Según cuenta la leyenda, un día Damon Albarn caminaba tranquilo por una playa cuando vio montón de basura a orillas del mar: bolsas, latas, botellas y todo tipo de deshechos. Esa imagen fue el germen que provocó la decisión de crear el universo creativo llamado Plastic Beach. El tercer disco de Gorillaz es un ecosistema sonoro y visual que ahonda en una distopía prefabricada, para seguir contando la historia de uno de las proyectos musicales más enigmáticos de la era postmoderna.
Albarn venía trabajando con el ilustrador Jamie Hewlett en otras locuras como Monkey: Journey to the West, una adaptación teatral de la novela Journey to the West de Wu Cheng’en. El actor y director chino Chen Shi-Zheng tuvo la idea de reunir a la dupla de Gorillaz en el proyecto. Juntos experimentaron los diferentes paisajes de Pekín e hicieron una obra que tenía dragones, acróbatas, doncellas, monos y bailarines al ritmo de un sonido oriental. También trabajaron en la campaña de la BBC de las Olimpíadas de Beijing ’08 y el próximo paso era un proyecto llamado Carousel que combinaría teatro, cine y música, para el cual Albarn tenía más de cincuenta canciones compuestas. Si bien este proyecto nunca se consolidó, varias de estas ideas terminaron de darle forma a lo que se convertiría en Plastic Beach.
Hablar de Gorillaz implica un desdoblamiento constante entre su música y su aventura visual. En esta tercer etapa, los personajes de Gorillaz ya no se ven como antes, su aspecto adquirió una mayor digitalización, pero también su odisea sufrió varias adversidades. Noodle fue creída muerta luego del video de “El Mañana” y en Plastic Beach es reemplazada por una especie de ciborg programada para la destrucción. En el primer corte del disco, “Stylo”, vemos a Murdoc manejando a toda velocidad como loco, mientras 2D está preocupado en el asiento de acompañante con una misteriosa máscara de payaso y el clon de Noodle empieza a probar su nuevo funcionamiento con las armas que florecen de su cuerpo. Tras dos persecuciones, primero policial y luego por parte de Bruce Willis, el auto de Gorillaz cae a las profundidades del océano. Y esa simulación de accidente fue solo la vía de escape para llegar en submarino a la nueva tierra prometida.
Entre tantos aspectos cambiantes, la estética de Gorillaz abandonó los grafitis y sus paseos por el cementerio, para quedarse solo con las armas que van a ayudarlos a escapar de este mundo perdido. Gorillaz presiona el botón rojo para decirle a todos sobre el problema ecológico. Luego del accidente, Noodle empezó a utilizar una máscara para tapar su herida; 2D también la utilizaba pero para tapar la vergüenza y el miedo que sentía tras el macabro plan del bajista Murdoc: el secuestro de Bobby Womack, el famoso cantautor norteamericano de soul y una de las tantas participaciones de lo que se convertiría en el nuevo disco. Según la ficción de Gorillaz, fue el único que se negó a participar, por eso Murdoc, ciborg Noodle y 2D fueron a buscarlo. Y tuvo no una, sino dos canciones en las cuales fue obligado a participar: en el single “Stylo” y la desgarradora “Cloud of Unknowing” junto a la Sinfonía ViVA. Después en “On Melancholy Hill”, bajo el agua se encuentran con un montón de otros vehículos marinos que están siguiendo su camino rumbo a Plastic Beach. Dentro de estos, reconocemos varios personajes que son quienes van a habitar este territorio desconocido.
Plastic Beach es un disco esquivo, que pasa por debajo de la barrera de los géneros y reúne a distintas personalidades que si no fuese por Gorillaz, jamás hubiera existido una línea de conexión entre ellas. Es un trabajo menos oscuro que Demon Days, pero algo que demostró Gorillaz en su trayectoria es que el estancamiento es sinónimo de partida. Plastic Beach es un paisaje insaciable que combina hip hop, punk y música clásica, y todo lo que podemos imaginar en el medio. Bueno, casi todo. Plastic Beach rebalsó la apuesta barroca con un conjunto de canciones contrastadas, pero con la armonía de una brisa.
