“Sangre, sudor y lágrimas”, evoca Marcelo di Paola zigzagueando en el océano de la memoria. Barrenar sobre un cuarteto instrumental la turbulencia de un país destruido era considerado acto de demencia a la entrada del nuevo milenio. “Sangre, sudor y lágrimas”, repite el bajista porteño, queriendo remarcar lo insólito que sonaba para la herejía capitalista esta promulgación de la música surf en la jungla de cemento argentina ¿Por qué pensar en el agua con la ciudad prendida fuego? Del trabajo al estudio sin tiempo para dormir. Grabar un álbum, contra viento y marea, tuvo su recompensa: dos décadas después, The Tormentos sigue en la cresta de la ola.
“Gardel decía que ‘veinte años no es nada, qué febril la mirada, las nieves del tiempo platearon mi sien’ -recita Marcelo en conversación con Indie Hoy, recordando sin nostalgia que no había mucho para platear acá-. Más allá de que nosotros nos hagamos los raros en esta situación de hacer surf instrumental, un género al cual no estaba acostumbrada la gente, acá los músicos de tango y folclore tenían los mismos problemas que nosotros”.
Mr. M se toma una pausa a fin de distinguir su singular vestimenta, una camisa roja estilo bowling. Sonríe orgulloso del outfit que lucen encima del escenario y lo lleva puesto también al ser entrevistado: “¡Si hay que hacerla la hacemos bien! -agrega, tomando distancia de la reciente comparativa- Mantener tanto tiempo una banda, humana y comercialmente, me parece un logro muy importante, en cualquier lugar del mundo, pero en Argentina específicamente”.
The Tormentos hacen hablar a sus instrumentos: las melodías levantan el viento, la arena y cierta jovialidad veraniega, de la cual no reniegan ni siquiera en invierno latinoamericano, con la certeza de manejar a la perfección el lenguaje universal del espíritu californiano. Sus canciones nos llevan directamente a otro lugar. Tan lejos y tan cerca, como enero y diciembre. Ondas sonoras capaces de transportar materia y energía al compás del corazón, el baile y la necesidad urgente de dejarse fluir. De eso también se trata el surf, ¿no?
¿Arrancamos por el principio de esta tormentosa historia?
La formamos en 2001, estábamos con una banda de punk que se llamaba Killer Dolls. Nos iba bastante bien, y el guitarrista decidió irse a vivir a Estados Unidos. Nosotros ya veníamos con la idea de empezar a tocar surf instrumental, de hecho habíamos tocado en mi cumpleaños un 16 de febrero. Vivíamos en una casa con varios amigos, una casa grande en Palermo cuando no era el Palermo que todos conocen hoy en día. Era un barrio marginal y peligroso. Hacíamos fiestas en la terraza para pagar el alquiler. Hicimos una para mi cumpleaños, ahí tiramos la casa por la ventana. Estábamos al pedo y dijimos de tocar unos temitas surf instrumental en la sala, y después tocarlos en la fiesta para que la gente bailara. Recuerdo ver al guitarrista de Restos Fósiles caminar por arriba de un tragaluz que había y aparecer en el piso de abajo. Terminamos todos en el Fernández con la gamba cortada. Yo estaba tocando y lo veo al chabón que venía caminando y de repente se fue al piso de abajo. Sangre por todos lados. Ahí lo conocimos a Culebra, el violero que necesitábamos. Conseguimos un batero y ese fue el principio de The Tormentos.
Siendo una banda referente, ¿destacás algo propio de lo argentino en la identidad de un género tan ancalado a una geografía como es el surf instrumental?
No sé si hay una identidad particular, como en el tango o el folclore, que bien podrían entrar en esto. Es un género que nació a principios de los años sesenta en California, como una expresión juvenil que está muy ligada a un estilo de vida. Bandas como los Pyramids y los Astronauts empezaron a hacer esto. Después, como cualquier otro género, se esparció por el mundo, más con la prominencia de Estados Unidos para vender su cultura. La segunda ola fue a fines de los setenta, principios de los ochenta. La tercera es en los noventa cuando reflorece todo esto. Sale Pulp Fiction, lo que hace más fácil de explicar. Cuando empezamos acá y decíamos que hacíamos surf instrumental nos miraban con una cara… Ahí preguntábamos “¿Viste Pulp Fiction?”. A partir de eso se popularizo un montón. Al ser instrumental y no tener voz, carece de una identidad argentina, me parece que es más universal el mensaje.
No tener que lidiar con las barreras del idioma favorece su conexión con un público extranjero y también deja una puerta abierta a la libre interpretación. ¿Cómo los reciben en otros países?
Encaja perfecto. Es como cuando vas a ver una orquesta sinfónica, por ejemplo, o una banda de jazz. El surf rock, como toda la música, es un lenguaje universal, podés entenderlo sin letra. Me parece que transmite un montón de sensaciones e imágenes que uno solo se genera en la cabeza. Con The Tormentos, en el nombre te tiramos una pequeña guía de hacia dónde vamos, pero son imágenes que vos te formás a través de la música en tu propia imaginación. Vos decodificás el mensaje como más te guste, no está atado a una lógica literaria.
