San Simón es una figura conocida dentro del cristianismo. Un asceta que cumple penitencia viviendo sobre una columna de 17 metros durante sus últimos 37 años. Acercar ese emblema de la culpa a estas latitudes parece ser la primera intención del escritor mendocino.
Aballay acaba de matar. Movido por esa condición del arrepentimiento, el gaucho se sube a su caballo decidido aquedarse ahí, hasta el final de su vida.
Pasan años, con los inviernos incluidos y Aballay persiste en esa idea redentora, galopando sobre la patria, al tiempo que gana fama como un santo milagrero.
EL sacrificio que lo mantiene alejado de la banalidad de los hombres, no lo exime de la mirada del hijo del muerto con el que carga. La imagen acosadora de un niño, testigo de su crimen, acosándolo a sol y sombra.
Despegarse de la tierra y sus pecados era la razón de ser de los antiguos Estilitas. Aballay cumple con esa cláusula: Duerme, caza y come, sin bajarse nunca de su corcel.
Con un lenguaje seco y entrecortado, propio de la pampa, Di Benedetto entra en el relato poniendo el acento una vez más en el paso de los días, en ese transcurrir que concentra la acción en los detalles.
En el hombre agazapado en la oscuridad del monte, esperando la hora señalada de la venganza. Aballay es, al igual que Zama, el relato de la condena a un letargo demasiado prolongado. Una espera que se hace carne en la densidad de la llanura.
Por otra parte, hay que celebrar el nuevo guión de Fernando Spiner donde retoma la épica gauchesca, para armar un western en los valles calchaquíes con raíces en el cuento de Di Benedetto.
Aballay
Antonio Di Benedetto
Incluye el guión cinematográfico de Fernando Spiner
Ed. Adriana Hidalgo – 2010