Una resurrección que abre una ventana al apocalipsis. Los delirios de un navegante a la deriva. Humanos que deciden comportarse como animales hasta las últimas consecuencias. Un duende mítico escondido en el bosque. Estas son algunas de las historias que está contando la ficción argentina contemporánea, siempre abierta a la experimentación de las formas y con un indisimulado vínculo con los territorios de sus protagonistas -que son, a la vez, los de los autores-. Sin pretensiones de revolución, pero expresando el anhelo de transformaciones en los vínculos comunitarios, configuran una literatura que se permite pensar las contradicciones de la historia que nos hizo posibles: cristianos pero lascivos, empobrecidos pero utópicos.
Formados académicamente en áreas del pensamiento narrativo, la nueva generación de autores argentinos comienza a escribir sus propias reglas para transgredir la pureza de géneros y la recurrencia de la autoficción. En simultáneo, recuperan la tradición del relato oral de las provincias y la herencia del realismo mágico latinoamericano, explorando las fronteras de los cánones y presentando la fantasía que late en cada rincón oculto de la Argentina, en donde lo surreal irrumpe en la cotidianidad hasta que lo vuelve hábito.
Marina Closs (misionera, 1990), Nicolás Ghigonetto (cordobés, 1989), Salomé Esper (jujeña, 1984) y Ezequiel Pérez (bonaerense, 1987) representan una generación de narradores argentinos que desde editoriales independientes promueven el protagonismo de los personajes anclados en el margen y priorizan las historias que no pueden callarse más. Es por eso que se abren paso y comienzan a mostrar el camino hacia nuevos horizontes en la ficción nacional que, en constante transformación, aparenta no circunscribirse a ningún límite.
Pombero de Marina Closs
Páginas de espuma
Marina Closs avanza en la consolidación de una obra con un universo compuesto por los encuentros del mestizaje, el ordenamiento cristiano, las negociaciones de la colonización, los amoríos infantiles, los secretos de las junglas y los mitos que toman piel. El poblado y el monte se configuran como puntos de encuentro, donde la noche se convierte en el momento ideal para que lo aislado tome vida, escapando hasta de las luces de las estrellas.
En los cuentos que componen Pombero, la autora misionera empodera la mirada de lo marginado sin conmiseraciones, sublevando las historias tapadas que penetran con su bochinche y sus propias preguntas dentro del canon narrativo con la pretensión, según señala en una nota final de la edición, de “alzar una pequeña voz de miedo ante el tiránico español monótono”.
Por eso se vuelve aún más intrigante la recepción de este lanzamiento en España, país del sello Páginas de espuma que editó esta antología de personajes donde se traza un retrato de la cadencia que respiran las leyendas norteñas junto a la sabiduría de las veredas en las que la privacidad es pecado. Dotando de carne y emoción a la mitología popular argentina, los desposeídos hacen sentir sus latidos dentro de la viscosidad selvática y en el secreto de sus refugios de los pueblos de las provincias: así es como expresan que, atravesando los mandatos de lo establecido, existe independencia en la elección de desposeer.
Nenes raros de Nicolás Ghigonetto
Elemento disruptivo
La clandestinidad encuentra en los tabús de los pueblos de provincias los espacios que más disfruta habitar: eso escogió narrar Nicolás Ghigonetto en Nenes raros, una serie de cuentos en los que el surrealismo se subleva. El autor cordobés desmitifica el ideario de las localidades del interior, muchas veces retratadas en la serenidad de la siesta o como convivencia comunitaria, para develar las relaciones ocultas que se expresan justamente en esos horarios donde todo es posible.
En cada relato que compone esta antología coral, el delirio y el absurdo sutura en lo cotidiano a través de la violencia y la marginalidad. Sus personajes son buscavidas aburridos en la monotonía; parientes excéntricos que extreman tradiciones; emprendedores de cuarta o jóvenes en sus primeros viajes. Descorazonados o simplemente misántropos, se movilizan por instinto y sus decisiones los llevan a conocer las fronteras de lo prohibido, donde finalmente se sienten liberados.
El sello de poesía Elemento disruptivo apostó por historias en prosa donde el autor no se ajusta a ningún formato. Prueba los monólogos, los diálogos, los listados y las recetas para apropiarse de las voces de sus personajes, que intentan encontrar alguna explicación en mundos que los entregó a convivir entre los vicios y los mandatos; entre los excesos y las exigencias. Con expresa intención de perturbar, Nenes raros termina por recrear sonidos y olores del centro del país, para completar vidas que en su complejidad escogen lo elemental: un porro para no dolerse o una golpiza para concluir un desacuerdo. Muchas veces no se precisa más.
La segunda venida de Hilda Bustamante de Salomé Esper
Sigilo
“Hilda despertó con la boca llena de gusanos”: la primera oración del debut en formato novela de la autora jujeña Salomé Esper concentra parte de su contundencia narrativa y su capacidad de desarmar sentimientos con los movimientos de sus personajes. Combinando registros entre el relato amoroso, el fantástico y el macabro, la autora logra insertar preguntas sobre los alcances del afecto, la identificación comunitaria, el poder del secreto y los horizontes que abre lo milagroso.
Surrealismo autóctono, fantasía pueblerina, alucinación de barrio: las fronteras entre fantasía y realidad se quebrantan en esta edición de Sigilo. En esa geografía paria es donde la historia avanza con normas que los propios personajes van descubriendo, al no estar familiarizados con las resurrecciones o las invasiones sobrenaturales. Sin embargo, una lógica de ciudad pequeña resiste: el sentido de armar una comunidad y tener fe sin dar un por qué.
La exploración de las creencias moviliza la historia de La segunda venida de Hilda Bustamante, que propone que los mitos vecinales son los únicos que se sostienen en los momentos en que las instituciones no ofrecen respuestas. Es precisamente en su cualidad de divinidades que se configuran como menos frágiles que las invenciones humanas. Así lo que parecen desvaríos terminan sobreponiéndose a lo normado, ya que la protagonista encontró en una familia que ella ensambló la singularidad de un amor que una localidad porfiada y desconfiada no le podía ofrecer. Ese círculo íntimo fue, ante todo, su realidad: una que le mostró que el milagro es dar segundas oportunidades y amar mucho después de la muerte.
Mandarino de Ezequiel Pérez
Eterna Cadencia
Una búsqueda permanente sin fin de algo de lo que no tiene claridad; la carne bronceada por las horas de deriva; los alaridos de las aves y el filo de una picadura. En Mandarino, Ezequiel Pérez vuelve piel la presencia mítica que tiene el río Paraná como motor, proveedor y hábitat de las comunidades ribereñas, que se entregan a la espera de una vida de subsistencia.
En su segunda novela -la primera con la editorial Eterna Cadencia-, el autor explora geografías lingüísticas y, a partir de un trabajo minucioso, convierte en cronista a su protagonista, que no se abroquela en géneros: recurre a la poesía, la carta, el diario y la narración. Así logra replicar el movimiento de una embarcación precaria llevada con la pulsión del desvarío de sus aspiraciones, que solo pretenden una tierra y una comunidad.
El narrador expresa los dos principales enemigos de los habitantes ribereños de un siglo pasado pero imprecisa: el hambre y los alambrados. Despojados de todo, hasta del concepto de equipaje, los sueños de los navegantes se deshacen en un viaje sin costas posibles, pero es la sabiduría litoraleña -que no precisa de grandilocuencias- la que les pide que dispongan de la naturaleza. Es por eso que el Paraná es un dios más contradictorio pero igual de justo: porque, una vez más, les concedió.