cariño sin dudas es 69 Love Songs de 1999, una ópera pop de casi tres horas que pasea por todos los postulados del amor y sus miles de acepciones.
Bajo la misma línea, otro de los álbumes más aclamados fue 50 Song Memoir de 2017: una detallada autobiografía que nadie tuvo la audacia de abordar como él, con una canción por año y en conmemoración de haber llegado a la mitad de siglo con vida. Bajo ese concepto, el disco logra configurarse como un tramo lineal y profundamente íntimo, sin dejar de ser ambicioso, polivalente y cambiante, como la vida misma plasmada en canciones.
Actualmente, siguiendo el afán de lanzar material con un claro concepto detrás, Merritt y su banda se encuentran presentando Quickies: un disco inspirado esencialmente en la lectura de microrelatos, compuesto por veintiocho canciones de synth pop cáustico que no llegan a los tres minutos. Con nombres hilarantes, cada una de las composiciones le sirven al cantautor para hablar con cierta impunidad -y con un sarcasmo inherente- de la clase política, de los estereotipos, y las relaciones sexoafectivas que no terminan del todo bien.
Cada álbum que hicieron con la banda tiene un concepto claro y un trasfondo. ¿Cuál es la historia que hay detrás de Quickies?
No estoy seguro de que tenga una historia detrás. Aun así, puedo decirte que para su composición estuve concentrado en crear canciones simples y cortas, de esas que van y vienen todo el tiempo, pero que al mismo tiempo escapan de la melodía tradicional. Para eso me conseguí una libreta muy pequeña donde escribí las letras de las canciones sin tener la necesidad de llenar una página entera. Básicamente podía escribir cosas de dos a cinco líneas y terminarlas. Así compuse este disco.
¿Qué fue lo que te llevó a implementar ese método de composición? ¿Te inspiraste en algo en especial?
Estuve leyendo muchos microrrelatos, en especial a la autora Lydia Davis. Aunque también tiene historias largas, Lydia es bastante famosa por la calidad de sus obras más cortas. También me gusta Richard Brogan, que no solo es un gran poeta, sino que además tiene el talento de narrar historias en prosas ordinarias. Todas estas cosas fueron de gran inspiración para el último disco y para que quiera encararlo de esa forma.
¿El momento composición fue diferente al de otros discos?
No tanto. De hecho, también tengo canciones cortas en otros álbumes. Por ejemplo, 69 Love Songs tiene tantas canciones diminutas que un tercio del álbum calificaría para entrar en Quickies. Con este disco establecí la regla de que ninguna canción podía durar más de dos minutos con quince segundos. En él, la más corta dura 18 segundos y la más larga 2:15, aunque tiene una intro y una outro de guitarra que le agregan 15 segundos más. En ese sentido, supongo que 69 Love Songs fue una precuela de Quickies.
Leí que, para vos, las canciones de este disco eran “más deseos que hechos concretos”. ¿Cómo es eso?
En el teatro musical, el cliché es que la segunda canción sea aquella que exponga los anhelos del protagonista. Tiene que ser una canción que usualmente deje entrever cuál es la motivación del personaje principal. Creo que, probablemente, quise parodiar eso. O tal vez imitar ese tipo de convención, pero para cosas ridículas tales como el deseo de estar en un grupo de motoqueros, o el deseo de tener colmillos en una cola.
Hace poco, Nick Cave dijo que su método para componer canciones es sentarse en una silla y enfrentarse a la página en blanco sin ninguna idea previa. ¿Hay algún paralelismo con tu forma de escribir?
Tal vez él debería probar lo que yo hago: sentarse en la silla de un bar y prestar atención a la música que suena a su alrededor. Personalmente, no tengo problemas con la falta de ideas porque siempre hay cosas de las que puedo tomar algo o inspirarme. Así que, por ese lado, supongo que tenemos formas muy diferentes de escribir. Yo siempre compongo escuchando otra música, así que la página nunca está en blanco para mí. Voy a un bar gay, escucho música disco de hace 40 años, suena “Boogie Oogie Oogie“, y pienso: “Es gracioso. ‘Boogie Oogie Oogie’ de A Taste of Honey es una especie de respuesta a ‘Boogie Woogie Bugle Boy‘ de The Andrews Sistes. ¿Y si se combinaran ambas en una misma canción?”. Ese tipo de cosas se me ocurren. Así que bueno, podría decirse que Cave está esculpiendo con arcilla mientras yo estoy picando en mármol.
