No todo lo que brilla es Blur en la vida actual de Graham Coxon. Incluso en el apogeo del revival britpop, que tuvo su punto álgido con el reciente lanzamiento de The Ballad of Darren, el emblemático guitarrista nos sorprendió mucho antes con una de esas joyas extrañas que sin duda quedarán en la historia como un objeto de culto. Al comenzar este 2023, Graham inauguró un proyecto paralelo junto a Rose Elinor Dougall, exvocalista de The Pipettes. El resultado: dos estrellas brillantes de la música inglesa que gravitan alrededor de una misma estela llamada The Waeve.
En vísperas del inminente regreso de Coxon por este lado del mapa en el marco del festival Primavera Sound Buenos Aires, es oportuno destacar este emocionante dueto que ha cautivado a sus seguidores con una propuesta tan enigmática como sugerente. Un romance que entrelaza años de admiración en una corriente onírica que amplifica los suspiros de la nostalgia al compás del saxo.
Este electrizante experimento de guitarras y sintetizadores despliega la atmósfera necesaria a una vocalización etérea capaz de capturar la belleza y oscuridad de los paisajes socioculturales de la era post Brexit. Cada canción de su disco debut ofrece historias sofocantes y expresionistas, teñidas de esperanza y naturaleza, para dejar una profunda huella en el alma del oyente.
Coxon y Dougall se aventuraron en la gestación del álbum homónimo de The Waeve en medio de la pandemia. En este contexto, los claroscuros adquieren un nuevo sentido al plasmar imágenes y sensaciones sobre un lienzo que se arraiga en la tradición, pero que también es intervenido por la sed de vanguardia que impulsa la incesante exploración del dúo. Esta decena de canciones nacieron en la intimidad, y demuestran la destreza y versatilidad de la dupla al fusionar elementos del folk británico, el post-punk, el synth pop y el jazz psicodélico, en una maquinaria retrofuturista que les permite escapar hacia cualquier lugar.
“Al mirar hacia atrás en las letras que habíamos escrito, nos dimos cuenta que sin siquiera haberlo planeado, habíamos estado mencionando mucho las olas y el mar. Así que el nombre nos pareció muy apropiado en ese sentido -cuenta Dougall en conversación con Indie Hoy-. Además, al pensar en el paisaje de las Islas Británicas y su costa, también encajaba a la perfección. Optamos por la forma de escritura porque nos inspiramos en el inglés antiguo, donde la palabra para “mar” se escribe “sae”. Así que tomamos esa ortografía y le dimos nuestro propio toque. El nombre también evoca las olas de emociones o las ondas de sonido, o incluso ambas cosas a la vez. Es una especie de amalgama de significados que encajan muy bien con nuestra música”.
Su disco logra una cautivante fusión de sonidos, procesos, distintas épocas y estilos. ¿Cómo podrían explicar el proceso de experimentación en The Waeve?
Graham Coxon: El sonido surgió simplemente a partir del uso. Surgió tanto al usar los instrumentos que conocemos bien, como al utilizar lo que teníamos en la habitación: guitarra, órganos, cuerdas, orquestación, etc. Yo toco la guitarra, pero también el saxo. Y luego había un armónica por ahí que resultó útil para una canción, y un bajo. Así que en realidad podíamos cubrir todos los sonidos nosotros mismos y tener un sinfín de posibilidades o un sinfín de instrumentos, realmente, en cada canción. Pero parecía que encontrábamos los sonidos a los que respondíamos más rápidamente. Y realmente tenía que ver con los saxos. Cuando comencé a tocar el saxo, parecía encajar muy bien con mi propia voz y con cómo Rose armonizaba, y con el piano, las cuerdas y otras ideas de instrumentos de viento que están impregnadas en los sonidos de algunas de las canciones. Así que hay una especie de paisaje de sonidos muy especial. Nos dimos cuenta de que a ambos nos gustaban los arreglos bastante elaborados, nos divertimos mucho haciendo que las canciones fueran bastante densas.
Rose Dougall: Sí, los sonidos evolucionaron por sí solos. Las canciones simplemente se formaron a medida que seguimos las ideas. Mantuvimos la mente muy abierta sobre lo que era posible. Creo que por eso el álbum en su conjunto abarca diferentes estilos, ideas y estados de ánimo. Y esperamos que, como estamos tocando todos los instrumentos, todos tengan una especie de identidad compartida que mantiene toda la obra unida.
El sonido del saxo es asombroso, un instrumento con el que Graham ha estado familiarizado durante muchos años. ¿Qué los llevó a otorgarle un papel tan primordial dentro del repertorio?
