Han vaciado el mundo,
pronto nena
llena el hueco
inventa un Dios.
(Verde Bosque, Fuego Gris, Luis Alberto Spinetta)
Alan Ojeda es un tipo inquieto nacido en 1991 en Flores, aunque desde niño afincó en el popular barrio de Mataderos. “Arranqué a leer a los dieciséis años y a los dieciocho empecé a leer con más seriedad. Fue un poco demente: no tenía una guía para comprar libros. Decía: compro esto, vamos a ver qué onda. Así leía cualquier cosa, también. Pasaba de leer cuentos de Cortázar a leer Camus o Schopenhauer.” Poeta, estudioso, místico, amplio conocedor de la música electrónica y del uso responsable de ciertas drogas, me recibe en su actual departamento, en el epicentro de Primera Junta. Alan Ojeda, en este 2017, publicó el libro de poemas Devociones por editorial Zindo & Gafuri.
La educación sentimental
Alan me recibe cordial y su gata de siete meses me ataca. La comprendo: estoy invadiendo cierto territorio. Ojeda me comenta sobre sus relaciones iniciales con la literatura: “Me hice de una biblioteca porque ninguno de mis viejos es lector. En la secundaria empecé a escribir los poemas boludos que uno escribe en esa época y dos profesoras de cuarto y quinto año me empezaron a guiar con las lecturas. Vieron que yo estaba interesado. Una cuestión de curiosidad. Soy capaz de leer cualquier cosa, leo literatura, pero si me das un libro de física teórica te lo leo igual. Estoy marcado fundamentalmente por la escuela y por una profesora muy mala: nos daba lecturas de mierda, obligatorias, Paulo Cohelo, Isabel Allende, una cantidad de porquería… pero teníamos un trabajo final que era comentar libros, hacer reseñas. Teníamos que leer una determinada cantidad de libros al año y después había una lista y el libro lo elegías vos. Y de pronto ahí tenías El hombre bicentenario, los de Poe, y ahí fue cuando empecé a leer otra cosa. Leí Misteriosa Buenos Aires de Mujica Láinez. Los cuentos de Poe fueron los que más me llamaron la atención. El hombre bicentenario me había parecido medio un embole. Me gustaba leer, me gustaba escribir, me sentía cómodo, básicamente, con el tema del lenguaje. En cuarto y quinto año las profesoras se daban cuenta que estaba orientado para ese lado. Una me prestó El extranjero y me pasaba alguna que otra cosa de crítica, de Gastón Bachelard, y así me iba formando, de a poco. Después empecé a ir al Parque Rivadavia. Me compraba libros tipo –que debe estar ahí ya sin tapa– Eudemonología o El arte de ser feliz de Schopenhauer. Acá en Primera Junta está Amadeo, el viejo Amadeo, que me decía: llevate esta novela y me daba Rojo y negro. Llevaba cien pesos y me llevaba cinco libros. Amadeo es poeta, me había dado una plaqueta suya de La luna que. Eso en formación de cosas muy clásicas. De hecho nunca me he llevado demasiado bien con la cosa vanguardia.”
Vanguardias
En el interesante postfacio a Devociones, firmado por naKhlah Khan (* se cita a Deleuze, Heráclito, William Burroughs, René Daumal. Y entonces, asociación directa: vanguardismo. Y Alan: “Tiene que ver, tal vez, con unas vanguardias un poco más marginales. Por ejemplo: el Surrealismo no me interesa, pero de la misma época René Daumal me parece un genio. El Surrealismo se transformó en algo muy mecanicista, era toda oda a la imaginación pero después se terminó volviendo re castrense, cuando llegó a la época de quererse transformar en la estética oficial del Partido Comunista. Artaud se pelea con todo el mundo. Daumal tenía diecinueve, veinte años y no era parte del grupo surrealista sino que tenía la revista El gran juego. Un día los invita Breton a los que hacían El gran juego y cuando llegan eran Breton, Eluard y otros haciéndole un juicio abierto a Daumal por no adherir al Surrealismo y a su visión de la literatura. Daumal saca una carta y ahí, un pibe de veinte años, lo sienta de culo a Breton, que lo doblaba en edad. Le dice algo así como: ‘Tenga cuidado, André