En los títulos de las canciones sobresale la originalidad literaria del proyecto para orientar la narrativa, pero hilando más fino, hay también una cuestión más cinematográfica. ¿Cuáles son las influencias de películas en su música?
Soy un trabajador de la industria del cine, trabajo en efectos visuales. Hay un montón de visualización fílmica en los Tormentos. Hicimos la música en una película que aun está en proceso, se llama Todos mis muertos, un spaghetti western con zombies, ya está por terminarse. Es una película independiente donde revivimos todo el mundo de Ennio Morricone, uno de mis compositores favoritos. Después hicimos otra que se llama Mala vida, con una linda cantidad de actores conocidos. En esa no trabajamos tan intensamente, fueron cosas puntuales que el director nos pidió. Por ejemplo, habían musicalizado una escena con un tema de Ramones y había que hacer una cosa parecida. Entonces hicimos un pequeño homenaje a la música de esa época.
Si bien al final de cada disco suelen incluir una canción cantada, me gustaría llegar al lanzamiento más reciente del grupo, el single doble que publicaron en colaboración con Autoramas. Es chocante y placentero encontrarse con un tema de ustedes vocalizado en portugués. ¿Cómo surgió ese disco?
Autoramas es una banda de Brasil, allá son muy conocidos. Son grandes amigos, ellos empezaron a venir, nos ayudaron también a nosotros a ir para allá. Tenemos una conexión muy grande con ese país. En un momento ellos iban a venir para acá de vacaciones y nosotros justo teníamos una fecha. Le propuse hacer algo y surgió esa colaboración. Eran temas de ellos que nosotros tocábamos acá en joda ensayando. Lo grabamos de primera toma. Fue una muy linda colaboración con muy buena banda que recomiendo que escuchen.
El disco Go! que publicaron en 2002 junto a The Phantom Surfers fue su primer acercamiento al circuito del género, ¿qué significa ese vínculo?
The Phantom Surfers es una banda californiana de la tercera ola que fueron muy amables con nosotros, casi como un padrinazgo de hacernos entrar. Ellos vinieron a tocar acá a un festival donde circulaban bandas de garage, surf, rockabilly y estilos aledaños. Abrimos para ellos, quedaron re copados. Me tiré el lance y aceptaron enseguida.
¿Cómo fue el salto al primer disco de The Tormentos, Grab Your Board!, en 2005?
Empezamos a juntar plata porque queríamos grabar un buen disco. Una de las cagadas de esta época es grabar un disco en tu casa y pensar que suena como Abbey Road, y no es así. Sí podés hacer un montón de cosas, pero para un registro sonoro fiel necesitás compresores y micrófonos. Juntamos plata un largo tiempo con la ayuda de Scatter Records, un sello de artistas de primer nivel. Es impresionante el laburo que hicieron con nosotros y otras bandas. Ahí conseguimos el pie en uno de los mejores estudios de Argentina. Grabamos Death Drop en 2007, que recuerdo fue un proceso bastante arduo. Laburábamos durante el día y grabábamos toda la noche. Eso duró dos semanas, dos semanas de no dormir. Salía del estudio, me pegaba una ducha, e iba al laburo.
En sus shows la gente se libera, hay algo de ritualismo muy presente, ¿sienten una resignificación de las canciones al ejecutarlas en vivo?
En nuestro caso es al revés, primero tocamos los temas en vivo y después grabamos. Hay una cuestión ritualista en el show que va más allá de la admiración por el artista. Nosotros somos como un chamán, canalizamos la música, una energía en un lugar determinado. Hay disfrute de la música en sí con las sensaciones que te provoca la misma. También es divertido vernos porque somos de hacer boludeces arriba del escenario, además de que somos buenos interpretes del genero técnicamente. A pesar de eso, no es el único foco de atención en un show de The Tormentos, hay mucho baile y comunión, es como una fiesta generalizada. Ahora los hombres bailan, las mujeres siempre bailaron. Cuando empezamos los hombres no movían ni la patita.
¿Cuál es tu reflexión acerca de lo que te dejaron estos 20 años?
En lo personal, un mar de cosas. Viajé a lugares del mundo donde nunca pensé que iba a estar: México, Brasil, Uruguay, Chile y Europa. Nunca habría podido afrontar monetariamente todo eso yo como persona. Los mejores amigos que tengo me los dejó la música, conocí mucha gente alrededor del mundo. Una de las cosas más importantes es el reconocimiento de los pares, tipos como Los Straitjackets que nos digan que lo que hacemos está re bueno y que nos traten como a un igual viniendo desde el culo del mundo, haciendo todo a pulmón con un sacrificio espantoso, esa es una de las mejores cosas que me llevo a la tumba. Que vengan tipos que son grosos y que marcaron tendencia en su momento dentro del estilo, y que nos digan que está bueno lo que hacemos, es impagable. Ni todo el oro del mundo lo podría pagar.
The Tormentos se presenta este viernes 28 de octubre a las 20 h en Niceto Club (Av. Niceto Vega 5510, CABA) junto a Chris Barfield y El Papu & Los Fantásticos Reverberantes, entradas disponibles a través de Passline.