Del pasado solo recordamos la paz
Las mañanas se dividen
en apocalípticas o integradas
me levanto con los dientes alrededor
de un señuelo visual: anoche
y un bouquet de caramelos en son de paz.
Lo que aportás no alcanza
y a la vez sobra, la mañana es un derroche
abanico protector de bienaventuranza.
La maquinaria tiene sus partes
entregadas al óxido, no es creíble
cómo todo ya pasó y nos alineamos
rectas en la misma cama.
La demora es un bebé que crece
gordo y rozagante y el contrato
bajo el brazo lo dejamos sin firmar
las palabras se rebelan, permanecen.
De lejos se ve una casa
de extremidades largas
y una fila de caballos en el mismo paisaje
pasa a toda velocidad, su estela es una nube
de polvo que se extiende.
La energía común se mide
en cuentagotas, el destino se infla
en grupos de contención, entrelíneas
astrología, cadáveres de cerveza
somos tan títeres de nuestras maneras
y aunque el resumen diga “ la resistencia¡K”
la resistencia es una carta comodín.
A esta altura las herraduras detienen su música
la lengua cede a la gravedad
las crines caen opacas, la meta tiene domicilio fijo
volcarse en el espejo, calmar la sed y atrás
páramo de vallas.
Sombra vuelta chispa
Nadie saca de su bolsillo la ruina como si nada
Mari imprime a todo un molde clasista precursor
del miedo, Anita toma pastillas, Diego acaricia lo estriado
yo leo desde el canon de mi intuición, Luis ve oportunidad.
Tengo diálogos en la vigilia
que no voy a tener con personas que me importan
en esos diálogos fumo y uso un tapado
de piel verdadera ¿me separé de un novio
o de una enfermedad? tomo el volante
y el resumen pasa en una pantalla mínima
miro el espejo retrovisor y tengo pensamientos
en los que la mayor parte del tiempo clarea el día
me gustaría obligarte
a que lo veas conmigo
o que te sientes frente a un programa
de esos en los que una enferma
traza el delineado mental de su cuerpo
y erra por centímetros, por un montón
¿lo entenderás? ¿quiero que seas
un esqueleto que llora?
Capaz quiero que puedas verte y decir
sé mi espejo, esto es un pedido
de auxilio y un peligro
vamos a veinte, adelante hay fuego
es nuestra hoja de ruta al interior.
¿Qué estás pensando?
Pablo tiene una lectura evasiva para todo, yo una sensible-hiponeuronal, Lara una de materialismo popular autocompasivo, Anita razones geométricas que se toma en serio como pastillas que prometen tranquilidad, Helena lee en voz alta y arquea, mientras, confesiones de fortaleza, Diego sacude su tamiz de ideología militante, Leonel es visceral, piensa con el cuerpo ¿qué vamos a hacer con todo esto? en mi línea de tiempo una chica se pregunta si seguirán existiendo en esta ciudad los subtes y el sol, esa especie de soborno, si podremos acostumbrarnos a semejantes faltas. Esta semana fue un gris y hubo humedad fastidiosa, como un captcha que te impide acceder a lo que querés. Con el caos que generó el paro gremial, desarrollé gemelos, fui al trabajo caminando y de acá para allá. En Once sentí que podía detenerme a mirarlo todo, sacar jugo de ofertas pero no tengo un peso y estoy pobre de tiempo, a veces avanzar se trata de lo contrario. Pensar es parar y tengo hijos, mi obligación es avanzar. No me sirve nada relacionado a eso que llaman beneficios, me entrego a plazos, desconozco pensar en términos de presupuesto. Mi bufanda larga pelos amarillo flúo y me pone en tensión eléctrica frente a lo que toco; miro a un costado: Once combina conmigo, debería darme risa todo este afán de conjugarme con mi alrededor. Bailo abducida y mareada en una fiesta, negocio un aumento, entro a una casa que huele a calor y hebras de chai, afuera llueve, inhalo y no quiero soltar ese aire nunca. A la mañana temprano manejo una resaca batiendo un mousse, pego brillantina sobre una tarjeta de feliz cumpleaños, le nombro a una amiga a XX y pregunta ¿qué te hizo? eso es amor, ya está. O que me llame para pedir que miremos juntas un programa de televisión y entonces pasa, nos sentamos excitadas de emoción frente a la pantalla, a cinco barrios de distancia. Mercado libre me persigue “termina de publicar”. Evito estar en verde porque el mandato me dice: eso es sincericidio, un manifiesto de estado, como si la privacidad no fuera otro invento de época. ¿Y el antimandato? ¿no es al fin de cuentas otro mandato? Lo imperioso es responder con obra, dice Flor. Y Lau, saltando de la silla, agrega “desplegar artillería teórica” “juntémonos a leer, armemos otro aparato”. Enseguida limpiamos las migas, apartamos a un costado los paquetes con sobras; en lo que me llega a Correo Basura, “la conversación debe mantenerse viva” y apenas entro al condado azul, un robot me pregunta ¿qué estás pensando? Quiero que me cueste, quiero dormir, debe ser en mi nueva vida. Mi hija me pide que le pase el jabón y dice: “perdón, me olvidé una cosa, mi mente es rota” entonces la abrazo, tiene razón en la forma, me veo en su espejo. No sabemos si es genética o repetición. Tengo un pony sobre el teclado, salsa blanca en material de fotocopias, s.o.s para juegos de una lógica que se me escapa. Fiaca de sonreír con los ojos, mover el pelo, digo eso y los que me quieren me retan. Los domingos recibo a los chicos meados en perfume de hombre, todo un despliegue de marcación territorial. A dos cuadras de casa, en las paredes de un baldío antiguo, Rimbaud goza en su tumba “yo ya no es lo que era”, debe haberlo pintado un chico que volvía de bailar a la mañana. Hay coincidencia de sujeto y objeto, creo en eso, otra remediable dificultad.
Noe Vera nació en Buenos Aires en 1980. Forma parte del colectivo Máquina de lavar. Publicó Discontínuos (Editorial La propia cartonera, Montevideo, Uruguay), Nosotros quiere decir un montón de cosas (Color Pastel) y Cuatro Paredes por Ed. Determinado Rumor. Colecho, su primer libro, de pronta aparición por Ediciones El ojo de Mármol está saliendo de imprentas. Los poemas publicados aquí pertenecen a Captcha, aun inédito.