En los últimos meses, hemos tenido la oportunidad de poner en práctica todo aquello que para algunos era sólo una teoría, o veían desde una respetable distancia: que internet nos abre muchas más puertas de lo que parecía sin necesidad de cruzar ninguna. Ya llevamos tiempo convirtiendo en rutina cierto tipo de acciones a través de internet. De las primeras, fue el uso de la banca online para comprobar el estado de nuestras cuentas o enviar una transferencia. Poco a poco nos lanzamos a hacer algunas compras, o a jugar contra otras personas en otras partes del mundo tras haber probado las partidas multijugador en modo local en los ya desfasados cibercafés.
En el momento presente, la mayoría de los contenidos audiovisuales que se consumen es a través de internet y no de antena, sean en formato de video bajo demanda tipo Netflix o bien a través de canales con una programación concreta. El mismo modelo se ha reproducido en el panorama musical y, en menor medida, en el de la literatura, ya que los lectores asiduos siguen enamorados del papel entre sus dedos. Pero observamos que la mayoría de los juegos gratuitos a los que jugamos requieren una conexión a internet, y es por su componente social, sea para competir o para colaborar.
En el terreno de los juegos, se ha ido más allá, y sobre todo en los últimos años ha quedado bastante claro. Prácticamente cualquiera conoce ya el término eSports. En vista de la curiosa afición de los más jóvenes por consumir gameplays en plataformas como YouTube o Twitch, y teniendo en cuenta el paralelismo entre el modelo competitivo de los deportes más populares y los torneos de videojuegos, las ligas, sea a escala nacional o mundial, han ido ganando terreno, y hoy por hoy no es ningún disparate querer dedicarse de forma profesional al mundo del juego, incluyendo no sólo videojuegos como League of Legends, un clásico inmortal, sino también el poker tanto en su vertiente presencial como en la online.
De hecho, los poker tournaments son mucho más accesibles que los torneos de videojuegos, y es que cualquiera, sin necesidad de ser un profesional ni un experto en la materia, puede participar, casi cualquier día de la semana, en un torneo de poker en línea. Diferentes precios de la entrada que corresponden con el valor del premio potencial, diferentes modalidades de juego, algunas más fáciles, otras dirigidas a verdaderos expertos, y también en formatos de una duración más o menos larga. Si bien en las salas de juego se puede practicar sin dinero real, para los torneos obviamente sí es necesario pagar una entrada, pero precisamente por la posibilidad de practicar largo y tendido antes de dar el salto, competir en uno de estos torneos suele resultar estimulante.
A veces, el premio en estas competiciones no es dinero en metálico, sino una entrada para un torneo superior, presencial. En este caso, las posibilidades no sólo de ganar más dinero sino de introducirse en el mundo del poker profesional son un buen aliciente, ya que muchos de los actuales campeones profesionales han llegado de este modo al mundo de la competición, llegando a abandonar sus trabajos como profesores de matemáticas, cocineros o de cualquier otra índole. Aquel que se dedica profesionalmente al juego, tiene la ventaja de trabajar la mayor parte del tiempo desde su propia casa y sin embargo poder viajar a lugares con los que antes sólo soñaba para participar en torneos presenciales, y de paso disfrutar de su tiempo libre en otros países.
No sólo existen torneos y concursos relacionados con el juego. Sobre todo en el mundo de las artes, acceder a certámenes y concursos musicales, literarios, fotográficos o de producción audiovisual puede llegar a abrirnos algunas puertas o todas ellas. Tal vez más sencillo incluso que conectarse a un torneo online es redactar nuestra propia novela y participar en diferentes concursos a escala nacional o internacional. Un ganador de un certamen de este tipo conseguiría sin duda que se publicase su libro y se distribuyese fácilmente por todo el mundo. Si hay algo en lo que ha beneficiado internet a los artistas es en las posibilidades de encontrar su público ideal. Son muchos los que tuvieron que salir de su país para ser apreciados como artistas y luego regresaron envueltos en un halo de fama. Gracias a internet, triunfar al otro lado del charco es ahora más sencillo.
Los modelos como el de Spotify o el de Netflix, que realizan estrenos simultáneos de nuevos contenidos en todos los países en los que operan, despliegan no sólo un amplio abanico a los consumidores, sino que los propios generadores de contenido tienen garantizado el éxito al multiplicar sus opciones de llegar a personas con gustos afines a los suyos. En realidad, buscar la manera de llegar hasta estas compañías pasa muchas veces por participar en iniciativas, concursos y certámenes, aunque también se puede hacer un uso profesional de las redes sociales y plataformas de streaming para intentar hacerse un nombre, y pasar de 100 espectadores aproximadamente en los inicios hasta los millones de personas conectadas que hoy día disfrutan de iniciativas solidaras como las de Pearl Jam.
En el mundo empresarial también hay cabida para los concursos de ideas, iniciativas o proyectos de negocio como tales. Por otra parte, aquellos que ya lo tienen claro pero no cuentan con la solvencia necesaria también están haciendo uso de plataformas como Kickstarter, Indie GoGo o Backerit para encontrar mecenas. Este modelo cada vez tiene más adeptos, y algunos de los productos más vendidos a fecha de hoy tuvieron sus comienzos lanzándose por esta vía.