Bretón, de no figurar más adelante en los manuales de historia literaria, mientras que si nosotros aspiráramos a algún honor, sería al de quedar inscriptos para la posteridad en la historia de los cataclismos’. Es como que le dice: ‘vas a formar parte de los manuales de la literatura, yo voy a hacer literatura, esa es la pequeña diferencia’. Daumal se murió joven, desarrolló muchas cosas de teoría, sabía sánscrito, estudios filosofía hindú. Era una vanguardia menos programática y tenía una finalidad, esta cosa de la conciencia real pero creo que había mucha menos fe en la técnica y en la tecnología que en las vanguardias típicas de comienzos del siglo XX. Me interesa más la parte mística de los autores. El Surrealismo es más psicologista.” Bebemos vino, coincidimos con Alan en que, por otra parte, el Surrealismo fue una mercantilización del Dadaísmo. La gata me mira. Pienso en Daumal y asocio: Miguel Ángel Bustos, Néstor Sánchez. “La escritura poemática, la deriva entre poesía y narrativa o entre poesía y prosa de Sánchez. De Bustos he leído muy poco. Rimbaud sí he leído bastante. Las lecturas sobre Rimbaud son más bien pobres, muy académicas. El tema de la experiencia esotérica dentro de la poesía decadentista del siglo XIX casi ni se toca. Hay muchas aristas para investigar ahí, el tema es que la academia es muy reacia a investigar determinados saberes que están muy por fuera. ¿Cómo eran los poetas que estaban en el Simbolismo? Bueno, se drogaban, tomaban absenta, es muy por ese lado, pero no se busca esa instrucción esotérica, esa investigación sobre la alquimia que eran conocimientos de la época. Se transforma en una finalidad para la escritura, la escritura adopta esas herramientas para trascender la ‘escritura subjetiva’ que aborrecía Rimbaud. El proceso de Rimbaud en las Cartas del vidente es casi un proceso alquímico. Es una experiencia real que se transforma en escritura real. Si no experimentás nada, lo que vas a escribir es una gilada. Esa relación entre experiencia y escritura es lo que más me interesa. La comunicación no es la función de la poesía. Las experiencias no son claras, y nos obligan a desarrollar una lengua y forjarla.”
Parte de la religión
Hay algo presente en Devociones en particular y en la obra de Alan Ojeda en general: luz, dios, esoterismo, búsquedas. Escribe en su prólogo al libro Francisco Stiglich: “Dios estira la cuerda y toca la melodía oscura de las cosas que nos duelen.” En Alan están muy presentes ciertas búsquedas espirituales: “Tengo una formación religiosa, fui monaguillo. Nunca me conformó la estructura religiosa dogmática, sobre cómo hay que experimentar lo sagrado, lo divino. Por ese lado creo que hay algo que mantiene su tensión con lo sagrado hasta el día de hoy y es la literatura, la poesía, el arte en general. Si el arte no tiene algo ritual y no tiene algún elemento que te saque de lo cotidiano, eliminás cualquier oportunidad de trascender lo mundano. Lo que critico en una tendencia de la poesía actual es que está resignada a la materialidad que nos toca, entonces te resignás a que tu vida sea una mierda, a comprar todo en Supermercado Día%, vivir para laburar, pasarla mal, en el momento que vos te resignás a eso y asumís una distancia irónica, estás multiplicando el mismo material. Ahí sos responsable de no ofrecer una salida. Como decía Joao Cabral de Melo Neto: el que tiene el don de la palabra tiene la responsabilidad de usarla bien. Ahora, el narcicismo te quita responsabilidad y ahí es donde empezás a pensar que cada boludés que te pasa es importante para los demás. De nuevo: la poesía subjetiva. Creo que todo eso pasa porque hay gente que se cansó de lidiar con el peso de la historia, porque te das cuenta que tenés un montón de tradición poética atrás, es lo que Bloom llama la angustia de las influencias. Ahora, yo no pretendo ser nada original, de hecho soy bastante tradicionalista.”
