Hoy se cumplen 80 años de uno de los acontecimientos más extraños que giró en torno a la comunicación: el 30 de octubre de 1938, Orson Welles adaptó la novela La guerra de los mundos de H. G. Wells a una versión radioteatral que tuvo como resultado el pánico de la audiencia y un verdadero caos social. Orson Welles, con solo 23 años, sabía que la línea entre la realidad y la ficción es algo tan frágil como un espejo. Su espíritu joven y travieso lo llevó a convertir la víspera de Halloween en una efeméride que, aun habiendo pasado tanto tiempo, sigue invitando a la reflexión. A través de una emisión de la CBS, Welles desató la histeria de quienes no habían escuchado la introducción donde se aclaraba que todo lo se estaba escuchando era ficción. Pero uno puede imaginar, conociendo la trayectoria de Welles, que a quienes de verdad estaba apuntando eran aquellas personas que habían llegado un rato más tarde, porque eran las que iban a ser sumergidas en la ilusión del engaño.
Eran las nueve de la noche y la transmisión se cortó con un boletín especial de último momento y suma urgencia: desde el observatorio espacial se podían observar algunas pequeñas explosiones en el planeta Marte. Esto iba a intensificarse más tarde con una invasión extraterrestre seguida de la extinción de la humanidad. Orson Welles dio sus primeros pasos en la ficción logrando por un lado una paranoia colectiva que conllevó a un alboroto tremendo en la prensa; pero también, por otro lado, hizo que los ojos de algunos productores muy importantes de Hollywood se fijen en su persona. Tres años después esto lo llevaría a realizar una de las películas más importantes de la historia del cine como es El ciudadano Kane (1941).
La guerra de los mundos fue un experimento de lo más novedoso para la época y aunque Welles después de la transmisión salió asombrado a decir que no se imaginaba que iba a causar tanto revuelo, mucho no le creemos: él sabía el arma que tenía en su poder. Para eso contó con un equipo suficiente de personas que realzaron un circo sonoro que involucraba desde alaridos desesperados hasta extraños sonidos que simulaban ser rayos que carbonizaban la ciudad. Y nada lograría un efecto de verosimilitud tan efectivo como un noticiero radial, más allá de lo despellejada que sea la noticia transmitida. Esto lograría una credibilidad tan fuerte al punto que generó una supuesta oleada de suicidios. El miedo era genuino y el caos reinó durante 1 hora.
Orson Welles encarnó la voz del profesor Pierson, quien primero aseguró la negación de vida en otro planeta y luego cayó en el abismo de la equivocación de la ciencia. La obra se llevaba acabo con el relato de varias voces: el profesor, un cronista, policías, testigos y el ejército; sumando un carácter multitudinario al relato. Pero el elemento que daba suma verosimilitud y distanció a la transmisión de la obra literaria original fueron las interrupciones. Primero se utilizaron entrecortando la melodía popular de “La cumparsita” de Ramón Raquello para ir adentrando el tema; de a poco la primicia e investigación de lo que supuestamente estaba sucediendo fueron interrumpidas con la descripción de alteraciones en el espacio y reiteradas vueltas a la música para calmar la tensión de sus oyentes. Más tarde las interrupciones fueron otra vez fundamentales, cuando se acercaban al peligro y la transmisión se cortaba por culpa de las explosiones de las armas extraterrestres.
Orson Welles fue un inventor de técnicas narrativas y un maestro del engaño. Varias de sus películas lo convirtieron en uno de los directores más importantes, reconocido tanto por el cine de entretenimiento como por el cine de autor. En El ciudadano Kane utilizó un nuevo tipo de lente en la cámara que le permitía una mayor profundidad de campo y con esto conseguía un montaje interno donde ya no se brindaba del plano-contraplano y los personajes podían compartir una conversación en un mismo encuadre sin sacrificar la distancia. Podemos decir que El ciudadano Kane fue la consecuencia del experimento de La guerra de los mundos, ya que en esta película siguió su interés por los medios de comunicación al encarnar al director del diario más importante de Estados Unidos. Welles visibilizó cómo un magnate de la comunicación llegó a ser una de las personas con más poder en el mundo y mantener su identidad desconocida, por eso la película plantea la búsqueda de quién realmente era Kane, sin llegar a una conclusión verdadera sino a múltiples interpretaciones.
En El extraño (1946), volvió a hacer algo totalmente novedoso. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los espectros del desastre seguían levitando en todas partes y el cine, como arte aun joven, se encargó de analizar cómo representar el horror de distintas formas, tal vez como ninguna otra arte lo había hecho antes. Welles fue el primero en utilizar imágenes reales de los campos de concentración dentro de una película de ficción hollywoodense. Y lo hizo de una manera muy didáctica para generar en quien lo observa, ya sea personaje o público, una impresión sobre el impacto emocional. En “F” de falso (1973) vuelve a interesarse por el engaño, pero esta vez en un extraño documental sobre la pintura. Analizó la originalidad de las obras de arte a través de un personaje que falsificaba obras de Picasso, jugando con la idea de por qué una réplica exacta no puede ser como la original y por qué es tan importante la firma o lo aurático. Este acto fraudulento se acerca mucho a lo que logró ese joven Welles con La guerra de los mundos.
A 80 años de este acontecimiento, la reflexión que causó sigue siendo aun muy contemporánea: los medios de comunicación crean realidades. Sea Pierson, sea Kane, o Magnetto. Orson Welles supo ver el gran efecto que causan los medios en la gente y cómo la transmisión de información es un arma de doble filo, de conocimiento y de control. Por eso el entramado de la ficción nunca estará muy alejado de lo documental. El saber y el poder nunca están distanciados, sino que es una telaraña de continuas estrategias enredadas. La transmisión terminó con la voz de Welles despidiendo a sus oyentes, diciendo:
“…Adiós a todos, y recuerden, al menos hasta mañana, la terrorífica lección que aprendieron esta noche. La brillante, sonriente cabeza del globo invasor que se encuentra en el salón de sus casas, no es otra cosa que un habitante con una calabaza hueca. Y si acaso escuchan el timbre y al abrir la puerta no encuentran a nadie, no será un marciano, es Halloween…”