Hay una canción que se llama “The Day the Politicians Died“. Cuando la escribiste, ¿la pensaste como un deseo global o como un algo estrictamente referido a los Estados Unidos?
Los políticos, por definición, son personas despreciables por el solo hecho de querer tener poder sobre otras personas. Cualquiera que quiera tener poder sobre alguien más no debería tener la potestad de hacerlo. Creo que si bien es necesario tener un sistema político, sus cargos deberían estar designados exclusivamente por sorteo, sin la necesidad de que nadie se postule para ocuparlos. Deberían ser elegidos en contra de la voluntad de la mayoría como sucede con los jurados. Yo creo que si los políticos fueran seleccionados de esa manera, no necesariamente pensaría que son merecedores de ser eliminados por Zeus.
Siendo realista, ¿ves ese cambio posible?
No.
Quickies está lleno de ironías y sarcasmo en sus canciones. ¿Creés que esa forma de hacer humor a través de la música es una forma de poder hablar sin tapujos de cosas tabú?
Creo que el arte no es ni irónico ni directo porque siempre está dentro un contexto. Si decís algo parado en un escenario y frente a un público, ese es el contexto. Por ejemplo, si cantás: “Me dí cuenta que ya no me gusta mi novia”, y resulta que en ese mismo momento estás tocando, no sé, un ukelele, entonces no estás hablando realmente de tu novia, estás hablando dentro de un determinado entorno. No importa lo honesto que creas que estás siendo, estás tocando una canción y no podés escapar de eso. Así que cuando decís que ya no te gusta tu novia, no importa si eso es realmente sincero, nadie se lo va a tomar así. Al igual que a nadie le importa con quién se acuesta Taylor Swift, sin importar lo que ella pueda decir, o si sus canciones son honestas y confesionales. Tampoco importa si son verdaderas o falsas para ella. Para el público son reales de una manera diferente.
Ya pasaron más de 20 años desde el lanzamiento de 69 Love Songs. ¿Cuáles son tus impresiones sobre esa obra tantos años después de su publicación?
Lo escuché hace unos meses y creo que ha envejecido bastante bien. Es obvio que algunas cosas ahora se escuchan bastante anticuadas. Por ejemplo, “Queen of the Savages” ahora suena mucho más escandalosa de lo que era cuando salió en 1999. Por otro lado, “How Fucking Romantic” ya no es tan polémica como lo fue en el pasado, porque ahora cualquiera puede insultar y decir groserías en la radio. El tiempo cambia y las ideas sobre el amor también.
Sos una persona que realmente escucha música de todas partes del mundo. De hecho, sos un gran coleccionista de discos y vinilos. Me pregunto si alguna vez tuviste algún acercamiento con el tango.
Sí, me encanta. De hecho tengo un amigo que está en una banda de tango y lo sigo bastante. Me hubiera encantado hacer algo con Astor Piazzolla. Por obvias razones nunca tendré esa oportunidad, pero me hubiese gustado.
Su presentación en el festival Music Wins va a ser su primer show en la Argentina. ¿Qué expectativas tienen? ¿Qué otros planes planes en el país además del recital?
No tengo ningún tipo de expectativa sobre el público. Probablemente estarán muy entusiasmados de haber pasado la pandemia y que podamos volver todos a los shows en vivo. Por lo menos así fue mi experiencia tocando en Europa y los EE.UU. este último tiempo. Por fuera de lo musical, estamos deseando conocer a los chicos de Los Campos Magnéticos, esta banda de covers nuestros la cual nunca tuvimos la posibilidad de verla en persona. Ellos tienen videos hermosos y además son mejores que músicos que nosotros, lo que es un poco irritante. Alguien me comentó que las letras traducidas suyas son un poco mejor que las originales, pero que me van a resultar difíciles de entender porque están empapadas de una jerga bastante argentina. Tendré que ver eso.
Después del show en Argentina, ¿qué sigue para The Magnetic Fields?
Creo que vamos a hacer una gira especial por el 25° aniversario de 69 Love Songs en 2024. La idea es tocar todas las canciones del disco en vivo. Todavía no sabemos cómo lo vamos a hacer, pero es un hecho.
The Magnetic Fields se presentará el sábado 10 de diciembre a las 19:30 h en el festival Music Wins (Club Ciudad de Buenos Aires, Av. del Libertador 7501), entradas disponibles a través de Venti. Escuchá Quickies en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).