Dios se hace presente en nuestra charla, junto al vino tinto. Se hace cuerpo:
“La idea es experimentar la idea de la relación con Dios o lo divino, de modo particular. Hace varios años que me dedico a leer los textos sagrados de varias religiones: Bhagavad, Bardo Thodol, Tao Te King, La Biblia, textos sobre sufismo, etc. Lo importante es adoptar, dentro del esoterismo, una visión sincrética y sintética. Son dos movimientos. El primero es trascender la mundanidad impuesta por la cultura, romper esa cáscara. El segundo es recobrar la conexión con la inmanencia, con ese Dios spinoziano o el caosmos deleuziano. Una vez abierta esa percepción se puede reconstruir una fe en el mundo. Devociones está influenciado, en general, por lecturas de filosofía. De hecho, la primera parte, La condena de lo frágil, surge de Esferas I de Sloterdijok, donde hay una imagen de un nene que infla una burbuja y ve como algo que es parte de sí, que es su aire, queda flotando fuera de él y es tan frágil que puede romperse, pero, no obstante, queda flotando fuera de él. Es lo que pasa en la creación una vez que el hombre rompe su relación con Dios. Entonces empieza a crear un mundo aparte, que es la cultura. Y como la cultura es frágil está continuamente siendo violentada y se rompe y se crea una nueva esfera y se crea una nueva esfera y se crea una nueva esfera. Cada vez esa esfera es más efímera y su existencia más crítica, como la de la espuma.”
Dios mío
¿Dios es una presencia o es una entidad filosófica, por llamarlo de alguna manera?
AO: Es una presencia, es una cuestión inmanente. La forma que más me gusta pensarlo, en esa vinculación con lo divino, es más allá de ese ser antropomórfico que juzga, que da premios y que castiga. Como dice Borges: castigar y premiar son cuestiones humanas, no de Dios, Dios no da ni premios ni castiga. Por eso me copa la idea de Deleuze de que la filosofía tiene que ser una forma de conectarse con el mundo, no de separarse. Hay que encontrar esas cosas divinas en las experiencias del mundo en general y para eso es necesaria una imaginación mítico poética que permita suturar nuestra vida con la del mundo. Hay que inventar una forma de reconciliarse con el mundo. A cada generación le toca pensar, en un contexto determinado, qué elementos hay para conectarse con algo que está más allá de la cultura.
Vos decís que hay que reconciliarse con el mundo, ¿Dios está dentro de ese mundo?
Yo concibo que es la materia toda, como para Spinoza: uno vive en Dios. Es lo único que existe. Es más, nosotros somos pequeñas expresiones que están dentro de él, como la ondulación que produce un movimiento sobre una tela. No me interesa nada que no implique una entrega al mundo. No me interesa, tampoco, la identidad. La idea de identidad es conservadora y creadora de fascismos. Mientras más afirmamos el yo en cualquiera de sus formas, más nos separamos de todo. Todos buscan encontrar una nueva identidad sólo para separarse de los demás, para encontrar un espacio mínimo de poder para poder juzgar al otro. Cuando uno se entrega al mundo-Dios, comienza la fuga, el devenir, los agenciamientos.
Es spinetteano lo que pensás… y otra cosa, ¿sabés que te das de patadas con el pensamiento preponderante?
Sí. Creo que hablar de la poesía como algo sagrado se transforma para cierta gente en algo pedante. Lo que pasa con la poesía social o lo poesía coyunturalmente comprometida que es: sólo debés hablar de la realidad porque es con eso con lo se conecta la gente. Y la verdad es que uno no escribe un libro para toda la gente. Sería, por un lado, hiper demagogo y, por otro lado, imposible. Uno se dirige a alguien que no existe o que existe más adelante. Pienso que la poesía tiene que apuntar al futuro y no al presente. Si vos tenés una literatura que sólo se dedica a escribir sobre el presente es casi como una poesía neoliberal, en términos de mercado. El mercado vive en el presente, no piensa el futuro. De hecho, el capitalismo, al haber profanado toda la existencia y al haber dicho no tenés otra chance, tenés que vivir así, lo que te impide es pensar una resolución sobre eso. De alguna forma es un retiro de esa realidad pensar a ese nivel místico algunas cosas. Frente a las lecturas ortodoxas del cristianismo lo mejor es mostrar otras formas de vincularse con eso o encontrar argumentos desde adentro para poder problematizar eso. Mucho mejor que negar las lecturas de la iglesia, es invertirlas. Todo el que tenga dos dedos de frente sabe que si Jesucristo existiera hoy en día estaría rodeado de dealers, prostitutas, ladrones, travestis, trans, gays, lesbianas, y defendiéndolos de la Iglesia actual, que lo volvería a crucificar por ser socialista y gay-friendly.
La búsqueda de la estrella
Los textos de Alan Ojeda y su pensamiento se corren del políticamente correcto ideario de la construcción literaria actual, al menos porteña: “Es costumbrismo diría. Gran parte de mi generación está sumergida en ese presente continuo de la cotidianeidad: Twitter, Instagram, Facebook, refuerzan eso. Ahora, no voy a negar la tecnología, porque me encanta. Lo que discuto es el vínculo entre la reafirmación identitaria, el presente absoluto y el uso de esos medios.”
