Escrita en 1950 y rechazada por el entonces asesor literario de la editorial Losada, Guillermo de Torre, su publicación se concretó recién en 1986, dos años después de la muerte de Cortázar. Detalle que da cierto carácter anacrónico a la lectura Cortázariana si consideramos a El Examen como un germen de lo que tiempo después fue su punto máximo de producción literaria: Rayuela (1963).
Es difícil, por no decir imposible, analizar las novelas de Cortázar sin tomar a Rayuela como punto de referencia, y como punto de inflexión dentro de su trabajo.
El Examen es impecable. Tranquilamente sus personajes podrían encontrarse con Horacio y con la Maga en la barranca del Parc Montsouris y sacrificar otro viejo paraguas, o subir a bordo del Malcom y sumarse a los densos soliloquios de Persio sobre ocultismo y astrología.
Escrita en el mismo tono que Los Premios, y de la propia Rayuela, predominan ciertos rasgos de improvisación en los diálogos, ya es sabido el vínculo de Cortázar con el jazz y esta novela es una de las mejores pruebas de ello
Dicho por él mismo en una entrevista, explicaba: “(…) una melodía trivial, cantada tal y como fue compuesta, con sus tiempos bien marcados, es atrapada de inmediato por el músico de jazz con una modificación del ritmo, con la introducción de ese swing que crea una tensión. El músico lo atrapa por el lado del swing, del ritmo, de ese ritmo especial. Y mutatis mutandis, eso es lo que yo he tratado de hacer en mis cuentos y novelas”.
El Examen está compuesto en bebop. La melodía nace de la armonía con que el autor contrasta una Buenos Aires fantasmagórica y calurosa, atrapada en una densa e inexplicable niebla que da lugar a la proliferación de extraños hongos que hunden el pavimento de las calles del centro, con una Plaza de Mayo donde se llevan adelante alguna suerte de confusos y multitudinarios rituales paganos en carpas blancas gigantes, y una casa de estudios donde se leen textos de diversos autores en variados idiomas. Sobre estos acordes Cortázar construye solos de pura improvisación recreando lo que Edgardo Lois ha definido como “el vagabundeo de cinco amigos que hablan de sí, del país, del mundo, de los poemas que escriben. Lo definen y se burlan de sus definiciones. Ejercen un veloz intelectualismo y a la vez lo corroen con su ironía, tierna y feroz.
Una constelación de metáforas, símbolos que no se dejan descifrar de inmediato, iluminan este relato maravillosamente ambiguo, insinuante de revelaciones que nunca se producen del todo.”
Podemos hablar de El Examen como un proceso de experimentación que atravesó Cortázar en este género ya que anteriormente sólo había publicado Presencia, un libro de sonetos en 1938; La Otra Orilla, una compilación de cuentos en 1945; y la novela Divertimentos en 1949.
Esta obra es perfecta para meterse dentro del Cortázar apolítico y surrealista, y hacerlo nos ayuda a no estar tan perdidos al entrar al Club de la Serpiente.
El examen
Julio Cortázar
Alfaguara