La primer niebla de la mañana rutera a través de las gruesas ventanillas. La gasolinera desierta a un costado del camino. Un animal salvaje desaparece entre el césped cuando lo increpan los faroles de un auto. Un trabajador rural también desaparece, cuando cae el sol. La armónica de Neil Young le canta a la soledad perdiéndose en el horizonte. A cuarenta años de su lanzamiento, Hejira (llamado así por una palabra islámica para “viaje”) aún es un retrato perfecto de las carreteras norteamericanas, los moteles, la nieve tapando pueblos pequeños y congelando aún más el tiempo; el frío del asfalto y el calor de los corazones que lo atraviesan sin jamás mirar atrás.
Inspirado por los viajes en auto que la cantautora hizo en el invierno ‘75-’76 desde Los Ángeles hasta Maine, y luego de vuelta a California a través de Florida y el Golfo de México, Hejira es un disco sobre el viaje y sus escalas, y sus canciones lo deslizan a uno por una fría autopista con retazos de paradas, personajes sin nombre y paisajes íntimos y desiertos.
“Buscando amor y música, toda mi vida ha sido sobre iluminación, corrupción, y bucear… bucear, bucear, bucear…”.
Desde su debut en 1968, Joni Mitchell grabó un disco por año y podemos ver como a medida que eso sucedía su música se iba complejizando. Pasando del simple folk de solo piano o solo guitarra a coquetear con el jazz, incluyendo vientos, percusiones y más instrumentos de cuerda. Producido por ella misma, Hejira es de hecho el primero de dos de sus discos que cuentan con la participación de Jaco Pastorius, quien deja un sello inconfundible con su bajo fretless en unos cuantos tracks, y aporta a la música una mirada rítmica que viene de otro lado pero se congrega con muchísimo éxito a todo lo demás. Joni quería ver “qué tan lejos podía llegar” desde los ritmos más tradicionales, y eso queda claro a lo largo de todo el trabajo.
Las cosas cambiaron desde Blue (1971), otro de sus discos principales. Su voz suena más madura y Joni es ahora una mujer que lleva la batuta no solo de la música sino de sus sentimientos y sus experiencias. Ya no se deja llevar por sus pasiones, ella las observa y las domina. Las canta, las baila suavemente con sus dedos y sus manos.
“Siento que un montón de personas podrían haber escrito cualquiera de mis otras canciones, pero las canciones de Hejira solo podrían haber salido de mí”, dijo Joni sobre la placa.
Y quizás se deba a este carácter personal que las marca: “Song For Sharon” reflexiona sobre la libertad y el matrimonio, y fue escrita para una amiga de la infancia que soñaba con ser cantante y terminó siendo la esposa de un granjero (cuando, casualmente, ese era el ‘sueño’ de Joni, que terminó siendo una cantante). También está “Amelia”, que suena a un folk muy ecléctico, inspirada en la aviadora del mismo nombre que desapareció misteriosamente en el Océano Pacífico. Por otro lado, “Blue Motel Room” (escrita literalmente en una triste habitación de un motel) repasa las razones por las que era necesario dejar a una ex-pareja. Son muchos los personajes que hacen a las distintas historias, pero se los recuerda desde la soledad. Como memorias de antaño, relaciones y encuentros que dejaron una tenue pero firme cicatriz.
Es que Hejira nos muestra también que el viaje no siempre es mover el cuerpo de un punto a otro. A veces el viaje nace en el cuerpo y termina allí, o en la cabeza, o viene de otra parte y desemboca en uno. El viaje puede ser un aprendizaje al entender algo. O al conocer a alguien, o al abandonarlo. El viaje puede significar abandonar la casa para siempre o para verla con otros ojos al regresar. Para contemplarse a sí mismo desde lejos. Hejira resuena cuando la hilera de árboles se mueve a los costados del camino o algunos de ellos se pierden en el horizonte. También cuando esos árboles surgieron de la tierra y se convirtieron en lo que son ahora.
Hejira. Terminar de entender algo, y de crecer con ello, es solo el comienzo de otra búsqueda. La primer niebla de la mañana rutera a través de las gruesas ventanillas. La gasolinera desierta a un costado del camino. Un animal salvaje desaparece entre el césped cuando lo increpan los faroles de un auto. A veces Joni está en el auto, otras es el animal.