Entonado por la conversación y el tinto vuelvo a la presencia de Dios en los textos ojedianos: “Para mí es un problema híper vigente el de qué hace el hombre después de todo lo que le pasó. Auschwitz. ¿Dónde carajos estaba Dios cuando todos los judíos estaban en los campos de concentración? Bueno, ahí hay que pensar de nuevo. Dios no es lo que creíamos que es, no es una versión omnipotente de nosotros mismos. Dios es simplemente un símbolo, es un punto de significación que se transforma en otras cosas, un Dios que deviene continuamente.”
Está la famosa frase de Adorno… que en realidad es falsa, porque se pudo escribir después de Aushwitz.
AO: Claro, es: ¿Cómo no escribir después de Auschwitz? Lo que más me copa de pensar la poesía y la relación del hombre con la cultura es la idea de Nietzche, por un lado está la desaparición o la muerte de Dios y por el otro el hecho de que el hombre, en algún momento va a extrañar. Es como una estrella, los efectos de esa muerte la vamos a vivir como en delay. El hombre, cuando se involucra en el arte, tiene que dar cuenta de esa experiencia de ruptura o de espacio de caída. La modernidad, el punto cero, ahora tiene que ser crítica. Y no puede entregarse a ese devenir medio absurdo de la tecnología. Lo que decís vos: ¿cómo se escribe? Hay demasiada fe en la tecnología, como si escribir sobre el Facebook, sobre Twitter, hace que tu poesía se contemporánea o moderna. Y no. La modernidad es siempre crítica. Y los escritores modernos no eran demócratas, los escritores modernos no eran revolucionarios, la mayoría eran conservadores, la lista es larguísima… A mí me parece que uno no puede ser crítico si no está algo afuera, no digo totalmente excluido, ni vivir en una torre, porque al fin y al cabo es lo que te toca como tu época. El tema es cómo lo experimentás. Estamos creando espacios cada vez menos habitables, son microcomunidades que siempre están en crisis. La idea es superar eso y eso lleva a buscar no la diferencia sino la coincidencia. La visión mística, aunque sea como un camino individual, propone una relación inmanente con todas las cosas.
Leemos en el ya citado postfacio a Devociones: “es un título anomal para el minuto de la interzona.”
¿Qué es lo anomal?
AO: Están los anormales, o sea fuera de la norma. Y lo anomal es más una cosa, ¿cómo te puedo decir? Clinamen, es el nombre que dio Lucrecio a la desviación que sufren los átomos. No está por fuera de la norma, no está en contra de la norma, sino que simplemente se desvía, tira para un lado y está jugando con los límites. Eso me interesa. Porque lo de anormal tiene una carga hasta de moralidad. La anomalía es algo que no está pensando dentro del movimiento posible de algo.
*
Alan Ojeda recomienda el disco Pills ‘n’ Thrills and Bellyaches de Happy Mondays. “Es el momento en el cual la música de banda comienza a transformarse en música para fiestas. Como me gusta laburar lo de la música electrónica ahí encontrás una banda muy copada que hace algo diferente. Vos ves los documentales sobre los chabones y te das cuenta que eran totalmente disfuncionales, estaban todos de la cabeza. De hecho, el hermano del cantante llegó a decir: yo no puedo salir de gira con ellos porque me voy a morir. Sin embargo, la banda funcionaba perfecto, eran buenísimos. No entendés cómo ese grupo de gente, totalmente disfuncional, sacados, podían armar eso. Tienen un ritmo increíble, muy buenas letras y te alegra el día. Como en la electrónica, hay algo muy sensual en el ritmo, en lo corporal que convocan los temas. Se ve que esa música no estaba hecha para quedarse parado y nada más. Bueno, también hay que tener en cuenta que esa época fue el auge del éxtasis en Inglaterra. Hay una anécdota que se puede ver en la película 24 Hour Party People. Los llevaron a una isla a grabar un último disco, para que no haya drogas, pero encontraron crack. Desastre. Grabaron la parte musical nada más. El cantante después secuestró la cinta con la música y pidió rescate. Cuando le dan play para vender la cinta a una productora (Factory ya estaba sin un peso) no había nadie cantando.”