Entre junio y agosto de 2019, un joven Kevin Parker terminaba de dar los toques finales a las canciones que formarían su primer disco, Innerspeaker. Ni en el mejor de sus sueños podría haber imaginado todo lo que vino después su publicación. Tame Impala se volvió rápidamente una de los artistas más populares de la industria musical, con giras por todo el mundo y colaboraciones con artistas de la talla de Mark Ronson y Lady Gaga. Una década después, Parker puede ver cómo su estrella brilla cada vez más fuerte, como las que miraba desde su cuarto en Australia cuando todavía era un estudiante de astrología.
Cuando salió, Innerspeaker obligó a toda la cultura independiente a prestarle atención al mundo psicodélico de comienzos de los 2010. Medios como Pitchfork y NME lo seleccionaron entre lo mejor del año, destacando sus paisajes sonoros cargados de fuzz, sus impecables baterías -instrumento al que Parker define como el más importante de una canción- y delirios sentimentales.
Tame Impala proponía una mirada retrofuturista de la psicodelia, tomando los sonidos de The Beatles, Supertramp, Jefferson Airplane, pero llevándolos a nuevos territorios. En su sonido había vibras stoners y distorsiones rabiosas, pero también habían incógnitas y misterios. En canciones como “Expectation” y “Desire Be Desire Go”, las guitarras parecen interpelarnos, como poniéndonos en jaque contra la pared, mientras Parker canta sobre los solitarios rincones de su mente.
La nave que permite navegar por la laberíntica galaxia de texturas de Tame Impala es su trabajo de mezcla y producción. El paneo de sonidos -se recomienda usar auriculares para escuchar el disco- crean una especie de conversación entre los instrumentos, que van pasando de derecha a izquierda -y viceversa-, mientras el delay de la voz de Parker actúa como una especie de moderador. No hay nada dejado al azar en las once canciones que componen Innerspeaker. Los finales de cada track, por ejemplo, son el ante sala del siguiente, como si se tratara de una historia dividida en partes. Algo que Parker no volvería a aplicar en ninguno de sus álbumes siguientes, apostando por los fade outs y cortes abruptos. Innerspeaker proponía una inmersión completa que no se puede entender del todo a menos que se escuche el disco de corrido.
Durante la época de su lanzamiento, la música psicodélica estaba viviendo una especie de auge gracias a proyectos como MGMT, quienes pusieron a este tipo de música en la radio nuevamente con sus hits “Kids”, “Time To Pretend”, y “Electric Feel”. De hecho, invitaron a Tame Impala en su gira por los Estados Unidos durante 2010 con el fin de masificar la propuesta de los australianos. A partir de esas presentaciones, la prensa hizo eco de su éxito y los nombró uno de los proyectos más prometedores del inicio de la década. Pero si MGMT perdería su lugar en el mainstream con cada nuevo disco, Tame Impala logró mantener una curva de constante ascenso sin perder la sorpresa y la innovación. Con el correr de los años y de la mano de Lonerism (2012), Currents (2015) y The Slow Rush (2020), Tame Impala fue sumando adeptos al punto de convertirse en acto principal de festivales como Coachella y Glastonbury en 2019.
Por otro lado, el álbum no solo fue importante para comenzar a establecer el nombre de Tame Impala, también funcionó como una especie de bisagra para descubrir a otros grupos psicodélicos como Pond, Melody’s Echo Chamber, King Gizzard & The Lizard Wizard, Boogarins, Unknown Mortal Orchestra, y Mild High Club. Por efecto colateral del éxito de Tame Impala, estos proyectos comenzaron a tener más atención por parte de la prensa, al mismo tiempo en que nuevas generaciones se acercaban con oídos frescos a discos como Revolver de The Beatles y Breakfast in America de Supertramp.
A 10 años de su publicación, podemos decir que Innerspeaker sigue sonando igual de freso y novedoso que el día en que fue liberado al mundo. Todavía se siente como una bofetada llena de paisajes galácticos y místicos, que son llevados por las pulsaciones y cuestionamientos de un joven Kevin Parker de solo 24 años. Innerspeaker fue la obra con la que Parker tomó confianza y seguridad de su propuesta musical, con la que se dijo: “voy en la nave correcta”, esa con la que recorre la galaxia buscando un planeta que mezcle perfectamente el pasado y futuro de la psicodelia. Solo el tiempo dirá hasta qué galaxia podrá llegar el soñador Kevin Parker, de momento, ya es un astro en el planeta Tierra.