“Siempre me gustó hacer lo que nadie hace, correrse de lo previsible,” dice Ulises Conti al pensar en el corpus de su discografía. “No tengo compromisos con nadie, hago lo que quiero incluso con los riesgos que eso implica. Soy un compositor independiente”. Un recorrido por los más de 10 discos que publicó el compositor argentino da cuenta de un camino sinuoso que sigue solo sus cambiantes impulsos y obsesiones.
En 2014, después de reunir lo mejor de sus primeros 10 años de carrera en la antología Atlas, publicó el disco titulado Los Griegos creían que las estrellas eran pequeños agujeros por donde los dioses escuchaban a los hombres. Este álbum de 27 temas y más de 1 hora de duración propone un recorrido alfabético (de la A a la Z) de fragmentos de piano, melodías ambient y coros angelicales. A Los Griegos le siguió Bremen, una selección de grabaciones de campo realizadas de manera sistemática durante dos meses en la ciudad al norte de Alemania. Los habitantes de Bremen se vuelven los protagonistas de este registro, con el sonido lejano de sus autos, la fauna de sus jardines y la música de la vida nocturna. Conti describe la disciplina de grabar rutinariamente a la ciudad como una práctica que “cambió mi manera de escuchar, estableciendo la idea de liberar el potencial de los sonidos como el principal motor para producir y desarrollar estas grabaciones de campo.”
El ejercicio registrado en Bremen también está relacionado con las caminatas que organiza Conti desde 2016 bajo el nombre de “Caminar y escuchar”, en el que propone un recorrido grupal y silencioso por la ciudad en la búsqueda de los sonidos propios de la vida urbana.
El disco siguiente fue 1.234,8, un experimento inspirado en el tecno, lo matemático en la música y la electrónica de cámara, un género que Conti recuerda del ciclo Post Post de música electrónica que curaba Pablo Schanton en el Instituto Goethe de Buenos Aires a comienzos de la década pasada. “Siempre tuve una relación con la música electrónica, incluso ya en mi primer disco se percibe eso,” recuerda Conti, “pero este trabajo pone en foco espacios musicales que aun no habían sido explorados en mis publicaciones anteriores.” Así cerraba una trilogía de discos que desde su concepto se pueden simbolizar como investigaciones acerca de lo divino (Los Griegos), lo humano (Bremen) y lo robótico (1.234,8).
Si la premisa de 1.234,8 era la de no usar instrumentos acústicos, su seguidor rompe con esta regla. Los efímeros fue grabado en agosto de 2018 en el auditorio de la Usina del Arte junto a una orquesta de 18 músicos. Muchos interpretaron este trabajo como un homenaje a la música de orquesta, o un guiño nostálgico a la formación académica y clásica de Conti, pero en Los efímeros la inquietud por experimentar y romper con lo esperado sigue latente. Conti se refiere a esta inquietud como una necesidad:
“Como compositor siento la necesidad de incrementar la percepción del oyente desarrollando maneras de explorar sonoridades, generando una música expandida, abriendo los oídos del público, no solo hacia algo nuevo, sino también tomando la historia como un componente fértil a reformular.”
Otra de las figuras que aparecen reformuladas en la música de Conti es la del autor. Al haber trabajado con una orquesta, su estilo personal se difumina en la del intérprete. En un disco como Bremen, la figura del autor aparece como un transeúnte fantasma que camina y registra los sonidos de la ciudad. 1.234,8 según Conti tiene la “particularidad que podés escucharlo sin reconocerme. Que supongo que es algo bueno, muchas veces me resulta molesto que la presencia del autor se interponga entre la obra y el público.”
En la actualidad, Conti se encuentra de regreso en Buenos Aires después de una gira por todo Japón presentando Los efímeros junto al sello japonés Flau. Este mes se espera la publicación del poemario Copacabana Palace, su tercer libro editado por Mansalva.