GC: No lo sé. Fue un día, no sé qué pasó, que le pregunté a Rose, “¿te gusta el saxo?” Y ella dijo que sí. Y entonces dije, “bueno, hay uno en el armario. ¿Debería sacarlo?”. Fue algo así. O tal vez Rose sabía que yo tocaba el saxo y me preguntó si tenía uno por ahí. Simplemente surgió un día, quizás cuando estábamos trabajando en la canción “Can I Call You” y queríamos llevarla a otro nivel. Me gusta el saxo, es un instrumento complicado y creo que se debe usar con cuidado. Crecí escuchando mucho saxo. No fue hasta más tarde que empecé a escuchar free jazz, pero creo que gran parte del saxo en el álbum sigue más la línea de un jazz más suave, excepto por un par de chirridos. Pareció ser un instrumento agradable para que yo cantara líneas melódicas o lo usáramos en acordes grandes. Lo utilicé realmente como otra forma de dialogar con lo que Rose estaba expresando con su canto, supongo. Como en “Undine“, estaba respondiendo a lo que ella cantaba.
RD: Creo que una vez que incorporamos el saxo, se convirtió en una pieza clave para forjar nuestra identidad sonora. Nos llevaba a una nueva arena y un nuevo espacio, y parecía que era un sonido que podíamos hacer nuestro, que pertenece a The Waeve. Y no es algo que ninguno de los dos haya explorado mucho en sus trabajos individuales. Así que se convirtió en algo muy útil.
“Can I Call You” fue uno de los singles, y es una canción que ejemplifica esa identidad sonora: una voz espectral, un saxo seductor y una poética nebulosa. ¿Cómo describirían esta canción?
GC: Creo que se basó en una secuencia de acordes que pensé que sería muy complicada para escribir una buena melodía. No sé cómo describirlo, creo que es muy traviesa porque comienza con esta hermosa melodía que Rose logró escribir sobre esta complicada secuencia de acordes. Tiene palabras muy emotivas y sinceras, y luego termina como una canción completamente diferente. Es un tipo de caos emocional, una especie de frustración. Pero la canción era mucho más larga, la acortamos un poco para el disco, y tiene un intermedio dramático. Pero me gusta cómo crea un puente entre dos comentarios sobre un mismo momento. Fue la primera canción donde el saxo y Rose tuvieron la idea de doblar el ritmo y hacer que los tambores entren a doble tiempo. Y todo encajó perfectamente, fue muy, muy rápido, muy intuitivo. Luego grabé un pequeño fragmento de guitarra con un efecto phaser para que sonara un poco suave. Después surgió este tipo de canto, “I feel my heart, it dies in me”. Es dramático, bastante dramático. Pensé que era algo así como straight edge, casi como Fugazi. Así que comienza de manera hermosa, casi como el estilo de Faust, y luego se convierte en esta maravillosa versión vocal, y luego va a otro lugar por completo. Recorre cinco o seis áreas diferentes de música y diferentes estilos, y ciertamente, en cuanto a mi gusto musical, salta de uno a otro, de géneros a décadas. Eso es lo que me encanta de ella, es una de mis favoritas.
¿Recuerdan el momento en el que sintieron que era apropiado trabajar juntos?
GC: La idea surgió a partir de una breve charla que tuvimos durante una tarde noche en la que ambos estábamos involucrados en un concierto benéfico para Beirut en diciembre de 2020. Durante la prueba de sonido, tuvimos una pequeña charla y luego, después de que los shows terminaron, seguimos conversando un poco más y pensamos que podría ser una buena idea trabajar juntos. No sabíamos exactamente qué íbamos a hacer, así que intercambiamos correos electrónicos y seguimos en contacto durante las fiestas de Navidad escribiéndonos mensajes y enviando enlaces de canciones que nos gustaban en YouTube, explorando así los gustos musicales del otro. Y eso fue todo. Nos encontramos a principios de enero de 2021 y dimos un largo paseo por Hampstead Heath. A partir de ahí, comenzamos a trabajar juntos dos o tres veces por semana. Y así fue como todo empezó.
Dado que ambos tienen experiencia trabajando en bandas y también como solistas, ¿qué hace que la dinámica de trabajar como dúo sea especial en comparación con esas otras experiencias?
RD: Obviamente, cuando trabajas con una banda, siempre hay mucha historia y bagaje asociados con pertenecer a un grupo. Pero tenés que cumplir con la identidad de la banda cuando estás componiendo música. Estás escribiendo casi siguiendo una pauta porque sabés lo que la banda necesita. Mientras que cuando componés por tu cuenta, nada de eso se aplica, pero puede haber una tendencia a volverse un poco introspectivo. O podés quedarte atrapado en tu propia cabeza con facilidad, como he aprendido. Porque estás solo, trabajando en tus ideas sin tener a nadie más para contrastarlas. Una de las cosas buenas de escribir para artistas solistas es que no tenés que hacer concesiones. Y lo que fue sorprendente para mí al trabajar con Graham es que no perdí nada de ese proceso enriquecedor que obtenés al trabajar de manera muy íntima con tus propias ideas. En cambio, tenía a alguien cuyo talento y lenguaje musical respetaba tanto, que mejoraba mis ideas y me daba confianza para explorar cosas que tal vez no hubiera hecho si hubiera estado sola. Creo que nos alimentamos mutuamente muy bien, siempre había alguien aportando energía a la habitación. Así que entramos en este diálogo para crear estas ideas increíbles, lo que es como tener lo mejor de ambos mundos de alguna manera.
