El revisionismo histórico tiende a alimentar un mito alrededor del resurgimiento del post-punk: el de la Nueva York de principios de siglo XXI como un núcleo romántico en donde cuatro jóvenes -por lo general delgados y bien vestidos- podían conocerse, formar una banda y, de la noche a la mañana, conquistar el mundo. Estos grupos supieron emular formalmente al post-punk, el bajo estaba dispuesto delante de la mezcla y las guitarras aportaban más que las típicas quintas barderas del punk. Y sin embargo, es imposible analizar al género desde una perspectiva ahistórica que ignore cuestiones más contextuales. El post-punk se originó en la Inglaterra thatcherista de finales de los 70, cuando las certezas del keynesianismo se habían evaporado. Este clima de época desolador fue musicalizado por artistas como Gang of Four y The Pop Group, que interrogaban al modelo neoliberal de forma explícita, mientras que otros como Joy Division estaban más interesados en capturar las ansiedades colectivas y describir a Gran Bretaña como un paisaje metálico, frío e industrial.
De manera análoga, es imposible desmarcar a la segunda ola del post-punk del 9/11 y de la era Giuliani. Detractores de este renacimiento acusaron a sus bandas de apropiarse de los sonidos pero no los posicionamientos. Corrieron a bandas como Interpol por el lado de la solemnidad, y a la órbita de DFA Records por el lado de la frivolidad (en defensa de James Murphy y compañía, en los 2000s nadie hablaba de politizar el baile o reivindicar el goce).
El impacto del nuevo post-punk no se limitó a Norteamérica, y a mediados de la década la tendencia terminó de cristalizarse en el Reino Unido. Su mayor exponente se formó en Birmingham en 2002, cuando Tom Smith, Russell Leetch, Chris Urbanowicz y Geraint Owen se conocieron estudiando Música en la Universidad de Staffordshire. Adoptaron nombres como Pilot, The Pride y Snowfield, hasta finalmente asentarse en uno definitivo. Owen abandonó la banda tras dos años de actividad y, corriendo el 2004, Editors sumó al percusionista Ed Lay y comenzaron a grabar lo que conformaría su disco debut.
The Back Room (2005) estableció la impronta que hizo famosos a Editors: riffs pesados, bajos prominentes, la voz sentida de Smith y la guitarra aguda y chirriante de Urbanowicz. El álbum fue un éxito comercial, quizás por el alcance de la propulsiva “Munich”. Pero también fue uno crítico y se ganó una nominación al prestigioso Mercury Music Prize, galardón que terminó por llevarse el primero de Arctic Monkeys. El sucesor, An End Has a Start (2007), consolidó su sonido con algunas de sus canciones más grandilocuentes, como “Bones” y el himno indie “Smokers Outside the Hospital Doors”. Con este LP, Editors escaló a la cima de los rankings británicos.
El rasgo distintivo que separaba a Editors y los posicionaba por encima de sus pares, era que Tom Smith tenía la mejor voz del post-punk. Fun fact: en toda su obra publicada, el barítono documentó un rango de 4.75 octavas entre su falsetto y sus graves, una distancia mayor a la que aparece en el repertorio grabado de Robert Plant y Freddie Mercury. Smith no puede alcanzar esos agudos, pero su registro compensa en profundidad.
In This Light and on This Evening (2009), su tercer lanzamiento, introdujo un cambio drástico de sonido. Fue un éxito inusitado para Editors, que llegó a platino a fuerza del hitazo electropop “Papillon”. Habían sustituido las guitarras eléctricas por sintetizadores, factor quizás atribuible a la producción de Flood. Este riesgo creativo resultó en un triunfo comercial, pero polarizó a buena parte de su audiencia inicial. El disco abre con una recitación gótica sobre un staccato, y una canción como “You Don’t Know Love” parecía gritar Broadway. Si Editors alguna vez habían sido aplaudidos por saber canalizar a Joy Division, ahora parecían estar ingresando en su etapa New Order, listos para salir a tocar en leggins de neón. En el 2009, pre-poptimismo, preferir New Order no parecía una buena decisión.
La banda volvió de gira y puso en pausa su actividad. Smith aprovechó el impasse para sacar un disco navideño en conjunto con Andy Burrows, Funny Looking Angels. En el 2012, ante un futuro incierto, Urbanowicz dejó la banda citando diferencias creativas. Sería esperable que un guitarrista se haya frustrado con la ausencia de guitarras, pero sus aportes a Editors no pueden minimizarse: pienso, por ejemplo, en las atmósferas y texturas que era capaz de aportar en el fondo de un tema como “Spiders”. En lo concerniente a retener un único sonido, Editors apuntó lo siguiente en una entrevista con The Independent: “Siempre hubo indicadores. Si escuchás The Back Room, hay canciones como ‘Camera’ que apuntan a lo que hicimos luego en canciones como ‘Hallelujah’, ‘Sugar’ o ‘Salvation’.”
The Weight of Your Love (2013) fue el primer lanzamiento con una nueva formación que incluía al guitarrista Justin Lockey y al tecladista Elliott Williams. Su recepción fue algo apaciguada, tal vez por tratarse de un disco inmediato y de transición a In Dream (2015), su celebrado y auto-producido retorno a la experimentación electrónica. El quinto álbum de Editors fue quizás su más climático, y contó con un feat de Rachel Goswell en tres de sus canciones: “Ocean of Night”, “The Law” y “Oh My World”.
Esta colaboración con la leyenda de Slowdive fue la masa madre de la cual nació el supergrupo Minor Victories, proyecto secundario de Goswell, Justin Lockey, su hermano James y Stuart Braithwaite de Mogwai. El debut homónimo fue publicado en el 2016, pero no sació las ansias creativas de los hermanos Lockey. En el 2018, se asociaron con los hermanos Hutchison de Frightened Rabbit para formar Mastersystem. La gira de su disco Dance Music (2018) se vio interrumpida por la trágica muerte de Scott Hutchison en mayo.
En paralelo, Editors editó su explosivo sexto disco, Violence (2018). La banda reanudó sus mejores destrezas y a su vez expandió su paleta sonora con la asistencia del increíble productor Benjamin John Power, mejor conocido como Blanck Mass. Las sesiones de estudio fueron recopiladas en The Blanck Mass Sessions, una colección de versiones alternativas. La única divergencia del tracklist original de Violence era la ausencia del cierre “Counting Spooks” a favor de un nuevo opener titulado “Barricades”, nombre que no contribuye demasiado a despejar las eternas comparaciones a Interpol.
Este año, Editors compiló lo mejor de su repertorio junto a tres singles inéditos en Black Gold, su primer grandes éxitos, cuya versión de lujo contiene un segundo disco de reversiones acústicas. Es una perfecta excusa para repasar su obra y celebrarla. Más que eso, es un verdadero testamento a la longevidad de una banda en constante mutación. Puede que Editors no tenga el mismo caché cultural en un 2019 colonizado por el trap, ni que estén interesados en hacer música que pueda ser comercializada junto a remeras con señales radiotelescópicas como lo están haciendo IDLES y Savages ante el ascenso de las derechas. Pero es precisamente esta heterogeneidad la que canoniza a Editors como una de las últimas bandas en mayúsculas.
Escuchá Black Gold y todos los discos de Editors en plataformas de streaming.
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Foto principal: Rob Baker Ashton.