El 30 de diciembre de 2004 cambió para siempre la escena musical de la ciudad. La tragedia de Cromañón dejó 194 pibxs muertos y dejó al descubierto una cadena de responsabilidades incumplidas por parte del Estado, de lxs administradores de espacios de exhibición y de lxs músicxs. La seguridad del espectador no parecía importarle a nadie y desde ese momento pasó a ser el centro de las acciones del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. El resultado fue simple de adivinar: el cierre masivo de locales para tocar. Los que sobrevivieron fueron las grandes estructuras. Así, la música nueva, lo que se desprendía de ese rock barrial que murió en Cromañón (o se puso en pausa) no tenía lugar para llegar al público. En La Plata, acá al lado nomás, la escena de rock independiente empezó a hacer su revuelo indie, algo estaba naciendo, pero no podía trasladarse a la Capital aún.
En 2008 abrió el Club Cultural Matienzo, en esa primera casa apilada de escalera vertiginosa y escenario apretado en Belgrano. Ahí el indie encontró un lugar para experimentar. Juan Aranovich, uno de los socios y dueños, cuenta que cuando decidieron inaugurar ese espacio veían que el coletazo de la tragedia había dejado una escena diezmada: o estaban los lugares comerciales para tocar ante mil personas o no había nada. “Había una demanda muy grande de escenario -musical especialmente- para probar músicas nuevas y conectar con el público”, cuenta.
Los espacios eran pocos: el Matienzo, Plasma, El Marquee, La Castorera, Salón Pueyrredón y El Zaguán. Dispersos por la geografía enorme de la ciudad, de a poco fueron propiciando el nacimiento de una escena, la construcción de público. En eso, el Festipulenta fue clave y épico. Uno de sus organizadores, Juan Manuel Strassburger, dice que ahí, en la casona de Once lograron armar un festival acorde al espíritu que querían: “Era amigable porque podíamos pagarle bien a lxs músicxs, el ambiente era más suelto a nivel corporal, cerveza en vasos de litro, patio. Era lo que nos recordaba a lo que habíamos leído de los espacios culturales de los ‘80”. Los Festipulenta se reprodujeron por años y propiciaron una escena que ellos mismos crearon y consolidaron con los años.
Si todas las bandas veían un origen en Suárez, la gran banda de los ’90, el sonido que empezó a sonar a fines de los 2000 sumaba ese DIY (hazlo tu mismx) de los noventa con un paisaje de recesión, crisis y neoliberalismo porteño y conurbano. Hubo una generación intermedia de grandes bandas: Voltura y Jaime sin tierra. La escena en Capital Federal se nutrió de las bandas de zona Sur: Los reyes del falsete, Viva Elástico, y creó sobre el asfalto capitalino unas cuantas agrupaciones más, buenos alumnos de lo que pasaba con Laptra en La Plata, que crearon algunos de los sellos emblemáticos: Estamos Felices, Mamushka Records, Triple RRR.
“Las bandas de Buenos Aires tienen una conexión más directa con lo que pasa afuera, hacían una resignificación. No diría que hay un estilo común pero sí un carácter de no sentirse cohibidos y pensar bandas como Mogwai, Yo La Tengo o hasta Radiohead. Dan la versión propia de lo que está ocurriendo en el mundo y la gente se conectó”, dice Strassburger.
Al mismo tiempo que nacía Indie Hoy, el Matienzo, los Festipulenta, nacía el Suple NO de Página/12. Estaban las bandas, estaban los lugares, estaban los medios. La red se había armado. Existía el público. ¿Qué vino después? El escenario para 150 personas quedó chico y el salto a una capacidad de mil era enorme, por eso se mudó el Matienzo a Villa Crespo, a una capacidad intermedia. Ahora, Niceto Club o Ciudad Cultural Konex parece algo alcanzable por cualquiera de esas bandas que están dando vuelta por la escena hace diez años.
Lucy Patané, que toca hace años, primero en la escena hardcore y hace tiempo con proyectos colectivos, con la disquería Mercurio y siendo una de las pocas productoras mujeres, dice que hay aprendizaje y mecanismos aceitados. Ella cuenta:
“En estos últimos diez años la escena under se arma y se desarma, siento que ahora se está armando de nuevo y creo que lo diferente a otros momentos es que hay una preocupación por lo musical, que habla de la maduración de algunos proyectos. La musicalidad de Buenos Aires es súper neurótica, nostálgica y mental, por cómo es la ciudad”.
Ahora parece que el gran desafío es que las mujeres tomen el micrófono y los instrumentos y encabecen el recambio generacional de la ciudad. Como dice Marilina Bertoldi, los hombres ya dijeron durante años cómo se vive el amor, el dolor y la música, ahora es el turno de las mujeres. Las Ligas Menores, Barbi Recanati, Marina Fages, Las Taradas, Violeta Castillo, Riel, sólo por nombrar algunas al azar.
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Indie Hoy celebrará sus 10 años con un festival en Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131, CABA) el domingo 7 de octubre. Las entradas están a la venta mediante sistema online. Más información.