GC: Es interesante. Nunca había hecho una colaboración de esa manera. Sentarme en una pequeña habitación con alguien que no conocía muy bien y empezar a escribir canciones es una idea bastante surrealista. Y siempre he sido extrañamente autosuficiente y un poco temeroso en esa situación. Pero fue genial porque resultó muy alentador. Me gustó que siempre pudiera contar con Rose para enriquecer cualquier idea que pudiera tener, ya sea con su canto o tocando el piano, porque siento que soy un poco limitado con la guitarra y la armónica. Pero cuando Rose toma el control del piano, encuentro que su forma de tocar los acordes que le gusta utilizar es armónicamente mucho más rica y ofrece muchas más posibilidades para la melodía. Veo tantas melodías en lo que ella toca en el piano. Así que fue algo diferente a todo lo que había hecho antes, porque tal vez había tenido colaboraciones con Duran Duran, pero fue por un propósito específico y parecía estar más involucrado con la industria. Esto realmente no estaba sucediendo. No teníamos relación con nadie, ni siquiera con nuestros amigos. Era algo que hacíamos en privado, sin conocer a nuestro público, sin saber qué iba a pasar. Simplemente creando la música que queríamos hacer en el momento presente. Así que fue una oportunidad increíble que ambos aprovechamos.
A lo largo del álbum se puede apreciar un equilibrio entre elementos opuestos como la luz y la oscuridad. ¿A qué idea responde esta confrontación poética?
RD: Creo que, a nivel macro, eso es como la vida. La vida tiene luz y oscuridad, no podés tener una sin la otra. Personalmente, siempre me ha interesado mucho la música que puede ser emocionalmente accesible. Y no solo un tono, porque creo que eso puede volverse un poco aburrido. Estamos llenos de sentimientos, y eso significa que hay muchos sentimientos diferentes. Algunos de ellos son esperanzadores y optimistas. Creo que hay una sensibilidad inglesa bastante común, que es un poco melancólica por naturaleza, y eso impregna lo que hacemos. El clima en este país es tan cambiante, y eso influyó mucho en la atmósfera que estábamos tratando de capturar. También queríamos asegurarnos de crear momentos desafiantes, fuertes y enérgicos. Y luego eso dejaba espacio para escribir momentos más pasivos, reflexivos e introspectivos en el disco.
La música de The Waeve nos sumerge en un retrato del folclore británico que realza una conexión con la naturaleza. ¿Podrían compartir sus pensamientos sobre la mística que evocan sus canciones para transportarnos a esos escenarios ensoñadores?
GC: Creo que las imágenes provienen de nuestra fascinación por lo sobrenatural en el folclore y la música folclórica inglesa, y la narrativa que está dentro de esa tradición. Nos apoyamos en parte de esa tradición para comunicarnos y expresar lo que sentíamos, pero dentro de arquetipos, como espíritus del mar y elementales del cielo, el fuego y los bosques. Disfrutamos de jugar con esa imaginería. Y con una canción como “Undine”, hay una narrativa muy común cuando yo canto. Después de que Rose ha presentado la escena y no estamos seguros de qué tipo de entidad es Rose en su verso, entra en una especie de canción folclórica estándar, como la de un chico que se despide de su amor y se va, tal vez a luchar en la Armada, o algo así. No quiero ser demasiado literal al respecto, pero luego no solo se va a la Armada, algo más sucede, algo un poco más sobrenatural e interesante, y no estamos seguros de si su amor se refiere a esa entidad que Rose presentó al principio de la canción. Me gusta que tenga una narrativa fluida, que no esté absolutamente escrita en piedra, y que esté abierta a interpretaciones, eso es lo que percibo de ella. También hay una idea de simplemente desaparecer en el mar. ¿Qué es eso? El olvido. A finales de 2020, principios de 2021, Rose y yo no nos sentíamos particularmente positivos sobre la industria musical, estábamos en confinamiento, y el futuro se veía bastante sombrío para todo el mundo. Así apareció la idea de este hermoso tipo de olvido, y siempre han dicho que ahogarse se siente bastante bien. Así que toda la canción trata sobre ser arrastrado hacia una especie de tumba acuosa para vivir más allá de la orilla, para vivir una existencia diferente.
Escuchá a The Waeve en plataformas de streaming (Bandcamp, Spotify, Tidal, Apple Music).