Damon Albarn es alguien propicio a la experimentación y con una mirada firme en el futuro, un real visionario. Con Plastic Beach abrió la presa para juntar distintas olas, ya sea en cuestiones de géneros musicales, como también de generaciones. Hay un vital énfasis de géneros como el rap y el hip hop con Snoop Dogg junto a Hypnotic Brass Ensemble en “Welcome to the World of the Plastic Beach”, Mos Def en “Stylo” y sus amigos de De La Soul en “Superfast Jellyfish”. Pero en esa manía de ver la realidad como un collage de distintas formas ensimismadas, Albarn no tiene ningún drama en yuxtaponer estos géneros urbanos con orquestas y sinfonías. “White Flag” empieza con música árabe y se irrumpe con el beat de raperos como Bashy y Kano.
Hay dos veteranos del rock que también trabajan en el disco. “Glitter Freeze” cuenta con la participación de alguien como Mark E. Smith, líder de The Fall y referente del post-punk. Es una canción sintética e hipnótica donde Smith tiene una muy pequeña participación, pero contundente. “¿Dónde está el norte de aquí?” pregunta con su tono ácido y sarcástico para luego largar una carcajada. Lou Reed tiene una gran participación en una de las mejores canciones del álbum, “Some Kind of Nature”. La voz de The Velvet Underground y Damon Albarn se complementan perfectamente en esta canción de una instrumentación brillante y colorida. La lírica misteriosa tiene frases como “bien, a mí me gustan los plásticos y las láminas digitales. Podría envolver al sol y proteger a las chicas de los venenos espirituales que viertes por las noches.”
Albarn y sus metáforas alcanzan un grado superior a todo lo que venía haciendo en Plastic Beach. En “Rinhestone Eyes” demuestra su poética singular y la expresa con un remolino de sintetizadores y unos coros traqueteantes que dan un agite frenético. Son pocas las canciones donde no hay colaboraciones o que 2D y Albarn no compartan micrófono. “Rinhestone Eyes” es una de estas, y también “Broken”, donde la voz de Damon suena limpia de efectos para hacer más pura su melancolía.
Otro de los grandes destellos del disco es “Empire Ants”, que empieza como una melodía plácida y melancólica, y en el medio hace un quiebre abrupto y levanta los decibeles hacia la pista de baile. Albarn invitó a participar a la banda sueca Little Dragon, y su cantante Yukumi Nagano le da una vuelta excepcional con su cualidad vocal. Esta combinación no queda ahí, ya que a lo largo del disco también nos encontramos con “To Binge”, una conversación que tiene tanto de romanticismo como ironía, cuando se la escucha dentro del concepto del álbum: “mi corazón está en economía, debido a esta autonomía. Rodando y atrapado otra vez.”
Entre medio de Demon Days y Plastic Beach, Damon Albarn dio inicio a otro nuevo proyecto, el súper grupo británico con el que sacó el disco homónimo The Good, The Bad and The Queen (2007). En esta faceta, por el contrario de Gorillaz, Albarn invoca un viaje al pasado con percepciones y fantasías grisáceas del mito fundacional de Londres. Un conjunto de canciones nostálgicas que creaban otro imaginario e iban por una vía paralela. En este vagón de tren de su trayectoria, empezó a trabajar junto a Paul Simonon, ex bajista de The Clash, quien luego fue invitado a participar en Plastic Beach en la canción que lleva el nombre del álbum, acompañado también por Mick Jones, el ex guitarrista de la mítica banda punk.
Plastic Beach pone en cuestionamiento la dualidad de la naturaleza y la tecnología, para hacer una denuncia al mundo moderno y sus desastres ambientales. Esa paradoja en la que estamos sumergidos como humanidad parece el motor de esta maquinaria virtual que cohibe la ignorancia frente a esta temática. El tercer disco de Gorillaz busca generar conciencia de que tarde o temprano el mundo tal cual lo conocemos se va autodestruir. Pasaron diez años de esta denuncia artística, la incertidumbre es tapada con banalidades, pero hoy sabemos que estamos mucho peor.