Nadie sabe lo que un texto puede. Si Poemas de la oficina le abrió a Mario Benedetti la puerta principal de la literatura uruguaya, Data entry nos abre el agudo universo literario de Cristóbal Zanelli, un pibe educado en la clase media con ideales solidarios, en su choque con la maquinaria de encierro burocrático, ahí donde se trituran subjetividades y la deslealtad es a veces la mejor manera de sobrevivir.
En la oficina conceptual -el país oficina- yacen echados esos otros que son el obsceno exterior de la casa familiar, en el que tantas veces reside lo insoportable. Aquellos para lo cual no estábamos preparados y nos agobian. Que gozan y su goce nos repugna. Hasta que nos habituamos a ceder a la fuerza del ambiente, que son pequeñas variaciones del vacío. Sobre la pantalla, donde fatigamos el data entry, el narrador quisiera dejar “que la vida transcurra/gotee simplemente/como un aceite rancio”, como escribe Benedetti.
Pero el intento es vano. En ese universo aparentemente quieto, existen espacios materiales o celestiales donde son posibles la íntima emancipación -el humor como resistencia, el exceso masturbatorio como hora libre, el reino del goce escatológico en los baños- y el deseo alucinado por una mujer -Melody se llama, nada menos- que, como en las viejas historias del amor cortés, permanece inaccesible para seguir siendo hermosa.
En el corazón de lo cotidiano, Cristóbal Zanelli nos enseña, riendo, el infierno bíblico, la expulsión del paraíso, al que creemos recordar como un tiempo pretérito en el que el trabajo no existía, al menos no para convertirnos en zombies oxidados.