El retrato de un lesbianismo salvaje en Roffé, el embellecimiento de las vidas gays de López, la reapropiación de la pampa de Martín Fierro según Cabezón Cámara o el imaginar mundos diferentes de Puig, son solo algunos ejemplos para celebrar la literatura queer argentina.
El beso de la mujer araña, de Manuel Puig (1976)
Muchas obras de Manuel Puig resultaron novedosas en su tiempo por sus referencias a la cultura popular pero especialmente por sus personajes que se distanciaban de los imperativos de virilidad que habían dominado mucha de la literatura que circulaba previamente. Sin embargo, es El beso de la mujer araña, su obra maestra, lo que en nuestro país comienza un camino para la literatura queer. Molina y Arregui conviven en una misma prisión por diferentes motivos: el primero, un homosexual encarcelado por “corrupción de menores” y el segundo, un revolucionario, por “subversión”. A lo largo de la novela que transcurre casi exclusivamente en esa celda, los personajes conversan y se conocen y empiezan a descubrir al otro como un humano incluso cuando parecen venir de mundos distantes. Compuesta únicamente por diálogos, es una novela rítmica y atrapante.
Monte de Venus, de Reina Roffé (1976)
Simultánea a El beso de la mujer araña, la novela de Roffé que retrata la subcultura lesbiana de Buenos Aires pasó desapercibida por muchos años, por culpa de la censura realizada al texto. De la misma manera, aunque más tardíamente, Monte de Venus fue recuperada por lectores y críticos y hoy es considerada como una obra fundacional en la literatura queer de Argentina, a la par de la novela de Puig. La novela sigue dos historias: por un lado un grupo de mujeres que hacen el secundario para adultas, quienes tienen un despertar político, y por el otro la de Julia, que compone un retrato trash, agresivo, urbano y callejero de la sexualidad lesbiana. La novela de Roffé es intrépida, altamente sexual e increíblemente contemporánea.
La ilusión de los mamíferos, de Julián López (2018)
Cuarenta años después de las novelas fundacionales que iniciaron la literatura queer en el país, mucho cambió el estilo y la forma de estos textos. Esta es la segunda novela de Julián López que relata sobre una pareja de dos hombres que se reúnen todos los domingos, aunque uno de ellos tiene esposa e hijos. El libro es ya muy distante de la representación más fatalista que hubo en las narrativas queer tempranas donde los personajes sufrían y cargaban con un martirio por su condición. Con una prosa poética y repleto de pasajes bellísimos, La ilusión de los mamíferos también contempla una historia cargada de erotismo, pero de una manera celebrativa de la sexualidad y la domesticidad de las vidas que históricamente fueron excluidas de los textos.
Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara (2017)
Que una de las primeras grandes obras argentinas sea, paradigmáticamente, Martín Fierro explica mucho por qué hay un contraste entre la literatura queer y otras tradiciones en Argentina. Un texto fuertemente basado en valores de la virilidad y lo masculino es la fuente fundacional del país. Cabezón Cámara sin embargo propone un giro a esta idea y reescribe el Martín Fierro, desde la perspectiva de la esposa de Fierro, la China. Más en línea con la nueva literatura queer, Las aventuras de la China Iron es un tour de force que re-imagina la pampa argentina como el campo de una sexualidad libre, exultante de belleza y con una prosa cuidada.El texto retoma el origen de las escrituras nacionales para proponer otra forma de ver cómo leemos y escribimos. Solo para tener una idea: en una secuencia, el mismísimo Fierro, toma la guitarra y recita: “Su poronga un paraíso / Que me lo hizo ver a Dios”.